𝟓𝟎. 𝐓𝐞𝐜𝐡𝐨
No puedo dejar de ver el techo,
sin razón, sin pensamiento alguno.
Me levanté y caminé descalza
hasta la habitación que escucharía mi lamento.
Cerré la puerta y encendí la luz,
me quedé quieta, no dije nada.
Toqué mis manos y sentí un ardor, rasguñe mi piel hasta que esta se irritó.
Me derrumbé y caí al suelo,
tapé mi boca silenciado mi dolor,
lloré y le supliqué al cielo
que me dejara morir, se lo pedí a un Dios.
Mis ojos no dejan de mojar mis mejillas,
mi cuerpo cada vez siente más frío,
mi corazón duele tanto
que siento a cada latido como el toque de una espina.
Mi mente está gritando,
pues mi alma se está quemando,
pero mantengo mi boca cerrada
por que sé que me está matando.
Me estoy derrumbando totalmente,
y no sé como salir de aquí,
un trago es lo que necesito
para apagar el fuego que hay en mí.
Cierro mis ojos con fuerza,
grito en silencio sobre mis manos,
me levanto y vuelvo a mi cama
ocultando las lágrimas que tiene mi cara.
Observo de nuevo el techo,
sólo es otra noche más de dolor,
escondo que de nuevo estoy cayendo
así nadie tratará de impedir que muera hoy.
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