—Ya entiendo, entonces no eres un hada. —el pelinegro estaba algo triste y desilusionado.El pelimorado le había explicado que no era un hada, que su color de cabello era natural y que lo había heredado de su madre. —Perdón si te asuste con mis locuras ¿te lastime? — pregunto con tono preocupado.

San estaba algo avergonzado, ya que cuando cayó al suelo escucho al otro chico quejarse y pensó que tal vez lo había lastimado gracias a su torpeza.

— ¿Eh? Ohhh, solo es un pequeño rasguño en mi brazo, nada grave. — el ojiazul contesto con voz dulce y le sonrió.

San empezó a buscar algo en su chaqueta y sonrió cuando lo encontró. Vio donde estaba la herida y tomó el delicado brazo y puso una curita con estampados de ositos.

—Listo, siempre las cargo, no se sabe cuando pueden ser útiles, así como ahora. — 

—Gracias... —el pelimorado susurro un suave y sonrió, la forma de ser de aquel alfa le parecía muy tierna. 

—Yo, eh... —el alfa rasco su nuca. —Soy San. —hizo una pequeña reverencia con su cabeza.

—Wooyoung, un gusto. — extendió su mano, estaban sentados a un metro de distancia, el pelinegro sin pensarlo de más la tomó.

Cuando San tocó la piel suave su pecho se sintió cálido, fue una sensación que nunca había experimentado, aquella calidez se le hacia conocida. Y Wooyoung sintió lo mismo, no entendían lo que estaba pasando, la vista de ambos estaban fijas en sus manos juntas, levantaron sus rostros, sus miradas se conectaron y con mejillas sonrojadas se separaron.

— ¿Qué hacías tan sólo en este lugar? —San rompió el silencio, quería escuchar nuevamente la voz de aquel precioso chico frente a él.

—Es muy tranquilo y hermoso, cuando estoy triste o aburrido vengo a refugiarme aquí, la naturaleza me conforta mucho. Además hay flores muy lindas y con ella puedo hacer mis coronas, es mi pasatiempo. — respondió Wooyoung.

San vio a un lado del chico y ahí habían flores recolectadas y otras plantas, también habían dos coronas terminadas.

— ¿Puedo sentarme junto a ti? Quiero ver más de cerca como las haces. — San habló con timidez y señalo las coronas.

—Oh claro, ven, siéntate junto a mi. — palmeo el suelo.

San lentamente se acercó y tomó asiento, en ese momento un agradable aroma a peonia y almendra llegó a sus fosas nasales. Y Wooyoung al fin pudo sentir más de cerca el aroma a te verde y menta que desprendía el alfa.

—Omega. —soltó San sin pensar y Wooyoung lo vio sorprendido.

—Co...mo... ¿Cómo supiste cuál es mi aroma? yo, hoy tome un supresor. —su rostro confuso y sonrojado hizo que San muriera de ternura.

— ¡Lo siento! No quise incomodarte, yo solo lo sentí. —San pensó que el Omega se enojaría con él.

—Está bien, no dijiste nada malo, solo estaba un poco sorprendido. — Wooyoung sonrió, aquella sonrisa había tranquilizado al alfa.

Los dos chicos hablaron por un momento, Woo se entero que San era mayor que él y que estaba unos meses de visita en el pueblo, compartieron miradas y sonrisas tímidas, los dos se sentían bien al estar con el otro, pero Wooyoung miro al cielo, ya estaba oscureciendo. Era hora de regresar a su hogar, quería quedarse y hablar con San un rato más, pero la oscuridad del bosque lo asustaba un poco, además su madre se enojaría si llegaba tarde.

—Ya es tarde, tengo que irme. —el omega se levantó y sacudió su pantalón.

San pudo apreciar aquella pequeña y adorable altura, quería abrazarlo y llenarlo de mimos. Pero no lo haría, eso sería muy irrespetuoso, pero el omega era demasiado lindo y tierno.

—Claro, yo también tengo que regresar, no quiero preocupar a mi abuela. ¿Te veré mañana? —el alfa tenía miedo de ser rechazado, pero sonrió al escuchar aquella respuesta positiva.

—Sí, un poco de compañía no hace mal, hasta mañana, San hyung. — sonrió, con su mano levantada se despidió del alfa y siguió su camino.

San comenzó a caminar, la diosa Luna le había enviado a su pareja destinada, lo supo cuando pudo sentir el aroma del omega y el sentimiento burbujeante en su pecho lo confirmaba. Ahora sólo faltaba ganarse el corazón de ese hermoso chico, necesitaba abrazarlo y besar sus mejillas, era la primera vez que sentía todas aquellas emociones. 

Vio hacia el cielo y sonrió, esperaba con ansias que llegará el día de mañana. 

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