"𝑫𝒐𝒔 𝒑𝒓𝒊𝒏𝒄𝒆𝒔𝒂𝒔, 𝒖𝒏𝒂 𝒅𝒆 𝒗𝒆𝒓𝒅𝒂𝒅"
—¡Evie! —los gritos de la reina malvada, hacían que los cuervos salieran volando de sus ramas y que las oscuras paredes del castillo retumbaran con su voz.
Dentro de esas mismas paredes de piedra, que ocasionaban un eco en todos lados, había una torre especial que daba a un pasillo largo, lleno de cuadros de Grimhilde junto a su hija y su fiel servidor, o como a ella le gustaba llamarlos, sus criaturas.
—¡Manzana podrida! ¡¿En donde esta esa chiquilla de cabellos azules?! —volvió a gritar la reina, exigiendo una rápida y eficaz respuesta.
—No tienes porque gritar madre, aquí estoy. —hablo bajo la joven mientras caminaba hacia su madre.
—¡Al fin, te dignas a responder el llamado de tu creadora!
— Terminaba de arreglar mi cabello. —se excusó sin mucho interés. Aun sabiendo que era completamente mentira, pues en realidad se había negado a responder el llamado, pero sabia que era peor si no iba con su madre.
—¿Le llamas cabello, a esa maraña de telarañas azules? Ven aquí, ¡rapido jovencita!
Evie, solo suspiro un poco y avanzó los pasos que debía hasta su madre, la reina, más preocupada por como se veía el cabello azul de la joven que en si de su expresión, comenzó a trenzar aquella brillante melena oscura.
Más que nada, a la reina le importaba el aspecto de Evie, siempre buscando que su piel fuera blanca, tanto y más que la misma nieve, sus preciosos ojos, siempre debían tener las pestañas tan largas y rizadas como fuera necesario, sus mejillas, debían tener suficiente rubor, o de lo contrario se vería fatal, ni hablar de como debía vestirse y traer aquel cabello que tantos problemas daba.
— A veces, de verdad eres un fracaso manzanita. —Grimhilde suspiro al terminar con su trenza y sonrió leve admirando aquel cabello, que cuidaba aun más de lo que Gothel cuidarla el de Rapunzel.
— ¿Ahora está bien? —pregunto Evie que aun no era capaz de verse en un espejo por ese día.
—Oh sí, claro que si, pero si no usas acondicionador y lo dejas como un montón de marañas, se verá asqueroso y tu no serás la más bella del Reino. —respondió su madre quien se levantó de su trono y se acercó hacia el espejo en su pared. — Espejo mágico en la pared... ¿Quien es la más hermosa del Reino?
La inquietante pregunta, una que hacia todos los días sin falta, el espejo nunca se negaba a responder, pero a veces y solo a veces, en presencia de Evie, se tardaba un poco, como si mostrará un poco de empatía hacia aquella joven que apenas si podía con las duras críticas de su madre.
—¡Espejo mágico! —insistió la reina. — ¡¿quien de este maldito y putrefacto reino es la más hermosa?!
Ante el enojo de su reina, el espejo, respondió finalmente: "Blancanieves, o Evie, Majestad".
La reina odiando la respuesta, puso ambas manos en la pared y con tranquilidad fingida hablo: —Exijo, una respuesta clara. ¡Muestrame a Nieves!
El espejo, obedeciendo aquella petición, mostró la imagen de la joven. Blancanieves, estaba tranquila, caminando con su usual vestido azul por el jardín de su castillo que no era nada más que el contrario al de la reina. Recogiendo algunas flores en sus manos y cantando con su suave voz, todos amaban esa dulce y melodiosa voz.
—¡Manzana! —exclamó de repente sin dejar de ver al espejo. —¡acercate!
Si, así es como se refería a Evie cuando estaba disgustada o molesta, normalmente era muy seguido, pues no siempre recibía la misma respuesta de que Evie era la más bella.
—¿Ves a esa mocosa? —pregunto la reina tomando el brazo de su hija para que quedará lo más cerca al espejo posible.
—Si, la veo madre.
—¿Sabes quien es?
—Blancanieves.
—¡Tu enemiga! ¡Tu competencia! ¡La razón de que seas solo la segunda siempre! —sacudió con fuerza los brazos de Evie y tras soltarla camino con desespero.
—No siempre... —susurro a un lado aquel sirviente de la reina. — si la princesa canta ahora, puede ser que el espejo de una opinión clara.
Se hizo un pequeño silencio, en un intento de ayudar a su segunda al mando, condeno a Evie para que ahora entonara una pequeña canción, por más corta que fuera.
—¡¿Y que esperas manzana?! —hablo la reina mientras se sentaba de nuevo en el trono.
Evie miro a Apple, que así llamaba a aquel chico de ojerosos ojos que siempre estaba a su lado, como vigía y compañia.
Tras un respiro, empezó a entonar la misma canción que Blancanieves, solo que de una forma contraria, quizá más oscura y perversa. Evie, había vivido al menos diecisiete años de su vida encerrada, sin conocer a mucha gente, aprendiendo sobre su belleza y sobre lo importante que era para su madre, derrocar a Blancanieves.
Al escuchar la voz de Evie, la reina sonrió, siempre que Evie podía igualar o hacer algo mejor que la princesa Nieves, se sentía poderosa, plena y llena de gracia, más cerca de su triunfo.
—¡Espejo! —grito luego con esa sutil sonrisa. —¿quien dices que es la más hermosa?
De nuevo otro silencio, todos estaban esperando a que el espejo diera una respuesta. Fue entonces que en vez de hablar, decidió cambiar el reflejo de Blancanieves, dejando ahora el reflejo de Evie frente a la mirada de los tres.
—¡Evie! —finalmente dijo orgullosa Grimhilde, y se acercó hacia la joven tomando sus hombros. — en este mundo, hay dos princesas, pero sólo hay espacio para una verdadera.
Susurro, como a veces hacia luego de que Evie le diera lo que quería.
—¡Manzanita! Regresa a tu habitación, dile al condenado que haga las maletas, mañana asistiras a la escuela. —informó sin precio aviso la reina. — la misma donde estará esa mocosa de cabello negro. Vas a conocer a Blancanieves, y le demostraras quien es perfecta.
Evie quería dar una objeción, no estaba lista para conocer a Blancanieves, de hecho, no estaba lista para conocer a nadie, especialmente porque nunca había salido de su castillo y siempre había escuchado solo la voz de su madre y Apple, quien estaba mayormente en las sombras, sin embargo, era tarde, y quiera o no, su madre la obligaría ir de todos modos.
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