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𝑇𝑤𝑜

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11:15.PM

JiMin POV.

El viento golpea con cautela mi rostro, abraza mis mejillas y mueve mi cabello en un vaivén de parsimonia que se vuelve rápido y feroz cuando aumento la velocidad de mi vuelo. Abro y cierro mis alas aleteando con precisión en cada movimiento. Sonrío extasiado de estar a tan altas alturas no teniendo suficiente cada vez que me deslizo como un ave por los cielos. He ascendido de golpe dando vueltas como un torbellino con mis brazos pegados a mis costados y piernas rectas para así lograr una mejor altura con más rapidez. Subo hasta la cúspide donde los árboles espectadores a mis pies se ven como meras hormigas y abriendo mis alas de golpe de par en par, freno en seco levitando en mi mismo lugar observando de lleno la gigantesca y redonda luna plateada que se me muestra imponente y maravillosa a mis ojos. Bato mis alas manteniendo mi altura y mis ojos brillan maravillado al sentirme invencible y superior como un ser mágico que domina y observa a los no mágicos. Es increíble a la par que trifásico.

Amo el viento golpear en mi rostro tanto como amo la naturaleza. Ese ha sido mi pecado y he sido desterrado. No tiene importancia realmente.

He tenido que descender horas después y a vuelo lento me muevo por los árboles que albergan animales inigualables; salvajes y feroces como indefensos y vulnerables. Todo en un perfecto círculo de naturaleza. La lluvia ha empezado a caer y las nubes negras cargadas de agua cubren el cielo que minutos antes era despejado, cubren la luna, envidiosas de su iridiscencia y todo a su paso así como mi vista, solo un poco pues, puedo ver claramente en la oscuridad.

Pasear por estos lugares se ha vuelto rutina para mí desde que caí del cielo y honestamente no es un problema. Me gusta mi lugar, y lo que sucedió no afecta algo en mí actualmente.

El sonido de mis alas golpeándose entre sí y el aire que expulsan es un magnífico acompañante para las gotas que golpean precisas en mi cuerpo y suelo. Para cuando decido posar mi vista un poco más debajo de los árboles me encuentro una silueta escurrida en el suelo, abierta de par en par boca arriba con los brazos extendidos a sus costados. Su vista está fija a la nada y he tenido que parar mi vuelo un poco solo para observar su mirada rota y perdida repleta de fragmentos vidriosos que adornan un sentimiento de ausencia. No tienen brillo. Sus ojos son ausentes de aquel brillo característico de su especie. Frunzo el ceño confundido recordando con exactitud esas facciones. Decido seguir mi camino de otra manera no podría volar por más tiempo debido a la humedad que se apodera rápidamente de mis alas de colores muertos. Paso veloz por encima de su cuerpo, lo suficientemente bajo como para rozar su cabello con mis alas y desprender una pluma de ellas involuntariamente.

Un barco que rompió sus velas antes de siquiera poder navegar.

He conseguido llegar a mi destino no planeado. Desde un principio debí ir a mi lugar de alojamiento pero debido a éstas circunstancias creo que estar aquí es un mejor entretenimiento. Con una toalla que he encontrado por ahí seco con sutileza mis alas y después mi cabello que gotea sin parar. Da igual mis ropas y al acabo de unos minutos oigo el sonido de las puertas rechinar y entonces sé que ha llegado y que jamás olvidaría esas facciones inmaculadas. No cuando le he observado por más de una vez en éste mismo lugar. Fue la primera vez que, sin entender demasiado el porqué de sus visitas anuales y nocturnas decidí que mi curiosidad era más profunda por descubrir sus acciones después de verle tocando aquel pequeño y claro instrumento de cuerdas. Ese día le seguí y después de eso quedé como un imán pegado al metal de sus acordes acendrados.

Me deslizo a paso cauteloso desde el tercer piso al primero en busca de su cuerpo. Con cuidado él enciende las velas una por una hasta llegar a la chimenea que más rápido de lo que creí enciende. Pasa sus manos por sus brazos seguido de cara y cabello y justo cuando hace el amague de subir a donde ahora me encuentro soplo la palma de mi mano por encima del lugar, directo a la lámpara de papel que cuelga estéticamente en el centro del lugar. Ella se enciende y sonrío satisfecho por haber impresionado al hombre de cabello negro que ahora pasea la mirada atónito en todo el lugar en busca de una respuesta que el aire y ambiente tétrico no le dan. No estás solo. Camino unos cuantos pasos hacia atrás, escondiéndome cuando él sube y se adentra en una de las tantas habitaciones del castillo abandonado con la lámpara en mano iluminando su andar.

Mis pomposas alas sostenidas a mi espalda cuelgan hasta llegar más abajo de mis talones y se balancean un poco cuando de puntas camino hasta llegar a la puerta entreabierta que él mismo ha dejado así segundos antes y, como un acosador que ama observar a su sujeto, le observo detenidamente sin quitar mi vista un segundo de su perfecta anatomía.

Da dos pasos hasta uno de los sillones dorados pero deteriorados de una de las esquinas pasando sus grandes manos por su rostro con algo de frustración y quita sus ropas negras de su cuerpo seguido de sus zapatos quedando en ropa interior. Se mira fijamente al espejo con una mueca de decepción que se transforma en una neutra sin una pizca de reacción.

Involuntariamente y sin disimulo miro con descaro su cuerpo semidesnudo. Desde sus facciones demacradas hasta su pecho y abdomen nada marcado que amenaza con mostrar sus costillas de no comer lo suficiente en un par de semanas. Sus muslos delgados pero lisos me hacen tragar saliva y ascendiendo en mi camino me topo con su hombría dormida que es resguardada por unos bóxer blancos. Sintiendo mis mejillas arder y reprendiéndome por mi descaro veo como parpadea lento viéndose unos segundos en los que aprovecho rápidamente para detallar sus facciones:

Sus cabellos completamente negros son hipnóticos. Cubren su frente y contrastan limpiamente con sus ojos también negros que siguen sin brillo, cubiertos por unas pequeñas pestañas del mismo color. Ojeras adornan la parte baja de sus ojos, y aún así le quedan perfectamente. Le da un toque intimidante y superior a la par. Tal y como me encanta. En sus orejas puedo divisar un par de pendientes color plata que se anillan sensualmente en sus lóbulos. Sus mejillas levemente rosadas resaltan tanto al tener una piel más blanca de lo habitual en conjunto con su diminuta nariz, probablemente teniendo días de perro. Pero que aún así aprecio maravillado de un color tan puro. Paso mi lengua mojando mis labios y posando mi vista en los suyos que han sido víctimas de sus dientes al estar tan maltratados pero aún brillosos y apetecibles. Sigue siendo hermoso de cualquier manera o estado.

Es un perfil digno de idolatrar y yo fascinado lo aprecio cuánto puedo.

Da la vuelta entonces dándole la espalda al espejo, para de ese modo, deslizar con suavidad un sweater negro de mangas largas y cuello largo sobre su anatomía junto a unos pantalones de vestir del mismo color. Ajusta a la altura de sus clavículas una fina correa de color plata que conecta a una capa de invierno también negra cubriendo sus hombros y espalda, cae más abajo de la parte trasera de sus rodillas y puedo suponer que es de algodón pues, se ve pomposa. Suspira y se calza unas botas de cuero largas brillantes. Pasa una pequeña toalla color crema por sus hebras oscuras y viene directo hacia mí.

Alzo vuelo ya con las alas algo secas y me pego de lleno al techo repleto de telarañas mientras él abre la puerta de madera y sale subiendo las escaleras que lo dirigen al último y tercer piso de la torre. Le sigo pero esta vez volando y siendo sigiloso. Está tan concentrado en el gran órgano que descansa en el centro del lugar que no me vio pasar por encima de él. Pego mi cuerpo lo suficiente al techo con cuidado de no hacer ruido y me cuelgo a una de las estructuras que forman una decoración en el mismo para no hacer evidente el sonido de mis aleteos. Todo está en completo silencio. Él observa el órgano y yo le observo a él fascinado cuando sus labios se abren expulsando un jadeo que me quita el aire. Se sienta en el sillón negro del instrumento y truena los dedos pero antes de siquiera palpar las teclas su atención es robada por el violín que descansa en el mueble del cuerda. Sus ojos brillan por primera vez desde que ha llegado y relamo mis labios anticipando aquella dulce melodía que toca de sus cuerdas.

Cuerdas que afina cuidadosamente antes de tomar el arco en su mano derecha posando su barbilla en la parte inferior del instrumento, tarareando después una melodía que reconozco al instante. He tenido que cubrir mi boca con mis manos antes de permitirme siquiera soltar algún ruido haciendo evidente mi emoción que recorre cada poro de mi piel. Cierra sus ojos empezando con unas notas suaves entrando en una burbuja intangible de acorde que con el pasar de los segundos se vuelven fuertes y claras. Ha llegado un punto donde la melodía se torna desgarradora e intensa y mi piel se eriza más que extasiado de verle allí manejando a su antojo aquel instrumento de clave Sol que encaja perfectamente en sus manos. Sus dedos se mueven tan rápidos y en una sincronía perfecta de arriba hacia abajo justo como el arco chilla en un vaivén estruendoso de una melodía que grita el desgarrador sentimiento de un músico que expresa su tristeza. Sus lágrimas caen amargamente aún con sus ojos cerrados y mi pecho se oprime al verle tan vulnerable.

Respira profundo antes de hablar:

-Experiencie...

Dice con la voz rota y me digo yo también en mi mente amando la sonata que ha tocado tantas veces en cada visita al castillo. Expresa su dolor en notas musicales que acompañan sus lágrimas agridulces. Un dolor incomprensible para mí, pero que empatizo perfectamente al escucharlo tocar. Un músico perdido que haya su camino en la luz de sonatas conmovedoras con poco sentido.

Él un músico perdido que busca saciar su tristeza en notas y acordes es perfecto para mí, un ángel negro que encuentra el placer en observarle sacando su lado más vulnerable.

Fascinado, extasiado y más que encantado me encontré sonriendo desde arriba. Él limpia su cara con su antebrazo y deja el violín donde antes estuvo limitándose a jugar un rato con el órgano que conoce de sobra sus caricias. Tan puro, tan limpio. De repente se queda estático para sollozar nuevamente arrancando la felicidad que e había instalado en mí. No me lo permito, me digo a mí mismo y abro mis alas de repente dirigiendo el aire preciso a su persona. Lo hice sin pensar pero ahora que veo como observa las plumas que he dejado caer y posteriormente a mí me he arrepentido de todo acto.

Trago con dificultad y sonrío nervioso al ser descubierto por mis arrebatos. Sus ojos completamente neutros y oscuros me observan y me siento intimidado tal como si él fuera superior a mí. Fascinado. Levitando en mi mismo lugar sigo sin pestañear y sus finos y a la vez gruesos labios forman una línea recta. Me siento expuesto y con falta de aire por lo que sin mucho preámbulo salgo volando por la enorme ventana de vidrio que da mi derecha. Que agradezco a él mismo haber dejado abierta desde siempre.

No ha dejado de llover pero mi corazón late desenfrenado envuelto en un sentimiento ardiente e inimaginable que jamás pensé en sentir.

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