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CAPÍTULO QUINCE

Jungkook.

No quería decírselo así porque sabía que no sería capaz de manejar la
imagen que tenía frente a mí. Sus ojos caen, retrocede y su pecho comienza
un sube y baja mientras trata de recuperar el aliento. Se me parte el corazón al verlo, es peor que la noche que rompí con ella. Esa noche tomé el camino más cobarde.

Me alegro que estés aquí, debes estar cansado. —Su mano encuentra
la mía y trata de llevarme dentro de su dormitorio pero no me muevo—. ¿No quieres entrar?

Quiero, pero no puedo. Si entro nunca la dejaré y nada cambiará. Mi vida será el mismo patrón una y otra vez, y si no cambio me volveré loco. Niego con la cabeza ligeramente, pero es suficiente para llamar su
atención.

¿Algo está mal, Jungkook?

Mi garganta comienza a cerrarse, mi corazón… se siente como si estuviera a punto de salir de mi pecho repentinamente. Sé que estoy haciendo lo correcto, pero, ¿por qué se siente tan mal?

—Me salí de la universidad.

La primera mirada de lo que está a punto de convertirse en enojo se
propaga por su rostro. Me desvié del plan. El plan en donde me convierto en un jugador de fútbol de la NFL y vivimos en un barrio tranquilo donde criamos a nuestros dos hijos, un niño y una niña, ella va a mis partidos y nunca se pierde uno porque es mi porrista personal.

—¿Qué? ¿por qué hiciste eso?

—Yo… um… no puedo…

—¿No puedes qué? Estás asustándome, bebé. Entra y hablaremos. Llamaremos a tu entrenador y lo solucionaremos.

Siento una sensación de alivio cuando dice eso. Esto es exactamente lo que no quiero y sé que he tomado la
decisión correcta. No quiero seguir jugando al fútbol.

—No puedo estar contigo, Laia.—No puedo mirarla cuando digo esas palabras. Palabras que me costaron demasiado que salieran de mi boca. Mi pecho duele y quiero largarme a llorar en este preciso momento, pero debo hacerlo. No puedo dar marcha atrás, di el primer paso. No quiero ver su rostro sorprendido, ni su cara de decepción, así que me doy la vuelta y me
alejo, ignorando su voz mientras grita mi nombre. Corro pasillo abajo,
zigzagueando entre la gente que acaba de presenciar cómo rompimos mi chica y yo.

Quiero dar un paso adelante, envolverla en mis brazos y decirle que esa noche cometí el error más grande de mi vida cuando la dejé aquí. Debería haberla tomado, empacado sus maletas y llevado conmigo. Los días de viaje a Los Ángeles hubieran sido mucho mejor con ella acurrucada en mis brazos por la noche mientras dormíamos en la cama de la camioneta. Mi desayuno de Doritos y Coca-Cola hubiera sido el mejor que he tenido nunca porque ella hubiera estado conmigo. Pero en lugar de eso, pasé los días con lágrimas surcando mi rostro porque le hice la cosa más horrible que jamás había hecho. Rompí mi propio corazón cuando le dije que me iba.

—Laia…

Levantó su mano y paré de hablar. Cuando levanta la mirada, es esa
noche de nuevo. Su maquillaje estaba corriéndose por su cara, negro y
pesado, dejando un camino de dolor arruinando su belleza.

—¿Qué pudo ser tan importante para que simplemente me abandonaras?

Suspiro, no estoy seguro de cómo explicar a Yunjin  y el día que cambió
mi vida.

—Ya te lo dije, necesitaba algo diferente.

—¿No era yo el problema?

—No. —Niego con la cabeza para enfatizar mi punto—. No eras tú.
Nunca has sido tú. Me odio a mí mismo por no llevarte conmigo. Debería habértelo pedido, pero no creí que vinieras y no quería que me dijeras que no.

—Así que, ¿simplemente rompiste mi corazón y me dejaste para criar un
bebé por mi cuenta?

—Dios. Maldita sea, La. Si hubiera sabido del bebé me hubiera quedado y pensado en algo. Me hubiera casado contigo y vuelto a la escuela.

—¿Pero hubieras sido feliz?

Guardo silencio de inmediato, no puedo contestarle y lo sabe. Mi silencio es suficiente. Toma una
respiración profunda y asiente.

—Así que te fuiste a los Estados Unidos y te convertiste en un gran músico. ¿Sabes qué es lo gracioso? No pensé que te gustara mucho la guitarra. Sé que la tocabas mientras me cantabas, pero siempre pensé que estabas bromeando. Ese tipo de cosas me hacen una novia de mierda.

—¿Pensabas que no era bueno?

Sacudió la cabeza.

—No, no es eso. Solo pensaba que era una broma para ti, algo que hacías para irritar a tu padre.

—Siempre he tocado. Me calma y me ayuda a expresar lo que estoy
sintiendo. Cuando dejé la universidad, toqué más y más. Fui a una noche de
micrófono abierto del campus y toqué. Lo amé, amé cada segundo de ello ydecidí decírtelo, pero no escuchabas. Solo querías hablar sobre fútbol, tus clases, y lo que estaba haciendo Yoongi y Lía. No me escuchaste cuando traté de decirte que mi cabeza iba a explotar y que me despertaba cada noche con el corazón acelerado porque estaba tan malditamente solo y odiaba la universidad. Mis tres mejores amigos estaban en universidades diferentes y estaba a estados de distancia de todos.— Laia se apoya contra el mostrador, mirándome. Era la primera vez que
en realidad me miraba y no tenía el ceño fruncido. Su cara surcada por las
lágrimas es bella. Quiero secarlas. Tomar los últimos siete años y borrarlos. Quiero empezar de nuevo.
— Mira, solamente vine aquí a hablar de Junseol, pero nos hemos desviado
un poco del camino y no me gusta verte llorar.

—¿En serio? —Mira hacia arriba como si se tratara de una broma para
mí. No puedo evitar sonreír ante lo inocente que se ve.

—El hecho de que esa noche me fuera no significa que las cosas cambiaran para mí.

La sorpresa da vueltas por su cara. Me mira, probablemente preguntándose si le estoy diciendo la verdad. Lo hago, pero eso es lo más cerca que voy a llegar de admitirlo.

—Tengo un concierto en Ralph, así que mejor me voy. Te veré más
tarde, Laia. —Dudo antes de alejarme. Daría cualquier cosa por sentir sus
brazos a mi alrededor, por oírla decir que me patearía el trasero una vez más. Porque sus labios toquen los míos, aunque sea solo por un momento. Sería suficiente para durar los años que sean suficientes.

°°°

El estacionamiento está lleno cuando llego a Ralph. Nos encontramos anoche en la tienda y me pidió que le hiciera un favor.

Realmente no le podía decir que no, ya que solía comprarnos cerveza.
Además, ¿qué tiene de malo pasar un poco de tiempo en un concierto de bar entre amigos? Con la guitarra atada a mi espalda, abro la puerta.

La multitud es pequeña y perfecta. Ralph me ve y se acerca para
encerrarme en sus largos brazos.

—Muchas gracias, Jungkook. —Me da una palmadita en la espalda. Su
sonrisa agradecida.

—Cualquier cosa por ti, pero, uh, ¿no lo has anunciado?

—Sí, lo he hecho —dice rascándose la cabeza—. Pero todo el mundo
pensaba que estaba tomándoles el pelo.

Empiezo a reír. Esa es la cosa más divertida que he escuchado en mucho
tiempo.

—Está bien. Vamos a pasar un buen rato.

Sigo a Ralph al bar y disfrutamos algunas cervezas legales por primera
vez. La gente se amontona alrededor, ignorándome y eso me gusta. Unos
pocos se detienen a saludar, pero están hablando con Jeon Jungkook, no JK.

Ralph me dice que está casado y que ahora está tranquilo. Me parece
difícil de creer, pero lo felicito. Me invita a cenar y me doy cuenta que mi
tiempo aquí casi ha terminado. Le digo que tal vez en otro momento porque tengo que regresar el lunes.
Pone cara pensativa, pero me dice que entiende que soy un músico famoso y todo eso. Desearía yo entender eso.

Finalmente voy al pequeño escenario. Yo, mi guitarra, un taburete y una
botella de cerveza. No hay luces brillando en mi rostro. No hay chicas
gritonas tirándome su ropa interior. Mi banda no está detrás quejándose del sonido, y cuando miro a la izquierda del escenario, no hay nadie de pie esperando que dé un espectáculo perfecto.

Soy solo yo en un bar con un centenar de personas, más o menos.
Ralph baja las luces y veo unas cuantas cámaras salir. El flash me ciega, pero estoy acostumbrado a ello.

—Así que, soy JK. —La multitud estaba en silencio hasta que
hablé. Algunos de los clientes me llaman, otros silban y eso me recuerda por qué me subo al escenario noche tras noche. Amo este sentimiento. Amo el momento en que mi dedo rasga la guitarra para el primer acorde que escribí y
la multitud se vuelve loca. Me encanta salir y ver a la gente cantando mis
canciones como si fueran suyas.
Mientras toco, la gente se empareja y baila. Esta es la primera vez en
años que he hecho un solo en un bar y recuerdo por qué me gustaba tanto.

Los fans están involucrados, son parte del espectáculo. Cuanto más largo es
mi concierto, más aparecen. Ralph está haciendo un gran negocio esta noche y se mantiene suministrándome una cantidad constante de cerveza a pesar
que está llevándose botellas medio vacías.

Alguna chica grita que me ama, le digo “gracias”. Incluso con algo tan
inocente como eso, nunca he dicho o diré a los fans que los amo. Soy agradecido, claro que sí, pero yo solo he amado a una persona en mi vida y esas palabras están reservadas para Laia y ahora para mi hijo.

Sentado aquí me doy cuenta que quiero ser un padre para Junseol. Quiero que me vea así y sepa que hay más en la vida que el fútbol. Él puede ser un artista, un músico o incluso vivir debajo de un puente y yo todavía apoyaría su decisión, si me lo permitiera. Algo que siempre deseé de mis padres.

Cuando levanto la vista, Ralph está abrazando a alguien, y junto a ellos
se encuentra la pelirroja que vi con Laia el otro día en su tienda. Cuando
Ralph retrocede, veo que es Laia a la que está abrazando. Ella se queda en la parte de atrás, apenas puedo distinguirla en la oscuridad, pero puedo sentirla.

Ella vive en mi piel.

—Acabo de escribir esta canción chicos, así que son los primeros en
oírla. Me disculpo si es un poco ruda.

Busco, esperando ver su rostro. Canto el primer verso en su dirección,
mis ojos fijos en el último lugar en que la vi. Mi segundo verso me desgarra, abriendo tantas heridas.

Los brazos de una extraña, un ardiente beso, tratando de llenar el vacío, de la única persona que extraño.

Susurros de perfume, pestañas y encaje, pero solo puedo oír tu voz, estoy tan fuera de lugar.

Todos estos calmantes, eso es todo lo que son.

Calmantes.

Acabo la última frase incapaz de mirar a la parte posterior de la
habitación para comprobar si todavía sigue allí. Esta canción era para ella,
una forma de decirle lo que soy sin ella sin tener que decirle las palabras.

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