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twelve • shadyside

STILL ALIVE
CAPÍTULO DOCE

SHADYSIDE.

CINDY ESTABA LIMPIANDO los baños exteriores junto a Tommy.

Había pasado una semana desde el parto.

Bonnie se quedaba con la enfermera Lane para que Cindy pudiera pasar el tiempo en el campamento, aunque todos los días iba a verla a su cabaña junto a Tommy y pasaban tiempo con ella.

De vez en cuando, Ziggy, Alice, Arnie, Joan e incluso Gary iban a visitarla también.

—¿Qué es esta mugre? —se quejó, frotando con fuerza—. ¡No... no sale!

—Eso lleva ahí desde siempre —dijo Tommy con una sonrisa divertida—. Date por vencida.

—¡Tommy! —Cindy lo fulminó con la mirada, haciendo una mueca de disgusto.

—¡Lo siento! —se apresuró a decir él, levantando las manos en señal de paz—. Tienes razón. Es que hoy es la guerra del color.

—¡Ya lo sé!

—Tenemos que preparar el comedor y pasar a ver cómo está Bonnie.

—Dios mío —exclamó Cindy al mirar su camiseta, completamente manchada de musgo—. ¡Este maldito musgo! ¡Está por todas partes! —se levantó con frustración.

—Eh, tranquila. No es para tanto —dijo Tommy, poniéndose frente a ella para calmarla.

—¿Qué? ¡No estoy tranquila! ¡Mira cómo estoy!

—Solo Cindy Berman pensaría que puede limpiar retretes sin ensuciarse.

—¡Eso no tiene gracia! —espetó ella, aunque ambos terminaron riendo un poco.

—Es gracioso —insistió Tommy antes de inclinarse para besarla.

Mientras se besaban, el chico deslizó una mano hacia el trasero de su novia, apretándolo suavemente.

—¡Oye! —Cindy lo apartó, señalándolo con el dedo—. ¿Qué habíamos dicho?

—Lo siento —rió él, levantando las manos en señal de disculpa—. No volverá a pasar.

—Eso espero —respondió ella con una sonrisa, antes de acercarse para besarlo de nuevo, esta vez con dulzura.

De repente, un fuerte ruido los sobresaltó.

—¿Qué fue eso? —preguntó Tommy, frunciendo el ceño.

Cindy abrió la puerta de uno de los cubículos y encontró el retrete manchado. Al revisar los demás, todos estaban igual. Cerró los ojos con frustración, apretando la mandíbula antes de salir de los baños con determinación.

—¿Dónde están? —murmuró, claramente furiosa.

[ • • • ]

Cindy llegó a la cabaña de Alice. Al entrar, sus ojos se abrieron como platos al ver a sus dos amigos teniendo sexo. Se cubrió la cara rápidamente.

—¡Dios mío! —exclamó, dándose media vuelta.

—Hola —la saludó Alice con una sonrisa despreocupada, deteniéndose.

—¿Qué están haciendo?

—Adivina —dijo ella con una mueca divertida.

—Cuidado —dijo Arnie mientras se ponía los pantalones—. No querrás corromper sus oídos vírgenes.

—Debemos armar todo para la guerra del color —dijo Cindy, dándoles la espalda. Cuando se giró de nuevo, ya estaban vestidos... más o menos—. Y ustedes... terminen con los retretes, porque luego tengo que ir a ver a Bonnie.

—Tareas de mierda todo el verano, ¿y ahora tenemos que limpiar mierda de verdad? —se quejó Alice, agotada.

—Lo siento, pero no hay alternativa.

—Mierda —murmuró Arnie, sacando una caja de cigarrillos—. Es el último, nena.

—¿Qué hacen? —preguntó Cindy al verlos encenderlos, frunciendo el ceño.

—Adivina —repitió su amiga con una sonrisa burlona.

—Ahg, no sé por qué te elegí como madrina —resopló la pelirroja, rodando los ojos—. Ziggy y Joan ya se quejaron, y con Arnie de padrino... Dios mío.

—Vamos, seremos los mejores para malcriar a esa niña —dijo la rubia con una sonrisa, exhalando humo.

Cindy apagó la música de un golpe, rodando los ojos.

—No es gracioso. Tenemos trabajo que hacer —dijo con firmeza, mientras la chica soltaba otra bocanada de humo—. Apaga eso, Alice.

—¿O qué? —replicó la rubia con un aire desafiante—. ¿Vas a delatarme otra vez?

La chica Berman la miró seria.

—¿Por qué no hablas con tu amiga, la enfermera Lane, y te aseguras de que no esté con Bonnie para que nos dé algunas amarillas...?

—Sí —añadió Arnie, hojeando una revista con un sombrero de vaquero en la cabeza.

—O rojas.

—O ambas.

—Y luego fregaremos toda la mierda que quieras —concluyó Alice con una sonrisa burlona.

—¿Amarillas y rojas? —frunció el ceño Cindy, confundida.

—Drogas, querida amiga —explicó Arnie con una sonrisa irónica—. Consíguelas.

—¡No! —se negó rápidamente—. ¡No, no haré eso! Algunos intentamos hacer algo con nuestras vidas y cuidar de nuestras familias. Dejen de arruinar la mía y hagan sus tareas.

Se giró para irse, pero recordó algo y se volvió hacia ellos.

—Y, por favor, no se acerquen a mi hija cuando estén fumando o con drogas.

Sus amigos hicieron un saludo militar sarcástico mientras Cindy salía de la cabaña.

—¡Oye! —Kurt apareció frente a ella—. ¿Dónde estabas? Te he estado buscando. Tu hermana... —olfateó el aire—. Espero que ese olor sea de zorrillo.

—¿Qué pasa con mi hermana? —preguntó Cindy, suspirando con cansancio.

[ • • • ]

Minutos después, la pelirroja entró en la enfermería y vio a la enfermera Lane atendiendo a su hermana menor.

—Enfermera Lane —la saludó.

—Hola, Cindy —respondió la mujer con una ligera sonrisa—. Bonnie está durmiendo.

—Genial. Gracias, enfermera —respondió Cindy con una sonrisa antes de mirar a su hermana con seriedad—. Ziggy.

[ • • • ]

Las hermanas salieron de la enfermería.

—Sabes qué pasa si te expulsan, ¿no? ¿Cómo me afectaría a mí y a Bonnie? —empezó la mayor, regañándola.

—¿Alguien le hizo algo a la enfermera? ¿Se burlaron de su hija? —preguntó Ziggy con curiosidad.

—Ziggy, ¿me escuchas?

—Estaba molesta.

—¡No me importa! —exclamó Cindy—. ¿Escuchas lo que digo?

—Fuerte y claro —respondió Ziggy con ironía mientras seguían caminando.

—No lo creo, porque ya hablamos de esto la semana pasada y la anterior —replicó Cindy, rodando los ojos.

—No me expulsarán —dijo Ziggy con frustración.

—No es lo que opina Kurt.

—Que Kurt se pudra.

—¡No! Ziggy, ¡no! —la detuvo Cindy—. Si te echan a ti, también me echan a mí. Mamá no puede trabajar y cuidarte. ¿Y cómo pagaré la universidad? ¿Y cómo cuidaré a Bonnie?

La menor soltó una risa nasal.

—¿Te parece gracioso? ¡Es tu sobrina!

—Un poco. Y Bonnie sí me importa, yo podría cuidarla.

—Explícame qué es tan gracioso. Y no, no dejaría que tú la cuidaras.

—Lo idiota que eres —dijo Ziggy, rodando los ojos, refiriéndose a la pregunta—. Nadie sale de aquí, ni siquiera la Sra. Perfecta y su hija. Antes te arrolla un autobús.

—¿Podrías no ser tan... mala por una vez en la vida? —pidió la pelirroja, agotada.

—¿Y tú podrías dejar de fingir? —su hermana agarró una camiseta azul—. Por si lo olvidaste, eres de Shadyside.

Ziggy le lanzó la camiseta y se fue.

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