one • the bitch come back
STILL ALIVE
CAPÍTULO UNO
➜ LA BRUJA HA VUELTO.
BONNIE ESTABA EN LA ESCUELA junto a Kate, caminando por los pasillos hasta que se acercaron a su amiga Deena, quien observaba con el ceño fruncido el casillero de Heather, una conocida que había muerto la noche anterior en el centro comercial.
O mejor dicho, había sido asesinada.
—¿Lo ves? Es la bruja —comentó ella en voz baja.
—Sarah Fier ha vuelto —añadió Kate, imitando una voz tétrica.
—Dios mío... —Deena bufó, cansada—. ¿Ustedes también creen en eso?
Ambas sonrieron y, sin más, la llevaron al baño de chicas. Allí, cada puerta de los cubículos estaba pintada con su frase favorita, escrita con pintura roja.
—"¡De su tumba revivió y a todo mundo esclavizó!" —recitó Kate con una sonrisa.
—¡Te quiere! —gritó Simon de repente, saliendo de uno de los cubículos, asustando a Deena.
—¡Simon! —reclamó ella, molesta.
—"¡Tu sangre quiere quitarte...!" —siguió él, divertido.
—"Y no parará hasta matarte" —terminó Bonnie, sonriendo con gracia.
—Vaya, sí que son unos idiotas —dijo Deena, rodando los ojos.
—Es divertido —comentó Kate, apoyándose despreocupadamente en el cuerpo de su novia.
—Es morboso —replicó Deena, haciendo una mueca.
—¿Qué? ¡El tipo tenía una máscara de calavera! —dijo Simon, sonriendo ampliamente—. ¿Cómo no es divertido?
—Murieron personas, Simon. Heather murió —dijo Deena con seriedad—. Seguro era un infeliz más que odiaba su vida, como el resto de nosotros, y decidió: "¿Por qué no me largo de aquí para siempre? Y de paso me llevo a Heather y a un par más conmigo" —su voz se llenaba de frustración—. No lo enloqueció ninguna bruja maldita. ¡Este pueblo lo enloqueció!
Lanzó su chaqueta al suelo, irritada.
Bonnie la miró con calma mientras abrazaba a su novia por los hombros.
—¿Estás bien? —le preguntó suavemente.
—Sí, estoy bien —murmuró Deena, intentando calmarse.
—Parece que llevas una pequeña bruja dentro de ti —bromeó el rubio, provocando risas en las tres chicas.
—¿Y tú qué haces aquí? —preguntó la morena, alzando una ceja al notar su presencia en el baño de mujeres.
El chico volvió al cubículo del que había salido y sacó una caja oculta en el conducto de ventilación.
—Tienda de dulces —dijo con una sonrisa traviesa.
—No creemos en esas tonterías de la bruja —añadió la pelinegra, arreglándose el cabello frente al espejo—. Es como una versión jodida de Papá Noel o algo así.
—¡Ho, ho, ho! —Simon imitó a Santa, con aire burlón.
Deena, frustrada, les extendió una pequeña caja a la pareja de chicas.
—Dénselo esta noche a Sam.
—Ni locas —respondió Kate, negando con la cabeza.
—Por favor —insistió.
—No, Deena. No vamos a meternos en tu drama con tu ex. Hazlo tú —dijo ella mirándola con seriedad.
—No iré al partido. Dejé la banda —confesó, soltando un suspiro pesado.
Kate giró hacia Bonnie y, sin decir palabra, comenzó a besarla. Bonnie le correspondió, tomándola de la cintura.
—¿Desde cuándo? —preguntó Simon, frunciendo el ceño.
—¿A quién le importa? —se quejó Deena, exasperada.
—¿Tu única actividad extracurricular? —Simon la miró con incredulidad, luego se giró hacia las chicas—. Y ustedes dos, ya dejen de besarse. Dan asco... y antojan.
Ellas dos se separaron y le lanzaron miradas de reproche a su amigo.
—Como sea —dijo Kate, ignorándolo—. Aún tienes el uniforme. Póntelo una última vez —le lanzó una sonrisa a su amiga—. Tenemos algo que te dará coraje para enfrentarte a Sam.
Bonnie abrió la caja y Deena inclinó la cabeza para mirar.
—¿De verdad están traficando otra vez? —preguntó, incrédula—. ¿No habían dejado eso después de la sobredosis del hermano de este idiota?
—¿Timothy? —ladeó la cabeza Simon.
—¿Tienes otro? —respondió Bonnie, con tono obvio.
—No fue una sobredosis real —intervino Kate, nerviosa—. No murió, lo revivieron.
El rubio hizo una mímica exagerada de una máquina de electrochoques.
—Son unos imbéciles —murmuró la morena, rodando los ojos.
—¿Cómo? ¿Quién tiene las mejores notas? —dijo Kate con orgullo—. Y preside todos los clubes de este antro. —agarró a Bonnie de la mano—. Mi novia y yo nos vamos. Tenemos que reclamar nuestros lugares entre las estrellas, perra.
De repente, un chico pasó corriendo por el pasillo, jalando una muñeca atada a una cuerda.
—¡La bruja vive! ¡Que viva Sarah Fier! —gritó el chico, agitando la muñeca de bruja.
—¡Sí! —gritó Simon, levantando el puño.
Kate y Bonnie rieron, mientras Deena volvía a rodar los ojos con frustración.
[ • • • ]
Después de clases, el equipo de fútbol, las porristas y la banda se reunieron en el gimnasio. Según los rumores, iban a dar un anuncio importante.
El entrenador tomó la palabra, con su habitual tono serio.
—Antes del partido, y en respeto a los trágicos sucesos de anoche, haremos una vigilia con velas por las víctimas —dijo, mirando a todos los presentes—. Todos los jugadores, las porristas y la banda deben asistir.
—¿En serio? ¡Por favor! —exclamaron desde el fondo, acompañado de varias quejas más del resto.
Kate y Bonnie voltearon a verla justo en el momento en que Deena formaba una pistola con su mano y se apuntaba a la cabeza, fingiendo dispararse. Ambas no pudieron evitar soltar una risa silenciosa ante el gesto exagerado de su amiga.
[ • • • ]
Bonnie entró con pereza al cuarto de su novia, arrastrando los pies.
—Recuérdame por qué tengo que ir —dijo mientras se dejaba caer sobre la cama, boca arriba, como si el simple hecho de moverse fuera agotador.
—Porque eres porrista, y porque yo te lo digo —respondió Kate, sentándose a su lado, con una postura impecable, contrastando la actitud relajada de la castaña.
Bonnie suspiró.
—Es que es muy difícil decirte que no. Si alguien lo intenta, te enojas, y a veces hasta golpeas. O insistes tanto que es imposible resistirse.
Kate sonrió con arrogancia, inclinando la cabeza.
—Es una de mis mejores cualidades.
—Definitivamente —admitió la castaña, rodando los ojos.
Después de un breve silencio, Kate miró a su novia y cambió el tono.
—Por cierto... tengo hambre.
Bonnie la observó con los ojos entrecerrados, como si intentara descifrar lo que estaba diciendo.
—¿Estás hablando en serio? —le preguntó, un poco incrédula.
—¿Qué? Recuerda que anoche, el idiota de Simon nos interrumpió... Y bueno, me quedé con ganas de más —dijo la pelinegra con un ligero encogimiento de hombros, antes de deslizarse suavemente sobre su regazo.
Bonnie suspiró, pero sus labios formaron una pequeña sonrisa.
—Qué suerte tienes de que te ame.
Kate soltó una pequeña risa antes de inclinarse hacia ella y atraparla en un beso profundo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro