
𝟬𝟴 𝗉𝗋𝗈𝗆𝗂𝗌𝖾 𝗈𝖿 𝖽𝖾𝖺𝗍𝗁
El trío de amigos se encontraba en el cuarto de Liam, dedicando la noche a jugar videojuegos.
Hasta que Maya, con una sonrisa burlona, logró derrotar a su amigo y a su hermano en una partida más.
—Sabía que eras buena, pero ¿cuándo mejoraste así? —preguntó Mason, un poco incrédulo, mirando a la rubia—. ¿Estuvieron practicando juntos? —añadió, alternando la mirada entre ambos—. ¿O de repente adquirieron reflejos superhumanos?
—Practicamos —respondieron al unísono Maya y Liam—. Sí, practicamos —repitieron, intercambiando una mirada molesta.
Mason resopló y dejó el control en el suelo.
—Y yo debería estudiar —dijo mientras se levantaba.
—¿Adónde vas? —preguntó Liam, deteniéndolo de golpe.
—A casa. Mañana tengo examen de historia.
—Vamos, un partido más —insistió Liam, lanzándole una mirada rápida a su hermana.
—Ya lo dijiste hace cuatro partidos —Maya miró a su hermano, percibiendo su inquietud, mientras Mason caminaba hacia la puerta.
—Estudia aquí, puedes quedarte —lo detuvo ella, soltando un suspiro.
—Sí —dijo el chico, con demasiada rapidez—. Solo uno más, lo prometo.
Mason frunció el ceño, extrañado.
—¿Estás bien?
Liam bajó la mirada.
—Sí... tienes razón —murmuró, evitando contacto visual—. Deberías irte. Nosotros también deberíamos estudiar. Nos vemos en la escuela.
El moreno dudó unos segundos antes de finalmente despedirse y salir de la habitación.
La rubia no perdió tiempo. Dejó el mando a un lado y cruzó los brazos, enfrentando a su hermano.
—Muy bien, ¿qué sucede? ¿Es... por el Berserker que nos atacó la otra vez?
El rubio suspiró y se levantó para ir a sentarse en la cama, esquivando la pregunta.
—No quiero hablar sobre eso. Mejor ve a tu cuarto.
Su hermana gruñó por lo bajo, frustrada, y salió del cuarto, cerrando la puerta tras de sí con un golpe.
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Maya había decidido ir a la casa de Brett a la mañana siguiente, aunque la relación entre ellos aún no estaba del todo definida.
Después del beso, las cosas simplemente fluían, pero no habían hablado de formalizar nada.
—Brett —intentaba despertarlo, moviéndolo ligeramente—. ¡Brett! Tienes práctica temprano para el partido de mañana, ¿no?
—Está bien... —murmuró el chico, sin molestarse en abrir los ojos.
—Si voy a jugar contra ti, más vale que estés preparado, porque no tendré piedad contigo —insistió, pero él simplemente se giró hacia el otro lado.
Gruñendo por lo bajo, Maya buscó algo para despertarlo, pero su atención fue atrapada por una foto en el escritorio. Era de ellos dos, sonriendo en un momento despreocupado. Una sonrisa se formó en sus labios antes de volver su atención a Brett.
—Está bien, tú lo pediste —dijo con picardía mientras lo giraba hacia ella y se inclinaba para besarlo.
Brett, sorprendido por el gesto, tardó un momento en reaccionar, pero pronto correspondió al beso, llevando una mano a su mejilla. Cuando se separaron por falta de aire, él la miró con una sonrisa perezosa.
—¿Qué haces? Ni siquiera me lavé los dientes.
—No me importa —y volvió a besarlo. Esta vez, él la agarró por la cintura, atrayéndola hacia él hasta que ella terminó sobre su pecho, ambos completamente perdidos en el momento.
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—Mason, ¿me oíste? —preguntó Maya, llamando la atención de su mejor amigo, quien estaba sentado a su lado—. ¡Mira! Aprobé el examen de historia.
Le mostró con entusiasmo su hoja.
—Con un 70% —respondió Mason, evaluando el resultado.
Ella bufó y replicó:
—Tus apuntes son excelentes cuando no los escribes en clave.
Mason soltó una carcajada, mientras Liam, sentado detrás de ellos, reía también. Sin embargo, el ambiente se tensó cuando el entrenador Finstock dejó otro examen frente a ella.
—Qué profunda decepción, Maya —dijo con dramatismo—. Muy profunda.
Un 54% en una prueba de su clase, y una gran F al costado. Maya soltó un suspiro mientras su amigo, resignado, la miraba con un deje de diversión.
—Te mandaré mis apuntes —dijo finalmente, haciendo que esbozara una sonrisa.
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Al día siguiente, Maya entró al vestuario de chicos acompañada por su hermano y el mejor amigo de su alfa.
—Está bien. Esta mañana recibí un mensaje de él —decía Stiles, intentando tranquilizarlos, ya que no sabían nada de Scott desde el día anterior—. Dijo que tal vez llegaba tarde.
—¿Qué tan tarde? ¿Siempre llega tarde? —preguntó Maya, cruzando los brazos con su bolso colgando del hombro.
—Es la Preparatoria Devenford, y hoy se trata de un partido en serio —dijo Liam. Su hermana evitó mirarlo. Él aún no sabía lo que estaba volviendo a ocurrir entre ella y Brett—. No debería llegar tarde.
—¿Quién? —interrumpió el entrenador al unirse a la conversación.
Los tres intercambiaron una mirada.
—Scott y Kira —contestó Maya.
—Tal vez lleguen un poco tarde —añadió Stiles.
—Un poco tarde es tarde —replicó Finstock—. ¿Qué están haciendo? —los tres guardaron silencio unos segundos.
—Algo que los hará llegar un poco tarde.
—¿Qué podrían estar haciendo Scott y Kira que sea más importante que jugar el primer partido?
Ninguno respondió esta vez, limitándose a mirarse entre sí.
—Vamos, entrenador —dijo Maya, negando levemente con la cabeza antes de alejarse de ellos.
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Ya había oscurecido cuando los jugadores de Devenford llegaron. El grupo se sentó en la banca para terminar de prepararse.
—Todavía no llegaron —mencionó Liam con preocupación.
—De acuerdo, ¿qué ocurre? —preguntó su hermana, volteándose hacia él.
—Eso mismo quiero saber yo —dijo Stiles, imitando el gesto—. ¿Te pone nervioso la luna llena? Faltan 24 horas más —sin embargo, ambos notaron cómo Liam miraba hacia la luna—. Liam, vas a estar bien.
—Sí. Ambos vamos a estarlo —añadió Maya, intentando calmarlo—. Solo trata de no enfurecerte con nadie.
—¿No les preocupa? —preguntó Liam, mirándolos fijamente.
—Ligeramente —respondió Stiles—. Un poco.
Sacó su teléfono y comenzó a escribirle un mensaje a su amigo.
𝗦𝗰𝗼𝘁𝘁
¿𝖢𝗎𝖺́𝗇𝖽𝗈 𝗅𝗅𝖾𝗀𝖺𝗌? 𝖤𝗌 𝗍𝖺𝗋𝖽𝖾
𝖤𝗅 𝗇𝗂𝗇̃𝗈 𝗆𝖾 𝗉𝗋𝖾𝗈𝖼𝗎𝗉𝖺. 𝖬𝗎𝖼𝗁𝗈
—Sin él, vamos a perder —se quejó el rubio a su lado.
—No —respondió la rubia rápidamente—. Podemos ser igual de buenos sin Scott.
—Estuve practicando —intervino el de lunares—. Estoy mejorando. Mucho.
Sin embargo, resbaló al intentarlo, dejando que la pelota chocara contra su cabeza. En un nuevo intento de atraparla, cayó al suelo de nuevo. Al mirar a unos chicos de Devenford que se acercaban corriendo, terminó siendo derribado otra vez.
Liam y Maya se acercaron, agachándose frente a él. Ambos soltaron un suspiro mientras lo miraban con seriedad.
—Sí. Voy a llamar a Scott otra vez.
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El tiempo transcurría, y justo cuando creyeron que el portero atraparía la pelota, no lo hizo.
—¡Vamos! —exclamó Finstock, frustrado y molesto.
Durante el descanso, Stiles, Liam y Maya regresaron a la banca.
—No contesta ninguno —informó el mayor a los mellizos, refiriéndose a la pareja—. Tengo que ir a ver qué pasa.
—¿Te vas? —preguntó el chico Dunbar—. ¿Qué le diremos al entrenador?
Los tres voltearon hacia Finstock, quien lanzaba su libreta al suelo con brusquedad.
—¡Estúpidos!
—No le digan nada. ¿De acuerdo? Chicos, van a estar bien, ¿saben?
Palmeó los hombros de ambos antes de irse con su padre y Malia. Ambos se levantaron para regresar al campo, pero se detuvieron al escuchar lo que los otros tres decían.
—¿Quieres que me quede si aparece él? —preguntó Malia.
—Sí —contestó Stiles, mientras se alejaba con su padre.
—¡Chicos! —la voz del entrenador los sobresaltó—. ¡Vayan al campo ahora!
Maya corrió al campo, mientras Liam se colocaba frente a Brett. El árbitro situó la pelota entre ellos. Brett percibió el miedo del chico incluso antes de que sonara el silbato, observándolo mientras tomaba la pelota y corría hacia la portería.
Estuvo cerca de lanzar la pelota, pero un jugador de Devenford se lo impidió. Su hermana soltó un suspiro frustrado y frunció el ceño.
Liam se preparó para bloquear a uno de los chicos, pero de pronto un Berserker apareció en su mente, invadiendo el campo y empujando a los demás jugadores. Se quedó paralizado. Maya, desde lejos, notó su inmovilidad, pero cuando reaccionó, los jugadores de Devenford ya habían pasado a su lado, y Brett lanzó la pelota.
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El partido continuaba. En un momento, Maya logró tomar la pelota y corrió hacia la portería.
Esquivó a varios jugadores, pero Brett la detuvo, haciéndola caer al suelo. Ambos se quitaron el casco con molestia.
—Mira, sé que te dije que no tendría piedad en el campo contigo —dijo ella, respirando con dificultad—. Pero, ¿era necesario?
—Planeaba derribar a Liam, no a ti. Pero tú tomaste la pelota... —Brett se encogió de hombros con diversión—. Aunque tu hermano tiene miedo. Puedo olerlo desde el otro lado —sus ojos recorrieron a Maya de arriba a abajo—. ¿Estás herida?
—No.
—¿Sigues con vida?
—Evidentemente.
—Pues, en ese caso...
Brett le extendió la mano. Maya suspiró antes de tomarla, permitiendo que él la ayudara a levantarse. El árbitro se acercó a ellos.
—¿Puedes jugar? —preguntó, dirigiéndose a Maya. Ella asintió—. ¿Planeas hacer otra jugada como esa? —esta vez miró a Brett.
—Solo si es necesario.
Le guiñó un ojo a Maya antes de ponerse el casco y alejarse. Ella rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír ligeramente antes de colocarse el casco también.
Ninguno de los dos notó que Liam había presenciado la cercanía entre ellos.
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El partido había terminado, con la victoria habitual para Devenford.
Maya se encontraba en los vestidores de chicas, cambiándose a su ropa normal, mientras Liam permanecía en el vestuario de los chicos, sentado en la banca, absorto en sus pensamientos.
—¿Estás bien? —la voz de Brett lo sacó de su ensimismamiento.
—Perdimos —dijo con un tono apagado, sin mirarlo.
—Pero tú estás bien, ¿no?
—¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué ayudaste?
—Por Scott —respondió Brett con naturalidad—. Él me salvó. Nos salvó a todos. ¿Sabes qué suerte tienes?
Liam frunció el ceño, desconcertado.
—¿Por qué dices eso?
—Porque Scott es un verdadero Alfa. No obtuvo su fuerza por nacimiento ni la robó. Tampoco la consiguió matando a alguien. Se la ganó. Tú no eres fuerte solo por levantar peso. Eres fuerte porque resistes. Satomi lo llama fortaleza de carácter. Tú y Maya tienen suerte de tenerlo.
Sin esperar una respuesta, Brett salió del vestuario. Al pasar por el pasillo, encontró a Maya revisando su teléfono, con los audífonos colgando de su mano. Sonrió antes de acercarse.
—Hola —saludó al llegar a su lado.
—Hola —dijo ella, devolviéndole una sonrisa leve.
—Te lo repito, siento lo de la caída —dijo el chico mientras ambos comenzaban a caminar con calma por el pasillo.
—Estoy bien, no te preocupes —dijo la rubia con ligereza, aunque luego añadió con un toque de diversión—. Pero no creas que voy a dejarte salir impune de esta.
Él rió suavemente, entretenido por su actitud.
—¿De qué hablabas con mi hermano? —preguntó ella, algo curiosa.
—Digamos que... llegamos a una especie de tregua —respondió Brett con tono despreocupado—. Aunque no creo que dure mucho cuando se entere de que... estamos juntos otra vez.
Maya se detuvo en seco y giró para mirarlo directamente.
—Sí, seguro se molestará y querrá golpearte —bromeó, pero luego entrecerró los ojos, dudosa—. Espera un momento. Cuando dices "juntos", ¿te refieres a una pareja? ¿Oficialmente?
—Sí, oficialmente —afirmó Brett con una sonrisa. Maya no pudo evitar sentir una oleada de felicidad; hacía tiempo que no experimentaba algo así.
Él se inclinó ligeramente hacia ella, acorralándola suavemente contra los casilleros.
—Maya Dunbar... ¿te gustaría ser la novia de este idiota? —preguntó con una sonrisa juguetona.
—Sería un placer —dijo la chica, mordiéndose ligeramente el labio inferior—. ¿Y tú? ¿Crees ser capaz de aguantarme si te conviertes en mi novio?
Brett no respondió con palabras, sino asintiendo mientras la tomaba suavemente por la cintura y se inclinaba para besarla. Maya le correspondió el beso, dejando una mano en su pecho y enredando la otra en su cabello.
El beso, aunque dulce, tuvo que terminar por falta de aire. Maya bajó la mirada por un momento antes de levantarla.
—¿Crees que esta vez funcione?
—Sí, supongo que... el amor todo lo puede —dijo Brett, ladeando la cabeza con una sonrisa que la hizo alzar una ceja.
—Supongo que sí —respondió Maya con una sonrisa más amplia.
Sin más palabras, él volvió a besarla.
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