
𝟬𝟳 𝗆𝗈𝗇𝗌𝗍𝗋𝗈𝗌𝗂𝗍𝗂𝖾𝗌
—¿Por qué diablos me hiciste venir? —reclamó Maya, mirando con frustración a Brett mientras corrían a toda velocidad, perseguidos por hombres armados.
La lluvia caía con fuerza, empapándolos, dificultando aún más la visibilidad. Las gotas de agua golpeaban su rostro.
—¡No sabía que pasaría esto! —exclamó Brett, a su espalda, preocupado y atento a cualquier movimiento que pudiera surgir de atrás.
De repente, Maya se detuvo en seco, sus ojos se abrieron al ver cómo una flecha pasaba a centímetros de su rostro, aterrizando en un andamio cercano.
Su mirada se dirigió rápidamente hacia el lugar de donde había venido la flecha, pero no vio a nadie. A pesar de eso, la molestia seguía en su rostro.
—¡Idiota!
—¡Lenguaje!
Maya solo rodó los ojos, exasperada, antes de apresurarse tras Lori, que había logrado adelantarse. Los tres se dirigieron hacia las rejas que cerraban el campo, y en cuanto los alcanzaron, vieron a la menor.
Lori tropezó y cayó de bruces al suelo, pero Maya y Brett se apresuraron a su lado y la levantaron.
—Levántate, Lori. Vamos. ¡Corre! —exclamó el chico, mientras los tres se ponían en marcha nuevamente.
Pero cuando pasaron entre los autobuses estacionados, una flecha se clavó en su hombro, interrumpiendo su avance.
—¡Anda! —dijo Maya, mirando a Lori para asegurarse de que siguiera corriendo.
Lori asintió, asustada, y se alejó a gran velocidad.
Maya se acercó a Brett, y antes de que pudiera protestar, le arrancó la flecha con un tirón brusco. El gesto hizo que soltase un quejido de dolor.
—¿En serio?
—Perdón...
—No importa. Vamos.
Unos pocos pasos después, Brett, más alerta, jaló a Maya hacia atrás justo antes de que otra flecha pasara rozándolos. Corrieron entre los autobuses y, de repente, un hombre se abalanzó sobre ellos. Maya, con rapidez, lo empujó contra la reja metálica con un fuerte gruñido.
El hombre cayó de rodillas, y Maya no dudó en darle una patada en la cara que lo dejó inconsciente.
—Eres buena —comentó Brett, sorprendido por la rapidez y habilidad de la chica.
—Gracias...
No tuvieron tiempo de hablar más, pues ya veían a Lori cerca del campo. Maya gritó para intentar llamar su atención.
—¡Espera!
Lori, al no oírlos, siguió corriendo, y ellos se apresuraron para alcanzarla.
—¡Espera, Lori! ¡Detente!
La menor, al fin, los escuchó y se detuvo en seco. Ellos llegaron rápidamente y se colocaron frente a ella.
En ese preciso momento, las luces del campo se encendieron con fuerza, y un par de luces las apuntaron junto con armas.
—¿Qué está pasando?
—Cierra los ojos.
Los dos mayores, con un gruñido, hicieron brillar sus ojos de un intenso color ámbar, y cuando una flecha fue disparada en su dirección, la cortaron a la mitad con un movimiento rápido.
Maya parpadeó sorprendida al ver a Kira, quien se mantenía en posición para detener las flechas entrantes.
—¡Corran!
Kira, con una agilidad impresionante, se quedó atrás, interceptando las flechas que venían hacia ellos, mientras los tres jóvenes continuaban corriendo.
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En el veterinario, Scott irrumpió casi corriendo, y al ver a Kira, la atrajo hacia él, besándola brevemente.
—¿Está tu madre...? —preguntó, aún con su respiración entrecortada.
—Está bien. Curándose —respondió ella, sonriendo con alivio.
—¿Qué hay de ti? —preguntó él, mirando su rostro con preocupación.
—¿Yo? —repitió Kira, ligeramente confundida.
—¿Estás bien?
—¿Ahora mismo? Muy —respondió Kira, soltando una pequeña risa, y sin esperar más, se acercó para besarle nuevamente.
—¿Lo encontraste? —preguntó Scott después de separarse un poco, con el ceño fruncido—. ¿Encontraste a Brett?
—Creo que los encontré a todos —respondió Kira, guiando a Scott hacia la parte de atrás. Maya, al verlos, levantó la mano en saludo a su alfa y se acercó para ponerse junto a él—. Satomi, él es de quien te hablé.
—Sé quién es Scott McCall —respondió Satomi, mirando al chico con un deje de respeto.
—¿Estamos a salvo aquí? —preguntó Lori, su voz temblorosa.
Scott, tras echar un vistazo a los presentes, asintió con seriedad.
—Vamos a necesitar ayuda —dijo, mirando a la kitsune.
—Mucha ayuda —agregó Maya, cruzándose de brazos, y ganó una mirada de Brett. Ella le respondió con una media sonrisa.
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Al día siguiente, o más bien desde la noche anterior, la manada de lobos se había quedado en el apartamento de Argent.
Maya estaba terminando de escribirle a su hermano, asegurándole que estaba bien y que no se preocupara, cuando de pronto, escuchó el gruñido de Brett.
Suspiró y fue a verlo. Encontró a Chris, quien apuntaba con un arma hacia él.
—¡Espera! —exclamó, al ver que el rubio parecía listo para atacar. Al escucharla, Brett dejó de gruñir y retrocedió hasta quedar a su lado—. Oye, Brett, este lugar es suyo. Es su espacio.
Scott y Kira llegaron poco después.
—Scott... —dijo Chris, guardando su arma—. Si traías invitados, podrías haber llamado.
—No tenía otro lugar donde llevarlos —respondió él, soltando un suspiro.
—Conozco a este hombre —comentó Satomi, acercándose y mirando a Chris con seriedad—. Quizá no lo recuerde, pero ya nos conocemos.
—Puedes confiar en él. Confío en él.
—¿Cómo sabemos que él no es como los otros? —intervino Maya, cruzándose de brazos.
—¿Qué otros? —Chris frunció el ceño, confundido.
—Anoche había un grupo entero tras nosotros —le extendió una de las flechas—. Y usaron ballestas.
Chris examinó la punta de la flecha con atención.
—Son cazadores, ¿no? —preguntó Scott.
—Si matan por un beneficio, no. Ya no.
—¿Pueden encontrarnos? —Brett dijo, su tono serio.
—Tal vez ya sepan que están aquí —respondió el ex cazador, mirando al grupo—. Quizá esperen a que oscurezca.
—Entonces, ¿no estamos a salvo aquí? —preguntó Kira, nerviosa, mirando a todos.
—No estamos seguros en ningún lugar —respondió Satomi, su mirada fija y dura—. Hemos intentado escapar durante días. Donde vamos, encontramos a alguien nuevo intentando matarnos.
—Si ellos vienen, Scott... —Chris se acercó al alfa—, también vienen por ti. Aún sigues siendo el objetivo principal. Y Maya sigue en la lista.
—Lo sabemos —respondió Maya, asintiendo levemente. Notó cómo Brett rozaba uno de sus dedos con los suyos, haciéndola mirarlo de reojo.
—Sabemos que Lydia puede conseguir la respuesta de Meredith —dijo Scott—. Solo necesita más tiempo.
—Entonces es lo que conseguiré.
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Chris estaba instalando alarmas por todo el lugar.
—Estarán bien —dijo Scott, mirando a Derek.
—Tienen garras y colmillos. Pero no son luchadores.
—Por eso te llamé a ti.
—Recuerda que yo ya no tengo garras ni colmillos —dijo Derek con ironía.
—Por eso me llamó a mí —comentó Braeden, sacando su arma.
—¿Soy la única que está deseando que sea una falsa alarma? —les preguntó Kira, un poco nerviosa—. Quiero decir, es posible que esperemos aquí toda la noche y no pase nada. ¿Verdad?
—Scott, ¿sabes algo de Stiles o Lydia? —preguntó Braeden, sin dejar de mirar las alarmas.
—Lydia sigue hablando con Meredith. Stiles y Malia se fueron a la casa del lago. Van a intentar pararlo.
—¿Y qué pasa si no se puede? —preguntó Brett, su tono más preocupado. Maya se sobresaltó un poco al notar que se había acercado más a ella—. ¿Qué pasa si esto no acaba hasta que todos estemos muertos?
Hubo un largo silencio. Nadie sabía qué decir.
—Le enviamos un mensaje —dijo Derek finalmente—. Dejémosle algo bien claro a cualquiera con una copia de esa lista. —Miró a todos—. No importa si son asesinos profesionales, cazadores, o aficionados que acaban de tomar un arma. Cualquiera que crea que puede cazarnos y matarnos por dinero será puesto en otra lista. Nuestra lista. Su nombre aparecerá en nuestra lista negra.
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Pasó un rato. Cada uno estaba ocupado con sus pensamientos. Maya estaba sentada en el suelo, con la cabeza recargada en la pared, pensativa.
Vio a Brett acercarse y tomar asiento a su lado. Ninguno de los dos dijo nada por un momento.
—Siento lo que dije antes —rompió el silencio Brett, su voz sincera. Maya solo asintió, pero él notó un rasguño en su mano—. ¿Qué te pasó en la mano?
—Ayer, cuando estábamos escapando, una de las flechas rozó mi mano. Tenía algo de acónito, pero no mucho. Solo siento un ardor, ya me estoy curando —respondió Maya sin mirarlo—. Pero estoy bien... ¿Y tú lo estás?
—Es un poco tarde para preguntar, pero sí —dijo Brett con una sonrisa de diversión. Maya esbozó una pequeña sonrisa—. ¿Sabes qué? No tendría problema alguno en acabar con un cazador o persona que intente matarnos esta noche.
—Suena como si lo hubieras hecho antes.
—Soy hombre lobo de nacimiento. He atacado a más cazadores antes de que nos conociéramos —respondió él, encogiéndose de hombros.
—Intenta no matarlos ahora. Para no violar mi libertad condicional.
Brett sonrió ampliamente, y Maya le devolvió la sonrisa. Pero el sonido de una de las alarmas empezó a sonar.
Se levantaron rápidamente, alertas.
—Están viniendo —dijo Chris.
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Un par de bombas de humo fueron lanzadas hacia ellos.
—¡Retrocedan! —les dijo Braeden al darse cuenta.
El aire se llenó rápidamente. Los disparos siguieron, una lluvia de balas que resonaba como una tormenta en el lugar. Varios hombres vestidos de negro irrumpieron en la sala, con armas en las manos.
Chris disparó a algunos de ellos desde su posición detrás de una pared, mientras Derek trataba de hacer lo mismo, esquivando los disparos.
Kira, sin dudar, sacó su katana, lista para enfrentarse cuerpo a cuerpo. Scott, con su rostro transformado, luchaba contra dos hombres.
Maya esquivaba los golpes de un hombre frente a ella, moviéndose con agilidad gracias a sus reflejos mejorados.
Las balas pasaban cerca, pero lograba evitarlas. Sin embargo, no esperó que otro hombre se acercara por detrás y le disparara en el hombro.
Un gruñido escapó de sus labios al sentir el impacto. Se giró rápidamente, dispuesta a hacerle frente al atacante. Sus garras salieron, pero antes de llegar a él, oyó el sonido de un hombre cayendo al suelo.
Al volverse, vio a Brett derribando al agresor. Con un movimiento rápido, pateó el arma. Luego, con una patada en la rodilla, giró sobre sí misma y terminó el golpe con una patada en la cara, mientras Brett dejaba al otro hombre fuera de combate.
Ambos se miraron con complicidad, alzando los puños en señal de victoria, aunque breve. Pero antes, otro hombre apareció, irrumpiendo desde el lado derecho.
Sin pensarlo, se miraron, asintieron y rugieron al unísono antes de lanzarse hacia él, atacándolo juntos con una sincronización perfecta.
—¿Cuántos hay? —preguntó Derek, mirando a Braeden desde atrás, ambos empuñando sus armas.
—¡Demasiados!
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Maya había logrado acorralar a uno de los hombres. Un golpe lo dejó inconsciente en el suelo. Al darse vuelta, miró a los demás y se dio cuenta de que no podían con todos ellos.
Había demasiados, y ella ya sentía el peso de los disparos que había recibido en el brazo. Al menos dos impactos habían dejado su piel sangrando.
Escuchó el sonido de un arma cargándose detrás de ella. Suspiró y se giró hacia el nuevo enemigo que se aproximaba.
Le sonrió, mostrando sus colmillos afilados, con los ojos brillando en su color ámbar. Con la misma calma que antes, avanzó hacia él, lista para atacar.
Cuando el hombre levantó su arma para dispararle, Maya se agachó, deslizándose de rodillas hacia un lado de él. Rasguñó su pierna, luego se levantó con rapidez y lo tiró al suelo con un empujón, dándole una patada en la espalda para terminar.
Al volverse, vio a Lori a lo lejos, buscando a alguien entre la confusión. Agudizó el oído y escuchó su nombre. Lori la llamaba, a ella y a su hermano.
Pero un hombre se acercaba a ella, apuntándola con su arma. Sin pensarlo, Maya corrió hacia ellos, y en un movimiento, derribó al agresor justo antes de que pudiera dispararle a Lori.
Soltó un quejido cuando el hombre la empujó al suelo, poniéndole un pie sobre su espalda, evitando que se levantara. Con sus ojos brillando, miró a la menor.
—Corre.
Lori dudó un instante, sin querer dejarla sola, pero la mirada de Maya fue suficiente. Asintió y se alejó rápidamente.
Con un pequeño rugido, se levantó del suelo con fuerza, lo que hizo tambalear al hombre por un momento. Aprovechó para agarrarlo por el cuello de la chaqueta y, con un movimiento brusco, lo dejó caer sobre una mesa cercana.
Comenzó a rasguñar su abdomen, el chaleco antibalas no le impedía su ataque, pero no causaba tanto daño. En pocos segundos, le quitó el casco, y continuó rasguñando con furia, dando cuatro golpes más.
El hombre escupió sangre, pero Maya no se detuvo.
Finalmente, lo rasguñó hasta que el hombre, desesperado, se quitó la capucha que llevaba debajo del casco. Maya detuvo el ataque en ese momento, al ver su rostro.
El teléfono del hombre sonó, rompiendo el silencio. Maya, con una sonrisa apenas visible, se inclinó y agarró el teléfono. Al leer el mensaje, mostró la pantalla al hombre.
EL BENEFACTOR: Todos los contratos están terminados.
Tiró el teléfono al suelo y se alejó, mientras el hombre permanecía inmóvil, derrotado. Maya caminó hacia los demás, uniéndose con Scott y Kira. Lori llegó junto a Brett poco después.
—¿Se acabó? —preguntó Kira, aún mirando con desconfianza el área alrededor—. ¿Realmente acabado?
Scott se giró hacia ella y asintió levemente.
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Luego de lo que había pasado, en vez de ir a descansar a sus casas, Maya y Brett decidieron dirigirse al punto más alto de Beacon Hills: el mirador.
Ambos conversaban animadamente mientras disfrutaban de unas cervezas. No podían emborracharse, por lo que no había problemas en beber sin preocupación.
—Por acabar con la lista negra —dijo Maya, alzando su lata de cerveza.
—Sí, claro —respondió Brett con una sonrisa, y ambos chocaron sus latas antes de beber—. Vaya. Nunca había estado en esta parte —comentó, mirando hacia el pueblo.
—Yo siempre vengo cuando estoy enojada o... con ganas de matar a alguien —confesó Maya, mirando el horizonte—. Y si ves ese árbol de allá... —apuntó hacia uno cercano—, verás que tiene un poco de mi sangre porque a veces desquito mi enojo golpeándolos.
—Si así eras siendo humana, no me imagino siendo mujer lobo —dijo él, lo que hizo que Maya soltará una leve risa—. Este lugar parece de ejercicios de respiración.
Maya levantó una ceja.
—Oh, ¿buscas algo más rudo? —preguntó con una sonrisa divertida—. No todo es lo que parece.
—Sí, bueno —se encogió de hombros. Maya le dio un golpe en el hombro, sorprendiendo a Brett, quien la miró rápidamente—. Está bien —dijo, levantándose de la banca—. ¿Quieres enfrentarte a alguien con más experiencia en combate?
—Recuerdo que una vez te tiré con muy poco esfuerzo.
—A ver si lo vuelves a hacer. No te contengas.
—No te preocupes.
Ambos adoptaron posturas de combate, sonriendo como si fuera un juego. Maya fue la primera en atacar, lanzando un golpe directo hacia él. Brett esquivó con facilidad, desviando su ataque con movimientos simples de brazos.
Sin embargo, cuando él intentó devolverle el golpe, Maya se agachó y pasó por un lado de él, dejando que ambos se cambiaran de posición.
—Muy bien.
Ahora fue el turno de Brett para atacar. Intentó golpearla, pero Maya esquivó sus dos intentos, y rápidamente lo tomó del brazo, atrayéndolo hacia ella.
—Te tengo.
Pero en un movimiento rápido, Brett giró el cuerpo de Maya, ahora tomando el control y quedando él en la posición dominante.
—Yo te tengo —respondió, una sonrisa que comenzaba a desvanecerse al notar la cercanía entre ellos.
El aire entre ellos se volvió denso, y las respiraciones se entremezclaron. Maya bajó la mirada inconscientemente hacia sus labios, y antes de que pudiera detenerse, se acercó, besándolo con una rapidez inesperada.
Brett, sorprendido por el impulso, respondió al beso, disfrutándolo mientras sus cuerpos se acercaban aún más. Cuando el aire les faltó, se separaron brevemente, y él apoyó su frente contra la de ella.
Maya lo miró, un tanto avergonzada.
—Perdón —murmuró.
Brett frunció el ceño.
—¿Por?
—Por el beso.
—No me importa.
Aantes de que pudiera decir más, la besó nuevamente, esta vez con más intensidad. El beso se alargó, ambos dejándose llevar por el impulso.
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