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CAPITULO 02

Las noches cálidas se iban quedando atrás con la pronta llegada del otoño.

Él, encontrando una cueva amplia y profunda, decide que sería buena idea quedarse ahí y pasar la noche en vela.

Había una aldea cerca y los demonios abundaban en esas épocas. Por lo que es preferible mantenerse al tanto pero sin causar revuelo.
Por lo que quedarse cerca era lo apropiado.

Encendió una hoguera. No le molestaba si eso llamaba a los demonios, al final de cuenta, él era uno de los pilares en la asociación de cazadores de demonios.

- Hace frío - resopló y metió otro leño a la hoguera.

- Parece que hoy los demonios están al margen - confirmó para sí, pues según la luna, ya eran casi las dos de la madrugada - Pero aún así no puedo bajar la guardia.

Sus sentidos se activaron de pronto. Extrañamente, no presentía la llegada de un demonio, sino que se trataba de algo totalmente diferente y, para sus sentidos, algo nuevo y desconocido.

Empuñó su Nichirin cuando de la nada, al fondo de la cueva, se formó un agujero negro.
Se mantenía en guardia. Tal vez se podía tratar de una técnica de sangre de alguna luna superior y por eso sus sentidos no lo percibían. Pero algo le decía que no era así.

Un resplandor aturdió su vista por unos segundos, tomándolo por sorpresa. Al abrir ya sus ojos y poder enfocar bien, se percató que el agujero de antes había desaparecido.

Pero había dejado algo con el.

O alguien.

[ ••• ]

Konoha

Ehō y Yuina sintieron una extraña sensación. Un presentimiento de esos que te advierten que algo no anda bien.

Y de echo, como sus sentidos se lo advertían... las cosas no estaban bien.

Himawari no estaba.

Y el pergamino... tampoco.

- ¿Habrá sido capaz de...? - sus palabras se arrastraron por su boca, con miedo.

- ¡Hima-chan no haría tal cosa! - casi sollozó la chica - ¡Ella no podría... no sería capaz!

Ambos se miraron, asustados.

[•••]



Tras una breve inspección -meticulosa, más bien- concluyó con que era una humana totalmente, no había ningún signo de ser un demonio sediento de sangre.

Ella -sí, ya hasta sabía que sexo era- comenzó a moverse y gesticular de a poco. El chico no se inmutó pero seguía observándola.
La había llevado cerca de la hoguera, hacia frío en el exterior y en la cueva se acentuaba un poco más.

– ¿Qué? – balbuceó ella – ¿Dónde...?

Se notaba que estaba confundida y desorientada. Presentía que tanto él como ella no sabía que hacía ahí.

De pronto ella se sobresaltó a tal punto que se sentó sobre el suelo; comenzó a mirar desesperadamente a todos lados y a balbucear tan rápido.

– Trata de calmarte – expresó con frialdad.

Fue ahí donde se percató que no estaba sola.

– ¿Eh? – lo vio con curiosidad. Su cabello largo, negro y alborotado, sujetado en una coleta baja se le hacía interesante; además de que la serenidad que transmitía a simple vista era impresionante, aunque admitía que verlo era aburrido y hasta a veces, pasaba inadvertido – ¿Tú quien eres?

– Tomioka Giyū – contestó – ¿Y tú?

– Himawari Uzumaki – respondió con cierto orgullo, esperando que este se percatara de su apellido.

Pero tal parece que él nisiquiera se dio cuenta de eso.

– ¡¿Y el pergamino?! – se dio cuenta ella. Se levantó a buscarlo por la cueva hasta dar con el, siendo refugiado por su acompañante – Este... eso es mío.

Tomioka la miró y resguardó más aquel objeto.

– No se quien eres y has llegado aquí de una forma tan extraña y tan repentina que no ha sido explicada – comentó con repelo – No te conozco, puedes ser una amenaza.

Himawari parecía sorprendida y guardó silencio ante la aclaración del chico; pero tan solo recobró la compostura, soltó una carcajada.

– ¿Amenaza yo? – siguió riendo y hablando a la vez – Soy la hija del Hokage, ¿que amenaza voy a ser?

– ¿Qué es un Hokage?

Himawari ahora si que se quedó callada.

– ¿No sabes?, ¿de verdad no sabes? – él no asintió ni negó, pero su mirada contestaba por él – El ninja más fuerte, el líder de Konohagakure no sato.

Tomioka seguía inconforme.

Ella, quien estaba de pie respondiendo euforicanemente a todo lo que él cuestionaba, se dejó caer de rodillas.

Su mirada divagó y su semblante ya no mostraba ninguna emoción cambiante, solo se centraba en observar el suelo o, a donde veía realmente, a la nada.

– ¿Sucede algo? – él se preguntó para sí, esperando o no una respuesta.

– Entonces... – susurró ella – ¿Dónde... – cortó sus frases – ¿Dónde estoy?

Tomioka se sintió mal al ver la expresión perdida de la chica. El sentimiento le estrujaba el corazón y en cierto punto lo sofocada. No pensaba volver a sentirse así por alguien.

[•••]

– ¡Juramos que eso pasó, Séptimo! – anunciaron con efusividad los compañeros de la pequeña Uzumaki, después de haberle dado toda la explicación al Hokage.

Naruto permaneció sereno reclinado en su escritorio. Sorprendido en su mayoría después de que el equipo que había mandado para una misión de aproximadamente dos meses haya llegado con la mitad del tiempo anticipado, con una de sus integrantes perdida y el objeto por el cuál la misión estaba en pie.

Shikamaru escuchaba y observaba todo.

– Aún no me convenzo del cómo pudo haber desparecido Himawari con el pergamino sin que eso sea un delito.

Naruto seguía pensativo. Aunque pareciera un hombre que estaba dejando de lado su papel de padre y asumiendo el de Hokage, estaba bastante preocupado, a punto de entrar en pánico.

Y antes de que alguien más pudiera decir algo, Sai entró en la oficina.

– El pergamino era un tipo Espacio - Tiempo – aseguró – Exactamente de viajes dimensionales – comentó – El pergamino pudo haberse activado solo ya que los sellos que contenían eran de tiempos ancestrales, nadie, nisiquiera nosotros, podríamos haberlos conocido o sabido de ellos.

Naruto se levantó del escritorio.

– Reúnan al mayor grupo de Anbus y Jonin – exasperó – ¡Y comiencen a buscar a mi hija!




















Chyio67

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