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CAPÍTULO 01

El chirrido que hacía la silla tras el constante movimiento nervioso no era lo único irritante en aquella habitación.
La mirada del Hokage se perdía en el horizonte que dejaba a la vista la gran ventana de la oficina.

Nada podía distraerlo. Los pasos de los demás sobre los pasillos de la torre, las inoportunas emergencias, los pájaros caminando por el techo; absolutamente nada captaba la atención del rubio, quien se mantenía con aparente angustia.

– Si hubiera sabido que mandarla a esa misión te tendría tan distante de tus labores, lo hubiera pensado más – Shikamaru interviene, logrando sacar de sus pensamientos a Naruto.

El rubio se voltea hacia él, todavía en su asiento. Su barbilla sobre la muñeca y sus labios fruncidos no logran ocultar la preocupación de un padre por su hija.

– Si la privo de sus deberes como ninja, nunca progresará ni crecerá – habló por fin – Hinata y yo les dimos a nuestros hijos la opción libre de que hicieran con sus vidas lo que quisieran. Si su opción no era ser ninjas, estaba bien. No era una obligación.

– Es importante y valiente que un padre le dé a sus hijos opciones libres – agregó el azabache – Pero tus hijos han decidido ser lo que ahora son. Himawari y su equipo están calificados para ser ninjas de infiltración y recuperación de información, han pasado una prueba rigurosa por la que han entrenado arduamente para llegar a este punto. – confirmó – Entiendo que como padre estés preocupado, pero confía en lo que nos han demostrado y así esta más tranquilo.

– Lo sé – incorporándose suspiró – Sé que ellas es fuerte, más de lo que alguien imagina. Lo que me preocupa son los repentinos encuentros con Otsutsuki que hemos tenido.

El comentario tomó por sorpresa al azabache y se cruzó de brazos, fastidiado.

– Ya sabemos cómo lidiar con la mayoría – su comentario fue agregado con confianza en cada palabra – ¿Qué es lo que te preocupa entonces?.

– Al parecer, mi familia se ha visto envuelta en algún acontecimiento que tenga de por medio un Otsutsuki – persuadió – Yo con Rikudou, Hinata con Toneri, Boruto con Momoshiki y Kawaki con Isshiki – nombró cada uno con pesadía – Himawari no ha estado involucrada con ninguno y que si en un desafortunado caso le llegue a pasar, no sabrá como lidiar con él directamente.

– ¿Y acaso tú y Sasuke supieron, desde el inicio, como lidiar con Kaguya o con Isshiki?.

Naruto frunció más el ceño.

– Ya no tengo a Kurama, Shikamaru – esa afirmación salió rápido y el recuerdo volvió a crearle un nudo en la garganta – Si algo le pasa a mi pequeña Hima, Sasuke no será quien y tampoco tendrá motivos para buscarla tan desesperadamente como yo lo haría.

Shikamaru sabía que su contrario tenía razón.

– Pero tener a Sasuke de nuestro lado – se detuvo a rectificar – De lado... eso, mi amigo, ya nos da una gran ventaja.

Naruto asintió y volvió a girarse en su asiento hasta quedar frente a la ventana. Le alegraba ver crecer a sus hijos y le aliviaba saber que cada vez necesitaban menos de su ayuda para resolver problemas. Pero eso no le quitaba la angustia de saber si realmente estarán bien; donde sea que estén.

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La respiración de los tres era entrecortada, las pisadas eran rápidas y con ellas se rompían las ramas secas junto al césped. Iban tan cansados, casi al punto de ir jadeando.

El agua se había acabado, cuando mos demás se dieron cuenta de la desaparición del pergamino, no les dio tiempo de tomar nada más que dicho objeto. Y huir con el.

– ¡Devuelvan eso! - gritó uno con furia – ¡Estúpidos niños, este será su fin!.

Ehō, Yuina y Himawari corrían desmesurados por el bosque, intercalando entre ellos aquel enorme pergamino secreto que ha sido robado de las estanterías privadas de Konoha y que les han ordenado recuperar.

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– Disculpe, señor Hokage – se atrevió a hablar el castaño.

Todos en la oficina se dirigieron hacia él pues su intervención ha sido inesperada y les causa intriga.

– Puedo preguntar, ¿qué contiene ese pergamino?.

Shikamaru solo soltó un bufido, como si fuera totalmente esperado.
Por otro lado, Naruto se apoyó con sus brazos sobre su escritorio.

– Lo cierto es... – Naruto pasó sus dedos por sus cortos cabellos – Ni yo lo sé – nadie se inmutó ni tampoco dijo nada – Pero por algún motivo ha sido resguardado desde que Hashirama Senjū fundó esta aldea – su rostro reflejaba una mirada bastante seria – Así si por favor, traigan ese pergamino.

Ellos asintieron y salieron directo.

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– ¡Esto ni es tan importante como para arriesgar nuestras vidas! – Eho les dijo en un grito no tan fuerte – ¡No quiero morir!.

Yuina reaccionó rápido a un kunai que venía hacia ellos y lo desvió. Ignorando parcialmente a los lloriqueos de su compañero.

– No vamos a morir – rectificó ella.

Seguían corriendo, tratando de derribar a todos los enemigos que parecía que no se terminaban o cansaban de seguirlos.

Yuina y Eho comenzaron a discutir sobre quién estuvo involucrado desde un principio en ese desastroso desenlace o quien se ofreció primero para que su equipo fuera especializado en ese tipo de misiones.

Discutiendo y esquivando kunais, no se dieron cuenta de que estaban a punto de caer en un trampa. Hasta que Himawari se lanzó y los empujó fuera.
Ellos se quedaron confundidos ante la reacción de su compañera quien, al darse cuenta de que sus compañeros seguían sin ver la trampa, lanzó una pequeña rama que hizo activar el sello y provocar una explosión pequeña.

Sin perder más tiempo, volvieron a ponerse en pie. Dándose cuenta de que la Uzumaki no ha pronunciado ninguna palabra desde hace más de tres horas, la observaron y se percataron de que ella no había desactivada el Byakugan desde hace mucho.

– ¿Estas bien? – le preguntó con preocupación Eho – Deberías descansar la vista.

– Podríamos caer en una trampa – aseguró esta – Soy la única que puede verlas. Ellos son buenos ocultándolas.

No dijeron nada y se odiaban a sí mismos por no poder llevarle la contraria.

– Deberíamos detenernos. Ya hemos echo bastante.

– ¿Y dejar la misión a medias? – cuestionó el castaño – Nos matarán – recalcó – No solo el Hokage, si no también todos los que vienen detrás de nosotros.

Aún quedaban tres de sus enemigos y vaya que parecían persistentes. Pues mantenían una distancia prudente entre ellos y eso hacía que ellos supieran que atacarían diferente que los anteriores.

– Acabamos con ellos y creamos una barrera de camuflaje – concluyó Yuina – Hacemos un campamento, descansamos, comemos, dormimos, nos recuperamos, turnamos tiempos para vigilar y que la barrera no se desvanezca. - enumeró - Seguro nos buscarán por toda la noche pero estaremos protegidos. Al amanecer partimos de nuevo.

Eho y Himawari se miraron y sin más, asintieron.

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La hoguera iluminaba el lugar donde estaban. Himawari estaba recostada al pie de un árbol, profundamente dormida; sus compañeros la habían cubierto con una manta y le habían puesto otra en forma de rollo detrás de la cabeza para que este cómoda. Sabían que había gastado bastante chakra ayudándolos que lo único que tenía que hacer era descansar.

Eho se encargaba de poner la gran tienda de campaña y Yuina se encargaba del estofado. Morían de hambre y de cansancio. Los últimos tres bandidos que enfrentaron fueron fuertes y casi los vencían.

Yuina se acercó a la Uzumaki y la sacudió del hombro.

– Hima – la nombró – Vamos a comer ahora que el estofado está caliente.

La contraria se removió y a pequeños lapsos fue abriendo los ojos. Su vista no enfocaba muy bien debido al cansancio pero aún así se dio cuenta del pequeño campamento que sus compañeros habían montado. De inmediato se puso de pie, exaltada.

– ¿Cuánto tiempo dormí? – preguntó confundida – Hicieron esto ustedes solos, debieron despertarme.

– No seas tonta – reprochó el castaño, quien se acercaba a la hoguera.

– Hiciste mucho esfuerzo, Hima – agregó la de pelo morado – No te preocupes por nosotros, preocúpate por ti. Eres de nuestro equipo y nos preocupamos por ti.

Himawari se sintió apenada al saber que ella dormía plácidamente cuando sus compañeros hacían todo lo demás. Era algo común en su equipo desde que iniciaron, pero aún así no se acostumbraba.

Sonrió y soltó un largo suspiro. Estiró sus brazos y su espalda para ponerse de pie. Sus sienes ya no hormigueaban y sus músculos ya sentían la tensión del esfuerzo antes echo.

Ante el calor de la hoguera y del estofado en su estómago, los tres chicos rieron ante los recuerdos y así mismo analizaron la situación actual de la misión en la que se encontraban.

– Ya dormí bastante – aseguró la Uzumaki – Haré la primer guardia.

– ¿Estas loca? –reprochó el castaño – Aún tienes que descansar.

– Si no me equivoco, ustedes no han descansado – dijo – Así que, sin reprochar, yo haré la primer guardia.

Ambos chicos no dijeron nada pues sabían que discutir con ella era inútil.

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Los ruidos nocturnos eran tranquilizantes. Himawari estaba abrigada, recostada a un lado de las cenizas aún calientes de la hoguera. Tenía el gran pergamino a su lado, sin perderlo de vista.

Pasos rápidos se oyeron a los alrededores y a sus extremos vio a los rufianes que habían robado aquel pergamino. Abrazó a este y se hizo ovillo, guardando silencio. La carrera los hacía invisibles pero no hacía que pudieran caminar sobre ellos. Así que corría peligro si ellos se daban cuenta de la pared de esta.

– Esos niñatos son bastante inteligentes – siseó uno – Vaya forma de acabar con nuestros colegas y llevarse ese pergamino.

– Seguramente vienen de Konoha – comentó otro – Lograron infiltrarse bien con nosotros, son unos desgraciados.

Himawari seguía callada. Aquellos hombres traían unas linternas y varias veces le calaban en el rostro.

– A todo esto – volvió a hablar – ¿De qué es ese pergamino?.

– ¡Serás idiota! – regañó el otro.

Siguieron caminando por el lugar.

– ¿Y bien? – insistió.

– No se que es exactamente pero tiene algún tipo de jutsu prohibido que ha sido ocultado a las generaciones debido a la magnitud de su impacto.

Cada vez se acercaban más a donde estaba la barrera y Himawari hacía lo que podía para comprimirla y alejarla de ellos.
Y en un momento, gracias a las súplicas que pidió, algún animal hizo ruidos y eso captó la atención de los hombres, yéndose de la zona.

Ella soltó el aire que había contenido por instinto y se separó del pergamino.
Se tumbó en el suelo, apoyando su cabeza en el pergamino.

Su respiración se normalizó en unos minutos y se quedó con la vista perdida en las estrellas. Su mente divagaba en lo que habían hablado esos hombres, sobre lo que el pergamino contenía.
Siendo sincera, la curiosidad la carcomía; pero tenía clara la misión y estaba entendida que ese pergamino es altamente secreto. Así que no volvió a pensar en eso.

Revisó su reloj  dándose cuenta de que aún faltaba media hora para cambiar de turno, decidió quedarse donde estaba.
Sus ojos se iban cerrando y su cabeza se ladeaba poco a poco; en un momento donde estaba a punto de quedarse dormida, el pergamino se movió de tal modo que se abrió.

Himawari se dio cuenta de inmediato y sus cinco sentidos volvieron a ella. Se pudo en cuclillas y vio al pergamino extenderse, revelando así algunos de los símbolos escritos que tenía.

Ella emitió un pequeño bufido de cansancio y tomó el extremo de este para volver a enrollarlo.
No pretendía leer nada de él, pero su curiosidad era más grande que nada.

– Lagarto, tiburón, salamandra... – susurró mientras leía – ¿Qué significan?.

Al no saber más, le hizo caso a su curiosidad y abrió más el pergamino.

– Son posiciones de manos – confirmó – Posiciones que ya nadie usa y desconocen.

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Una vez al mes, la familia Uzumaki iba junta de visita al complejo Hyuga. Era una tradición desde que Hinata y Naruto de casarnos y que ha prevalecido.
Boruto y Himawari entrenaron sin cesar con Hanabi por lo que en la noche dormían plácidamente.

Naruto y Hinata siempre se quedaban hasta tarde hablando con el patriarca y después de eso, ocupaban un lugar junto a sus hijos para dormir.

Himawari observó el techo de tatami, solo se reflejaba la poca luz de fuera.
Su madre dormía plácidamente a su lado y oía los sonoros ronquidos de su padre y hermano. Era de madrugada, sabía que el amanecer aún estaba lejos pero ella no tenía nada de sueño.

Levantándose fue a la cocina con intención de tomar algo de leche tibia y así ganar sueño.
Pero en su camino le resultó curioso —por razones extrañas— la puerta vieja de la biblioteca del clan.
Había pasado por ahí una infinidad de veces y por alguna razón, esta vez le parecía tentadora la necesidad de abrirla.

Viendo a sus alrededores, tomó el picaporte para girarlo pero titubeo. Nunca había preguntado si podía entrar o no y tampoco nadie había dicho ninguna regla sobre el lugar. Era sólo un lugar más en el complejo.

– ¿Himawari? – la aludida se sobresaltó ante la repentina aparición de su abuelo, quien recorría los pasillos con una linterna antigua en mano – ¿Por qué no estas durmiendo?.

– Abuelo... – trató de mantenerse normal, aunque la posición no la había cambiado y permanecía viendo hacia la biblioteca – No podía dormir y iba por algo de leche.

El patriarca movió ligeramente la cabeza.

– La cocina está por acá – señaló a su derecha – Esa es la biblioteca privada del clan.

Himawari se quitó de inmediato, sentía tanta vergüenza que no conseguía levantar la mirada.

Hiashi ya lo tenía contemplado. Sus acciones eran analizadas a fondo y creaba sus propias listas de pros y contras.
Ya había decidido algo al respecto, pero aún no encontraba el momento oportuno.

Himawari, frente a el, parecía conmocionada. Se mordía el labio inferior y uno de sus pies hacia movimientos circulares.

– Hima... – la llamó y ella alzó la vista – Vamos, te mostraré algo. Ya que estas aquí.

El mayor se acercó a donde ella y presionó un punto exacto de la pared, ocasionando que una puerta pequeña secreta se abriera, mostrando una llave. Hiashi la tomó y con ella abrió la puerta más grande, haciendo ademanes a la menor para que lo siguiera.

Himawari hizo caso y entró detrás de él. Hiashi encendió la luz revelando una serie de estantes repletos de libros y pergaminos enormes, dejando asombrada a la menor.

– Himawari, después de que accediste a que podrías tomar el liderazgo de este clan, yo he pensado bastante en este momento – mencionó – Llevo alrededor de cinco años pensándolo, pero cuando tenías trece aún eras muy pequeña para conocer los secretos que aquí residen. – mientras caminaba ella observaba con asombro el lugar – Sabes que el clan es longevo y que no fue como lo conoces. Ni nada en la nación ninja fue como tu la has conocido.

– Abuelo, ¿por qué de pronto...?

– Es hora de que comiences a conocer los secretos que dejamos en el pasado – enunció – Y así entiendas que todo aquí ha estado en constante cambio. En cambios buenos.

Hiashi urgó en los estantes, pero a Himawari le llamó la atención un libro que tenía unos símbolos extraños.

– ¿Quieres comenzar con ese?

– Yo... – titubeó, aún procesando todo lo que su abuelo le había dicho.

Su abuelo lo tomó y lo abrió para ver sus páginas.

– Bien, estos son de los primeros sellos que existieron en el mundo tras el descubrimiento del chakra – argumentó – Ya no se usan y ya casi nadie los conoce.

– ¿Puedo aprenderlos?.

– ¿Quieres hacerlo? – ella parecía entusiasmada – No creo que te sirva de nada, pero puedo enseñarte.

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Himawari siguió viendo las posiciones de manos y se dio cuenta de que las conocía todas. El pergamino no tenía nombre o algo y eso le daba una mala pinta.

Observó a su alrededor y se dio cuenta de que la noche estaba bastante tranquila.
No perdía nada intentando los sellos, ¿verdad?. Igual, tampoco es como que vaya a acertar en la concentración de chakra que se debe usar a la primera, ¿o si?.
Y además, es un jutsu viejísimo. Seguramente ni ha de ser eficaz.

Tantas dudas sobre sí y no.

Hasta que lo hizo.

Y al terminar de formar el último sello, se quedó dormida.















Chyio67 🌻




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