30. PARA SIEMPRE

𝐂𝐀𝐑𝐈𝐍𝐀 ESTABA ALIVIADA, el penúltimo día de clases finalmente había llegado, finalmente se desharía de su familia de una vez por todas.

Mañana iría a la casa de James, y definitivamente no estaba lista para despedirse de Hogwarts, nunca volvería allí e iba a extrañar ese lugar.

Hogwarts fue su hogar durante mucho tiempo, incluso antes de que la expulsaran, todo lo que la hacía quien era estaba allí.

Sirius era igual, aunque era dramático, no había manera de que admitiera que extrañaría su único hogar.

Él y Carina eran iguales en ese momento, probablemente la razón de esto es que cuando eran niños les dijeron que no podían mostrar debilidad.

Pero para levantarles el ánimo, tendrían una fiesta de graduación para los de séptimo año. Y aunque ninguno de los dos estaba de humor para una fiesta, ambos no querían dormir, cada segundo extra en Hogwarts sería increíble. Era una locura pensar que después de tanto tiempo saldría de allí en menos de veinticuatro horas, y tendría que aceptarlo.

Carina ya había empacado sus cosas, solo había dejado afuera su uniforme de Hogwarts junto con un conjunto de ropa.

La fiesta sería en la Sala de los Menesteres, y eso sólo le hizo pensar cuánto extrañaría todo esto, escabullirse al amanecer, vivir.

Por lo tanto, caminaba hacia el séptimo piso, sus tacones hacían ruido con cada paso.

La luna creciente brillaba más que todas las luces del castillo, y Carina realmente pensó que tal vez sentía que hoy era el día para decir adiós.

Una vez allí, lo primero que hizo fue buscar a su primo, pasó muy poco tiempo en Hogwarts con él y se arrepintió.

Tan pronto como se vieron, se abrazaron fuertemente, y aunque a ambos les faltaba el aire, no querían soltarse, y aunque Carina no lo admitió, vio mucho a Regulus en él, y eso la hizo querer apretarlo aún más.

El resto de la noche fue aburrido, al menos para ambos, ambos extrañaban a alguien en específico, y ambos sabían que tenían que dejar eso de lado. Este sentimiento de que todo volvería a la normalidad, que todo estaría bien, y ambos tenían un muy mal presentimiento sobre el futuro, no sabían por qué, y probablemente ni siquiera comentarían al respecto.

Y ninguno de los dos pudo dormir esa noche, ni intentaron dormir. No querían, no querían tener que salir de allí, no querían dejar su único hogar, el único ambiente donde eran aceptados y amados, el único lugar donde podían amar.

Y así, llegó la mañana, lo único que los Black querían era retroceder en el tiempo, sólo quedarse allí un poco más, tumbarse más en el césped.

Pero desafortunadamente, todo termina un día, y Carina lo sabía, sabía que su tiempo en la escuela había terminado y no podía hacer nada al respecto. Y finalmente entendió a sus maestros, no estaban allí porque les gustara enseñar, sino porque extrañaban estudiar allí.

Pero desafortunadamente, todo termina un día, y Carina lo sabía, sabía que su tiempo en la escuela había terminado y no podía hacer nada al respecto. Y finalmente entendió a sus maestros, no estaban allí porque les gustara enseñar, sino porque extrañaban estudiar allí.

Después de todo, Hogwarts es y siempre será un hogar para todos los que estudiaron allí, siempre sería especial, sin importar quién.

Y con ese pensamiento solo se dio una ducha y se cambió de ropa, no quería caminar, porque si caminaba el clima continuaría.

Pero aun así, se obligó a salir de su sala y afrontar el final, y podría parecer un drama para todos, pero de alguna manera sabía que no volvería allí, no quería. Si tuviera que irse, sería de inmediato. Entonces, la chica se dirigía actualmente hacia el Gran Comedor, iba a anunciar quién ganó las casas y, sinceramente, no quería que ninguno de ellos ganara, pero realmente no quería que ganara Slytherin.

Su propia casa le repugnaba porque literalmente había formado a toda su familia, y en ese momento simplemente no quería tener absolutamente nada que ver con Slytherin.

Pero todavía tenía que sentarse en su escritorio y ver a Dumbledore dar su discurso anual.

—¡Estudiantes! ¡Una vez más, vengo aquí para desearles buena suerte a todos los que abandonan Hogwarts!—menciono emocionado—¡Que su futuro sea exactamente como lo desean, y espero que tengan cuidado con lo que está pasando!—miró a todos—Por lo demás, ¡Espero verlos el año que viene! ¡Y ahora vayamos a quién ganó la copa de la casa!—agitó las manos y las banderas se pusieron rojas y amarillas.

La chica vio a todos en Gryffindor gritando de celebración, vio a Sirius sonriendo de oreja a oreja, y en ese momento pensó en que nunca había visto a Gryffindor tan feliz como ellos ahora. Todos saltaban de alegría, abrazándose unos a otros y por un pequeño segundo podría haber jurado que vio a Regulus sonriendo ante esto.

Pero como eran sus amigos, ella también quería celebrar. Entonces, sin pensarlo dos veces, se puso de pie, a pesar de que era la única en su casa de pie, y aplaudió. Aplaudió tantas veces hasta que sus manos comenzaron a ponerse rojas, y aunque todos la miraban de forma extraña, lo único que importaba era cómo la miraba él.

James Potter nunca hubiera imaginado que se enamoraría de alguien tan rápida, tan intensa y profundamente. Nunca hubiera imaginado que un Slytherin sería su cita.

Y no se arrepintió de eso, y en ese momento solo la miró allí, parada en medio de un poco de vegetación, aplaudiendo con una enorme sonrisa en su rostro, y en ese momento, supo que ella era el amor de su vida, sabía que sería para siempre.

Y como si los dos compartieran el mismo pensamiento, corrieron el uno hacia el otro y apretaron los labios con tanta fuerza que apenas se separaron, quedaron morados.

Pero lo único que hicieron fue sonreír, y aunque todo el colegio los miró con curiosidad, algunos con disgusto, ellos sólo pudieron mirarse entre sí.

Y nuevamente Carina quedó atrapada en los ojos marrones de James, en los ojos que ella admiraba y amaba tanto.