🌼 𝐎𝐎𝟗 | Una Poción de Amor Verdadero
CAPÍTULO NUEVE | UNA POCIÓN DE AMOR VERDADERO
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📍 Storybrooke.
Había ido a visitar a Henry en la tarde antes de volver a su trabajo, le había leído un poco con la esperanza que el pequeño pudiera escucharla y que en cualquier momento pudiera despertar con una pequeña sonrisa, pero nada había pasado, Henry seguía allí recostado debilitándose. Conocía a ese pequeño desde hacia mucho tiempo y verlo entre la vida y la muerte le preocupaba a medida que pasaban los minutos y no veía ninguna mejora. Acarició la frente de Henry cuando terminó de leerle sintiendo algunas lágrimas rebeldes queriendo humedecer sus mejillas y dejando un casto beso sobre la frente del castaño, Christine tomó sus cosas para dejar la habitación e ir a trabajar. La espada que le había pedido al señor Gold ahora estaba en sus manos, no había podido dejar de contemplarla cuando la tuvo con ella pasando su mano por el brillante filo de la misma. No sabía realmente para qué podía serle útil en aquel pueblo, no estaban dentro de ningún cuento de hadas, pero si creía poder usarla para su favor en algún momento.
Para cuando su horario de trabajo terminó, Christine fue una de las últimas personas en abandonar la tienda. La noche estaba fría y silenciosa, la noticia de Henry tenía a mas de uno preocupados. Dejando a su jefe terminar de cerrar la pastelería, Christine tomó sus cosas y abandonó el lugar para empezar a caminar tranquila por las calles del pueblo. El frio viento golpeaba en su rostro moviendo un poco su cabello rubio y haciéndola apresurar su paso para poder llegar a su hogar y resguardarse de aquellas heladas brisas.
──Christine ──detuvo su andar al reconocer aquella voz. Giró sobre sus pasos para encontrarse con Jefferson mirándola con sus manos en los bolsillos de su abrigo.
──Jefferson...
──Me equivoque ──el castaño se acercó lentamente──, no debí... no debí hacer nada de lo que hice. Estaba desesperado por encontrar una forma de recuperar a Grace, de recuperarte... ──hizo una pausa suspirando──, pero está maldición...
──Tener dos vidas en tu mente puede volverte algo... demente ──Christine sonrió un poco con tristeza mirándolo a lo que Jefferson correspondió──. No mentí cuando dije que te creía aquella noche. Desde ese día... todo se ha vuelto más extraño. Mentiría si dijera que no he pensado en abandonar Storybrooke porque sí que lo he pensado.
──No puedes irte Christine ──la joven lo miró mientras Jefferson negaba lentamente con su cabeza. Parecía que sus ojos ── habían puesto cristalinos. Jefferson se acercó un poco mas a ella quedando ambos cara a cara sin apartar la vista uno del otro.
──Tampoco sé si puedo quedarme... ──los ojos de Jefferson se encontraban cristalinos junto al temor de perder a su Alicia nuevamente presionando su pecho. Christine lo observó en silencio una vez más antes de reanudar su caminata a su hogar dejando a Jefferson en medio de la calle observándola alejarse una vez más de su vida con un par de lágrimas ya bajando por sus mejillas.
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No podía apartar las miles de imágenes que parecían aparecer en su mente con cada momento que pasaba. Parecía que aquellos recuerdos de su otra vida estaban empezando a despertar, pero ninguno se relacionaba con Jefferson como el castaño había repetido en varias oportunidades. Apenas llegó a su hogar no podía dejar de pensar en su encuentro con Jefferson en plena calle, necesitaba respuestas a todas esas preguntas que no la dejaban tranquila. Pronto, su mirada se poso en aquel maletín que el señor Gold le había entregado y a pequeños pasos se acercó al mismo pasando su mano por la superficie de éste antes de encontrarse con el candado. El señor Gold había tenido la amabilidad de entregarle la espada, aunque ella desconocía las razones. Tras tomar la llave que terminaba con una punta en corazón de plata, Christine abrió el maletín y tomó la espada observando su reflejo en ella. Si quería respuestas, debía ir a la persona que creía que las tendría.
Tomando la espada, Christine volvió a salir de su hogar y se encaminó a la tienda del señor Gold. Las calles estaban desiertas y el frío amenazaba con hacerla regresar al calor de su departamento, pero su cabeza no podía parar de cuestionar cada paso en su vida en aquel pueblo y con eso en mente, caminó a grandes zancadas hasta que llegó a la tienda. Apenas estuvo frente a la puerta del local, Christine no lo dudo un segundo más e ingresó abriendo la puerta de un empujón. Sin embargo, se detuvo al encontrarse no sólo con el señor Gold, sino también con la compañía de Emma y Regina.
──Pasa querida, también estaba esperándote ──comentó el señor Gold rompiendo el silencio a lo que Christine avanzó hasta estar cerca de Emma portando la espada──. Ya que están todas aquí, les diré. El amor verdadero, señorita Swan, es la única magia de trascender reinos y romper maleficios. Por fortuna, aún conservo un poco. De los cabellos de sus padres, elaboré la poción más poderosa de todas, tan poderosa que cuando creé el Hechizo Oscuro, puse una gota en el pergamino como salvaguarda.
──Por eso yo puedo romper el hechizo.
──Lo va entendiendo ──el señor Gold sonrió antes de mirar a Christine──. Lo mismo con el hechizo de un día de tu vida. Una gota de la poción y aquel día será tuyo de nuevo.
──Sólo quiero salvar a Henry ──las miradas volvieron a Emma y el señor Gold sonrió.
──Es su día de suerte, para ambas de hecho. No use toda la poción. Pero... su paradero no es el problema, conseguirla será lo complicado.
──Basta de acertijos, ¿Qué debemos hacer? ──preguntó Regina con notorio enfado en su voz.
──Usted nada, ellas... ──el señor Gold señaló a Emma y a Christine con una sonrisa──, se ocuparán de esto. Acaso, ¿Les queda otra alternativa? ──Christine lo miró, tenía un punto, pero ya estaba cansada de trucos.
──¿Dónde esta la magia? ──preguntó la joven mirándolo. Gold sonrió antes de mirar a Regina preguntando si el paradero de una amiga que parecían conocer seguía siendo el mismo. Regina mantenía su enojo presente mientras que Gold parecía disfrutar de aquella escena antes de entregarle a Emma la espada que pertenecía a su padre. Solo entonces, Emma y Christine se miraron. Ambas necesitaban la poción y aunque Christine no sabía qué pesaba Emma, ella estaba dispuesta a ir por todo con tan de tener respuestas.
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Jamás hubiese pensado que Regina sería la solución a sus problemas o que una poción podría ayudarla a aclarar cada una de sus dudas sobre sí misma, sin embargo, allí estaba, frente a la biblioteca abandonada de Storybrooke con su espada en mano esperando por Emma y Regina para que se hicieran presentes. No sabía qué les esperaba, ni tampoco porqué necesitaban las armas y aquello la inquietaba, después de todo, ni ella sabía a lo que se enfrentaban. Nunca en su vida se hubiera imaginado en el momento que se encontraba, dudando de cada pasó que había dado, de cada momento en aquel pueblo y sobre todo dudando de su propia persona. ¿Qué tan mal debía estar para creer que su mente la estaba traicionando? Tantos años viviendo la misma rutina sin dudar de nada ni de nadie, creyendo que la idea de Henry de los cuentos de hadas eran fantasías y ahora parecía que la realidad que había creído por mucho tiempo que era su hogar era la verdadera fantasía.
──¿Nerviosa? ──Christine volteó encontrándose con Emma, quien le sonrió amablemente mientras dejaba la espada contra una columna del alero de la biblioteca. Christine suspiró.
──Confundida... supongo que algo preocupada de que no consigamos lo qué sea que debamos conseguir ──Emma asintió entendiendo el sentimiento, después de todo, no encontraba otra solución para salvar a Henry.
──Lo que dijo el señor Gold, sobre el hechizo de un día de tu vida...
Christine asintió.
──No creí entender tampoco lo que quería decir. Pero entonces... recordé las palabras de Henry ──sonrió un momento mirando al suelo antes de volver a mirar a Emma──. Alicia... ella hizo un trato por amor y le quitaron algo. Tal vez, esto se relacione. Sólo quiero entender aquello que no estoy viendo.
Emma asintió entendiendo a lo que se refería, pero ante de siquiera poder responder, Regina se hizo presente y sin ningún comentario, se acercó para abrir la puerta de la biblioteca. Emma tomó su espada al igual que Christine antes de seguir a Regina hasta el interior del lugar. Las ventanas estaban tapiadas con diarios y las luces se encontraban apagadas, mientras que un leve olor a humedad llegó a Christine una vez dentro del lugar.
Regina encendió las luces antes de caminar hacia una pared que tenía partes de un espejo pegadas en la misma junto a algunas estrellas y montañas dibujadas. Christine la observó con curiosidad antes de ver que Regina dejaba su mano en un lugar específico y pronto la pared comenzaba a levantarse dejando al descubierto un ascensor que parecía ya antiguo. Regina bajó una palanca y las puertas del ascensor se abrieron frente a ellas.
──¿Quién va primero? ──preguntó Christine mirándolas.
──Ustedes entren ──respondió Regina──. Esto es un trabajo en equipo. El ascensor es manual y debo quedarme aquí arriba para bajarla.
──¿Cree que confío en usted? ──le preguntó Emma acercándose al ascensor y mirando el interior del mismo.
──Creo que no les queda más opción. Esta es una amiga que tuvo un castigo diferente, adoptó una forma diferente. Y no quiere saber nada de mi. Confíen en mi palabra ──Emma estuvo de acuerdo en bajar, no tenían otra opción. Christine se unió a ella en el ascensor y le dio una última mirada a Regina—. No temas usar la espada, Christine. Es tu destino ──Regina sonrió antes de que con la palanca comenzara a bajar el ascensor.
Christine sacó su espada mientras bajaban y aferró su mano con fuerza al mango de la misma. Regina les había dado ciertas instrucciones, pero nada claro de quién o qué se encontraba allí abajo. Cuando el ascensor se detuvo, Emma abrió la puerta del mismo y dándole una última mirada a Christine, ambas avanzaron en silencio. El subsuelo de la biblioteca parecía una cueva oculta de miles de años, sus pisadas hacían leves sonidos mientras caminaban observando todo a su alrededor, algo en Christine le decía que debían estar atentas.
──Emma... mira ──ambas se acercaron hasta lo que parecía un féretro de vidrio roto y olvidado. Christine lo veía familiar y al parecer Emma también. Pero sólo le bastó un segundo para apartarse y retrocediendo, Emma chocó con lo que pronto se levantó ante ellas como un imponente dragón escupiendo fuego.
Tanto Christine como Emma levantaron sus espadas aterradas con la vista de una criatura como la que tenían frente a ellas. Los ojos verdes del dragón se posaron en ellas dos listo para atacar, pero Emma dejó caer su espada antes de sacar su arma y comenzar a disparar a la criatura en el pecho, pero esto parecía no hacerle daño y ambas se vieron perseguidas por la criatura escupe fuego hasta que quedaron resguardadas detrás de una roca.
──¡¿Por qué dejaste la espada?! Un arma no va a herir a un dragón ──le dijo Christine antes de que ambas corrieran a la siguiente roca cuando el dragón las encontró y escupió fuego──. Toma la espada, debemos hacerlo juntas ──dicho eso, Christine se separó y comenzó a correr entre las piedras saltando para no caer al vacío mientras la criatura comenzaba a perseguirla, pero este patinó cayendo al vacío.
Christine se acercó hasta el borde al igual que Emma, pero la niebla no le dejaba ver nada hasta que el dragón se abrió paso entre la misma volando delante de ellas y empujándolas hacía atrás haciéndolas caer con el viento provocado por su vuelo. Emma trató de volver a asesinar a la criatura con su arma, pero otra vez, esto fue inútil. Christine se incorporó del suelo tomando su espada de nuevo antes de correr junto a Emma quien, finalmente, se había decidido a probar con la espada de su padre de nuevo. Ambas corrieron del fuego del dragón y con sus espadas en mano llamaron la atención de la criatura. Christine sentía su corazón latiendo fuerte en su pecho, la adrenalina corriendo por su cuerpo. Observando a su alrededor, vio un par de piedras que formaban una montaña casi a la altura de la criatura.
──Distraela ──dicho eso, Christine corrió hasta las piedras esquivando el fuego del dragón antes que Emma llamara su atención. La joven, trepó hasta el lugar con mayor altura y observó como el brillo que la criatura creaba en su interior también llegaba hasta su cuello. Christine miró a Emma──. Su pecho, las dos juntas debemos hacerlo ──Emma asintió y con una última mirada entre ellas, se coordinaron para terminar con la criatura. Christine saltó desde lo alto de las piedras levantando su espada lista para herir a la criatura──. ¡Perderás la cabeza! ──dicho eso, su espada decapitó al dragón que pronto se vio consumido por la puñalada de Emma en su centro brillante.
El imponente dragón se transformó en cenizas. Christine dejó escapar una pequeña risa nerviosa producto de todas las emociones que la acompañaron en aquel momento y tras incorporarse se acercó a Emma quien ya tenía en sus manos un huevo dorado decorado con pequeñas piedras brillantes. Ambas se miraron aún sin poder creer lo que había pasado y dejaron salir un jadeo de alivio.
──¿De dónde sacaste esa frase? ──le preguntó Emma mirándola una vez que regresaban al ascensor. Christine negó un momento antes de mirarla con una pequeña sonrisa.
──De un cuento de hadas.
𝗚𝗜𝗨𝗟𝗬 𝗔𝗟 𝗛𝗔𝗕𝗟𝗔 ! ━━━━ Volvió la inspiración!!!! Yaasss ♥
Estaba en duda de qué podía hacer Christine con la espada y qué mejor que hacer lo que Alicia debe cumplir en Infratierra. Sabemos que no es la misma criatura pero creí que sería indicado mantener ese guiño a la película.
Ya estamos cerquita del final uwu y si, haré un capítulo extra seguramente luego de terminar. ¿Qué les pareció este capítulo? ♥
Muchas gracias por leer, que tengan una hermosa noche. Las amodoro!!!
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