𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐎𝐎𝟏
Jungkook sentía un dolor inevitable en su pecho, las lágrimas no paraban de recorrer sus mejillas mientras abrazaba a sus cachorros en un intento de consuelo, pues la pérdida de su esposo Kim Taehyung los dejaba completamente destrozados y solos en un abismo sin salida. Era como si le quitaran una parte de su cuerpo, donde no volvería a ser el mismo que antes.
Kim Taehyung había fallecido a la hora del parto de sus mellizas, dejando solo a su alfa al cuidado de estas y de su hijo mayor. El castaño era un omega dulce y tierno, con aroma a vainilla, un olor que dejaba cautivado a los alfas que acechaban a su alrededor, pero lamentablemente todo ese olor que desprendía de su hermoso cuerpo se fue deteriorando cuando falleció.
Si Jungkook contara como fue que lo había conocido, tardaría horas en platicar sobre aquella vez en que se enamoró del omega, en como su dulce aroma lo hinoptizó por completo, dejando una incertidumbre de deseo y añoranza. Aquel omega era una persona amable con todos, incluso ayudaba en las fundaciones para el rescate de animales o personas desfavorecidas.
El pelinegro sintió que Taehyung había arreglado algo que no había roto, reparó su corazón sin siquiera pedir algo a cambio, eso fue lo que hizo que volviera a enamorarse de él, aunque no haya sido con la misma intensidad con la que amo a la persona inombrable que ya no recordaba y no sentía absolutamente nada.
O eso se decía anteriormente.
—Estamos aquí reunidos para despedir a un gran esposo y padre de tres hermosos cachorros, el joven Kim Taehyung, un hombre honorable lleno de virtudes y que a su edad pudo sanar muchos corazones. —afirmó el padre con aquellas palabras piadosas.
La gente que estaba alrededor del ataúd de Taehyung miraba con tristeza como el hermoso chico estaba postrado en aquella caja, inerte y sin ninguna movilidad. Su rostro de un color pálido y que con el poco maquillaje que le había proporcionado el médico forense, podía verse un poco mejor.
La tristeza abundaba en aquel lugar, el llanto de su alfa crecía rotundamente y el cielo parecía estar a su favor al traer las nubes grises, entre ellas, la lluvia.
Todo era un ambiente nostálgico, haciendo una escena realmente desgarradora en el corazón de las personas que adoraban al Omega.
—¡Mi hijo, no! —gritaba aquella mujer que había dado vida al castaño. —¡¿Por qué no lleva sus anteojos?Él tiene que llevar sus anteojos, mi hijo no puede irse sin sus anteojos!
Jungkook lloraba sin decir ninguna palabra, estaba inerte a lo que estaba sucediendo, no aceptaba la realidad que albergaba en su vida.
—Descanse en paz, Kim Taehyung. —murmuró el padre mientras se percinaba con aquel Rosario en sus manos y le otorgaba la bendición al Omega.
El ataúd bajaba hacia el pequeño hoyo en el que estaría postrado para siempre. Las rosas blancas eran aventadas hacia aquella caja, las personas iban y venían para despedirse del chico, hasta que sólo quedara Jungkook y sus pequeños.
—No supe cuidarte como debía... —habla por primera vez el pelinegro. —Me duele el pecho el tener que dejarte aquí y afrontar la realidad de que ya no volveré a verte.
El ramo de rosas que traía, fueron adornadas por sus lágrimas que recorrían sus mejillas rojas y caían en aquel ramo.
—No podré cuidar a nuestros hijos por si sólo, siento que no seré un buen padre. ¿Por qué la vida es tan injusta con nosotros?
Jungkook no sesaba las lágrimas, no podía, era inevitable y poco probable que dejara de llorar.
—¿Papá? —una dulce voz captó su atención, era su hijo Soobin, el pequeño lo miraba con lástima, no entendía la situación y se preguntaba porque su padre ya no se encontraba con ellos. —¿Papá Taehyung volverá?
El pelinegro no sabía que responder ante la pregunta de su hijo, solo supo que debía abrazarlo y que pudiera sentir el calor de cuerpo para estar tranquilo.
—Papá Taehyung estará descansando en paz, hijo. Ahora es un Ángel.
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Años después
Jungkook necesitaba ayuda.
No, no la necesitaba, exigia ayuda urgentemente.
Amaba a su hijos, de eso no cabía duda, ellos eran el tesoro más preciado que su difunto esposo pudiera dejarle como recuerdo, aunque Soobin no fuera su hijo de sangre, Taehyung y él lo amaban cómo si lo fuera.
Al principio pensaba que el criar a sus hijos sería fácil, puesto que el hacer las tareas de hogar, llevarlos a la escuela y estar al tanto de sus cuidados se le facilitaba cuando eran más pequeños, sin embargo, conforme fueron creciendo, su paciencia como padre viudo fue deteriorándose.
—¡Damelo, es mío! —gritaba la pequeña de mejillas regordetas, mientras veía con furia a su hermana gemela.
—¡No, es mío, yo lo ví primero! —gritó la otra menor, tomándola del cabello para comenzar un alboroto.
Jungkook suspiraba del cansancio al oirlas pelear de nuevo. Ya era costumbre verlas discutir cada mañana por cualquier tontería en las que él terminaba siendo una víctima más.
—¡Papá! —ambas gritaron al unísono al sentir que ninguna obtenía lo que quería.
Es por eso, que el pelinegro estaba agotado de no poner un orden en su hogar por estar al pendiente de su educación y alimentación, y es que estando solo al cargo de sus pequeños, sentía que no podría más con su rol de padre, hasta llegó a pensar que Taehyung estaría decepcionado de él por no saber manejar correctamente la educación de sus hijos.
—¡Ya damelo, es mío!—gritó furiosa Seol.
El tatuado simplemente suspiró por los comportamientos de las gemelas Seol y Yul. Necesitaba un respiro y exigía ayuda inmediata, incluso pensaba en pedírselo a su madre pero no podía por más que quisiera, la señora Miyeon era una mujer mayor que por su edad no tendría la fuerza necesaria para ayudar a su hijo.
—¡Ya dámelo Seol, ese Cookie es mío, Soobin me lo regaló a mí!—aclaró la menor, mientras colocaba sus manitas en su cinturita, haciendo un puchero con un reflejo de molestia aumentada por la insensatez de su hermana.
Sin embargo, justo cuando su padre iría a calmarlas, el hermano mayor de las gemelas hizo acto de presencia para arrebatarles el conejo rosado que era el causante de la pelea absurda de ambas, llevándolo consigo para después entrar en la cocina donde su padre se encintraba y poder ayudarle con el desayuno de todos.
—¡Soobin, dános a Cookie!—alzaron la voz ambas pequeñas, llenando de frustración a ambos hombres de la casa.
—¡Silencio enanas, este peluche se los dí a ambas, no sólo a una! Así que por ahora quedará confiscado hasta que dejen de pelearse y de irritar a nuestro padre...—miró a ambas con recelo, esperando que asintieran.—¿Entendido?
Seol y Yul miraron con ojos llorosos y un puchero en los labios a su hermano, pero este no quitaba la mirada enojada hacia sus hermanas, así que miraron a su padre en busca de ayuda, al menos para ablandar su corazón con esa faceta suya de ternura con las que podían manipularlos, pero simplemente Jungkook volteó para seguir preparando los waflles que serían el desayuno de ese día mientras comenzaba a silvar como si nada.
—¿Papá?—Yul se acercó a su padre, jalando de su mandil de cocina para captar su atención. —Puedes...
—Su hermano tiene razón, así que cambia esa cara porque esta vez no funcionará Jeon Yul.
La menor regresó a donde estaba su hermana Seol para luego asentir con su cabecita sobre lo dicho anteriormente por su hermano mayor.
—Bien... ahora, vayan a lavarse las manos.—murmuró tranquilo, viéndolas ir hacia el baño con sus cabecitas agachadas por el regaño.
Jeon Soobin tenía 18 años de edad recién cumplidos, y aunque entendía la rebeldía de sus hermanas menores, tenía que aportar un poco de su ayuda hacia su padre para que este pudiera sentirse tranquilo por lo menos en esos momentos en los que el estaba. Jungkook agradecía ese gesto noble de su hijo mayor, además de que nunca tuvo problema alguno de acuerdo a los comportamientos de cualquier adolescente, para su sorpresa, Soobin era un chico muy maduro de mente para su corta edad.
—Gracias hijo...—exclama su padre al terminar de preparar el desayuno de sus hijos y colocarlos en sus respectivos platos. —No sé que sería de mi sin tu ayuda, realmente trato de dar lo mejor de mí para que sean felices, pero esto de tener hijas gemelas llenas de hiperatividad me está matando.
—Deberías de contemplar la idea de contratar una niñera, en unas semanas iré a la Universidad y ya no podré ayudarte.—dijo con tristeza, pero Jungkook negó levemente ante la preocupación de su hijo.
—Lo tomaré en cuenta, no te preocupes.
Y era verdad, Jungkook ya había tomado la idea de contratar a alguien que lo apoyara con las tareas del hogar y con sus hijas, pero al revisar los curriculum de las personas recomendadas, no sentía ese rastro de confianza, por lo que aún podía verlo díficil el encontrar a alguien con esa capacidad de tomar el rango de niñera.
¡Hola! Espero estén bien, les traigo el primer capítulo de esta tercera historia Kookmin, ojalá les guste y puedan darle apoyo.
¿Qué les parece este primer capítulo? ¿Creen que Jungkook encuentre al alguien confiable? Hagan sus teorías.
Nos leemos pronto, besitos ✨❤.
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