🍃|Capítulo 3.|🍃
| 虚栄心 |
Capítulo 3.
“Gilthunder”
Cuando llegaron a la aldea Vanya, lugar de la mejor malta y cerveza de todo el reino. Meliodas alegó que necesitaba ir para preparar más de su famosa bebida, y después seguirían buscando a el resto de pecados. Una vez la madre de Hawk se detuvo, comenzó a cavar para enterrarse en la tierra y dejar solamente visible la taberna del Boar Hat, de la que Meliodas era dueño. El anteriormente mencionados estaba en la cocina preparandole a Aldora su bebida Roja de todos los días para mantener su maldición calmada. Ella simplemente esperaba con impaciencia, mientras luchaba con sus pequeñas “mascotas" residentes en su cabello, sin éxito.”
—–¡Niñas! ¡Niñas! Ya pronto estará la comida, ¡relajense!—se quejó ella, buscando atraparlas a todas bajo su capucha, e intentar de que ninguna se escapara.
—–Descuida Aldora, aquí está.—ofreció el rubio con una sonrisa amistosa.—–Si quieres también, puedo prepararte a ti y a tus niñas un estofado de cerdo.—bromeó divertido al tener a Hawk tembloroso y detrás de él.
El cerdito parlante sólo se quejó y empezó a empujarlo con molestia, pidiéndole que por favor dejara de hacer ese tipo de chistes. Por otra parte, Elizabeth observaba algo pálida la forma en la que Aldora intentaba ajustar su cabello. Luego observó como esas cosas que se extendían de las puntas de su cabello comenzaban a esconderse y a desaparecer.
—–Ah...—murmuró Elizabeth y sonrió nerviosa después.—–No sabía que tenía serpientes en el cabello, señorita Aldora.—comentó algo nerviosa por la reacción probablemente violenta que el pecado tendría.
La joven de cabello blanco y ahora ojos rojos y colmillos filosos siguió disfrutando de su bebida, aunque no ignorando el comentario de la princesa. En realidad, a Aldora le daba un poco igual, después de todo era su maldición y no era problema de nadie, agregando que ahora era parte de su habilidad especial, como efecto contrario al que buscaban las diosas al maldecir a Aldora con serpientes en el cabello, sedientas dde sangre y celosas por su belleza. Al ser el pecado de la vanidad, para ella todo era un alago, y simplemente aumentaba su ego.
—–En realidad, su majestad.-—onrió Aldora, lamiendo sus labios, en los que había quedado un poco del líquido rojo.—–Son una maldición que me pusieron las diosas porque estaban celosas de mi rostro, pero ahora soy imparable, gracias a que aprendí a usarla a mi favor.—se encogió de hombros.
—–Es por eso que te llaman vanidad, Aldora.
Elizabeth observó a ambos pecados, y sonrió un poco considerando de que en realidad no eran personas tan horribles como lo hablaban en las historias que muchos caballeros contaban. Al contrario. Según su Observación a Meliodas y Aldora, dos de los más peligrosos y amigos muy cercanos, eran amables y pacientes; le salvaron la vida sin siquiera conocerla bien, y no dudaron en hacerlo a pesar de ser muy juzgados por el resto del pueblo. No obstante, no comprendía bien como era posible que los Caballeros Sacros hablaran tan mal de personas tan buenas, ni conocía sus razones. Pero, le surgían preguntas, ¿acaso ellos hicieron algo horrible para que los consideraran criminales tan viles?
—–Oigan... Señor Meliodas, Señorita Aldora...—balbuceó llamando la atención de los pecados presentes. Ellos la miraron y sonrieron un poco, esperando a que la princesa continuara.—–¿Acaso... Ustedes hicieron algo tan malo para que... Los consideraran criminales?—cuestionó ella, mirando a los pecados frente a ella con preocupación e interés.
Meliodas se puso a pensar, en realidad tenía muchas ideas para evadir la pregunta y darle un toque cómico al asunto. Fue quizás por eso que Aldora se pegó una leve palmada a la frente, y suspiró mirando decepcionada al rubio que estaba a su lado.
—–Bueno, verás. Anteriormente, solía robar panties de las mujeres de todo el reino.—dijo él, parecía que hablaba en serio por la seriedad en su rostro.
Pero Aldora, una de sus amigas más cercanas, conocía perfectamente que él sólo le estaba tomando el pelo a la ingenua princesa. Y vaya que funcionaba, pues Elizabeth se puso azul del terror y repudio que esa confesión le causó.
—–Señor Meliodas... ¿E-Está bromeando, cierto?—pregunto ella temerosa.
—–Obvio.—respondió él con simplicidad, haciendo que Elizabeth reaccionara casi cayéndose de la pena.
Aldora se mordió el labio inferior, y se aguantó la risa con diversión. Le parecía tan entretenido molestar a Elizabeth que prefirió unirse al juego de perversiones por parte de Meliodas.
—–¡Ya, Capitán! Dile que en realidad tocabas los senos de las mujeres.—bromeó ella aguantando la risa.
—–¡EH! ¿¡SENOS TAMBIÉN, SEÑOR MELIODAS!?—bramó ella asustada.—–¡DIGAME QUE ES BROMA, SEÑORITA ALDORA!—insistió ella con la cara sonrojada de la vergüenza.
—–Obvio sí.—hablaron Meliodas y Aldora al tiempo. Elizabeth de nuevo reaccionó casi cayéndose de la vergüenza y perplejidad.
Cuando volvió a retomar su equilibrio, Elizabeth observó a ambos pecados riéndose de su broma, sin prestarle atención a la princesa. Elizabeth comenzó a pensar en que, tal vez ellos no eran malos, pero ¿que tal que lo que hicieron fue en verdad tan terrible, que para ellos es inmencionable? Puede ser, a lo mejor es así, pero a lo mejor simplemente consideran que ella aún no está lista para saberlo, que es mejor esperar. En ese caso, Elizabeth, será mejor que tengas paciencia, porque apenas y conoces lo superficial de dos pecados, aún debes conocer lo más profundo, y no sólo de ellos, de los otros también. Y dejame decirte, es muy confuso.
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Después de un rato de conversa, bajaron de la madre de Hawk para ir a caminar un rato y ver la malta que crece junto a los ríos de el pueblo Vanya, conocido por sus cosechas al año. Elizabeth y Meliodas iban al frente con Hawk, mientras que Aldora flotaba un poco recostada en el aire. Sólo sería cosechar un poco de malta para la cerveza y listo, retornarán a buscar a los demás pecados. Pero vaya desgracia que la malta está marchita, y el río está seco.
Gracias a ello, los pecados y la princesa acompañada del cerdo Capitán de la Orden de las Sobras, decidieron ir al pueblo para ver que sucedía. Apenas llegaron, se encontraron a un montón de gente rodeando algo, quizás era un festival, quizás era un discurso o algo, o quizás era una catástrofe. Aldora no pudo ver bien que era, porque su capitán la jaló de la pierna llevándola al suelo. Ella lo miró con molestia, pero cuando él señaló a las personas reunidas entendió.
—–¿Que quieres? ¿Que te descubran?—regañó el enano, esbozando una sonrisa.
Aldora sonrió y se acomodó la capucha, asintiendo a las órdenes de su capitán. Mientras tanto, ellos eran observados por Elizabeth, quien comenzaba a pensar en que tal vez eran una pareja, por la forma en la que se cuidaban mutuamente.
Pronto le preguntaría a Aldora, ya que si comenzaba con Meliodas, él nunca le diría la verdad.
—–¡Hey, Hola! ¿Acaso celebran un festival?—preguntó inocentemente el rubio dragón, siendo mirado por uno de los hombres con molestia y frustración.
—–¡De qué hablas! ¿Ésto te parece un festival?—señaló.—–Intentamos sacar la espada de un caballero Sacro, que él hundió ahí.-exclamó.
Tanto Meliodas, Aldora y Elizabeth se quedaron algo perplejos. ¿Porqué haría eso? Entre tanto, apareció el jefe de la aldea, aún anciano bigotudo de baja estatura, seguramente el jefe de la aldea. No dudó en responderles las preguntas de una forma amable. Era un agradable señor y causó cierta ternura en Aldora.
—–Hicimos enfadar a un caballero Sacro sin querer, y él encantó su espada con magia y la clavó ahí. Selló todas las fuentes de agua bajo la aldea.—explicó, se le veía cansado.
—–¿Acaso no será... El caballero que usted y la señorita Aldora derrotaron?—preguntó Elizabeth, recordando al hombre que los atacó hace poco, pero que hábilmente los pecados derrotaron.
—–¿Ese tal Twigo?—preguntó Aldora.—–Oh, no. Él no era un caballero Sacro. Los verdaderos son mil veces peor, y además son muchos más atractivos que él.—comentó el pecado con una sonrisa algo tranquila.
—–Sólo el poder de un caballero Sacro puede sacar la espada.—repitió el anciano.
Aldora y Meliodas observaron la espada, y lo conmocionada que se veía la gente. Claro que debían estarlo, el trabajo de sus vidas dependia de esa agua, si no actuaban pronto perderían todas sus cosechas y su cerveza. Pero para su desgracia la unica forma de sacar esa espada de un caballero Sacro, es que otro caballero Sacro la saque, así liberando las fuentes de agua y que todo volviera a la normalidad. No obstante, tenían en su presencia a dos de antiguos caballeros sacros, y eso, ahora son mejores que ellos, son criminales buscados pero ¡qué importa! Sólo saquen esa espada, pecados.
Entre la multitud, se apareció un niño castaño, siendo culpado por los demás por estar metidos en ese embrollo, le robaban que se fuera y que no interfiriera, y que mucho menos hiciera enojar a otros caballero Sacro, pues ya estaban casi con el agua al cuello. Una niña lanzó una piedra al niño, pero por su mala puntería terminó con pegarle a Meliodas, que estaba detrás de él, justo en el rostro, y mientras Elizabeth se cubría la boca impresionada, Aldora se aguantaba la carcajada.
La gente continuó lanzándole piedras niño, aunque en realidad lograban darle a Meliodas, por ello el pecado se lo llevó corriendo directamente hacia el Boar Hat, mientras el niño Mead aún seguía gritándoles cosas a los aldeanos.
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Por otro lado, Aldora decidió quedarse, observando con algo de interés la hermosa espada clavada. Le molestaba un poco, pues creía reconocerla, y recordó con diversión al niño que ahora odia y ha jurado matar a los ocho pecados. Su vista se distrajo cuando dos caballeros ordinarios aparecieron, quedándose en el lugar de la espada, y advirtiendo con malicia a los aldeanos que si no sacaban la espada para el atardecer, los impuestos les aumentarían diez veces. Aldora quien aún seguía entre la multitud, esbozó de nuevo esa larga sonrisa que indicaba la sed de sangre que estaba invadiendola de nuevo, y adelantándose entre los aldeanos, se quedó frente de los caballeros que la observaron confundidos y algo aterrados por esa horrenda sonrisa que ella traía.
—–¿¡Qu-Que hace mujer!?—exclamó uno de ellos.—–¡Este es sólo trabajo para hombres, además ni siquiera ellos pueden!—burló algo nervioso.
—–¡Solo un caballero Sacro puede sacar la espada, no sea tan tonta señorita!—vociferó el otro que lo acompañaba, tomando a Aldora del brazo.
Ella simplemente sonrió.—–No me toques, maldita basura.—murmuró soltandose de su agarre, y elevándose un poco, para después aparecer frente a la espada y tomarla.—–Entonces, solamente el poder de un caballero Sacro puede liberarlos de este embrollo, ¿no?—rió juguetona, y con ese tono lascivo en el que solía hablar al tener esa sed de sangre.—–Está bien... Pero, ¿que les parece... El poder de un pecado Capital?—sonrió Aldora bajo su capucha, ignorando el hecho de que sus ojos se habían tornado rojos.—–¡Terminemos con ésto, para que podamos beber un poco!—dijo decidida a tomar la espada, y con un agarre fuerte comenzar a moverla hasta sacarla.
Su capitán y Elizabeth y Hawk, llegaron con Mead a ver el alboroto. Era Aldora, la dueña de la atención, así como tanto le gustaba tenerla, entre risas de locura liberaba a la gente de tal maldición. Meliodas observó a su amiga con una sonrisa, mientras que Elizabeth algo impresionada, aunque no tanto a comparación de los otros aldeanos, quienes quedaron atónitos ante la poderosa fuerza destructiva de la lince, que sin mucho esfuerzo logró sacar la espada. Los caballeros ordinaria que eran presentes observaban horrorizados la escena, y pronto se fueron para informarle a su líder lo que estaba pasando, el octavo pecado había despertado, y eso sólo significaba desastres y más desastres. Por otro lado, Aldora en su rostro bajo la capucha, solamente se veía su sonrisa, una sonrisa triunfante, orgullosa y colmilluda, se veía algo malvada pero nada de qué preocuparse. La adrenalina del momento era la preferida de Aldora, pues la hacia sentirse viva.
—–¡Sacó la espada!—exclamaron los aldeanos, llenos del júbilo que les provocó. Ahora para ellos, Aldora era una salvadora.
La albina simplemente reía sintiendo las gotas de la fuente de agua caer sobre ella y los demás aldeanos, liberó la fuente de agua, y ahora, Vanya podría disfrutar de sus cosechas, su cerveza, y una fiesta en honor a su salvadora. Meliodas les invitó a todos, y Elizabeth se ofreció para hacer de mesera, dando su mejor esfuerzo aunque lo hacía terrible, bueno, era primeriza. Mientras tanto, Aldora disfrutaba felizmente de su bebida, relamiendose los labios con un leve rojo en sus mejillas, quizás por el efecto del licor en su sangre. El rubio estaba con ella, y todos brindaron por ahora la salvadora de Vanya.
—–Miralos, ¡todos te aman!—alegó Meliodas, sonriendo antes de beber otro sorbo. Él sabía que esa atención para Aldora era sencillamente placentera.
Aldora terminó de beber de su tarro, y limpiandose con un pañuelo los labios, sonrió inclinándose de cabeza hacia su capitán, estando en los Aires como siempre le gustó. Le sonrió mostrandole los ojos rubí de pupila reptiliana, y sus colmillos filosos que puede que te perforen el cuello en tus pesadillas. Meliodas le sonrió, y notó de nuevo lo hueco en los ojos de su amiga.
—–Oh~ capitán, claro que adoro toda ésta atención.—sonrió ella, volviéndose a recostar en el aire, y acomodando su cabello.—Pero, tengo un vacío, aquí.—murmuró llevando las manos a su pecho, en donde estaba su corazón.—–Pero aún no sé que signifique eso. Creo que, aunque esta atención sea sublime, no puede llenar mi ser...—se mordió el labio inferior, y sus ojos volvieron azules finalmente.
Meliodas era consciente de la tristeza de su querida compañera, y la compartía y entendía a la perfección, pues así como él, ella había perdido a su amado sin la oportunidad de poder salvarlo, todo por culpa del clan de las diosas que nunca le tuvieron piedad a ninguno de ellos, su equipo, que quien sabe a dónde estarán y que tan lejos, o si estarán bien. Sólo algo era seguro, posiblemente, pronto estarían todos juntos para redimirse.
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Mientras tanto, el sol era cubierto por un manto azul oscuro y decorado con millones de estrellas que adornaban el paisaje nocturno. Exactamente a doce kilómetros al noreste de la aldea Vanya, reposaba en el Fuerte Solgres, un poderoso caballero Sacro, ejemplar de muchos, temido y venerado por los habitantes del Reino. Un joven caballero de cabellera rosada y ojos oscuros, teñidos de azul eléctrico; escuchaba con seriedad el reporte de sus subordinados, quienes al perecer le tenían un profundo respeto y temor.
En frente de él, estaba un joven con armadura, recitandole el reporte de que una muchacha, de capucha, con ojos brillantes de color escarlata y una sonrisa aterradora había sacado la espada que su caballero había clavado, sin ningún esfuerzo y con mucha facilidad.
—–D-Debe ser sólo casualidad que... Una simple joven haya sacado su espada, señor Gilthunder.—agregó el joven soldado, intentado ocultar sus nervios a toda costa.
—–¿La casualidad ayudó a la joven a sacar lo espada acaso?—cuestionó Gilthunder, de ojos cerrados, ya imaginandose quien pudo haber sido.
—–N-No... Señor...—respondió nervioso su subordinado.
Por la forma en que la describían a ella, con una sonrisa aterradora y ojos rojos como un demonio, él ya comenzó a imaginarse quien había sido la muchacha albina que sin vacilar sacó la espada. Solo alguien era dueña de semejante poder, y también de abrumadora apariencia.
Sólo alguien como el octavo pecado podría ser la respuesta a esa incógnita.
—–Dame el largo y distancia hacia la Aldea Vanya. Sé exacto.-advirtió, de forma serena.
—–Ah... Si señor...—balbuceó antes de responder nuevamente, acatando a la orden de su superior.—Se encuentra a las cuatro en punto, a dieciséis Kilómetros de aquí.
Gilthunder no respondió, y en lugar de ello le pidió cordialmente la lanza a otro caballero que estaba ahí, prestancia servicio de vigilancia. El caballero con la lanza no negó y le ofreció su arma a su Superior, luego cuando Gilthunder la tomó la evaluó unos momentos, acercándose a la gran puerta.
—–Éste ángulo bastará.—se dijo así mismo.
Impregnó de manera eficaz la lanza, convirtiéndola en ahora una arma más mortal que antes. Retrocedió un poco, y con fuerza la lanzó, enviándola lejos, directamente a afectar a los pecados y habitantes que disfrutaban de una celebración.
De vuelta en Vanya, en el Boar Hat, Aldora descansaba plácidamente sentada en el techo, mientras observaba las hermosas estrellas y recordaba con felicidad su primer beso, anteriormente con aquel caballero que sacrificó su vida noblemente, sin importar nada de lo que ella hubiera hecho. Bajó la mirada a sus manos, y acarició con dulzura aquel guardapelo, un collar de forma de corazón, que al abriese podía verse la foto de aquel muchacho rubio que le juró amor eterno, y que en plenas escapadas por mantenerlos con vida Aldora se entregó mutuamente a él, jurándose amor, pero que por obras de un destino cruel, así tan rápido como llegó, la vida se le fue arrebatada. Un suspiro se escapó de sus labios, y levantó la mirada ahora, encontrándose con su capitán que atajaba con ferocidad la lanza que había sido enviada para afectarles. Aldora no se sorprendió, y sólo bajó de un salto del techo de la taberna.
—–¿Capitán?—dijo ella, guardando su collar bajo su ropa.
Elizabeth también estaba ahí, pues había salido para tomar un poco de aire. Ella si estaba asustada, preocupada por su seguridad. Nuevamente, eran perseguidos. Meliofss había agarrado la lanza, y con ella arrastrado hasta lograr detenerse, y lanzarla nuevamente hacia donde vino, como un regalo pequeño.
—–¡Señor Meliodas!—exclamó Elizabeth, preocupada por él. Fue tomada por Aldora, y ella la llevó por los Aires hacia él.
—–Te lo dije.—comentó Aldora, ganándose la atención de los otros presentes.
Meliodas se limpió, y sonrió un poco, acomodandose el cabello. Aldora aterrizó con Elizabeth, y ella pronto fua ver cómo se encontraba el dragón.
—–Al parecer, Gilthunder nos ha encontrado.—murmuró Aldora, observando al cielo.—Cielos, ¡que divertido!~—comentó antes de, nuevamente, relamer sus labios imaginandose al pequeño Gil ahora ya crecido.
Un enemigo perseguidor está a punto de aproximarse a encontrar a la princesa, a los pecados y a Hawk. Aldora lo sabe perfectamente, y no puede evitar sentirse muy bien, al oler pronto un enfrentamiento que tal vez sacie su sed de sangre. Quizás lo hará, quizás no.
Quizás encuentren a alguien más.
[Dejaré éste vídeo aquí porque parece que en multimedia no aparece ni se ve]
Bueno, he terminado éste cap. Y bueno, me he eencontrado con colegas :'D me siento tan feliz, que lean y comenten, eso es ser de calidad.
Igualmente me tomaré el tiempo de leer sus historias, que para mi se han de ver emocionantes, y no quiero esperar más.
:D
¿Que tal les parece Aldora? ¿Encontraron la referencia oculta?
Esha ta loca, y es una psicópata xD
Y en multimedia esta la canción temática de Aldora :3 espero la disfruten y nos vemos en la próxima.
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