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Capítulo 3

—¡Mira, papá!

Jimin avanzó por el camino y se detuvo delante de la casa. No quería mirar porque sabía hacia dónde señalaba su hija, o más bien, a quién había visto.

Sin querer se había pasado todo el día pensando en YoonGi, y eso no le hacía ninguna gracia. Incluso mientras su hija y él habían estado de compras, había pensado en YoonGi. No había podido dejar de recordar el modo en que su vecino lo había mirado, o más bien, «dónde» lo había mirado. Por esa sencilla razón había pasado todo el día distraído. Y no solo distraído, sino tenso y medio excitado. Aunque, en realidad, decir eso sería decir poco. En realidad no había dejado de pensar en lo que podría pasar si trataban una amistad.

¡Y eso no estaba bien! Era su vecino, vivía al lado, de modo que algo pasajero, como por ejemplo una desenfrenada y apasionada relación sexual, estaba fuera de la cuestión. Y cualquier otra cosa, como una amistad, solo conseguiría que acabara deseándolo aún más.

YoonGi no cumplía ni por asomo las condiciones que él tenía en mente para entablar una relación seria y formal, comenzando por el hecho de que obviamente no era una mujer, de modo que lo más conveniente era no iniciar ningún tipo de relación con él.

—Papá, mira.

Con su voz insistente, YeonWoo le dejó poca elección. YoonGi levantó la vista mientras decía:

—Tenemos que guardar toda esta rop... —la voz se le fue apagando al ver a YoonGi, que en ese momento llevaba puesto una playera sin mangas color beige, haciendo un gran esfuerzo para levantar una caja larga y plana.

El camino estaba a un lado de la casa, junto a un garaje contiguo, lo cual le permitía ver a la perfección la casa de YoonGi. Bajo el sol del atardecer, los amplios y atléticos hombros de YoonGi brillaban bajo una fina capa de sudor. El viento removía un poco su playera y dejaban a la vista parte de su... vientre...

Tragó saliva con dificultad. Tenía el vientre liso, fuerte, y la cintura esbelta y ágil mientras se agachaba y doblaba. Tenía una figura sensual, sana y fuerte, y tan etérea que se le encogió el estómago.

Por la mañana habían sido sus piernas las que le habían perdido. En ese momento, mientras se deleitaba con el resto de su cuerpo, Jimin empezó a sudar. Le encantaban los ombligos, y el de YoonGi resultaba particularmente provocativo.

Sintió que YeonWoo le tiraba suavemente del brazo y consiguió borrar la expresión de deseo de su cara antes de volverse a mirar a su hija.

—Deberías ir a ayudarlo —le dijo su hija.

Oh, no. Jimin no tenía ninguna intención de acercarse a YoonGi.

Sacudió la cabeza y terminó de desabrochar los cinturones del asiento de YeonWoo. Por edad, su hija ya podía abandonar la silla del automóvil, pero como era muy menuda, Jimin había pensado que se la dejaría unos meses más.

—Tenemos muchas cosas que hacer, Woo.

Pero en cuanto soltó a la niña del asiento, la pequeña abrió la puerta del coche y salió corriendo.

—¡Hola, Yoon! —exclamó la niña agitando los brazos para llamar la atención.

YoonGi dejó de tirar de la caja y levantó la vista. Se pasó la mano por la frente y entrecerró los ojos. Sonrió al ver a sus vecinos. Incluso a distancia, Jimin percibió la expresión afable de su sonrisa. Maldijo entre dientes.

YoonGi cruzó el patio y se acercó a ellos. Él no quería hacerle caso y prefería entrar en casa, porque lo que deseaba en ese momento era hacer el amor. Con YoonGi, precisamente.

—¡Eh, ustedes dos! —se paró junto al coche de donde había salido YeonWoo—. ¿Qué tal las compras?

YeonWoo alzó la cabeza y sonrió a YoonGi.

—Compramos muchas cosas. Y también hemos visto una película.

YoonGi se arrodilló automáticamente. Jimin recordó que había hecho ese gesto también esa mañana, cuando había hablado con YeonWoo.

¿Sería porque le gustaban mucho los niños y quería ponerse a su altura?

—Un ropero nuevo, ¿eh? ¡Qué bien!

Miró a Jimin; sus ojos encerraban una expresión cálida y cariñosa.

—¿Lo han comprado todo? —añadió.

Jimin carraspeó. Llevaba tanto tiempo privándose de estar con nadie, que al ver a YoonGi arrodillado solo se le ocurrió pensar en el sexo.

Su cara, su preciosa boca, estaban al mismo nivel que... No. Era demasiado.

Jimin se dio la vuelta y empezó a sacar bolsas del coche.

—Creo que, con lo que le he comprado, debería tener para toda la temporada.

—Yo también fui de compras —le dijo YoonGi en tono confuso por su rechazo—. He comprado una hamaca para el patio.

Zack se quedó inmóvil, con las manos llenas de bolsas. Entonces se volvió despacio.

—¿Una hamaca?

¿No estaría pensando en estar por allí, tirado en la hamaca, donde él pudiera verlo?

—¿Dónde has pensado ponerla? —le preguntó Jimin.

YoonGi señaló.

—Esos son los dos únicos árboles lo bastante grandes y que están lo bastante cerca el uno del otro para ponerla. Siempre he deseado tener una hamaca; casi tanto como tener mi propia casa. Después de terminar de desempacar, no pude resistir la tentación. En esta época hace un tiempo ideal para estar fuera leyendo o durmiendo la siesta.

Un centenar de preguntas empezaron a darle vueltas en la cabeza, pero lo único que le salió fue:

—¿Has ido de compras así?

La playera le ceñía el pecho y cintura tan bien... y en proporción con el resto de su cuerpo fue un fuerte golpe para Park Jimin. Y vaya que Jimin lo miraba de tal modo, que supo que YoonGi había entendido a qué se refería.

Pero entonces, en cuanto se dio cuenta de lo que había dicho y del tono posesivo que había utilizado, se apresuró a añadir:

—¿Te estás refiriendo a mis árboles? —preguntó para disimular.

Ambos patios tenían abundancia de zonas con sombra, pero los árboles que había señalado YoonGi eran los que bordeaban su propiedad. YoonGi se pondría allí mismo, desde donde Jimin pudiera verlo, desde donde iría minando poco a poco su resolución.

No podía soportarlo. Jamás había tenido en su vida ningún problema de ese tipo; claro que, tampoco había conocido a YoonGi hasta entonces.

YoonGi lo miró con aquellos sobrecogedores ojos y pestañeó con desconcierto; incluso ese gesto le pareció provocativo, deliberado.

«Maldita sea».

YoonGi se puso de pie con determinación, y Jimin no pudo evitar mirarle las piernas y la cintura. Solo de mirarlo, el corazón empezó a latirle con fuerza.

YoonGi colocó las manos en jarras de un modo provocativo y esperó a que Jimin lo mirara a la cara. Cuando finalmente sus miradas se encontraron, YoonGi sonrió, pero su sonrisa no tuvo nada de amable.

—Me cambié al llegar a casa —lo informó—, antes de sacar la caja del coche. Y los árboles son míos. Lo pregunté específicamente antes de comprar la casa. El agente inmobiliario comprobó las lindes de la propiedad sólo para estar más seguro.

Jimin tuvo ganas de ponerse a gritar. Quería decirle que le importaban un pito los árboles o a quién pertenecieran. Lo que tenía ganas era de llevar a su hija a que echara una siesta y después agarrar a su vecino y llevárselo a la cama.

—Entiendo —consiguió sonreír a pesar de todo. YeonWoo, ajena a la repentina tensión entre los adultos, se estiró y tiró de la tela de los pantalones cortos de YoonGi.

—Hemos comprado una pizza para cenar.

YoonGi miró a su hija y sonrió genuinamente. —Parece que han pasado un día maravilloso, ¿eh? —le acarició la cabeza y después miró a Jimin—. Será mejor que vuelva al trabajo. Quiero montar la hamaca.

—¡Puedes cenar con nosotros!

Jimin maldijo entre dientes al oír la invitación de su hija, pero no lo dijo en tono lo suficientemente bajo como para que YoonGi no lo oyera. Aunque sí alzó la barbilla y lo miró a los ojos, se veía que estaba dolido. Y eso le hizo daño a él.

«Maldita sea», no había sido su intención insultar a YoonGi, pero tampoco quería estar en su compañía por obligación.

—Gracias, cielo —dijo YoonGi, aunque continuaba mirando a Jimin—, pero tengo demasiado que hacer. Otra vez será, cariño.

YoonGi se dio la vuelta y estuvo a punto de tropezarse. Por primera vez, Jimin notó el cansancio en sus pálidas piernas y brazos, en la suave caída de sus hombros sorprendentemente anchos y orgullosos.

—Yoon —le dijo con el mismo tono con el que se dirigía a su hija.

YoonGi se detuvo y se volvió hacia él con expresión altiva; Jimin pensó que tenía cara de cansada.

—¿Cuándo has comido por última vez?

A su lado, YeonWoo saltaba de alegría. Lo conocía bien y sabía que ya había tomado una decisión.

—¿Cómo?

—¿Has almorzado? —le preguntó Jimin, pero YoonGi lo miró sin expresión—. ¿Has comido algo desde el café y los bollos de esta mañana?

En lugar de contestar normalmente, YoonGi dijo:

—Jimin, agradezco tu preocupación, pero estoy seguro de que tienes cosas más importantes que llevar la cuenta de mis comidas.

Entonces se giró de nuevo. Con la vista fija en su amplio y bien formado trasero, Jimin pensó que lo mejor era dejarlo marchar. Pero se dio cuenta de que su hija lo miraba con contrariedad. Sin duda, su hija esperaba que rectificara y se disculpara, y Jimin supo qué era lo que debía hacer.

A pesar de la suave cadencia de sus caderas, YoonGi parecía a punto de caerse al suelo de cansancio. Su vecino había sido amable, y él un antipático. Y todo porque llevaba demasiado tiempo sin estar con nadie y YoonGi lo atraía de un modo primitivo y loco. Pero no podía echarle la culpa de eso a él.

YeonWoo lo miró con severidad y le dijo:

—Convéncelo para que coma con nosotros.

—Lo intentaré —respondió con un suspiro.

—¡Corre! Ve antes de que se meta en casa.

YoonGi estaba a punto de subir las escaleras de su porche cuando Jimin lo alcanzó. Debió de oírlo acercarse, pero no le hizo caso. Jimi  lo agarró del brazo y le dio la vuelta.

—Espera un momento.

Al ver que estaba solo, se encaró con él. —¿Qué pasa ahora?

Sin poder evitarlo, Jimin sonrió y seguidamente se echó a reír.

—Como Woo no está escuchando, sacas tu genio conmigo, ¿verdad?

—No te engañes —parecía furioso y aún dolido; se retiró el cabello de la frente y esbozó una sonrisa burlona—. Si sacara todo mi genio, estarías ahora tirado en el suelo.

Su amenaza lo hizo evocar al instante una imagen de él tumbado en el suelo y de YoonGi a horcajadas sobre él. Con sus piernas tan tentativas y tan fuertes, que no dudaba de que esas piernas aguantarían eternamente. Sin darse cuenta, le recorrió con la mirada, tan solo cubierto por la tela fina su ropa.

Sin querer, se imaginó su trasero, las mejillas seguramente pálidas, bien formadas y suaves, rogándole ser acariciadas. Tenía la piel brillante y sudorosa por el calor, radiante y de aspecto suave.

Él no respondió, pero YoonGi debió de leerle el pensamiento, porque enseguida retrocedió y su cólera se disipó.

—No me refería a eso —susurró con voz temblorosa.

—¿A qué? —preguntó Jimin sin poder evitarlo. Sus miradas se encontraron, y entonces YoonGi se encogió de hombros.

—Al sexo. Eso era lo que estabas pensando. Aunque supongo que ahora lo negarás.

Jimin se frotó la cara.

—No, no lo negaré —le dolían los hombros de la noche anterior, y en ese momento todo él latía de deseo—. Mira, Yoon...

—Eh, lo entiendo. Woo es encantadora, pero los niños hablan muchas veces en el momento más inoportuno. No pasa nada, y de verdad que tengo mucho que hacer.

Jimin no le hizo caso.

—Llevas todo el día trabajando, ¿o no? Estoy seguro de que no has comido nada desde el desayuno.

—Mis hábitos de alimentación no son asunto tuyo.

¿Por qué narices tenía que encontrar a YoonGi tan endiabladamente atractivo para encontrarse excitado como un adolescente?

Estaba cansado, tenía el cuerpo dolorido, estaba frustrado sexualmente y encima eso. Sabiendo que YeonWoo no tardaría en aparecer si tardaba, decidió sincerarse.

—Te deseo. Por eso he sido grosero.

YoonGi abrió los ojos como platos y tragó saliva. Abrió la boca, pero no le salió nada. Miró hacia los árboles donde planeaba colgar la hamaca.

—Entre Woo y el trabajo, no tengo muchas oportunidades de salir, y hace mucho tiempo, demasiado, que no estoy con nadie en ese ambito. Anoche no dormí bien, o de otro modo habría logrado contenerme mejor hoy, pero la poca paciencia que me queda la reservo para mi hija.

—Oh.

—No quiero que temas que vaya a lanzarme...

—Eso no me da miedo —se apresuró a decirle.

—...porque no tengo intención de hacerlo.

—Oh —repitió, esa vez con evidente pesar.

—Ven a comer con nosotros, después te ayudaré a llevar esa caja al patio trasero. A partir de entonces podemos mostrarnos sociables, pero no demasiado. ¿De acuerdo?

—¿No demasiado sociables, porque no quieres desearme?

—Eso es.

Hablar de ello no iba a servir de nada. A medida que hablaba, se sentía como un imbécil.

—No sería buena idea, siendo vecinos y todo eso —añadió Jimin.

—Entiendo.

YoonGi parecía perplejo. Suspiró de nuevo y, cuando se volvió, vio que su hija lo miraba con interés, de brazos cruzados y dando golpecitos con la punta del pie en el suelo.

—Sin duda lo entenderás. Una cosa es ser vecinos. Pero si la cosa fuera más allá, resultaría extraño.

—Extraño —afirmó en tono paternalista—. Entiendo lo que quieres decir —añadió con sarcasmo.

Jimin apretó los dientes.

—¿Quieres cenar pizza con nosotros o no?

YoonGi se pasó la lengua por los labios y ladeó la cabeza.

—¿Puedo decir algo primero?

—Que sea rápido. YeonWoo va a venir enseguida a buscarnos.

—¿Estoy aquí sudoroso y con el pelo hecho un asco, y aun así dices que te excito?

Jimin tenía ganas de estrangularlo. Como no había querido herirlo en sus sentimientos, había sido sincero con él y aún así se tomaba la libertad de provocarlo.

—No sigamos con eso, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —dijo—. Solo quería estar seguro.

Juntos echaron a andar hacia donde estaba YeonWoo. Jimin percibió el aroma de su piel que, a pesar de estar sudorosa, se percibe un agradable aroma a cítricos.

—¿Hace cuánto? —le preguntó con descaro, como si no fuera un tema personal. Pero había sido el mismo Jimin quien lo había sacado.

Jimin contestó sin mirarlo.

—Mucho.

—Yo también —sonrió a YeonWoo y agitó la mano—. Aunque no creo que tú me excites a mí por eso —lo miró con los ojos levemente entrecerrados; en sus labios se dibujó una leve sonrisa—. Creo que es tu cuerpo fantástico el que me está proporcionando estos calores —le susurró al oído.

Jimin se tropezó con sus pies y a punto estuvo de caerse. YoonGi continuó hasta su patio, le dio la mano a YeonWoo y juntos rodearon la casa hacia el porche delantero.

—¡Puedo enseñarte mi ropa nueva! —le oyó decir a YeonWoo.

—En cuanto comamos —dijo YoonGi alegremente—. Estoy muerto de hambre.

                               ○●○●○●○●○●○

YoonGi se terminó su cuarto pedazo de pizza y suspiró.

Hasta que no había empezado a comer no se había dado cuenta del hambre que tenía.

—Estaba de rechupete. Muchas gracias.

—Has comido tanto como papá —dijo YeonWoo.

—¡No es cierto! Él se ha tomado un pedazo más que yo —entonces miró a Jimin—. Pero como él tiene más músculos que yo, debe comer más.

Jimin se atragantó con el refresco y lo miró de soslayo. Lo deseaba. No quería hacerlo, pero lo deseaba. Al menos era un comienzo; un punto de partida.

YoonGi, por su parte, ya estaba loco por él. Jimin no solo era guapo, sino que además era muy tierno y cariñoso con su hija y tenía la casa inmaculada.

—Tu casa tiene una distribución distinta a la mía —miró a su alrededor admirando la armonía que había allí.

—Son básicamente parecidas, solo que yo tiré unos cuantos tabiques para hacer las habitaciones más grandes.

—También es más grande.

Jimin se encogió de hombros.

—No tanto. Añadí espacio al comedor cuando puse la bañera de hidromasaje, y cerré el patio.

YoonGi había visto la enorme bañera de hidromasaje de inmediato. Estaba junto a la puerta del comedor, a la izquierda de la cocina, y parcialmente escondida por una valla.

—Cerré el patio para utilizar la bañera todo el año sin tener que cruzar el patio en invierno.

—¿La utilizas todo el año? —preguntó con asombro.

A Jimin se le puso la boca seca cuando se lo imaginó desnudo. Sería estupendo si lo invitara a compartirla con él, pero no se iba a hacer ilusiones; Él se encogió de hombros. —Durante todo el año, de vez en cuando.

YoonGi carraspeó y se puso a pensar en cosas menos peligrosas.

—Me gusta cómo has decorado la casa. Es agradable, bonita y cómoda.

Todo estaba decorado en madera de pino claro combinada con distintos tonos cremas y verdes. Había unas cuantas plantas, muchas fotografías de YeonWoo y un par de fotos que supuso serían de su esposa fallecida. La mujer era castaña miel, como YeonWoo, pero con el cabello más largo. Parecía muy joven, y YoonGi decidió no mirar demasiado las fotos. Cuando le preguntara a Jimin sobre su esposa, lo haría sin que la niña estuviera delante.

—¿Puedes excusarnos un momento, papá?

—Sí, pero primero lávate las manos.

YeonWoo corrió al fregadero e hizo lo que su padre le había pedido. Jimin se levantó de la mesa, pero no quiso mirar a YoonGi a los ojos.

—Iré a llevarte esa caja hasta el patio trasero mientras YeonWoo te enseña su ropa nueva —entonces le dio a su hija un beso en la cabeza—. Ahora mismo vuelvo, ¿vale?

La niña asintió.

Salió por la puerta de la cocina y desapareció antes de que YoonGi pudiera decir nada. Cuando YeonWoo le dio la mano y lo llevó al piso de arriba, YoonGi pudo echarle un vistazo al resto de la casa. No había ni una mota de polvo en ningún sitio y todo estaba en orden, excepto por algún juguete de YeonWoo. Había dos cómodas de pino en la sala de estar; una de ellas estaba abierta y YoonGi vio que contenía muñecas y distintos juegos. También había una mesa llena de ceras, papel y tijeras para niños.

Pasó por el dormitorio de Jimin y se asomó con la esperanza de que YeonWoo no se diera cuenta. Más limpio todavía. Unos pesados muebles de pino ocupaban el espacio medio de la habitación. Sobre la cama había una colcha de color marrón oscuro. Por la ventana abierta entraba una suave brisa.

YoonGi miró hacia la ventana e inmediatamente vio a Jimin en su patio, trasladando la caja. Lo observó durante unos momentos antes de darse cuenta de que, si lo estaba viendo en ese momento, Jimin podría verlo cada vez que estuviera en el patio.

—¿Es aquí donde estaban esta mañana cuando me saludaron?

—Sí, solo que papá aún estaba en ropa interior porque se acababa de despertar.

—Entiendo.

Vaya que si entendía. Para que no se diera cuenta de su interés, se dejó arrastrar por la niña hasta su dormitorio. En aquel, los muebles eran blancos, la colcha de color amarillo pálido, y el papel que cubría la mitad de la pared de listas amarillas y blancas, rematado con una cenefa blanca.

La ventana de YeonWoo también daba al mismo sitio que la del dormitorio de su padre, pero YoonGi se contuvo y no fue a asomarse. En lugar de eso, se concentró en el montón de ropa que había sobre la cama.

Los dos se pasaron al menos quince minutos mirándolo todo y hablando sobre la ropa que, en su gran mayoría, podría haber sido para un niño. Nada de puntillas ni volantes para YeonWoo. YoonGi estuvo de acuerdo.

YoonGi se fijó en un corcho enorme colgado de la pared a la cabecera de la cama, lleno hasta los topes de dibujos. Cuando le dijo a YeonWoo que tenía mucho talento, la pequeña se empeñó en hacerle un dibujo. Como YeonWoo no quería que lo viera, YoonGi  bajó de nuevo a la planta baja.

Encontró a Jimin en la cocina, recogiendo la mesa. YoonGi llevó dos vasos al lavavajillas.

—Quería ayudarte con esto.

—No hace falta.

A YoonGi le hizo gracia que no quisiera mirarlo. Se apoyó contra el fregadero y colocó los brazos en jarras.

—Es lo menos que puedo hacer después de imponerme. Dos veces.

Jimin fue hacia la puerta del garaje y tiró la basura en un cubo que tenía allí.

—Te invitamos —dijo al volver.

—De mala gana.

Jimin se detuvo un momento, empezó a frotarse la parte de atrás del cuello, como si quisiera quitar la tensión de sus músculos. Cuando lo miró, sus ojos estaban oscuros.

—Ya te lo he explicado, Yoon.

—Desde luego que sí —YoonGi cruzó las piernas y Jimin las observó un momento antes de volver a mirarlo a la cara; le resultaba extraño que lo encontrara atractivo cuando en realidad estaba hecho una pena.

—Mira...

En ese momento, lo interrumpió el teléfono. Jimin dio dos grandes zancadas y descolgó el auricular del aparato que había en la pared de la cocina.

—¿Diga?

¿Quién sería? YoonGi hizo como si no estuviera escuchando, pero era evidente que estaba hablando con algún amigo o amiga. ¿Sería una cita? Eso no le hizo ninguna gracia.

—Claro, me apetece tener compañía —Jimin hizo una pausa—. De acuerdo, dentro de quince minutos entonces —dijo antes de colgar.

En ese momento, YeonWoo entró en la cocina y Jimin la levantó en brazos.

—¿Quién era?

—Taehyung y Jungkook vienen a hacernos una visita. Si quieres bañarte antes, podrás estar con ellos un rato antes de irte a la cama.

YoonGi se asomó a ver el dibujo que YeonWoo tenía en la mano.

—¿Es para mí?

—Sí —dijo YeonWoo tímidamente, y entonces lo enseñó.

YeonWoo había dibujado dos árboles, la hamaca y a YoonGi junto a ella. YoonGi sonrió al ver lo bajito que lo había pintado, y al ver su pelo, que parecía una escarola.

—Es precioso, Woo —dijo sintiéndose curiosamente conmovido—. Me encanta. Lo pondré en la nevera para que lo vea todo el que venga a visitarme.

Eso pareció agradar a la niña.

—De acuerdo —dijo la pequeña—. Incluso podría visitarte algún día y verlo —dijo con todo el descaro infantil.

YoonGi se despidió de YeonWoo con un beso y salió por la puerta después de guiñarle el ojo a Jimin. Si quería montar la hamaca a tiempo de disfrutarla esa noche, tenía que darse prisa antes de que se ocultara el sol.

Quince minutos después, cuando casi había terminado de montarla, oyó un coche entrando en casa de Jimin.

La curiosidad pudo con él y miró hacia la casa. Sobre el garaje de Jimin había un foco que iluminaba la puerta. YoonGi vio a dos hombres que salían de un coche, los dos altos y guapos. Uno de ellos era moreno de piel, y el otro parecía todo un adonis.

Taehyung y Jungkook, decidió.

Uno de ellos levantó la cabeza y lo miró justo cuando YoonGi iba a darse la vuelta; y se quedó mirándolo un buen rato.

¡Maldición! Se había dado cuenta de que lo había estado mirando y sin duda sabía también por qué.

Un hombre como él, alto, sexy y guapo, esperaba sin duda que lo adoraran. Su compañero se volvió, puso las manos en jarras y también lo miró. Dios mío, el primer día que pasaba allí y no había hecho más que llamar la atención.

Como ya lo habían pillado, YoonGi agitó la mano con gesto amigable, el cual fue correspondido por ambos. El moreno se limitó a mirarlo con cortesía y curiosidad, mientras que el otro lo observó.

Un segundo después, se abrió la puerta de la casa y ambos hombres desaparecieron en el interior de la vivienda.


















































•Kat🐾

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