Capítulo 2
Jimin salió de su ensimismamiento y miró a YoonGi y a Bin; entonces se apartó de YoonGi.
—Entiendo —dijo a falta de algo mejor.
YoonGi sonrió.
—De todos modos, le agradezco la consideración que ha tenido por mi bienestar físico —le dijo.
Y se lo dijo de tal modo, que Jimin se sintió diez veces más bobo de lo que ya se sentía.
—Siéntate, Jimin —le dijo Bin disipando la tensión del momento—. Parece que ya te hemos cansado bastante. Pero te aviso, la cosa se va a poner peor.
¿Cómo diablos podía empeorar aquello?
Jimin aceptó la taza de café y se sentó en una silla muy cómoda. Bin se sentó enfrente de él y YoonGi en el sillón.
—¿Cómo es eso? —preguntó mientras Bin le pasaba un bollo de mantequilla Heno de pasas.
Bin asintió hacia su hermano, que de pronto frunció el ceño y dijo:
—Mis padres se van a mudar. Necesitaban un sitio donde quedarse durante un par de semanas, y como Yoon acaba de venirse aquí, los convencí de que era mejor venirse con ella que conmigo —sonrió de oreja a oreja.
YoonGi resopló.
—No es que no quiera a mis padres, pero cuando los conozca entenderá por qué estoy pensando en rebanarle el pescuezo a mi hermano.
Jimin no quería conocer a sus padres. Tampoco había querido conocerlo a él. Con un poco de suerte, a partir de ese momento, conseguiría evitar al clan Min.
—Pero, eh —Bin le dio una palmada en el hombro que estuvo a punto de hacerle derramar el asqueroso café—, me ha gustado que quisiera protegerlo. Me siento más tranquilo sabiendo que tiene un vecino que puede defenderlo si fuera necesario. Me da miedo que viva solo.
En ese momento, antes de que le diera tiempo a negarse, apareció YeonWoo. La niña, mostrando una timidez desacostumbrada en ella, vaciló un momento, con el cepillo en una mano.
Jimin se puso de pie y le tendió la mano; la niña corrió hacia él.
—Woo, Bin es el hermano de YoonGi.
YeonWoo se acercó a él y le susurró en tono alto:
—¿Cómo tengo que llamarlos?
—¿Qué te parece si nosotros te llamamos Woo, y tú a nosotros Bin y Yoon? —le dijo Bin—. ¿Trato hecho?
YeonWoo se dio la vuelta y le tendió la mano.
—Trato hecho.
Bin se echó a reír y le agarró con delicadeza su mano diminuta. Después de que YoonGi le diera también la mano, YeonWoo le dijo:
—Tienes el pelo raro.
—Woo...
Su costumbre de decir lo que pensaba resultaba a menudo graciosa, pero esa vez no.
Miró a su padre con incertidumbre.
—¿No?
Su hija tenía razón, pero no podía compartir su afirmación.
—Sabes de más que no debes ser maleducada.
Lejos de sentirse insultado, YoonGi se echó a reír y negó con la cabeza.
—También resulta extraño al tacto. ¿Quieres tocarlo?
YeonWoo miró a Jimin para pedirle permiso, y él se encogió de hombros. Jamás había conocido a nadie con un comportamiento como el de Min YoonGi. De modo que ¿cómo iba a saber de qué manera tratarlo?
YeonWoo estiró el brazo y le tocó los ondulados; primero una pasada y luego otra. Frunció el ceño muy concentrada.
—Está suave —entonces se volvió a su papá—. Tócaselo, papá.
Jimin estuvo a punto de atragantarse.
—Esto, no, Woo...
Bin debía de ser un poco pillo, porque se adelantó y le dijo:
—Venga, Jimin, adelante. A Yoongi no le importará.
—¡Yoongi te va a dar un buen puñetazo si no dejas de llamarme «¡Yoongi!»
YeonWoo se echó a reír. Jimin se quedó pensativo al ver que su hija era capaz de reconocer la ausencia de amenaza mientras que él se sentía alarmado.
—Yo me llamo YeonWoo, pero casi nadie me llama así; excepto mi papá a veces, mayormente cuando está enfadado.
YoonGi soltó una risotada exagerada.
—¿De verdad? Pero si eres un angelito...
—No me dejes como si fuera un ogro delante de nuestros vecinos nuevos —dijo Jimin.
YeonWoo le sonrió.
—Es el mejor papá del mundo.
—Mucho mejor —dijo Jimin y le dio un beso en la mejilla regordeta—. Tiene sus momentos, pero si a veces los ángeles se ponen a alborotar, entonces sí que es un ángel.
Bin se echó a reír, pero YoonGi le lanzó otra de esas miradas cargadas de intención, y Bin frunció el ceño y se dio la vuelta.
—No te peleas con Bin de verdad —YeonWoo le dijo a YoonGi, como si YoonGi no lo supiera.
—Nunca me arriesgaría a hacerle daño —le dijo—. Además, es mi hermano y lo quiero.
YeonWoo se cruzó de brazos y se apoyó sobre el pecho de su padre.
—Quiero un hermano.
Jimin se atragantó. Bin le pasó una servilleta, evitando de nuevo el embarazoso momento.
—Lo más gracioso del pelo de Yoon —dijo Bin— es que nuestro padre es peluquero.
Jimin pensó que aquella gente no dejaba de sorprenderlo.
—Qué... interesante —comentó, y dio otro sorbo a aquel café imbebible.
YoonGi se echó a reír.
—Como no le dejo que me toque el pelo, se pone frenético. Y por eso precisamente no se lo permito. Cada vez que me ve, se pone a gemir como si le doliera algo.
—Y cuando dice gemir, se refiere a gemir —Bin dio un sorbo de café y dejó la taza a un lado—. Mi padre debe de ser el único heterosexual extravagante del mundo.
¿Acaso aquellos dos no sabían hablar de cosas más mundanas? ¿No podían hablar del tiempo o algo así?
Eran las dos personas más peculiares que había conocido en su vida; de modo que, sin duda, sus padres serían también muy raros. Él no dijo nada. Pero su hija sí.
—¿Eso también significa peluquero? —preguntó YeonWoo.
YoonGi la miró.
—No, Woo, quiere decir que le gusta ponerse ropa de seda y llevar muchas cadenas de oro. Ah, y tendrías que ver el solitario de diamante que lleva; es enorme.
Oh, Dios, pensó Jimin, y deseó poder escapar.
—Nuestra madre, por otra parte, es una auténtica hippie. Le gustan todas las cosas naturales y no lleva nada de joyería, excepto el anillo de casada.
—Pero —interrumpió Bin echándole una mirada disimulada a YoonGi— ama a mi padre lo suficiente como para dejarle que le arregle el pelo.
—A papá le daría un ataque si le pidiera ahora que me arreglara el pelo. Lo sabes. Además, le gusta refunfuñar por algo.
—¿Tu madre tiene el pelo como tú? —le preguntó Jimin sin saber por qué sentía tanta curiosidad.
—¡No, por Dios! Yo heredé el pelo de algún antepasado —dijo con una sonrisa—. Mi padre tiene el pelo castaño oscuro y liso, y mi madre rubio caramelo, como Bin, pero más largo, hasta la cintura.
—¿Tiene el pelo rubio? —preguntó YeonWoo interesada.
—Nuestra madre es de descendencia extranjera. Por eso soy tan guapo —dijo Bin, sonriendo brillante.
Jimin, que temía la respuesta, le preguntó:
—¿Cuándo van a venir a quedarse contigo?
—El próximo fin de semana —murmuró más abatido que resignado—. Y yo que tenía tantas ganas de vivir solo.
—¿Has vivido en casa de tus padres hasta ahora? —le preguntó Jimin mientras terminaba de cepillarle el pelo a YeonWoo y le hacía una coleta con habilidad.
YeonWoo le sonrió y le dio un beso, y Jimin abrazó a su hija afectuosamente.
—No —contestó YoonGi.
Jimin lo miró y le pareció tan suave, tan delicado a pesar de ser un hombre y su comportamiento... Sin duda, aquel contraste lo intrigó inmediatamente.
—Tengo veintiocho años —continuó, aparentemente ajeno a la turbación que su persona estaba causándole a Jimin—. Llevo un tiempo fuera de casa. Pero tuve dos compañeros de piso que eran unas vagos. Soy más o menos lo que uno llamaría...
—Un fanático —dijo Bin—. Le gusta tener la casa inmaculada y totalmente organizada. Me pone de los nervios.
—Papá también lo es —dijo YeonWoo—. Taehyung y Jungkook le dicen que será un buen marido para la mujer que tenga la suerte de estar con él.
—¿Es cierto eso? —Bin miró a Jimin con expresión divertida.
YoonGi dio otro sorbo de café, carraspeó como si se sintiera de pronto avergonzado, y dejó su taza finalmente a un lado.
—Yo, desde luego, no puedo soportar tener las cosas tiradas por todas partes. Las personas ocupadas tienen que ser organizadas.
Como Jimin pensaba lo mismo, lo entendió. A excepción de los juguetes de YeonWoo, que dejaba por cualquier lado para que la niña no se sintiera agobiada, le gustaba tener cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa. Él mantenía la casa limpia, y una vez al mes enviaban a alguien de una agencia para hacer una limpieza más en profundidad.
La idea de que pudieran tener algo en común lo alarmó un poco, y rápidamente desterró esa idea de su pensamiento.
YeonWoo se bajó de su regazo, corrió a sentarse al lado de YoonGi, y se colocó en una postura exacta a la del vecino, con la espalda recta y la cabeza un poco ladeada. A la niña no le llegaban los pies al suelo; en cambio, a YoonGi le llegaban pero apenas y tocaban el suelo de tal manera, que le hacía ver adorable y...
Jimin pensó que nunca había visto unas piernas tan pálidas, suaves ni tan bien formadas.
YeonWoo sonrió a YoonGi de oreja a oreja antes de agarrar su cuenco de cereales y empezó a comer.
—Bin también es un vago —dijo YoonGi mientras le pasaba a YeonWoo una servilleta.
Jimin se preguntó si YoonGi estaría a menudo con niños, y al momento decidió que a él eso no le importaba nada.
—Razón por la cual mis padres han decidido pasar las dos semanas conmigo. Su apartamento está lleno de periódicos y en la nevera siempre tiene algo podrido.
Jimin no pudo evitar estremecerse; al verlo, YoonGi asintió.
—Sí, es revulsivo —le confirmó.
—¿A qué te dedicas, Jimin? —le preguntó Bin para cambiar de tema.
Tanto Bin como su hermano lo miraron con curiosidad. Su hija, con la boca llena de cereales con leche, contestó por él.
—Salva a las personas. Es un héroe.
—Mmm, ya veo.
YoonGi miró a Jimin de arriba abajo, deteniéndose aquí y allá. Aquella mirada llena de interés tuvo el efecto de una caricia sensual, y Jimin tuvo ganas de gritar.
—Tu papá —dijo YoonGi— tiene toda la pinta de ser un héroe. Aunque no es tan alto es musculoso, guapo y amable —y entonces esbozó una sonrisa íntima y provocativa—. Me alegro de que sea mi vecino.
Fue una sensación de lo más curiosa para YoonGi, como si el corazón hubiera empezado a hervirle nada más verlo. Después, cuando había sentado a su hija sobre sus rodillas y le había cepillado el cabello pacientemente, se había derretido por dentro. Jamás había sentido nada igual, ni nunca había visto a un hombre como Jimin.
YeonWoo tenía parte de culpa. YoonGi no podía imaginar a una niña más adorable que la que tenía sentada a su lado. La niña poseía una picardía que indicaba que era lista y precoz al mismo tiempo. Pero la mayor impresión se la había causado Park Jimin.
No tenía idea de que existiera nadie que pudiera impresionarlo tanto física como emocionalmente. Jimin era un poco más alto que él, tal vez un par de centímetros. Su altura, sin embargo, no parecía agobiarlo. No. Aunque él mismo no se había dado cuenta, Jimin lo había mirado con admiración y a él le había gustado. Y mucho.
Deseó no haberse puesto aquella horrible sudadera que escondía su cuerpo. Cuando se había vestido esa mañana había hecho un poco de fresco, pero en ese momento no sentía nada de frío. Más bien estaba un poco sofocado. A decir verdad, tenía calor.
Por su aspecto y la edad de su hija, supuso que Jimin tendría alrededor de unos treinta años. Pero era su increíble físico lo que lo empujaba a mirarlo más de la cuenta. Aquel hombre estaba muy bien hecho. No tenía un torso musculoso como su hermano, sino atlético y en forma, con una fuerza que en parte era innata a su condición de hombre, y en parte el resultado de un entrenamiento especializado. Hombros no muy anchos. Las caderas eran estrechas, las piernas formadas y rectas, sus pequeñas manos le daban increíbles ganas de sentir su tacto. No tenía un ápice de grasa en el estómago, y su porte era esbelto.
Tenía el cabello castaño claro, muy liso, y ligeramente despeinado, complementado con unos intensos y amables ojos. Las cejas eran más oscuras y tenía la mandíbula fuerte. Pero lo que más le había gustado era el modo en que miraba a su hija.
A los pocos segundos de ver a Jimin, lo había deseado. El hombre exudaba una sensualidad primitiva, temperada por su paciencia y amabilidad. Una combinación que resultaba tremendamente potente. Estando con él, una se sentía cómodo... de muchas maneras distintas.
Aunque tan solo lo conocía desde hacía una hora, ya había aprendido que amaba a su hija, que era un defensor natural y que se mostraba cortés a pesar de que unos vecinos maleducados lo hubieran despertado de un descanso muy necesitado.
Suspiró, y los otros dos hombres y YeonWoo lo miraron con curiosidad.
—Lo siento —murmuró deseando poder sentarse en las rodillas de Jimin, a pesar de que ya no era un niño.
Hacía tanto que no estaba con nadie, que ya no sabía lo que era eso.
—Entonces, ¿qué es lo que te da el título de héroe, Jimin?
—Soy ATS de los servicios de urgencia. YeonWoo cree que Taehyung, Jungkook y yo somos tres héroes. Y creo que ahora piensa lo mismo de SeokJin, el esposo de Taehyung.
—Son héroes —dijo YeonWoo con devoción.
—No hables con la boca llena, cariño —le respondió Jimin.
—¿Entonces conduces una ambulancia? —Bin se inclinó hacia delante con interés—. ¿Para quién trabajas?
—Para la brigada de bomberos. Jungkook es bombero. Nos conocemos de toda la vida.
YoonGi ladeó la cabeza, y recordó el otro nombre que había mencionado.
—¿Y Taehyung? ¿A qué se dedica él?
—Taehyung es policía. Su esposo, Kim SeokJin, es...
—¡El novelista! —terminó de decir Bin, deslizándose hacia el borde de la silla con emoción—. ¿Estás de broma? ¿Conoces a SeokJin?
—No te olvides del Kim, o Taehyung te matará. Bastante problema hizo por tener el mismo apellido.
Jimin sonrió enseñando una fila de dientes blancos. A YoonGi empezó a latirle con tanta fuerza el corazón, que casi no oyó el resto de la explicación de Jimin.
—Como Jin y él están casados, Taehyung ha entendido que es mejor que ambos sean Kim, así conserva su nombre porque así es como es conocido, y al mismo tiempo es su nombre de casado. Está orgulloso de su profesión, pero insiste en que los que lo conocemos debemos recordar que ahora Jin es un hombre casado.
—Posesivo, ¿eh? —preguntó YoonGi.
—¿Estás loco? Es Kim SeokJin —resopló—. Yo también sería posesivo.
—Siempre lo has sido.
Su hermano tenía loca a su novia actual con su posesividad.
—Por lo que dices, supongo que eres fan suyo —le dijo Jimin.
—Acabo de terminar de leerme su última novela. La escena del río es increíble.
—Si quieres, puedo pedirle que te firme las novelas.
YoonGi notó con disgusto que su musculoso hermano estaba punto de levantarse y ponerse a bailar.
YeonWoo y YoonGi se miraron y la niña volteó sus grandes ojos. YoonGi se echó a reír.
—¿Entonces te llevas bien con Jungkook, Taehyung y SeokJin? —le preguntó a YeonWoo.
—Jungkook sale con muchos, en especial mujeres, pero dice que ninguna es más bonita que yo y que por eso no puede casarse con nadie.
—Es listo.
—Sí —asintió con expresión apenada por el pobre Jungkook—. Papá se quiere casar, pero primero tiene que encontrar una esposa —YeonWoo arrugó la cara y estudió a YoonGi.
YoonGi se retorció ante tal escrutinio. ¡Y eso que era una niña!
Afortunadamente para YoonGi, en ese momento YeonWoo le pidió permiso a su papá para ir al servicio. Cuando la niña se marchó, Jimin y Bin continuaron charlando de Kim SeokJin.
YoonGi lo miró con curiosidad.
¿De modo que Jimin quería casarse? ¿O se lo habría inventado su hija? ¿Cómo era posible que Jimin continuara soltero?
Sin duda, un hombre como él tendría las mujeres a pares. Aunque por otra parte, Jimin parecía muy dedicado a su hija, y sabía que en los servicios de urgencias se hacían turnos muy largos, a veces hasta sesenta horas por semana. Con ese trabajo no tendría demasiado tiempo libre para salir con mujeres, y mucho menos para cultivar una relación duradera.
Pensándolo con seriedad, ¿tendría que casarse obligatoriamemre con una mujer?
Jimin debió de notar que lo estaba mirando, porque lo miró mientras Bin continuaba halagando el notable talento del señor Kim.
Sus miradas se encontraron y Jimin frunció el ceño. Desvió la mirada y después volvió a mirarlo. YoonGi pestañeó y se sintió todo tierno y excitado. Se quedó observándolo, consciente de que lo estaba mirando fijamente.
Jimin se movió un poco en el asiento y lo miró con fastidio; entonces se cruzó de piernas. Tenía los tobillos a la vista. Y sus dedos lo tentaban y...
Un pensamiento le llevó a otro y no pudo evitar mirarle la entrepierna. Tenía unos vaqueros viejos y descoloridos cuya tela parecía muy suave. Se ceñían amorosamente a su cuerpo, delineando una protuberancia que le pareció de lo más considerable, a pesar de que él no estaba excitado.
El corazón se le bajó al estómago y empezó a latirle erráticamente. Las palmas de las manos empezaron a picarle, y deseó tocarlo allí mismo...
—¡Basta!
Pestañeó confusamente y lo miró. Bin se quedó callado. Jimin se puso colorado, carraspeó y se puso de pie.
—El café y los bollos estaban estupendos. Gracias.
Bin se puso también de pie y le estrechó la mano, como si no hubiera pasado nada.
—Te traeré los libros pronto si estás seguro de que no le importará firmarlos.
—SeokJin es un cielo; no le importará —Jimin no miró a YoonGi, y le dio la impresión de que lo hacía deliberadamente, pero la verdad era que lo había sorprendido mirando su entrepierna, casi babeando.
YoonGi se puso colorado. Lo conocía solo desde hacía una hora y ya se estaba comportando como un cualquiera. O peor aún, como un solteron desesperado.
¡Oh, no! Tal vez él lo viera así. Después de todo, tenía veintiocho años y aún estaba soltero. La única persona que lo había ayudado a mudarse de casa había sido su hermano. Jimin no podía saber que eso era por elección propia; porque aún no había conocido a ninguno que... A ninguno que le hiciera hervir la sangre como él.
Como no era tímido, le tendió la mano y él se la estrechó con una sonrisa superficial en los labios. Su gesto le resultó totalmente impersonal, y eso lo fastidió enormemente.
—Bienvenido al vecindario, Yoon.
—Gracias —dijo, y notó que él intentaba retirar la mano, pero YoonGi no se la soltó—. Estoy seguro de que nos veremos por aquí.
Nada más decirlo, se encogió por dentro. ¡Casi había sonado como una amenaza! Y encima le tenía agarrada la mano con fuerza, como si él fuera el peligro y Jimin tuviera que cuidarse.
Lo soltó rápidamente y se metió las manos en los bolsillos para no caer en la tentación de volver a agarrarle la mano. Bin recogió la jarra de café y el plato de bollos.
—Bueno, gracias de nuevo. Y siento mucho que te hayamos despertado —repitió sintiéndose como un imbécil.
YeonWoo salió dando saltos. —No se pueden marchar.
Jimin le puso la mano sobre la cabeza castaña. —Seguro que YoonGi quiere terminar de abrir sus maletas. Y tú y yo nos vamos de compras, cariño.
YeonWoo gimió como si le arrancaran la piel, y Jimin ahogó una sonrisa.
—Venga, nada de lloriquear. Comeremos fuera y lo pasaremos bien. Ya lo verás.
Bin sonrió.
—¿No le gusta ir de compras?
—A comprar ropa, no. Pero tiene toda la ropa de invierno vieja y gastada.
—Como Yoon. A él tampoco le gusta ir de compras.
YeonWoo abrió los ojos como platos. —¿De verdad?
YoonGi se encogió de hombros. —Sé que se supone que es una cosa que le gustaría a cualquiera, pero nunca lo he entendido. Gracias a Dios que no necesito mucha ropa. Además, con mi trabajo, la ropa deportiva es la que más me conviene.
—¿A qué te dedicas? —preguntó Jimin, que inmediatamente puso una cara como si quisiera abofetearse a sí mismo.
—Soy fisioterapeuta. Trabajo dos días por semana en un instituto y dos en la facultad —señaló a su hermano con la cabeza—. Bin es dueño de un gimnasio, donde a veces también voy a ayudarlo cuando los que usan los aparatos se pasan.
—Creo que debería irme —dijo de pronto Bin, que agitó la mano en señal de despedida y empezó a bajar las escaleras—. Acabo de acordarme de que he quedado con JiSoo, mi novia.
YoonGi lo miró y suspiró; entonces se volvió hacia Jimin.
—Yo también me marcho. Me queda mucho por desempacar —se volvió hacia Jimin, que parecía ansioso por terminar de despedirse—. Ya que somos vecinos, ven cuando necesites algo. Ya sabes, lo típico, un poco de sal, una taza de azúcar...
—Gracias —dijo Jimin en tono seco—. Lo tendré en mente. Y gracias por los bollos. Estaban... buenísimos.
Como no había nada más que decir, YoonGi se volvió y empezó a bajar los escalones despacio.
—De acuerdo... Adiós entonces.
—Adiós, Yoon.
Volvió la cabeza y vio que Jimin se metía en su casa corriendo. Cerró la puerta y oyó el clic del cerrojo.
Maldita sea. Su despedida había sonado de lo más definitiva. Pero no pensaba permitirlo. Lo deseaba y, de un modo u otro, conseguiría a Jimin.
•Kat🐾
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