Capítulo 8.
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Abrumado por los acontecimientos de los últimos días que le había tocado vivir, al que descaradamente llamaba infierno frente a su representante, Dante se encontraba recostado sobre el sillón de su nueva habitación de hotel, que amablemente, la chica de la recepción le había otorgado desde aquella vez en la que Grayson había destrozado la puerta de la anterior. Para la suerte de él, no lo habían echado del lugar como se imaginaba, sino que le habían dado la oportunidad de permanecer allí pero con una clara advertencia.
En los últimos días, para pasar los disgustos del nuevo rumbo que iba tomando su vida y sintiéndose incapaz de ser quien llevara las riendas para tomar sus propias decisiones, había comenzado a ahogar sus frustraciones en el alcohol y de vez en cuando en algún que otro cigarrillo.
Había sido realmente duro para él tener que fingir a diario en sus videos en vivo, desde una de sus redes sociales para interactuar con sus fanáticos, sonrisas para asegurarles a todos que las cosas marchaban bien a pesar de que eran burdas mentiras. Nada, ni por donde sea que lo miraran, estaba resultando bien. Sí, su carrera musical iba en ascenso pero su vida personal era un fiasco.
Kevin le había repetido, incontables veces, que debía mantener un perfil bajo por los siguientes meses mientras se encargaba de acompañar obligadamente a Marie a sus consultas médicas y prácticamente, a cualquier lugar al que se le antojara ir porque ambos debían ser bien vistos ante el ojo público para elevar sus figuras tanto en lo individual como la falsa pareja que eran.
Deseaba gritar a los cuatro vientos que era obligado a mentir con algo como aquello pero cada vez que estaba a punto de soltarse la lengua, Marie llegaba llorando ante él y tampoco era como si fuera un maldito robot sin corazón y sentimientos propios; en memoria de los bonitos años en los que habían comenzado a salir, seguía consolando a la futura madre cuando esta confesaba sus miedos o le platicaba sobre las discusiones constantes entre ella y el verdadero padre de su bebé. Claro, si él estuviera en la situación a la que se enfrentaba el padre del bebé, también se enojaría. Se compadecía del pobre al que le habían negado la posibilidad de encontrarse con ella, había firmado un contrato que claramente había incumplido y por más que deseara desmentir todo, estaba atado de manos con la imposibilidad de pagar las altas sumas de la multa por incumplimiento a la regla de oro que era no tener una relación íntima en el ámbito laboral.
Tanto Kevin como Marcella y Marie, esta última al no ser capaz de decir la verdad, le estaban dificultando la vida a todos los involucrados.
Dante llevó nuevamente el vaso de cristal que contenía alguna especie de licor que ya no recordaba ni el nombre pero que era lo suficientemente fuerte como para causar escozor en el recorrido de su boca hasta el estómago; con la mirada perdida en la lejanía, ignoró el sonido de su celular que anunciaba una llamada entrante de su representante que seguramente solo le diría cosas que le amargarían la existencia y le harían desear regresar el tiempo atrás, para rechazar la oferta que en ese entonces le había hecho para formar parte de su amplio repertorio de artistas que trabajaban para él.
Estaba al borde de mandarlo a él y a todos a la mismísima mierda, pero se contenía porque el lanzamiento de su nuevo álbum estaba muy próximo y se había esforzado enormemente durante semanas enteras de mal sueño, para concluir con cada una de las canciones que integrarían el álbum.
—¿Qué crees que estás haciendo? —le reprochó una voz detrás de él.
Dante giró su torso y miró la silueta borrosa de su chofer y guardaespaldas que lo miraba desaprobatoriamente—¡Grayson, que alegría verte! —exclamó con una sonrisa y sus ojos entreabiertos. No estaba seguro de si era una ilusión producto de su borrachera o si realmente estaba de pie en la sala, junto a él.
—Maldición, cuando me dijeron que me pagarían por cuidarte el trasero, no creí que se referían a ser tu maldito niñero… —rezongó, mientras se acercaba hasta el cantante borracho que no podía ni siquiera abrir sus ojos por completo—... ¡Demonios, Dante!, ¿qué edad tienes? —preguntó enfadado, cuando este expulsó humo en su cara.
—Grayson, mi vida es una miserable mierda… —respondió con tristeza, mientras servía otro poco del licor sobre su vaso pero su guardaespaldas le retiraba rápidamente aquello, produciendo un golpe seco sobre la mesa de madera al haber dejado la bebida allí mismo. Tampoco tardó mucho en arrebatarle el cigarrillo a medio usar, para apagarlo en el cenicero—... ¡oye, devuélveme eso!, ¿qué crees que haces? —se quejó.
—Deja de beber y enfrenta esta situación con un poco de dignidad —reprochaba otra vez, mientras pateaba las botellas vacías a un lado y se agachaba para darle unas palmadas en la mejilla a Dante, tratando de espabilar al hombre adormecido—. Andando, no te duermas porque vine a buscarte para llevar a Marie a su consulta médica.
Dante se quejó como un niño pequeño mientras comenzaba a patalear tratando de quitarse a Grayson de encima, cuando este mismo se había empecinado en tomarlo por debajo de sus hombros para levantarlo y tratar de ponerlo de pie; al cansarse el mayor de estar luchando, lo sujetó sin cuidado alguno por el torso cargándolo sobre su hombro y se dirigió sin pensarlo dos veces hacia el baño, donde giró la perilla del agua fría y sentó en la bañera al más joven.
El cantante abrió sus ojos a tope sintiendo la frialdad colarse a traveś de su piel dirigiéndose a sus huesos pero incluso estando así, sintiendo aquella sensación como millares de agujas perforando su piel haciéndolo temblar como una hoja de papel, prefería quedarse como un ovillo en remojo antes de ir a donde querían obligarlo.
Sin poderlo contener más y estando un poco más lúcido, comenzó a dejar caer algunas lágrimas que incontrolablemente, se transformaron en un llanto desgarrador al que Grayson no supo cómo enfrentarse. Su nariz y el borde de sus ojos estaban rojos de tanto que lloraba, primero se dejó hundir en el agua que apenas le cubría menos de la mitad del pecho y luego dobló sus piernas, llevando sus rodillas a su pecho, ocultando su rostro entre ellas para seguir desahogándose.
Sentía que, sin importar lo que las personas le pudieran decir, él estaba estancado en un lugar que ya no lo hacía feliz, «¿acaso siempre va a ser así?», se preguntaba una y otra vez, no logrando encontrar una salida.
Grayson apretó sus puños a sus costados mientras le dirigía una mirada lánguida, soltando un suspiro y dándole la espalda para comenzar a salir de aquel cuarto de baño que parecía querer asfixiarlo.
—Tienes veinte minutos —le dijo con hostilidad, mientras cerraba la puerta detrás de él y cerraba los ojos con fuerza, escuchando aún el llanto descontrolado del cantante.
Grayson deseaba poder ayudarlo, Dante era para él, el hijo que hubiera deseado tener porque era un muchacho apuesto, con integridad y buenos valores pero que, lamentablemente, las personas equivocadas lo estaban dañando. De verdad quería hacer algo pero, ¿qué podía hacer siendo tan solo un empleado más del montón en aquella empresa discográfica que crecía a pasos agigantados? Eran un montón de abusivos que constantemente hostigaban a sus artistas para su propio beneficio, pero Grayson, estaba seguro por sus años trabajando para Kevin de que sí, Dante no había sido el primero y estaba seguro de que tampoco sería el último.
Tal y como le había dicho, Dante apareció bañado y perfumado a los veinte minutos. Se había colocado unos pantalones de vestir negros y un jersey canelado del mismo color, junto con una chaqueta de abrigo que llevaba en la mano por si el clima se ponía frío.
—Lo siento —titubeó Grayson, mientras lo observaba mantener una mirada vacía. Sus ojos eran de un opaco color verde olivo, carentes de emoción y él sentía que lo había presionado horriblemente como Kevin lo hacía, no dándole tiempo a liberarse de sus angustias como lo haría cualquier persona.
—Vamos, no quiero que Marie tenga que esperar demasiado —se limitó a responder, mientras tomaba su celular guardándolo en el bolsillo de su pantalón.
Pasó por su lado, mientras se colocaba unas gafas oscuras para ocultar la hinchazón en el borde de sus ojos y lo esperó en el ascensor, donde su imponente silueta no tardó mucho en aparecer y sin dar muchas vueltas, presionó el botón de la planta baja. Al haber llegado al estacionamiento, ambos se subieron y durante el trayecto hacia la agencia de Marie donde la pasarían a recoger para marcharse al hospital, Dante no emitió sonido alguno. Incluso después de que ella estuvo a bordo, fue incapaz de devolverle el saludo y se dedicó a no desvíar su mirada del marco de la ventana a su derecha, tratando de entretenerse con el paisaje para no pensar en la realidad a la que se enfrentaba.
Marie miró a través del espejo retrovisor a Grayson y él le devolvió la mirada sin saber explicarle la manera en la que Dante había tocado fondo por unos penosos minutos porque, ni siquiera tenía la libertad para desahogarse como quería ni por cuánto tiempo quisiera.
Algo en ella dio un pequeño vuelco y se sintió culpable por hacer algo tan terrible como aquello al hombre que alguna vez había amado. Claramente había sobrepuesto sus propias preocupaciones por sobre las de Dante, pues en un principio ni siquiera le había importado averiguar si él tenía algo planeado en la intimidad de su vida y si aquel favor que le estaba pidiendo le dificultaba las cosas. Pero incluso después de saber su completo desagrado y ver cómo se oponía a ayudarla, no pudo evitar sentirse enojada.
¿Por qué simplemente no podía ayudarla?, al menos hasta que lograra encontrar una solución a su problema. Inevitablemente se mordió el interior de su mejilla a sabiendas que la mejor solución era decir la verdad y enfrentarse a las consecuencias. Pero todavía no estaba lista, aún no.
Al llegar al hospital, Dante bajó rápidamente creyendo que cuanto antes acabaran, antes podría irse a hundirse en su cama de alquiler para dormir tanto como le fuera posible, pensando en que aquella era la manera más efectiva y al alcance que tenía, para evitar pensar. Ya que estaba seguro casi al cien por ciento de que al regresar, Grayson se encargaría de negarle el completo acceso al alcohol.
Su novia falsa abrió su boca para tratar de entablar una conversación con él pero la frialdad de las expresiones de Dante la hicieron guardar silencio y dedicarse a seguirle el paso, mientras ambos caminaban hacia el interior tomados de la mano, apenas camuflados detrás de unos lentes de sol y unos cubrebocas, se dirigieron con algo de prisa al área para pacientes VIP, donde podrían quitarse aquello que vagamente les cubría el rostro y caminar con normalidad por los pasillos sin preocuparse de los fotógrafos de revistas de chimentos.
Pero en cuanto sus cuerpos que permanecían extremadamente juntos, ya que Marie lo sujetaba con uno de sus brazos mientras que con la otra mano acariciaba su pequeño abultado vientre que se marcaba gracias a la fina tela de lanilla del entallado vestido claro que vestía, los ojos de Dante se posaron sobre aquellos que desde unos breves instantes, lo miraban con opacidad.
Él la vio de soslayo al principio pero sin tardar mucho, supo reconocer aquel rostro que lo había conquistado a primera vista junto con su indiferencia. Aquella mirada cansina y algo turbada que Emilia mantenía fija en él, le había atravesado el alma, provocando que sintiera un leve escalofrío en su cuerpo y su piel se pusiera como de gallina.
Inmediatamente comenzó a cuestionarse el motivo por el cual ella se encontraba allí; si se trataba del daño producto de una pelea o algo mucho peor como un accidente.
La preocupación lo invadió rápidamente en cuanto ella cerró sus ojos casi al mismo tiempo que su brazo cubierto de tatuajes, se deslizó de la camilla para quedar tendido en el aire en el instante en el que los especialistas comenzaban a correr para sacarla de allí.
Sin poder creer del todo lo que veía, trató de seguirle el paso pero fue detenido por un par de manos que lo sujetaban fuertemente e intentaban hacerlo reanudar sus pasos en la dirección contraria. Entre quejidos, miró con molestia a Marie de manera breve y para cuando volvió a girar su rostro en dirección a Emilia, ella no estaba.
Deseó correr detrás de ella pero al mismo tiempo, se recriminó a sí mismo porque él no era nadie en la vida de ella como para hacer algo como aquello.
Desganado, se dejó guiar de mala gana mientras fruncía su entrecejo y rezongaba por lo bajo como un niño al que no le compraban lo que quería. La mujer a su lado lo miró extrañada no solo por aquella actitud infantil, que nunca antes había tenido y mucho menos en público, sino que también con una mezcla de intriga por como él movía su cabeza de adelante hacia atrás, tratando de mirar a sus espaldas.
—¿Dante, qué ocurre? —preguntó sin titubear, mientras estaban próximos a llegar al consultorio del médico que le haría una ecografía.
Él se zafó de su agarre con algo de brusquedad y sintió cómo su pecho le comenzaba a arder, solo quería cerciorarse de que aquello que había visto era real y no un producto de su imaginacion causado por los nervios que sentía al estar en aquel hospital dónde su padre había fallecido hace tres años atrás.
—No sé por qué tengo que hacer esto —protestó enfadado, mientras se giraba sobre sus talones para observarla directamente—. Estoy cansado de esta mierda, Marie. Yo no soy la persona que debería estar aquí contigo hoy —negó con un simple movimiento de su cabeza y comenzó a retroceder.
—¿De qué estás hablando?, dijiste que me ayudarías —le recordó ella, mientras intentaba acercarse para tomarlo de la mano.
—Sabes muy bien de lo que te estoy hablando, Marie… —interrumpió antes de que la misma continuara haciéndolo sentir miserable por no querer seguir, pero es que él también tenía que ser libre de poder decidir algo como aquello—... ¿acaso no te gustaría más estar acompañada del hombre que amas? —cuestionó con una mirada desesperada.
Ella miró sus pies enfundados en unas botas cortas de tacón cuadrado y de color blancas—No importa lo que a mí me guste… —susurró entre dientes con un deje de tristeza—... a nadie le importa lo que yo o tú quieras, Dante, ¿es que no lo entiendes? —lo miró fijamente, mientras arrugaba el entrecejo—. Somos figuras públicas gracias a ellos y tienen la suficiente autoridad como para controlar nuestras vidas; velarán por nuestro bien siempre, tienes que entenderlo.
—¡No, la que no entiende eres tú! —exclamó harto—, ellos forman parte de una gran industria que controla nuestras vidas porque lo permitimos. Ellos no buscan nuestro bien, buscan el suyo y si nos tienen que hacer sentir miserables para no dañar la imagen de la compañía, lo harán —finalizó dando por terminado el asunto, se dio media vuelta y se alejó de aquella mujer.
—¿¡A dónde crees que vas!? —le gritó confundida. Él no respondió—, entonces es por ella, ¿verdad? —insistió, logrando que esta vez, Dante se detuviera de su intento de escape.
—No sé de lo que estás hablando —dijo firme, sin ser capaz de seguir avanzando.
Marie sonrió con sorna al notar el pequeño conflicto interno que se desarrollaba en él ahora la situación le quedaba un poco más clara—Sí lo sabes… es la chica que estaba en la camilla, ¿verdad? —comenzó a acercarse a él—. Ella es el motivo por el cual te comportas tan reacio a este estúpido favor.
Dante cambió el peso de su cuerpo de una pierna a la otra mientras llevaba su mano izquierda a su cabeza tomando pequeños mechones y, tirando de ellos, trataba de controlar el revuelto de emociones que comenzaban a hacerse presentes en su interior.
Quería o más bien necesitaba ver a Emilia y saber que se encontraba bien.
Sin reparar mucho en ella, retomó su andar alejándose, dejando a Marie confundida por aquella actitud. Si bien sabía que a él le molestaba seguir con aquella farsa y que desde el inicio no había estado de acuerdo con ello, no era la primera vez que le tocaba mentir para el ojo público y muchas otras veces, había agachado la cabeza y se había comportado como le habían pedido.
Entonces se encontró preguntándose sobre quién era ella realmente como para lograr que Dante, la persona más sumisa ante la industria que le abrió la puerta a tantas oportunidades, se revelara. Entre más lo pensaba, más inquietud y molestia comenzaba a sentir, no quería que él se olvidara del acuerdo pactado y tirara por la borda aquella fachada que la protegía de ser juzgada y que también protegía al hombre del que se había enamorado.
Cuando Dante llegó a la recepción, apoyó ambas manos sobre el mostrador y se inclinó levemente hacia adelante, clavando su mirada en la recepcionista detrás de la computadora.
La mujer, de no muy avanzados años, lo miró cansina acostumbrada a ver cientos de miles de rostros diferentes con mezclas de expresiones similares a la que él portaba en ese momento y como si lo que estaba apunto de decir no fuera más que un guión que había aprendido de memoria, le preguntó:
—¿Nombre del o la paciente? —miró la pantalla fijamente, mientras dejaba caer las gafas de marco fino a la punta de su nariz.
—Forks, Emilia Forks —se limitó a responder.
La mujer tecleó aquel nombre en la computadora y luego de revisar unos papeles que tenía a su alcance, asintió volviendo a dirigirle una mirada rápida al hombre frente a ella para seguir tecleando información en el sistema—¿Es algún familiar cercano de la paciente? —preguntó mientras lo miraba inquisitivamente.
Dante pareció dudar en dar una respuesta pero advirtiendo que no le darían la información a menos que fuera alguien cercano, decidió mentir—Soy su novio.
—Bien, por el momento solo puedo decirle que la paciente fue ingresada hace poco tiempo. En estos momentos el médico se encuentra revisando su estado y aún no hay un informe detallado —explicó—, pero puedes aguardar en la sala de espera hasta que el médico tenga el parte listo.
Él asintió entendiendo la situación y se marchó no sin antes agradecerle, caminó levemente apresurado pero se detuvo abruptamente al encontrarse con una sala de espera con muchas personas presentes. Acomodando sus gafas, que había dejado sobre su cabeza por respeto antes de hablar con la recepcionista, cubrió sus ojos y comenzó a retroceder lentamente intentando no llamar la atención para pasar desapercibido entre todos aquellos allí presentes; no reconoció ningún rostro, pensó en llamar a Malcom para que se acercara a él pero al no verlo allí, supuso que no estaba enterado de lo que acaba de ocurrir y no supo tampoco si haría lo correcto en llamarlo porque quizás alguno de los presentes lo había decidido así. Quizás no era tan grave, no iba a ser el responsable de preocupar a su amigo.
Torpemente, al intentar voltearse para regresar por donde había llegado, se chocó de frente con otra persona, provocando que los vasos de café que llevaba en manos se derramara sobre ambos y estos se quejaran debido a lo caliente de la bebida.
—¡Maldición! —se quejó la otra persona, mientras tomaba con la punta de sus dedos su sweater gris y lo alejaba de su torso—, fíjate por dónde vas, imbécil.
Dante imitó su acción mientras miraba a sus pies tratando de evitar la mirada del contrario, como si el gran charco de café fuera más interesante que la persona frente a él. Lo último que necesitaba era armar un revuelo dentro del hospital y arruinar su imagen.
—¿Balth? —preguntó confundido un hombre de complexión atlética que vestía con ropa deportiva—, ¿qué sucedió? —insistió comenzando a acercarse.
—Este imbécil me derramó los vasos de café encima —se quejó, mientras sacudía su ropa tirando de ella con sus dedos.
—¿A quién demonios le dices imbécil? —cuestionó Dante, sin poder contenerse, elevando la vista, llevándose una sorpresa doble.
—¿Uh? —frunció sus cejas rubias, mientras que sus ojos se iluminaban y una pequeña sonrisa comenzaba a ensancharse—, ¡Hey, tú eres ese cantante de rock, Mitras! —exclamó. Luego miró con desaprobación a la otra persona que se mantenía asqueada por la humedad de sus prendas y lo tomó por el cuello, dirigiendole una mirada de disculpas al cantante—. Ah, lo siento mucho… mi hermano es muy torpe. Solo sabe avergonzar a la familia… —cuchicheó con un poco de diversión, mientras recibía un codazo.
Dante lo miró entretenido, mientras aceptaba el saludo de manos que le ofrecía el parlanchín. No podía lograr asimilar aquellos rostros hechos como un par de copias duplicadas exactas y perfectas, ambos eran rubios, a pesar de que uno de ellos lo tenía un poco más oscuro pero sus ojos eran grises de igual profundidad. Quizás la única diferencia estaba en los lunares notables en diferentes lugares de sus rostros.
—Creo que no le agrado a tu hermano… —susurró Dante, mientras observaba como el chico se alejaba de camino a la sala de espera, para posteriormente recibir burlas de parte de otras personas que se encontraban allí presentes y que también lo conocían.
El otro chico chasqueó la lengua y le restó importancia mientras se paraba firme y entrelazaba sus manos por detrás de su espalda sin apartar la mirada de su hermano—No te dejes engañar, tiene todos tus álbumes en casa. Creo que hasta un póster tuyo pegado en la pared —no dudó en mandar al frente a su hermano—. Por cierto, mi nombre es Nathaniel Collins, mi hermano es Balthazar —se presentó—. ¿Qué te trae por aquí? —inquirió con notable curiosidad.
Dante relamió sus labios y después de tanto pensarlo, finalmente suspiró y dijo—La hija de un amigo está aquí, acabo de verla y quería saber qué fue lo que sucedió.
Nathan frunció sus cejas—¿Emilia?
—¿Conoces a Emilia Forks? —preguntó esperanzado.
El chico asintió—Su entrenador y yo fuimos quienes la trajeron —confesó—. No te preocupes, por lo que pudimos entender no se trataba de algo grave. Se golpeó la cabeza al caerse mientras estaba entrenando y se desmayó por la falta de azúcar, creíamos que se estaba alimentando correctamente, pero no fue así. Supongo que sentía mucha presión por tener el peso ideal para la pelea —torció los labios con algo de preocupación.
Dante quiso preguntarle a qué se refería con aquello pero cuando gritaron el nombre del rubio, este cambió su semblante y se disculpó con el cantante para dirigirse a la sala de espera.
El artista volvió a asomar su rostro por un costado de un pilar en el que se estaba escondiendo inútilmente de las personas y escuchó atentamente lo que el médico les estaba informando. Gracias al ser divino que la estaba protegiendo, ella no había recibido ninguna lesión grave tal y como Nathan le había dicho, solo se trataba de una contusión y una baja de azúcar en su sistema. Le realizarían algunos estudios adicionales y la dejarían irse a casa sin problema alguno.
Dante se sintió aliviado al escuchar aquello y dejó escapar un suspiro sintiendo como sus músculos se aflojaron y la tensión desapareció.
A medida que pasaban los minutos, se planteaba el hecho de marcharse de allí pero en cuanto escuchó su voz y unas carcajadas sutiles, sintió curiosidad, volviendo a asomar su rostro por el costado del pilar, logrando conectar su mirada con la de ella.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó confundida, mientras se alejaba lentamente de sus amigos y se acercaba a él. Sentía que el aire que llenaba sus pulmones comenzaba a pesar, no esperaba verlo allí.
—Quería asegurarme de que estabas bien, que bueno que así sea —respondió sin titubear, mientras se acercaba unos pocos pasos pero se detenía al notar como ella era incapaz de decir palabra alguna—. Lo que viste antes yo, yo no… —balbuceó sin lograr ordenar las palabras en su mente.
Ella se rió levemente, mientras negaba con su cabeza—No tienes por qué darme explicaciones —lo codeó suavemente y por primera vez, le dirigió una sonrisa honesta.
A él se le aceleró el corazón mientras pensaba en atesorar aquella sonrisa, le devolvió el gesto algo avergonzado y sin nada más que decir, cuando estuvo a punto de despedirse, ella lo detuvo sintiendo como si dos versiones de ella comenzaran una discusión dentro de su mente.
—¿Emilia? —preguntó él, intentando captar su atención.
—¿Te parece si salimos mañana? —divagó en cada palabra, no sintiéndose segura de aquello pero no logrando controlar aquel impulso.
Dante sonrió ampliamente y asintió—¡Claro que sí! —afirmó con entusiasmo y se despidió luego de intercambiar números para ponerse en contacto.
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