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"No" se repita una y otra vez Ares, sin poder decir más, sin que sus ojos parpadearan puesto que nada de lo que hiciera iba a cambiar la imagen de su hija sosteniendo entre sus brazos el cadáver de su hijo, el cuerpo de Alarick.

Angeline recostó la cabeza de su hermano con mucho cuidado sobre sus piernas, sus lágrimas caían sobre su rostro, deslizándose por sus ojos aun abiertos, los cuales la miraban pero ya no tenían ni un poco de brillo de vida, su piel estaba pálida y lastimada.

—¡NO PUEDES DEJARME! —vociferó Angeline —. Despierta, ¡ALARICK DESPIERTA POR FAVOR —suplicó y la respiración empezaba a faltarle.

Angeline se agachó lo suficiente para juntar su frente con la de su hermano, estaba frío.

—¿Qué voy hacer sin ti? —susurro—.No puedo, no puedo continuar con mi vida, no, no...¡NO QUIERO CONTINUAR SIN TI!

Draco apareció y al notar la desgarradora imagen, se quedó estupefacto. Observó a Ares creyendo que había sido él el autor de esta tragedia pero descartó la idea al ver reflejado desconsuelo en el rostro de aquel hombre frío y ruin.

El mortifago tenía una especie de trance, no se movía, no hacía más que ver a su primogénita llorar con el cuerpo de su mellizo en sus brazos.

Samantha llegó y casi se derrumba al percatarse de la escena, cubrió su boca con sus manos y en automático sus lágrimas salieron sin control.

Samantha cayó de rodillas, mientras cruzaba la mirada con la hermana de quien había considerado su gran amor, Angeline la miró, tal vez ella comprendía su dolor, tal vez...

Aquel momento inmovilizó a Draco, no tenía idea de cómo actuar, nunca había imaginado o si quiera pasado por un segundo en su cabeza el tener que consolar a su novia sobre la muerte de un ser amado, sobre todo, de su propio hermano. Draco muy en el fondo estaba tan dolido como Angeline, al fin empezaba a entenderse con Alarick, quizás igual o más que la primera vez que se conocieron. Creyó que acabando esto, volverían a la normalidad, empezarían una vida juntos y su relación tanto con su novia como con quien hasta ese momento consideraba su único y más fiel amigo, pero claro estaba, que eso ya no pasaría. Alarick no despertaría.

Alarick se había ido, la unión con su hermana por primera vez se había roto desde la raíz , y sin forma de solucionarlo, no se trataba de una pelea o un mal entendido. Fue la propia muerte quien había separado a los mellizos Edevane.

—Una carga menos, Ares —dijo con una fuerte risa gutural Rabastan.

Angeline sintió que la sangre le hervía al escuchar las sátiras palabras. Lo miro con odio como si se tratase del ser más inmundo que hubiese cruzado con su vida. Dejó con cuidado el cuerpo de su hermano en el suelo, tomó su varita con firmeza y se levantó.

—¡Vamos primor! Ya lo intentaste una vez...no...— Rabastan se tragó sus palabras. La chica casi lo mata de no ser que él se defendió al instante.

Una persecución empezó. Angeline iba tras el asesino de Alarick, dispuesta a cobrar la muerte de su amado hermano. Rabastan huía de ella como si el mismo diablo lo estuviera persiguiendo, Angeline se enfurecía cada vez que el mortifago bloqueaba sus ataques. Fue hasta que la sed de venganza ganó, logrando desarmarlo.

—Vamos, atrévete —insistió Rabastan con una sonrisa petulante, gustoso de provocarla y jugar con su pena—. ¡No seas cobarde! ¡No seas como tu maldito pad...!

Rabastan se tragó sus palabras en un grito de tortura, Angeline lo tenía bajo el maleficio cruciatus, sintiendo así una fuerte liberación de ira y coraje hacia el asesino de su mellizo

—Te dije que nunca...¡nunca! me compararas con mi padre.... —guardó silencio, deteniendo un poco aquella tortura.

Esta vez estaba decidida, no iba a fallar. No iba a contenerse, fijó su varita en el mortifago, alzo su brazo al aire y antes de que pudiera pronunciar algo, sintió nuevamente unos brazos que envolvían su cuerpo, apareciendo al instante en el interior de la Mansión Edevane.

Miró a su alrededor y junto a ella estaba Ares, apenas logrando mantenerse en pie, sin duda aún estaba débil sea cual se el motivo, su cuerpo lo demostraba, sus cortes, su rostro demacrado...

—¿Qué hiciste? ¿Qué mierda hiciste? —Angeline tenso su quijada y empezó a tirar de su cabello y golpear sus piernas con la palma de sus manos.

No medía su coraje, estaba de nueva cuenta atacando a su padre. Ares la desarmo con facilidad, cosa que la enfureció, decidió tomarlo más personal y se fue contra él, golpeando en el pecho y gritando todos los insultos que se le ocurría, el afligido hombre simplemente soportaba tanto golpe físico y emocional, no sabía cómo podía caber tanto odio en su hija. Ares no hacía el menor intento por controlarla o evitar que lo siguiera golpeando.

—¿Por qué? ¿POR QUÉ? —preguntaba Angeline a los cuatro vientos.

—Ibas a matarlo, Angeline...—respondió Ares de forma fría, aunque había algo diferente en su tono de voz.

Angeline le pegó una fuerte bofetada a su propio padre, volteando su rostro hacia su derecha.

—¡Lo mató! ¡Lo mató! ¡MATÓ A TU HIJO! —su rostro estaba rojo y sus ojos hinchados por su llanto—. TODO ES TU CULPA.

Ares reaccionó tomándola fuerte por las muñecas y clavando su mirada profunda y deshecha en la de su hija, su nariz estaba roja y arrugada por el esfuerzo de no quebrarse.

—¿Duele, no? —dijo Angeline con ironía, soltándose del agarre de su padre— .¡Sentir como te arrancan el alma! ¡Por tu culpa!

—Cállate...—exigió Ares dándose vuelta.

—Por tu culpa mi hermano está muerto ¡Mataron a mi hermano! ¡Mi vida! ¡Tu hijo! ¿Pides que me calme? Lo asesinaron frente a mi —Ares no decía más, dejo que se desahogará- —.¡No tienes idea de como me siento!

—Ibas asesinar a alguien, Angeline. Ibas a terminar siendo una asesina. ¿Eso querías, eh? Dímelo

—¡ME IMPORTA BLEDO COMO LE DIGAN! ¡Iba a vengarlo! ¡Iba a vengar la muerte de mi hermano! Tu no sabes...no sabes lo que estoy sintiendo ¿te lo has preguntado? Toda mi vida con él, todo mi mundo era Alarick, eramos uno...y de un día a otro me lo arrebatan ¡Eh! ¿Qué harías? ¿Qué harías si te arrebataran lo que más amas? —Angeline aparentaba ser una desquiciada en ese instante, su cabello rubio estaba despeinado, sus mejillas estaban tan rojas que parecían que explotarán y su garganta quemaba por sus gritos y el llanto —.Lo que más amas se escapa ante tus ojos ¿Qué harí...? Claro —rió sarcásticamente—tú no sabes de eso...no sabes lo que es perder algo que de verdad importa. ¡No lo sabes!

—¡YA BASTA! ¡TE DIGO QUE YA BASTA! —Ares se dio vuelta y gritó como nunca antes lo había hecho, tanto que había salpicado un poco de saliva de su boca y una lágrima bajaba por su mejilla derecha.

Angeline guardó silencio, no lo demostró, pero el grito y la expresión de Ares la tomó por sorpresa, no por el hecho de verlo furioso, no, parecía más que eso, fue un grito más bien de dolor, de años de tristezas empolvadas en su interior.

—Crees que sabes todo ¿No? Crees que eres la única que perdió algo pero no, aunque no lo creas, no eres la única. También luché y perdí... mucho ¡Demasiado! Más de lo que te imaginas, sacrifique a muchas personas, incluidas ustedes y... —suspiro y negó un par de veces —.no lo vas entender hasta que lo veas.

Ares se apoyó en su bastón que ahora por primera vez le ayudaba a mantenerse en pie, su caminar era igual al de un cojo. Su Primogénita lo seguía, caminaban por los pasillos de la mansión y a mitad de uno se les unió Artemis, la cual, no lucía tan imponente como antes, algo que extraño a la chica, más no tomó demasiada importancia. Llegaron al estudio, Ares se acercó a un cuadro enorme del cual ella no tenía consentimiento, era un marco dorado que decoraba la imagen de un Ares más joven y fresco. El se acerco y susurro unas palabras las cuales Angeline no logro entender muy bien.

El retrato cambió ante sus ojos, ya no estaba Ares solo, ahora, junto a él y abrazada a su pecho estaba su madre; Demetria. El parecido entre ambas era impresionante ni ella podía creerlo, solo podían distinguirla por sus ojos, Angeline tenía el mismo verde que su padre.

—¡Me haces valiente! —pronunció Ares.

Le pareció extraño que su padre mencionara eso. Pero no era más que una clave, a continuación, el retrato se fue abriendo dejando a la vista un pequeño cuarto. Ares se hizo a un lado y le cedió el paso a su hija, ella, aunque dudosa entró. No era un cuarto grande y tampoco había mucho que ver, las cuatro paredes tenían antorchas que iluminaban ligeramente el lugar y en el centro había algo que llamó la atención de Angeline.

—¿Qué es esto? —preguntó Angeline y justo a sus espaldas el recuadro se cerraba.

—Es un pensadero. Como te dije, no lo entenderás hasta que lo veas —Ares acercó la varita a su sien y extrajo de esta un hilo azul casi transparente, vertiendoló en el pensadero—, solo te puedo decir que...veas lo que veas, es la verdad. Aquella que has estado buscando, aunque creo que lo correcto sería decir: Aquella de la que no sabías.

Era lo que más deseaba; verdad. No en un momento así, pero si esto contestaría de una vez a todas las dudas que nunca pudieron ser resueltas, lo haría. Miro a Ares, no detectó la pizca de lo que una vez conoció, él estaba sufriendo...ya era más notorio por el apagado de sus ojos.

--empezar música--

Apoyó sus manos sobre el pensadero y sumergió su cabeza en este. Imágenes de una vida ajena pasaban frente a ella.

Veía toda la vida de su tirano padre resumida, desde el nacimiento y gran parte de su niñez totalmente acomodada, rodeada de lujos e inclusive amor de parte de los padres de Ares. Pasó la selección de su casa en Hogwarts, Ares de joven tenía un gran parecido con su primogénito, la única diferencia era el color castaño de su cabellera. Las imágenes se iban borrando como una ligera cortina de humo. Angeline sintió pena al ver los más tristes recuerdos de su padre.

Como lo fue verlo siendo molestado por los pasillos del castillo por alumnos de diferentes casas, incluida la de slytherin, recibiendo insultos y objetos que le arrojaban. Logrando identificar a Lucius Malfoy, y el propio Sirius Black junto a varios chicos de gryffindor. También pudo ver el triste funeral de sus abuelos, quienes habían dejado a Ares con tan solo 15 años, sin nadie más en el mundo, solo aquella pantera negra, guardiana de la mansión y lujos familiares.

El resto de su año escolar pasó volando y terminó en un recuerdo en especificó.

Había diversos estudiantes en el salón que reconocieron en cuanto vio al profesor Horace. Aislado de toda esa multitud estaba un Slytherin de 6to año con sus libros en mano y al parecer, el único que hacía caso a la voz de su profesor desesperado por la atención de sus alumnos.

—Miren todos, Edevane se peina como niñita —un gryffindor empujo al chico con su hombro—.. ¿Qué dices Edevane? ¿Te gusta que tu mami te haga trencitas? Eres una princesita —tomó la cola de caballo del chico y sus amigos reían.

Ares se soltó del agarre fulminándoles con la mirada aunque causando aún un par de carcajadas en los fastidiosos jóvenes.

—Escuché por ahí un rumor, Edevane —se burló Lupin—. ¿Es verdad que eres mitad sirena?

—Yo diría diría que es una sirena completa —Sirius estalló en carcajadas, sosteniendo su vientre de tanto hacer esfuerzo por burlarse—, por eso esa sedosa cabellera.

—Ya, déjalo tranquilo Sirius —una joven y hermosa Ravenclaw se interpuso entre ellos —. Te dije que si seguías fastidiando a los demás lo nuestro iba terminar.

—¡Vamos Demetria! Es broma, nos gusta divertirnos con la princesita —continuó burlándose Sirius, pero al ver el rostro enfurecido de su novia en ese entonces, prefirió dejar de fastidiar a Ares, no sin antes tirar sus libros al suelo y alejarse junto a sus amigos.

—¿Estás bien? —preguntó Demetria, ayudando a recoger sus pertenencias, su cabello era tan largo que caía como una cascada dorada sobre sus hombros.

El primer recuerdo, el primer encuentro de los padres de Angeline. Pudo notar la sonrisa sincera y cálida de Ares al conocer a quien en un futuro sería su esposa. La imagen se esfumó para mostrar los siguientes años de juventud de la ahora feliz pareja en Hogwarts. Se vieron a los padres de Neville; Frank y Alice, además de ver un par de veces como Ares enfurecía al ver a Black queriendo recuperar el amor de Demetria.

La imagen nuevamente cambió, esta vez a la boda, una boda llena de alegría felicidad, y una pareja que estaba completamente enamorada, danzaban rodeados de sus invitados, los familiares y amigos cercanos a los jóvenes padres de los mellizos, se notaba la alegría que sentían por ambos y el cariño hacía ellos. Los recuerdos cambiaban cada vez más rápidos, llegó a ver la buena relación de amistad que mantuvieron con los Longbottom y el día que Demetria se fue a vivir a la Mansión Edevane, y le confesaba a su esposo que esperaba la llegada de sus mellizos, quien en un principio pensó que solo llegaría al mundo su querido primogénito a quien ya le habían escogido nombre. 

El día estaba soleado. La ahora familia Edevane estaba en el jardín trasero de su Mansión. El pequeño Alarick de tan solo un año de edad jugaba con la cola de Artemis, que se movía de un lado a otro, Demetria reía al ver el fracaso de su hijo al no lograr atrapar la cola del felino, el cual, no tenía problema alguno en jugar con él y por otro lado estaba Ares, completamente contrario a lo que era ahora. Estaba sonriendo: feliz, reía al notar a su pequeña Angeline, la luz de su vida tratando de alcanzar a los cisnes que caminaban por todo el lugar. Por primera vez estaba viendo su niñez a través de los recuerdos de su padre, pudo verse jugar con su hermano, ser regañada incluso por Ares o pasando ratos tan divertidos que le era difícil imaginar que dentro de el hombre que ahora conocía, alguna vez haya existido la felicidad y el amor

Esta vez es una escena triste, Demetria cargaba a Angeline en sus brazos intentando cesar sus gritos y lograr que la pequeña durmiera, pero, por su mirada de desesperación, no era eso lo que la tenía tan estresada y preocupada, la dejo en la cuna sin saber qué más hacer y de la nada, Ares irrumpe en la habitación, sujetando su brazo izquierdo alzando la manga de su blusa y percatándose que su esposa, era portadora de la marca tenebrosa.

—¡No tuve opción! —gritó Demetria a la defensiva. Los gritos de los menores solo causaban más tensión. Ares se llevó una mano a su cabellera tirando de ésta por una notoria frustración.

—Entonces era cierto, tu madre me lo dijo ¿Cómo fue que pudiste Demetria? Ellos eran tus amigos, Frank y Alice eran tus amigos —escupió Ares—. Dime ¿acaso están muertos o que sabes? ¡RESPONDE!

—¡NO LO SE! ¿Sí? No tengo idea de que paso con ellos. Crouch y Lestrange me llevaron ante el señor tenebroso y me propio que si me unía a él mi familia estaría a salvo, pero debía...

—Traicionarlos...—completo Ares.

—No sabes de lo que es capaz, su presencia es espectral, Ares, eran ellos o nuestra familia. Mi respuesta era obvia ¿no crees? —argumentó y se sentó en la mecedora junto a las cunas—. Ares...¿Que haremos? —Demetria derramó unas cuantas lágrimas. Su esposo se arrodilló delante ella, tomando sus manos y besando cada una.

—Frank y Alice quizás ya no tengan salvación, pero los Potter tal vez sí —sugirió mirándola a los ojos poniéndose de pie al mismo tiempo que ella—. Demetria, ellos...son tus amigos, olvida un segundo lo que Potter y Black hicieron conmigo, James y Lily fueron amigos tuyos antes de conocerme, y tú no eres una traidora —suspiró y tragó en seco—. Tú solo tenías miedo...

—Si  les advertimos, que el señor tenebroso va por ellos, él va...—miró a sus espaldas la cuna de sus pequeños quienes no habían podido parar de llorar, Demetria sintió un hilo helado bajar por su espalda—. Lo siento...pero no quiero y no dejaré que toque a nuestra familia. Debemos permanecer a su lado para proteger a nuestros pequeños.

Ares sintió que una enorme avalancha se lo llevaba, no podía creer lo que la mujer de su vida había hecho, pero lo entendía y no si no tenían otra opción, lo mejor sería unirse al señor tenebroso.

—Si Voldemort mata a los Potter, la conciencia no va dejarte dormir, Demetria...pero no te dejaré sola —sus palabras reconfortaron a su esposa y ambos se unieron en un abrazo—.Tienes que advertirle a los Potter —sugirió Ares, mirándola a los ojos, poniéndose en pie al mismo tiempo que su esposa—. Demetria, ellos...son tus amigos, olvida un segundo lo que Potter y Black hicieron conmigo, James y Lily fueron amigos tuyos antes de conocerme, y tu...no eres una traidora —suspiró y tragó en seco—. Tú solo tenías miedo...

La imagen se borra, no hay más recuerdos felices. Se ve a un Ares abandonado su tan añorado hogar, aquel que por primera vez pudo otorgarle ese título. Los pequeños mellizos lloraban al dejar al leal felino en esa enorme mansión, Artemis cuidaría del hogar de los Edevane con la esperanza de un regreso pronto. Decidieron alejarse y escapar tras la muerte de sus amigos. Para encontrar refugio en el valle de Atena.

Una noche en la habitación de los mellizos, Demetria termina de arroparlos y darles el beso de buenas noches. Miraba con tristeza la imagen de sus amados hijos, mientras se apartaba de sus camas y con su mano temblorosa apuntaba con su varita a Alarick, su pequeño, el rey de su vida...sus labios tiemblan y sus lágrimas se asoman por sus hermosos ojos cubiertos de desespero. Una intensa luz comienza a salir por el borde la varita, sin embargo el maleficio rebota contra una de las estanterías llena de juguetes.

—¿Qué crees que haces? ¿Qué crees que estás haciendo? —Ares intentó arrebatarle la varita, pero su esposa lo alejaba.

—No pienso dejar que él los mate, No dejaré que Voldemort mate a mis bebés —Un forcejeo empieza, Ares logra sacarla de la habitación de sus hijos y en el pasillo siguen luchando el uno al otro.

Demetria grita cosas que su esposo no logra comprender aun. En un acto desesperado por liberarse, empuja su cabeza hacía atrás dándole un fuerte golpe en el rostro, cosa que aturdió a Ares por un instante y aprovecho para correr de regreso a la habitación de los menores, no iba a permitir que ella hiciera algo de lo que se arrepintiera después.Demetria lanza un hechizo contra su esposo, este le rebota en el lado derecho del rostro, provocando una terrible herida que atravesaba su ceja y su ojo. Ella está perpleja, observa la varita en sus manos temblorosas aún sin saber cómo es que está pasando esto, o mejor dicho. ¿Por qué está haciendo esto? La cordura ya no era parte de ella.

—¡No quieres hacer esto! —Ares se para delante de ella con sus manos en alto—.¿Qué pasa contigo?

—Volvió, el ha regresado para matarlos ¡Los va asesinar! —dijo cegada por el temor, el miedo la estaba consumiendo llevándola al borde de la locura—. ¡No pienso vivir para ver como alguien le quita la vida a mis hijos!

—¿Y piensas asesinarlos tú? —las palabras dichas por su esposo la detienen.

Demetria suelta la varita de sus manos y cae de rodillas al suelo reteniendo un grito desgarrador de desespero, estaba tan asustada por el peligro que sus pequeños corrían no solo a manos de mortifagos o del señor tenebroso, si no, de su propia madre. Ares la cobija con sus brazos de manera protectora.

—Estás asustada, lo sé, yo también lo estoy pero recuerda —tomó su rostro acariciando su mejilla y limpiando las lágrimas que caen con rapidez —, no estás sola.

Miro los ojos de su amado, aquellos que por años fueron su calma. Se levantó del suelo a la par de su esposo y ambos observaron a sus hijos, la inocencia de sus pequeños, lo mejor que ambos pudieron hacer era simple; fue tenerlos. La razón para que sean fuertes, para que sean valientes.

—Tienes que hacerlo tú...—soltó Demetria.

Fue difícil decir algo. La impresión de las palabras tan frías de su esposa lo asombraron.

—Ares, no lo entiendes. Voldemort va venir, tarde o temprano vendrá por nosotros y no tendremos de otra más que...más que —miró a sus hijos, y cada uno tenía una parte de su alma, eran la serenidad de Demetria aunque....ya no tanto como antes —.si él, si Voldemort sabe que me asesinaste, confiara en ti y no terminará contigo, eres lo único que los mellizos tienen, lo único razonable.

—Estas diciendo locuras, Demetria basta —su voz se cortó.

—No. Es una salida.Una salida para que nuestros hijos no sufran.

—¡Sufriran si tu mueres.

—Ares —Demetria estaba por caer en un colapso, ya la culpa no la estaba dejando vivir—, por favor, ya es tiempo de pagar mi error...¡Mi error!. No viviremos lo suficiente con él...¡Ares, retomara fuerzas! ¡Lo sé! Tarde o temprano, vendrá por nosotros...por ellos.

Sus pequeños no se habían movido de ahí ni un segundo, estaban disfrutando de sus más hermosos sueños velados por el leal felino que descansaba en medio de las camas, observando al matrimonio con atención. Demetria regresó a ver a su desconcertado esposo.

—No podré —Ares sollozo—. No puedo.

—Yo se que si... —ella lo besó por última vez labios de su amado esposo, sujeto sus dos manos y recargo su frente con la de él—. Por favor...solo así ellos podrán vivir tranquilos.

Sus manos se soltaron y Ares lo asimiló como si un pedazo de su alma le fuera arrancado. Negó rotundamente, pero...al ver el desespero de la mujer que más había amado, y pensar en que Voldemort pudiera asesinar a sus hijos, lo hizo ceder. Tomó su varita del interior de su saco y apuntó con firmeza a su esposa.

—No quiero que me odien —pidió ella rompiendo en llanto.

—¡Jamás lo harán! – respondió con un hilo en su voz.

Demetria sintió, las lágrimas caían una tras otra, observó una última vez a su esposo y luego la bella imagen de sus pequeños.

—Los amo.

Lo siguiente que sucedió fue tan rápido, la luz que desprendía la varita de Ares era el maleficio de la muerte que, así como siempre lo ha hecho cobró una vida más. Cayo de rodillas contra el suelo sin despegar la vista del inerte cuerpo del gran amor de su vida. Demetria había caído boca abajo, con el rostro en dirección a la cama de sus hijos, sus hermosos ojos azules estaban apagados y aun así, daban entender que lo último que deseaba ver antes de morir era lo que más amaba. Ares escuchó una voz detrás suyo y sintió un escalofrío en su espalda, regresó a ver a su hijo parado justo tras de él con el horror dibujado en su inocente rostro, se levantó, apretando su varita y apuntó contra su pequeño.El grito desgarrador de su pequeña los distrajo, Angeline estaba pegando gritos y lloriqueos, gritando por su madre deseando que despertara.

Su padre en un momento desesperado lanzó un pequeño hechizo que hizo dormir de nuevo a la niña, cayendo delicadamente sobre su cama.

—¡Alarick! —se acercó a su primogénito, poniéndose a su altura y evitando que siguiera viendo el cadáver de su madre.

La bruma se lleva todos esos recuerdos y se ve a una pequeña Angeline tiempo después, jugando en el jardín de Celeste un día de primavera, cuando se topo con un hermoso minino negro. Ella lo ve como la criatura más hermosa que haya encontrado, lo toma en sus brazos y lo acaricia con todo el amor que puede dar. Va corriendo con su hermano y él aunque no tan feliz como ella, igualmente le hace un gesto de cariño al pequeño gato.

La imagen ahora es algo más actual. Se ve a Alarick salir de esta misma habitación en la que se encontraban, él está completamente trastornado, sus ojos estaban rojos y Ares no hacía nada más que asentir y tomarlo por los hombros como forma de consuelo, no había duda que él también había visto todos esos recuerdos de sus padres y se había enterado de toda la verdad, tal vez recordado.

—Ella...—Alarick relamió sus labios saboreando sus lágrimas y la tristeza de conocer la verdad.


—Demetria perteneció a la orden del fénix y yo también —admitió—. Pasaba el mayor tiempo posible junto a los Longbottom, porque ya se había esparcido el rumor sobre la profecía del señor oscuro, ella quería ayudarlos, de verdad que Demetria quería cuidar a sus amigos, pero una noche fue capturada por Barty Crouch Jr y Bellatrix Lestrange, torturandola para hacerla hablar, llevándola ante el señor tenebroso. Amenazaron a tu madre con asesinarla si no decía nada, y lo que hizo fue delatar a los Longbottom y a los Potter. Debido a eso, Voldemort le perdonó la vida y la hizo unirse a su séquito, pero solo era una forma de recordarle que si lo traicionaba, el mismo la mataría y a ustedes —continuó relatando viendo a su hijo negar y alejarse un poco cubriendo su rostro lleno de desconcierto—. El miedo la cegó, fue con tu abuela, con Celeste a quien le suplico no decir para, pero por supuesto que ella me lo dijo, yo no iba a dejar que tu madre estuviera sola, por eso decidí unirme, intentamos buscar un plan, alguna forma de que los Potter siguieran a salvo, ella durante todo ese tiempo escondió su marca, y yo me hice pasar como el traidor y un leal seguidor de Voldemort, no quería que los de la orden se fueran en contra de ella, además que habían escondido a los Potter durante mucho tiempo, hasta que Voldemort dió con ellos y tu madre advirtió a Black para que hiciera algo...pero eso no terminó bien, el fue inculpado por la muerte de sus amigos, y de alguna forma Voldemort supo que Demetria había advertido a Black para que el avisará a los Potter, mandó entonces a los hermanos Lestrange a asesinarnos pero mientras eso pasaba, Voldermot caía por primera vez. Fue nuestra oportunidad para escapar de todo el mundo que conocíamos, buscábamos la forma de empezar de cero, pero, por desgracia tu madre no volvió a ser la misma. Fue todo muy difícil, sus mejores amigos terminaron vueltos locos, los Potter muertos y Black en Azkaban la culpa jamás la dejó dormir.

—¿Pero por qué asesinarnos? —pregunto Alarick con voz quebradiza.

—Demetria perdió la cordura. Voldemort volvió 11 años después y buscaba terminar con todos aquellos traidores, entre ellos nos encontrábamos tu madre y yo. Fue por eso que decidió que la matara...para que así, Voldemort confiara plenamente en mí y así yo los podría mantener a salvo, pero sabía que eso era incluso más peligroso. Por eso fingí mi muerte tantos años, y los dejé en donde creí estarían a salvo, con su abuela. —Ares parecía estar avergonzado—. Alarick, jamás fue mi intención causar tanto daño.

—Ella nos daño mucho y yo ni siquiera lo podía recordar —dijo Alarick sintiéndose como un niño pequeño al conocer todo, incluso a él le habían ocultado todo, haciéndolo creer mucho tiempo que lo que su padre le decía y había dejado en su cabeza, era verdad.

—No —se acercó a su hijo, sujetando su rostro entre sus manos para que lo mirara—. Tu madre los amaba con todas sus fuerzas e hizo lo que cualquier padre haría con tal de proteger a sus hijos, nunca dudes de eso, Alarick. Si algo en lo que jamás podré mentir es en el amor que tu madre y yo sentimos por ambos.

Alarick se apartó y salió de la habitación enfurecido y secando las lágrimas de su rostro. 

Los recuerdos habían terminado, Angeline había vuelto a la realidad. Ahora estaba más confundida que nunca, una ola de preguntas y demasiada tristeza chocaban con fuerza en su corazón, acelerándolo al grado de desear morir para olvidar todo lo que había visto.

—¿Aún crees que no se lo que es sacrificar y perder lo que más amas? —Ares derramó una lágrima, su mirada estaba perdida sobre la alfombra del suelo—. Por locura y por amor se hace todo...

Un silencio se volvió el rey por unos minutos que se convirtieron en horas para los Edevane. Ahora todo tenía sentido. Angeline formó una sonrisa y luego se soltó a reír haciéndola lucir como una psicópata, estaba teniendo un colapso emocional, la risa se volvió llanto.

—Descubrí tiempo después que ambos habían heredado la legeremancia, no quería abandonarlos, aunque realmente nunca lo hice —miró a Angeline en total silenció, esperando a que terminara de hablar—. Cuando cumplieron la edad suficiente decidí acercarme a Alarick, explicándole un poco la verdad disfrazada de una mentira—hizo un raro gesto que por un momento a Angeline le recordó a su mellizo, Ares jugaba con su manos.

—Ella, sufrió tanto, y al mismo tiempo entre tanto sufrimiento pensó en matarnos —dijo Angeline entré risas nerviosas.

—Su madre los amaba tanto que no soportaría ver como alguien les arrebataba la vida.

Ares suspiro alargo un suspiro.

—Escucha, Angeline, no te mostré esto para ganarme tu cariño, eso yo sé que nunca lo obtendré. Lo hice, porque quiero que entiendas que sacrifique mi vida entera para que ustedes estuvieran bien por la promesa que le hice a Demetria y, por amor —anunció Ares con pesar—. No solo perdiste a tu madre esa noche, yo perdí al amor de mi vida y ahora... —apretó con sus manos su bastón y retuvo un nudo en su garganta luchando porque el llanto no lo traicionara—. También he perdido a mi hijo.

Angeline mordió sus labios y desvió la mirada hacía el suelo, igualmente reteniendo el sentimiento que compartían. Ambos conectaron sus miradas, jamás se habían visto tan iguales.

—A pesar de todas sus equivocaciones, a pesar de que tuvieran todas las razones para odiarla, no lo permití. Los amé demasiado como para dejar que me odiaran... —finalizó Ares saliendo de aquella habitación, dejando a su hija sola en un mar de tristeza y confusión.



 Hola Holaaaa, estamos a nada de culminar esta historia.

¿Qué piensan de los padres de los mellizos? 

Y sí, Sirius y Demetria fueron pareja durante su juventud xd Los mellizos estuvieron a nada de ser Black, ¿Se imaginan?

Gracias por seguir leyendo, y perdón por romperles el corazón con la muerte de Alarick, ¿Cómo se sintieron?

Ya saben que amo leer sus comentarios.

Nos leemos pronto. 


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