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𝐓𝐮𝐫𝐧 𝐦𝐞 𝐨𝐧 | 𝐱𝐢𝐢


[ En el pasado ]

El viento soplaba con fuerza haciendo que su falda escolar revoloteara y amenazara de mostrar sus bragas a cualquiera que pasara debajo. Pero, la verdad, es que poco le importaba. Se limpió las lágrimas de las mejillas con la manga de la chaqueta negra y continuó viendo el suelo en la lejanía. 

Su corazón no paraba de latir con brusquedad hasta el punto de hacerle doler el pecho, al parecer su cuerpo estaba conciente del acto impulsivo que iba a cometer, pero ella no.

En lo único que podía pensar era en la mirada gélida de su madre, llena de repudio e insatisfacción. “Mí hija es una fracasada sin quirk” en eso se había resumido la relación con su madre desde que tenía seis, por cada año que pasaba Haru la despreciaba, alejándose más hasta dejarla sola.

Pero... ¿qué otra cosa podía esperar de alguien tan superficial e interesada como ella? Se llevó los dedos al puente de la nariz respingada y pequeña que todos le halagaban.

Los recuerdos la inundaron haciéndola enfurecer...

Ya que no destacas con una habilidad, ni con tus notas, deberemos hacer algo para que sobresalgas—le informó Haru frente al médico.

Observó sus pies flotar por la incapacidad de llegar al suelo en ese sillón que estaba sentada. El ambiente la tensaba, era frío, hostil, lleno de desamor.

—Comenzaremos por esa naríz—afirmó sin si quiera pedirle opinión.

Akiko no protestó, a pesar de que su nariz no era fea ni digna de burlas, era una nariz normal. Pero al parecer no llegaba a satisfacer a su madre físicamente tampoco.

A partir de ese día Haru la obligó a hacer deportes, estudiar sin descanso, aprender idiomas y tocar diferentes instrumentos. «Debes compensar la desgracia que nos trajiste». No era un secreto que ella desde que se casó daba por hecho una habilidad fenomenal para su bebé, ya que Tenko, su esposo, tenía un quirk sanador y Haru podía hacer sentir una gran cantidad de dolor agonizante a quien quisiera con sólo mirarlo.

—¡¿Cómo sabes que no tengo quirk si jamás me llevaste a un médico que lo comprobara?!—gritó Akiko furiosa mientras su madre firmaba los papeles para la rinoplastia.—En las radiografías viste perfectamente que mis pies son normales, no tengo ningún hueso extra o lo que sea que indique una anomalía.

—No te voy a llevar a un doctor para que nos diga lo obvio y me mire con pena por ser tu madre—la sala quedó en silencio, dejando ese ruido de roce del bolígrafo con el papel.— Siempre tienes esa manía de hacerme pasar vergüenza ajena.

Aún así, todas esas operaciones macabras y traumáticas le hicieron elegir su carrera. Esas vendas le dieron curiosidad de saber más, de saber por qué le atraían tanto en lugar de darle ganas de vomitar. Le pareció que la sangre podría ser una gran compañera de vida, si era expuesta por razones buenas, claramente.

No saltaría por angustia o cansancio, saltaría para hacerla pasar vergüenza de verdad, para que todos cuchichearan sobre su hija suicida a sus espaldas cada vez que entrara a una fiesta. Para volverla loca, para atormentarla por sus actos a persar de que no se arrepintiera.

—¡Espera! ¡¿Qué haces?!—escuchó a un chico gritar detrás de ella.

Soltó un bufido y ni siquiera volteó a verlo, ahora debía tirarse, ya mismo, porque sino no podría luego. “Que pesado” pensó antes de tirarse sin pudor hacia delante.

El viento golpeó su rostro y azotó su largo cabello negro, permitiéndole ver mejor cómo se acercaba cada vez más al suelo. Desde su percepción fueron horas... pero enrealidad eran segundos. Segundos en los que Yagi la tomó de la cintura saltando con ella.

Su mirada chocó espantada con Toshinori frente a ella. Sus ojos azules transmitían pánico y confusión, se había dejado llevar por el impulso sin pensar dos veces, y ahora estaba allí a punto de morir.

Pero no se arrepentiría, si esa era la manera de ser un héroe la cumpliría correctamente. Yagi la abrazó pegándola a su pecho, quizás así podría salvarla...

[...]

Los oídos de Akiko estaban siendo atormentados por un horrible pitido. Todos sus sentidos estaban aturdidos, no comprendía qué pasaba, su cuerpo se sentía relajado, como... si flotara entre. nubes o estuviera acostada en algodón, algo irónico porque varias partes de su cuerpo se encontraban fracturadas.

Levantó su mano al sentir algo viscoso recorrerlas, allí observó un líquido rojo, casi bordó, espeso y lento que descendía por su muñecay dedos.

Sus ojos pasaron a admirar el suelo con pesadez, las baldosas estaban cubiertas por lo mismo. Logró erguir involuntariamente su espalda y sentarse.

La imágen delante de ella era terrible, rápidamente su mente hizo un click y conectó ese líquido rojo a lo que en verdad era. El olor le causó arcadas, y comenzó a llorar de la impresión al encontrar a su compañero destrozado debajo suyo.

Ahora por culpa de su egoísmo había matado a una persona, y tendría que vivir con eso toda su vida. Años de miseria por querer atacar a su frívola madre.

—¡Aaahhhhh!—su garganta se desgarró por el grito de terror que dió.

Grito que no paró allí y desencadenó una ráfaga de emociones extremadamente intensas que despertaron a su quirk.

Su garganta descansó cuando la impresionante luz rosada la envolvió a ella y a Toshinori. Sus párpados no podían abrirse más del asombro, no entendía qué pasaba pero esa energía corriendo por sus venas la hacía sentirse completa. Ahora todo encastraba en su lugar, en el rompecabezas que era Akiko.

Sonrió feliz, la alegría estaba por explotar su corazón. “Sí tengo un quirk” bajó rápidamente la cabeza para ver al chico, sus heridas sanaban a toda velocidad al igual que las propias. Rió y gritó de la emoción, había soñado tantas veces con eso que lucía irreal.

[ En la actualidad ]

Akiko estaba siendo acribillada de preguntas por parte de la clase 1-A, quizás no fue lo mejor encerrarse en un autobús con veinte niños curiosos para despejarse. Aunque le gustaba que no la miraran como a una idiota egoísta que ocultó algo tan valioso para la sociedad por su carrera.

—Señorita Yosano, ¿eligió ser médica por su quirk?—los grandes ojos de Ochako la observaron en espera de una respuesta.

Tardó unos segundos en responder y pudo notar el interés de Aizawa por la respuesta.

—Creo que todos coincidimos en que sería un desperdicio no serlo con la habilidad que tengo—sonrió levemente—, pero no, la medicina llegó antes a mí que mi quirk.

Tenía dos razones por las cuales ser doctora, su afición extraña a la sangre y su pasión de desafiar a alguien tan imponente y natural como la muerte misma.

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