𝐓𝐮𝐫𝐧 𝐦𝐞 𝐨𝐧 | 𝐯𝐢𝐢𝐢
Akiko llevaba dos días observando a su amigo ser carcomido por los nervios, algo pasaba y se lo ocultaba. Entró a la sala de profesores con su café en mano y una expresión analítica, Yagi se tensó al ver tal semblante en el rostro de la doctora, sabía perfectamente lo que significaba "Ya se dio cuenta".
—Buenos días, Aki...
—¿Qué te sucede?—preguntó de manera directa y tajante sin rodeos, en un tono bastante serio.
Toshinori introdujo sus manos en los bolsillos delanteros del traje y suspiró antes de contestar.
—Sorahiko instruirá a Deku durante la pasantía.
La frialdad se desvanecieron de los ojos de Akiko y fue reemplazada por una inmensa sorpresa, su boca se abrió parcialmente sin saber qué decir. Hacía años que no escuchaba ese nombre.
Quiso hablar, pero antes de poder hacerlo su celular comenzó a sonar, lo tomó rápidamente y bufó al ver el nombre en pantalla. Le indicó a Yagi que le diera un minuto y salió de la sala de maestros, mientras aceptaba la llamada.
—Hola, mamá, ¿Cómo estás?—preguntó monótonamente, maldijo interiormente al ver el pasillo colapsado de alumnos en su receso.
Caminó por los pasillos más desolados de la UA para no ser fastidiada, aunque ya lo estaba por hablar con su irritante madre.
—Cariño, necesito que vengas unos días a Hosu...
Yosano golpeteó ansiosamente el fino tacón de su zapato contra el suelo, sospechando el interés detrás de esa llamada.
—Mamá, estoy ocupada trabajando como para cuidarte de otra de tus cirugías, tienes un montón de empleados para eso—interrumpió frustrada.
—Por favor, Akiko, ¿Cuánto trabajo puedes tener en esa escuelucha? Puedes tomarte unos días para visitarme. Además, Yagi dijo que tendrían tiempo libre por las pasantías de los alumnos—apretó el teléfono con enojo, como siempre metiéndose en su vida—. Hablando de él... obviamente piensan volver, ¿no? Porque no puedes dejarlo. ¿Dónde conseguirías otro así?
—Sí, sí, estaré allí mañana—sin más cortó.
Se tironeó furiosa el flequillo como si de una niña se tratara, y chilló con fuerza. Gracias al cielo estaba sola y nadie la veía cometer tal berrinche poco profesional, había vuelto, y ahora tenía ganas de matar a Yagi "¡Por qué demonios se hablan! Ella lo debe haber llamado". Haru Yosano era una presencia omnipotente en la vida de su hija, si llegaban a verse dos veces en el año era mucho, pero estaba al tanto de todo lo que le pasaba. Al parecer no le gustaba que estuviera tranquila, necesitaba meterse cada que podía por razones egoístas y huecas.
Le faltaba el aire de la ira, "Piensan volver, ¿no?" esa frase se repetía una y otra vez en su cabeza como un disco rayado, mientras nuevamente caminaba furiosa a la sala de maestros para enfrentar a Toshinori por lo que hizo, aunque mejor dicho era descargar toda su bronca contra él cuando no tenía la culpa de que Haru fuera una víbora.
—¿Hablaste con mi madre? ¿Qué le dijiste?—preguntó completamente irritada, sus mejillas estaban rojas y prácticamente lo quemaba con la mirada. Yagi frunció el ceño desconcertado por su repentino comentario—¡Contesta!
—Tranquila... ella me llamó creyendo que como habías venido a trabajar aquí conmigo habríamos vuelto—trató de tomarla delicadamente del brazo para calmarla, pero Akiko se apartó.
—¡Y no me dijiste! Sabes perfectamente que cuando hace eso es por algo—lo miró fijamente con lo ojos oscurecidos por la furia.
—No me pareció que fuera importante...
—¡Eres un idiota! ¿Cómo se te ocurre hacer tal cosa?
Salió del lugar dejándolo solo, él trató de seguirla pero el director lo interceptó a mitad del pasillo y la perdió de vista. Quizás era lo mejor, cada vez que discutían de esa forma ella escapaba, él trataba de hablar pero lo empeoraba, y Akiko se encerraba en su propio mundo, colapsada por el estrés, la ira y sus manías.
Yosano terminó en la azotea del edificio, tomó una gran bocanada llenando sus pulmones en su totalidad, como si llevara años sin respirar aire puro. Cada vez se replanteaba más si su tan añeja relación de amistad era buena o comenzaba a decaer en algo tóxico, quizás la estaban asfixiando la indecisión y las inseguridades que rondaban en su mente.
¿En verdad era por su trabajo que no quería estar en la UA? ¿O en realidad era porque ya no quería ser parte del sueño de Yagi? Se sentía mal por pensar en eso, por ver a su amigo como un obstáculo, si lo ayudaba debía ser con ganas y no por compromiso después de todo.
Se apoyó sobre el barandal que impedía una caída desastrosa al suelo, y observó ese vacío, ganas de saltar no le faltaban, no para suicidarse, sino porque sentir dolor le hacía pensar mejor. Trató de recordar la última vez que lo hizo, sus memorias la remontaron a sus veinte años con la muerte de Nana. Claro que esa manía era exclusivamente suya y jamás se la contó a nadie, ni siquiera a Yagi.
Analizó el panorama y empezó a hacer cálculos, ese lado de la azotea daba a una cancha vacía de la academia, sin ventanas o alumnos presentes. Sonrió complacida, se quitó los zapatos y se paró de puntas en el barandal, caminando por este como si fuera una equilibrista, su quirk tenía una ventaja interesante, podía conocer el placer y la paz de la muerte una y otra vez sin límite alguno.
Pasados unos segundos se dejó caer de espaldas hacia la nada. Sintió el viento romperse contra su cuerpo, vio el cielo hermoso y despejado, sus problemas ya no importaban, nada importaba más que esa caída.
Pero, antes de estrellarse contra el suelo, un fuerte tirón en su cintura le impidió seguir, el dolor de semejante azote fue intenso y le quitó el aire de los pulmones. Su cabeza parecía partirse en dos por el cambio tan repentino de movimiento.
Miró hacia arriba aturdida encontrando a Aizawa observándola con seriedad. "Mierda, ahora piensa que estoy loca" maldijo y se dejó colgar harta de su cinta como peso muerto, que día horrible, y encima a penas era medio día, quizás la esperaban más catástrofes a la vuelta de la esquina.
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