𝐓𝐮𝐫𝐧 𝐦𝐞 𝐨𝐧 | 𝐢𝐱
Y allí estaba, colgando de malhumor y debatiéndose mentalmente en qué decirle, cómo excusarse sin desvelar su quirk. "O soy una maniática suicida o me arriesgo a que todo lo que mentí en mi vida no valga nada y se caiga a pedazos".
Vio como se alejaba del suelo al ser jalada hacia arriba, se imaginó como uno de esos peluches que hay en las máquinas de los arcades, siendo extraída hacia algo que no quería afrontar. Aunque tenía que admitir que ser premio de Aizawa era una fantasía divertida. "Genial, a menos que le gusten las locas, voy a tener que buscar a otro" con lo mucho que le atraía Shouta, que pena, tenían una química excelente.
Al por fin llegar a la cima, Aizawa la sujetó con firmeza de la cintura y la dejó suavemente en el suelo, su piel se erizó por el repentino frío en sus pies que atravesaba las medias de nylon negras.
Shouta la observó atentamente, no lucía como una suicida, más que nada porque Akiko estaba de brazos cruzados, ceño fruncido y la mirada en blanco, como haciendo un berrinche.
—¿Me dirá la verdad, doctora Yosano, o pretenderá ser una suicida?—preguntó con un cierto tono de diversión en su monótona voz.
Akiko lo miró enojada, le quitó la mano de su cintura con suavidad, notando la textura de su piel y la temperatura fría del contrario. Disimuladamente miró la diferencia de tamaño entre ambas, la mano de Aizawa le ganaba a la de ella por más de cuatro centímetros, "más te vale que las sepas usar bien, porque me voy a enojar si no es así".
—Si ya sabes la respuesta para qué preguntas.
—Sabes... ¿Por qué no me explicas lo que sucedió de verdad con los villanos mientras tomamos un café alguno de estos días?
Akiko levantó la cabeza para verlo, los oscuros ojos de Aizawa la observaban expectantes por una respuesta. Quizás el día se remontaba un poco mejor después del desastre.
[...]
Bajó del tren con su maleta en la mano, llevaba más ropa de la que necesitaba para tres días, porque conociendo a Haru, ella tomaría su esclavitud para presentarle hombres adinerados y de estatus alta con quienes le gustaría verla salir. Sonrió involuntariamente al pensar en su "cita" con Aizawa, si su progenitora supiera con qué hombres actualmente le gustaba acostarse probablemente no le volvería a dirigir la palabra. Se rió al imaginar su rostro si le presentara a Shouta, un héroe que actualmente ejercía como profesor, desalineado, inexpresivo y desinteresado por cualquier estupidez que a Haru le inquietara.
Caminó por las calles de Hosu con tranquilidad mientras pensaba en su vida. La verdad nunca había tenido una relación con alguien así, es más, exceptuando a Yagi, jamás salió con un hombre que le atrajera más que por su físico. Como su ámbito laboral y social era el de la medicina, todos sus amantes fueron doctores importantes, de perfil responsable, serio y atareados como ella. Cuanto menos tiempo tuvieran, mejor, porque no le gustaba que la fastidiaran todo el día, su carrera siempre estaba primero que nada, después de todo su nombre estaba en juego.
Antes de poder seguir divagando, un cuerpo de estructura maciza se estampó contra el edificio a un lado de ella. Akiko dio un breve grito por la sorpresa, observó al nomu frente a ella y luego se volteó a ver su alrededor, la calle estaba desolada, unos cuantos objetos estaban en llamas. Una ráfaga de viento la hizo cerrar los ojos por instinto y de pronto otro estallido la sobresaltó.
Allí estaban Gran Torino y Endeavor peleando contra más de esas criaturas. Amagó a abrir su maleta para tomar sus armas, pero recordó que no las traía, se maldijo por tal descuido de su parte, se había confiado demasiado. No podía pelear cuerpo a cuerpo con esas cosas, echó un vistazo a su alrededor tratando de encontrar algo con lo cual luchar, sonrió al ver un restaurante justo al otro lado del pavimento donde estaba parada. Para su mala suerte estaba cerrado, así que tendría que hallar la manera de entrar.
—¡Torino!—gritó para llamar su atención.
—¿Akiko?—frunció el ceño al verla.
—¡Estréllalo allí!—señaló la vidriera del local.
Torino sonrió al tener una idea de lo que ella quería hacer, y no se negó. Confundiendo al nomu con unos cuantos saltos y golpes rápidos, Torino logró que este chocara brutalmente contra aquel cristal extremadamente grueso.
Yosano tomó coraje, mentalizándose sobre lo que debía hacer y que jamás la habían aplastado como una mosca, con las botas de diez centímetros fuera de sus pies, corrió velozmente esquivando todos los obstáculos del suelo y escaló al monstruo evitando sus manotazos por intentar atraparla.
Ignoró el dolor de los vidrios rotos que se incrustaron en sus pies al tocar la alfombra roja, y se concentró en llegar lo más pronto posible a la cocina. Escuchó los gruñidos guturales de aquel ser, que ya estaba de pie y se abría pasó por el salón destrozando todo a su paso para poder atraparla.
Ella se tiró bajo el mostrador, el cual se hizo mil pedazos unos instantes después por culpa de un golpe de la bestia. Al pisar la cocina tomó con desesperación la cuchilla más grande que pudo, entonces los enormes dedos del nomu sujetaron su delgada cintura, soltó un grito de agonía al sentir como le rompía al menos dos costilla por la fuerza del agarre.
A pesar del quirk que tenía, su cuerpo en los momentos más cruciales, entraba en pánico olvidando que iba a sobrevivir. Así que la poseyó el instinto de supervivencia junto con la adrenalina, apuñaló desenfrenadamente los ojos de la bestia y cercenó sus dedos cayendo desastrosamente al suelo.
—¡Ah!—jadeó al golpearse la zona herida.
No podía parar ahora, se puso de pie sujetándose el lado derecho de su abdomen y prendió todas las hornallas de la cocina. El nomu se movía torpemente detrás de ella tratando de encontrarla a ciegas, tomó la lavandina a un costado y la vertió sobre el suelo bastante cerca del horno, prendió un par de fósforos y los dejó caer.
Un manotazo del monstruo, que no pudo prevenir, la hizo volar como una muñeca de trapo por los aires, atravesó el muro detrás de ella y la explosión continua de la cocina le dio más fuerza al vuelo. Quedó incrustada en uno de los fragmentos de vidrio tan grueso que logró sobrevivir a su entrada, con quemaduras gravísimas, moretones y excesivas quebraduras, la sangre comenzó a brotar de su estómago y su vista se nublaba del dolor. "En unos segundos ya estarás bien" se animó antes de cerrar los ojos exhausta.
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