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✶Ventuno

El Alfa lo levantó del suelo, lo aferró con fuerza y lo apretó contra su pecho. Lo escuchaba respirar de forma agitada y jadeante, como si estuviera al borde de un ataque de pánico, pero su paciencia fue recompensada al cabo de un rato, cuando lo sintió relajarse. Su cuerpo se amoldó perfectamente al suyo. Al sentir el roce de sus pezones comprendió que también se había excitado, y supuso que si rozara la base del del cuello, descubriría que su pulso galopaba como un pura sangre. Sin embargo, no hizo ademán alguno de convertir el abrazo en otra cosa. Aspiró el exótico a coco del Shampoo en su cabello y se sintió envolver por el aroma floral, disfrutando el momento. Ansiaba abrazarlo un poco más y aliviar el dolor que le habia causado su irreflexivo comentario.

No supo exactamente en qué momento la ternura se transformó en pasión. Se prometió que lo apartaria antes de que ocurriera algo de índole sexual. Su lobo le decía que el omega rara vez había experimentado la ternura de un abrazo sin ataduras y sin connotaciones sexuales. Esa reflexión les produjo una repentina tristeza al tiempo que ponía a los padres de Jimin de vuelta y media por haberlo criado en un congelador, evitando siempre las emociones. Ansiaba demostrarle que podía confiar en él. Sin embargo, Jimin acabó de nuevo con su autocontrol, porque el deseo estalló entre ellos de repente, provocando un erotismo electrizante.

El Alfa contuvo el aliento. Despacio, lo dejo de nuevo en el suelo, tras deslizarlo por su cuerpo. Sintió el roce de sus pezones endurecidos en el torso. Una de sus manos se cerró sobre su voluptuoso trasero.

Merda– pensó.

Su pene desoyó todas sus súplicas y la ereccion fue instantánea. Apretó los dientes e hizo lo posible por retener sus feromonas en un intento de mantenerse firme.

Pero entonces Jimin alzó la mirada.

Sus ojos eran de un verde esmeralda tormentoso y ardiente. Pasión. Deseo puro y duro. Se removio como si estuviera luchando contra su reacción, pero a esas alturas Yoongi había olvidado sus buenos modales y se había lanzado de cabeza al infierno. Sin paracaídas.

Inclinó la cabeza y capturo sus labios.

El gemido del omega lo animó a continuar. Se trago el gemido y le introdujo la lengua entre los labios. Él los abrió de inmediato y se entregó al beso por completo, aferrándose a sus hombros y clavandole las uñas. El dolor que le provocó el gesto hizo que le mordisqueara el labio inferior, ese labio carnoso que le recordaba a un melocoton dulce y jugoso. A esas alturas estaba perdido.

Sin ser consciente de lo que hacía, lo apoyo en la pared y lo levantó de nuevo del suelo. Acto seguido, lo invito a rodearle la cintura con las piernas. La postura hizo que su ereccion quedara firmemente encajada entre sus muslos. En ese caso volvió a besarlo.

Introdujo una mano bajo la camisa del pijama y ascendió hasta colocarla sobre su pecho. La suavidad de su piel contrastaba con la dureza del pezón. Jimin gimió de nuevo y arqueo la espalda, pidiéndole más. Enloquecido de deseo, le abrió la camisa de un tirón e inclinó la cabeza.

Le lamio el pezón y lo succiona hasta que estuvo enrojecido y brillante. Jimin jadeo al tiempo que le acariciaba el pelo con las manos y le daba un tirón para que levantara la cabeza. Yoongi lo miró, aturdido por la pasión y esperando que le dijese que se detuviera.

–Más – le exigió el– Dame más.

El Alfa inclinó la cabeza de nuevo y le dio el mismo tratamiento al otro pecho, torturandolo mientras avanzaban por la delgada línea del placer y el dolor. Jimin se retorcio y gimió entre sus brazos, avivando su deseo con esa respuesta. Él olor a canela le inundó la nariz, tentandolo, y con un rápido movimiento le metió una mano bajo el elástico de los pantalones del pijama. Sus dedos rozaron su ereccion. Lo escucho contener el aliento mientras bajaba la mano, listo para adentrarse en...

–¡Yoongi! –golpearon la puerta.

Detuvo el avance de su mano e intentó despejarse, luchando contra el aturdimiento. Escucho una risita.

–¿Están haciendo algo indebido?–les pregunto Jennie–Si es así, dejenlo para después. Necesito que bajes un momento –otro silencio– Yoongi, Jimin ¿Están ahí?

Yoongi se esforzó por recuperar el aliento. Por recobrar la normalidad. Y se preguntó si alguna vez volvería a la normalidad

–Estoy aquí. Bajare dentro de un momento.

Grazie.

Se oyeron pasos en el pasillo. La pasión se fue apagando poco a poco. Cuando apartó la mano de Jimin y a abrocharse la camisa de pijama, tenía la impresión de estar en la Antártida, no en Italia.

Comprendió que había destrozado la fragil confianza que existía entre ellos. Si se hubiera apartado de él antes de llegar a ese nivel de intimidad, Jimin podría haberlo respetado.

–La próxima vez que te apetezca un revolcon, dímelo con sinceridad. No soy de esos omegas que necesitan acompañar el sexo con emociones tiernas.

–Jimin...

–¡No! –agachó la cabeza, pero no antes de que Yoongi se percatara delante vulnerabilidad de su rostro. Le temblaba la mano mientras apartaba las sabanas de la cama– Por favor. Esta noche no. Ve a hablar con tu hermana

El Alfa se quedó junto a la cama dividido entre la necesidad de contarle la verdad y la necesidad de salvar a su familia. ¡Por la Diosa! ¿Qué había pasado? Tenía que convencerlo de que no estaba enamorado de Taehyung. La situación se estaba complicando demasiado. ¿Y si ya era demasiado tarde y no lo creía? Y en caso de que lo creyera ¿se marcharía de todas formas, enojado por el engaño?

No, la sangre se le había acumulado en otra cabeza que no era la que tenía sobre los hombros. Necesitaba mantener el control, aguantar otros seis días más y regresar a Corea. Cumpliría su palabra y se mantendría alejado de la vida de Taehyung, no vería a Jimin nunca más. Todo volvería a la normalidad. En seis días.

Se mantuvo en silencio mientras salía por la puerta y lo dejó en la cama, solo, en la oscuridad.

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