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𝐂𝐀𝐏²² ━━━ Díselo a Francia

CAPÍTULO VEINTIDÓS
( DÍSELO A FRANCIA )

Al día siguiente, las sábanas eran lo único que cubría a ambos jóvenes enamorados. Dormían plácidamente, envueltos en la tranquilidad de la mañana, hasta que una interrupción abrupta los sacó de su paz. La puerta se abrió de golpe, asustándolos a ambos. Lanier, sobresaltado, giró rápidamente para ver de quién se trataba, y allí estaba su padre. El hombre los miró con una mezcla de furia y desdén antes de marcharse sin pronunciar una palabra. El silencio en la habitación se tornó opresivo, y Lanier sintió cómo la tensión se apoderaba de él. Sabía que lo que acababa de suceder no sería olvidado fácilmente.

──Carajo... ──murmuró el pelinegro, desviando la mirada hacia Jack, cuyos ojos reflejaban el mismo miedo y sorpresa.

La atmósfera se volvió densa, cargada de incertidumbre y ansiedad. El corazón de Lanier latía con fuerza, un ritmo desbocado que resonaba en sus oídos. No solo era la sorpresa de haber sido descubiertos, sino el temor palpable de lo que vendría después.

──Esto no puede estar sucediendo... ──susurró Jack, con la voz temblorosa mientras se cubría con las sábanas, como si estas pudieran ofrecer alguna protección frente al inevitable juicio que se avecinaba.

──No sé qué hacer... ──dijo Lanier en un susurro apretado, notando cómo pequeñas gotas de sudor se acumulaban en su frente. Su mente giraba en espiral, atrapada entre el miedo y la vergüenza. Su padre no había dicho una palabra, pero la gravedad de la situación estaba clara. Lo que sucedió entre ellos ahora era algo más que un momento íntimo compartido; era una batalla contra el destino que ellos mismos habían elegido.

El eco de la mirada furiosa de su padre seguía martillando en la mente de Lanier. Había cruzado una línea que había temido durante tanto tiempo, y ahora las consecuencias estaban frente a ellos, ineludibles.

──Quizás deberíamos salir... ──sugirió Jack con un tono que mezclaba esperanza y una dosis de miedo. ──No podemos quedarnos aquí y esperar a que te llame.

Lanier lo miró con incredulidad. La idea de simplemente escapar no parecía una solución real, pero el nerviosismo de Jack, su manera de encogerse bajo las sábanas, le arrancó una sonrisa fugaz, aunque amarga.

──Tienes las peores ideas del mundo ──dijo Lanier, sacudiendo la cabeza mientras lo miraba. Jack solo levantó los hombros en un gesto despreocupado, dejándolos caer después con una inocencia que, de alguna manera, logró desarmar un poco la tensión.

Lanier rió suavemente, aunque su risa fue breve, un destello momentáneo en medio de la tormenta.

( Jack's pov )

Aunque el miedo me carcomía, salí de la habitación junto a Lanier. Su hermana estaba ahí, parada en el pasillo, con una expresión que decía más de lo que cualquiera podría verbalizar. Ella sabía que no saldríamos ilesos de esta. La tensión en el aire era palpable, como si el ambiente mismo estuviera en nuestra contra.

──Doctor Dawkins ──llamó el padre de Lanier, su tono frío y autoritario, obligándome a detenerme en seco.

Lancé una rápida mirada a Lanier, notando su propio nerviosismo, y luego caminé hacia la oficina del señor. El corazón me latía en las sienes mientras él me dirigía una mirada que helaba la sangre. Entré en la pequeña sala, decorada con la misma elegancia rígida que él representaba. Me ofreció un vaso de agua al sentarme en una silla frente a su escritorio, pero no me atreví a tocarlo. No había espacio para la cortesía en un momento como este.

──Usted no volverá a ver a mi hijo ──dijo, con la frialdad de alguien que no acepta réplica.── Empaque sus cosas, entregue sus pacientes al doctor Sneed, y abandone la ciudad antes del fin de semana.

El aire en mis pulmones se volvió pesado. Miré el vaso frente a mí, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Su tono no dejaba espacio para dudas: esto no era una sugerencia, era una orden.

──No puedo hacerlo ──respondí, enderezándome en mi silla mientras lo miraba directamente a los ojos.── Lanier me pidió un favor. Lady Belle está muriendo...

Mi voz traicionó mi angustia. No podía, y no iba a dejar Port Victory. No iba a dejar a Lanier. Ya no. No por sus amenazas.

──Claro, se está muriendo... ──respondió él, su tono cargado de sarcasmo mientras servía otro trago de su copa.── Pero no está muriendo en la habitación de mi hijo. El doctor Sneed la examinó anoche y no encontró nada malo.

¿Cómo demonios sabía lo que estaba ocurriendo? Él no estuvo presente en la cena, ni en la conversación. Mi desconcierto creció, pero me mantuve firme.

──Once médicos de Londres examinaron a esa pobre niña y no encontraron nada ──continuó, con la misma sonrisa de alguien que está ganando una partida de cartas, seguro de su victoria.

──Son idiotas... ──murmuré, apretando los puños. Belle tenía algo, lo sabía. Tenía un aneurisma aórtico, un diagnóstico que me consumía desde que lo descubrí.

──Pero idiotas que saben leer, ¿no? ──respondió con una sonrisa cruel.

──Él quiere que yo la opere ──le dije con una determinación creciente. Hacerlo por Lanier era lo único que me importaba en ese momento.

──Nadie está diciendo que no la opere ──concedió, cruzando las manos sobre el escritorio.── Pero le prohíbo acercarse a Lanier.

Me levanté de la silla de golpe, el calor del enojo recorriéndome el cuerpo.

──No puede prohibírmelo. Tanto él como yo somos lo suficientemente mayores para decidir.

El padre de Lanier apenas parpadeó, su rostro inmutable mientras pronunciaba su siguiente sentencia.

──Lo que hacen está mal. Dos hombres juntos no es para lo que Dios nos hizo. Y si no quiere alejarse de mi hijo ni irse de la ciudad, entonces... ──el hombre tomó un sorbo lento de su copa, saboreando cada palabra.── No tendré más opción que enviarlo a Francia otra vez. Y no solo eso, le diré a la madre de Belle... Estoy seguro de que pedirá su cabeza.

Su risa, fría y siniestra, hizo que el desprecio me consumiera. Cada palabra que pronunciaba estaba pensada para destruir, para aplastar cualquier atisbo de esperanza que pudiera albergar. La furia ardía en mi interior, pero sabía que no podía reaccionar con impulsividad. Su poder en esta ciudad era demasiado grande, y él lo sabía.

──Fuera de aquí ──ordenó, apoyándose en la mesa y mirándome con un desprecio que apenas podía disimular.

Mi mirada lo fulminó, cargada de odio, pero me di la vuelta y me dirigí hacia la puerta. No era el final, lo sabía. Haría lo que fuera necesario, no solo por Belle, sino por Lanier.

( . . . )


Lanier estaba sentado en la silla, la tensión colgando sobre él como una nube oscura. La mirada severa de su padre, acompañado por un vaso de licor en la mano, lo atravesaba como si quisiera golpearlo con cada palabra no dicha. Era como estar en un tribunal, solo que esta vez, no había escapatoria.

──Te alejarás del doctor Dawkins ──dictaminó su padre, cada palabra cargada de autoridad y frialdad.

Lanier levantó la mirada, su corazón latiendo con fuerza, pero su voz se mantuvo firme.

──Papá, realmente siento algo por Jack, no es solo un capricho ──respondió, su voz resonando con una mezcla de vulnerabilidad y determinación.

Su padre se rió, pero no había nada de humor en ese sonido. Era una risa amarga, cargada de desprecio.

──¿Ah, no? Díselo a Francia ──replicó, el sarcasmo en su voz evidente.── Te irás de viaje permanentemente. Iras con lady Olimpia, ambos se casarán y vivirán allá. Lo hablaré con Edmund, estará muy feliz.

La sangre de Lanier hervía bajo su piel. Se levantó de la silla de un golpe, incapaz de soportar más la opresión de su padre.

──Te gusta demasiado controlarnos a Janette y a mí, ¿no? ──espetó, sus ojos ardiendo con una furia contenida.

──Lo disfrutó, claro ──respondió él, con un tono calmado, pero cargado de ironía. Se sirvió otro trago, su mirada nunca dejando la de su hijo──. Me preocupo por tu bienestar, Lanier. Lo que haces está mal. Es... antinatural.

El pelinegro apretó los puños, sintiendo la tensión acumulándose en su pecho. Su padre siempre había tenido el control, siempre había decidido por él. Y ahora intentaba quitarle lo único que realmente le importaba.

──¿Mi bienestar? No te preocupas por mí, te preocupa tu imagen, lo que dirán los demás ──respondió Lanier, alzando la voz, sus palabras saliendo con más fuerza de la que esperaba──. No quiero vivir bajo tus reglas, ¡ni casarme con alguien que no amo solo por cumplir con tus expectativas!

Su padre lo miró con una mezcla de sorpresa y enojo, apretando los labios como si tratara de contener su furia.

──No te das cuenta, ¿verdad? Lo hago para protegerte. Este... romance con Dawkins es una fantasía que te destruirá. Tienes una responsabilidad, una familia que espera algo de ti. Y si no puedes entenderlo, entonces estás solo en esto ──sentenció su padre, cada palabra era como un golpe que dejaba a Lanier sintiéndose más pequeño, más atrapado.

Lanier lo miró fijamente, notando que su padre no iba a cambiar. Y en ese instante, algo dentro de él se rompió.

──Siempre lo he estado ──respondió Lanier, con la voz temblando de rabia contenida. Dio un paso hacia su padre, sus ojos clavados en los del hombre que había pasado toda su vida controlando cada uno de sus movimientos──. En lo que a mí concierne, mi única familia son mi madre y mi hermana. No me consideres tu hijo.

Las palabras de Lanier cortaron el aire como una daga. El silencio que siguió fue sofocante, pesado. Su padre parpadeó, visiblemente impactado por lo que acababa de escuchar. Pero su sorpresa pronto se transformó en frialdad. Colocó el vaso con un golpe seco sobre la mesa, y el eco resonó en la habitación.

──Si esa es tu decisión, así será ──dijo su padre con una calma escalofriante, mientras lo miraba con un desprecio apenas disimulado. La distancia entre ambos era más profunda que nunca, y Lanier lo sabía. No había vuelta atrás.

Los latidos del corazón de Lanier resonaban en sus oídos. Sabía que había cruzado una línea, pero en lugar de arrepentirse, sintió un peso levantarse de su pecho. Finalmente había hablado, finalmente había dicho lo que llevaba tanto tiempo queriendo expresar.

Su padre se levantó de su silla y lo observó por un momento más, como si evaluara las últimas palabras que diría.

──Si no eres mi hijo, entonces para mí eres un extraño. Y los extraños no tienen lugar bajo mi techo. Haz tus maletas y vete. Ahora ──la sentencia fue fría, final.

El pelinegro asintió con la cabeza, sabiendo que no había más que decir. Sin voltear atrás, comenzó a caminar hacia la puerta, su corazón latiendo con fuerza, pero con la certeza de que había hecho lo correcto.

──... Creo que es momento de que le digas a mamá que te estás metiendo con la esposa del gobernador, ¿no? Así la liberas de un hombre patético como tú ──dijo Lanier, su voz impregnada de una rabia feroz que llevaba años acumulando.

El rostro de su padre se contrajo en una mezcla de sorpresa y furia contenida. Los ojos del hombre, por lo general fríos y calculadores, ahora brillaban con una intensidad peligrosa. Sin pensarlo dos veces, levantó la mano y le propinó una fuerte cachetada que resonó en la habitación, cortando el aire.

Lanier sintió el ardor en su mejilla, pero no se inmutó. En lugar de retroceder, se quedó firme, su mirada clavada en la de su padre, desafiándolo, con el corazón palpitando de adrenalina.

──Eso... Eso es lo mejor que puedes hacer, ¿no? Golpearme cuando la verdad te supera ──susurró Lanier, sin apartar los ojos de los de su padre. Su voz, aunque más baja, era aún más peligrosa, cargada de desprecio.

El hombre lo miró, respirando pesadamente, incapaz de responder. Era como si la verdad que había sido lanzada al aire lo hubiese paralizado, y por un breve momento, la dinámica de poder entre ellos cambió.

──No te dejaré meterte en mi vida ni en la de Janette, si lo haces te juro que no me temblará la mano al tomar el arma ──amenazó Lanier, su voz firme y llena de furia contenida. No esperó respuesta, simplemente se dio la vuelta y salió de la habitación, cerrando la puerta de golpe tras de sí.

En cuanto el eco de la puerta resonó en el pasillo, todo el aire que había estado reteniendo escapó de sus pulmones en un largo y tembloroso suspiro. Su corazón latía con fuerza, como si tratara de salir de su pecho. Aunque sus palabras habían sonado decididas, dentro de él reinaba el caos. Estaba aterrado.

Apoyó la espalda contra la pared, cerrando los ojos por un momento, intentando recuperar la compostura. El miedo y la adrenalina aún corrían por sus venas, y, por un instante, la fachada de valentía que había mostrado se desmoronó. La sensación de haber cruzado una línea sin retorno lo invadía, y con ella, el peso de las consecuencias que seguramente vendrían.

Diosss, cada vez más cerca del final, lloró. Espero que les estén gustando estos últimos capítulos 😭💕

En fin
Les deseo un buen día, una buena noche o una buena tarde, dependiendo de dónde estén. ¡Cuídense mucho, manténganse hidratados y recuerden que los quiero un montón! ❤❤

Nos vemos en el próximo capítulo, y no olviden seguirme en TikTok por si les gustaría ver algunos edits de Lanier y Spoilers de lo que podría avecinarse

TikTok: _itsjosxs

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