|09|
— ¡Avery es un mal nacido! — gritó Daphne mientras daba vueltas por uno de los salones que estaban en las mazmorras.
Estaba junto a ella y a Lena allí, porque no quería contarles dentro de la habitación y que mi otra compañera oyera.
Anoche después de que Weasley me llevara a la sala común, me fuí directo a mi cuarto y me obligué a conciliar el sueño. Él había conseguido hablar con Daphne, más no le había contado nada. Al despertar ví que ella estaba durmiendo a mi lado.
— ¡Asumo que le terminaste! ¡Y que le denuenciarás con Snape! — volvió a vociferar.
— Hemos terminado, eso no te quepa duda, pero no quiero denunciarle.
— ¡Qué! — exclamó fijando una mirada furiosa en mí. — ¡Ese pervertido no puede estar en el castillo, deben expulsarle!
— No quiero que todos se enteren Daphne — le rebatí. — Y es mí decisión.
Suspiró observándome de manera muy preocupada. Cuando le conté quiso ir hacia la sala común y golpearle de manera intensa, además de gritar a todo Hogwarts que quiso abusar de mí.
— ¿Qué dirán tus padres Perséfone? — interrumpió Lena.
— ¡Cómo que qué dirán! — bufó mi otra amiga. — ¡No pueden seguir relacionados con los Avery!
— No es tan simple — le comenté —Ellos son amigos desde hace años, mi padre estará furioso por esta situación. Y no con Gaspar precisamente. — admití.
—¿Me estás jodiendo Sefi? — cuestionó Daphne otra vez — No puede ser.
— Daphne sabes que así son mis padres, así los criaron y así me criaron también. — respondí. — A ellos les interesa eso, el poder, nada más.
— Pero...— intentó decir.
— Daphne, ya déjalo. — intervino Lena. — Así es la situación, sólo espero que no todo sea un caos en tu casa cuando se enteren que haz roto con él.
Me puse de pie y alisé mi vestido.
— Creo que es mejor que vamos por nuestras maletas, no quiero perder las carrozas y quiero llegar pronto a casa. — mencioné — si van a odiarme, quiero que sea de una vez.
— ¿Qué harás cuando te topes con él? — insistió Lena.
— Pues creo que ya se ha ido, no ví sus pertenencias ni sus maletas en la sala común.
Al llegar a la sala fuí a mi cuarto en busca de mis pertenencias. Félix estaba sentado en mi cama y se puso de pie al ver que entré con Helena, que también sacaría sus cosas. Mi hermano me observó con intriga y en silencio, estaba esperando a que mi amiga saliera.
— Nos vemos en las carrozas Sefi. — farfulló Lena tomando su maleta y saliendo de inmediato.
Me quedé sola dentro de la habitación con Félix, quien se decidió a hablar por fin.
— Necesito saber qué ha sucedido hermana ¿Qué pasó contigo y Gaspar?
— ¿Acaso tu amigo no te contó? ¿O sólo te contó su versión de los hechos? — solté con rabia. Sabía que Gaspar haría eso, se haría la víctima.
— Dijo que le habías terminado, que se había pasado de copas y se había puesto algo. — mi hermano intentó buscar las palabras adecuadas. — Insistente.
Hijo de puta. — pensé.
— ¿Insistente? — comenté con sarcasmo. — Veo que a Avery se le agranda la polla a la hora de querer abusar de alguien y se le achica cuando tiene que confesarlo.
—¿Qué? ¿Qué te ha hecho? ¿Dime exactamente qué pasó? ¡Voy a denunciarle! — exclamó Félix exasperado.
— ¿Qué rayos te pasa Félix? Nunca te has preocupado por mí — le eché en cara —Además no quiero ser la habladuría de Hogwarts, no harás nada.
— ¡Pero me contarás qué pasó Sefi!¡Ahora!
Suspiré, odiaba tener que contar mis cosas personales y más a mí hermano. Después él olvidaba la palabra privacidad y se lo contaba todo a nuestros padres.
— En el baile Avery se pasó de copas y quiso abusar de mí en medio pasillo. — dije a modo general. — Logré zafarme.
— Desgraciado. —bufó mi hermano colocando sus manos en la cabeza con desesperación. — Con razón hoy se fue a primera hora, también a primera hora le escribió a sus padres. No quería verme la cara y me dijo que tú habías malinterpretado todo.
— Típico de machito sin huevos. — murmuré. — La verdad no quiero hablar más de esto ¿Podemos irnos ya a casa? Nuestros padres ya deben saberlo y sé que estarán molestos.
Félix no pudo decir nada al respecto, sabía que yo tenía razón. Además él era una fotocopia barata de mi padre. Él quería ser poderoso como él, podía ser un buen tipo, pero mi padre había lavado su cerebro. Aunque debía de admitir que realmente lo veía preocupado por mí y muy molesto con el que era su amigo de la infancia.
— Hablaremos durante el trayecto en el expreso, mamá envió un vociferador. — me miró. — no estaba enojada y no dijo nada al respecto, sólo lo hizo para que llegara a tiempo. —aclaró. — quería comentar que Nimby nos recogería en la estación.
Rodé los ojos, que mi madre nos mandara a la elfa doméstica era la primera señal de que estaba molesta. Félix aún no lograba descifrar sus artimañas.
— Está bien, me iré con mis amigas.
— ¡Espera! Dijiste que te habías zafado de Gaspar. Él es más fuerte que tú ¿Alguien te ayudó?
Mierda.
Yo no quería tener que mencionar esa parte de la historia, por lo que sería lo más indiferente en decirlo.
— Weasley iba pasando y le golpeó. — dije restándole importancia.
Él me miró con incredulidad.
— ¿Qué? ¿Weasley? No lo creo ¿Cuál de todos? — me interrogó.
— Ese no es el punto Félix, estoy bien, eso es todo.
— ¡Quién te ayudó Perséfone! — gritó mi hermano, ya perdiendo la paciencia conmigo.
— Fue George. — admití.
— ¿Ah? Pero si él te odia, no puedo creerlo.
— Félix, basta. — le espeté. — Da igual quien haya sido, estoy bien.
No le dí oportunidad de hacer más preguntas ya que cogí mi maleta y salí de inmediato de mi habitación. No entendía este repentino interés de mi hermano en este incidente, puesto que nosotros no solíamos meternos en los temas que no nos afectaban directamente.
Hice levitar mi maleta por los corredores hasta llegar a la entrada del castillo. No entendía a las personas que las llevaban usando las ruedas ¿Por algo somos magos o no? Suspiré y cuando ví a Lena y Daphne me les acerqué, llevé mi maleta con todas las demás y me subí rápidamente a una carroza, estaba nevando y hacía demasiado frío. Ese no era el único motivo, Weasley me observaba demasiado, sabía que quería acercarse a preguntar cómo estaba, más debía de evitar eso.
Lena y Daphne se subieron parloteando y cogí mi libro de historia, no tenía ánimo de conversar, y ellas sabían que cuando leía, no me gustaba que me interrumpiesen. Honestamente no tenía gana alguna de hablar, tenía que mentalizarme sobre lo que me esperaba en casa, por lo que guardé silencio todo el camino hasta la estación de Hogsmeade. Una vez allí entre rauda al Expreso de Hogwarts y me fuí al vagón de Slytherin, que estaba hasta el final y me encerré en un compartimento seguida de mis amigas que ya habían entendido que no quería conversar.
Ellas siguieron hablando de sus temas y además en ese momento llegó Astoria para irse junto a Daphne en el tren, su amiga se quedaría en el colegio. Cuando el tren comenzó a moverse me sentí inquieta, no me gustaba nada la perspectiva de volver a casa, si era honesta, estaba consiente de que me llegaría un regaño. Cerré los ojos para poder dormir un poco, no había podido hacerlo tan a gusto la noche anterior. Tenía que descansar antes del desastre que se armaría en mi casa.
Asumo que dormí varias horas hasta que sentí que la puerta del compartimento se abrió de repente, mis ojos se abrieron instantáneamente, pensé que podría ser algún profesor a cargo del traslado.
— Necesito hablar con Rosier a solas ¿Pueden dejarnos solos un momento? — era Weasley, ya estábamos a unos veinte minutos de llegar a Kings Cross.
Mis amigas sólo se miraron entre ellas y se levantaron. Lena le echó una mala mirada, Weasley no le caía nada bien pues ella había sido blanco de sus bromas durante años. Pasaron a su lado y cuando hubieron salido él cerró la puerta corredera de inmediato.
— ¿Qué quieres Weasley? — pregunté de inmediato, nerviosa. No entendía porqué mi cuerpo reaccionaba así al estar cerca de él.
Él se sentó frente a mí y me observó con sus ojos celestes intensos. Gracias a Merlín nadie conocía mis pensamientos, porque mi consciencia pensó de inmediato que se veía atractivo. Y una Rosier no podía pensar eso de un Weasley y de ningún traidor a la sangre.
— Vine a saber cómo estabas, anoche me quedé preocupado.
— ¿Le dijiste a alguien más?
— No. — respondió desconcertado.
— ¿Ni a tu fotocopia?
Hizo una mueca.
— No se lo he dicho tampoco a Fred.
— Bien.
— ¿Me responderás?
— Pues ya lo he hecho, estoy bien ¿Algo más que necesites saber? — estaba a la defensiva, me daba terror que alguien me viera conversando con él a solas y que eso llegara después a los oídos de mi padre, no quería más problemas de los que ya sabía que tendría.
— ¿Viste al imbécil ese? — interrogó refiriéndose a Gaspar.
La verdad no entendía porqué estaba haciendo todo esto, no debería de preocuparse tanto, nosotros nos odiábamos y nos tratábamos de lo peor, no entendía nada.
— Weasley, lo que pasó ayer debe ser un secreto y agradezco lo que hiciste, más no significa que seremos amigos. — le aclaré. — Jamás vamos a serlo, espero que te quede claro.
— No vine a eso Rosier. — dijo sin inmutarse con mi tono antipático. — Sólo quería asegurarme que Avery no haya intentado propasarse de nuevo. Porque de ser así lo denunciaría, quieras o no.
— ¿Por qué?
— Pues pienso que ninguna mujer debería de pasar por algo así y callarlo. — respondió mirándome fijo. — No cuestionaré tu decisión, sólo que no quiero que lo encubras si quieres denunciarlo en verdad.
— Weasley — enfatizé — No sabes nada sobre mí, y si lo supieras lo más probable no lo entenderías. Pero si has de saber algo es que yo siempre consigo lo que quiero.
Me miró con cara de no entender nada.
— Si yo quisiera denunciarlo ya lo hubiera hecho. Pero no perderé el tiempo con algo tan insignificante. — mentí, el hecho me había afectado mucho, pero su extraña y repentina preocupación me estaba haciendo sentir rara.
Yo le había tratado como la mierda a él y a toda su familia, por eso no sabía cómo reaccionar ante su ayuda que realmente se observaba genuina.
— Está bien — dijo al fin. — Espero que pases buenas fiestas. — giró sobre sus talones y al abrir se halló de frente con mi hermano.
Me inquieté, más George sólo le observó y se fue. Quedaba poco para llegar a la estación.
— ¿Qué hacía él aquí Sefi? ¿No me digas que ahora son cercanos?
— No hables mierdas Félix, sólo quería decirme que si Avery quería negarlo, él diría lo que vió.
— ¿Desde cuándo te ayuda? Ten cuidado, no vaya a meterte en un lío.
— Eso no debería pasar si tú no abres la boca. — le acusé de inmediato.
— Sólo venía a decirte que no te entretengas con tus amigas, nos iremos de inmediato. — comentó. — Te esperaré a la bajada con la elfina.
Asentí y él se fue. Cogí mi cartera y mi abrigo escarlata. Estaba helando demasiado, por lo que saqué mis guantes y mi sombrero que hacían juego. Mis amigas entraron de repente.
Estabamos llegando.
—¡Qué hablaste con Weasley! — chilló Astoria.
— ¿Qué quería? — me interrogó Lena con desconfianza.
Tenía intensiones de contarles pero el tren se detuvo y las puertas de abrieron. Todos comenzaron a bajar y divisé a Félix junto a la elfina y me esperaban.
— Les contaré cuando nos veamos estos días. — me disculpé. — Mi hermano ya me espera y no puedo tardar.
Todas salimos y yo cogí mi maleta para dirigirme hacia ellos. Ví a la familia de George a unos pasos, intercambiamos una mirada fugaz y yo aparté la vista cuando Alicia se acercó a despedirse, no me interesaba ver la melosa escena.
— Listo, nos vamos. — anuncié a mi llegada.
— Creí que ya tenía que ir por tí, no pensé que demorabas tanto sólo bajando una maleta.
— No me fastidies, Félix.
— Ama Perséfone, vamos de inmediato.
Medio miré a la elfina para cogerle la mano, ella nos transportaría a casa.
Llegamos en menos de veinte segundos y aparecimos en la Mansión Avery.
— Nimby, lleva mi maleta a mi habitación y calienta el cuarto . — ordené.
— Claro ama, amo Félix, deme sus cosas. Los amos Rosier les esperan en la sala. — aclaró la elfina y desapareció con las maletas.
Suspiré, podía imaginar con suma claridad la cara de odio que mi padre tendría. A esas alturas los Avery ya debían de haberse puesto en contacto con ellos para decirles que Gaspar y yo habíamos roto. Entré al recibidor y seguido de mí, entró mi hermano.
— Hijos míos, les extrañabamos. — saludó Constance, mi madre. — Cariño mío, que bueno volver a verte. — dijo al abrazarme.
— ¿Cómo estás madre? — le saludó y trató de fingir un tono animoso. Ella de inmediato saltó a los brazos de Félix para llenarle de amor.
Sí, él es el favorito.
— Padre. — saludé.
— Perséfone. — saludó. Ethan Rosier, no era para nada un hombre afectuoso, saludar con un abrazo a sus hijos era impensable. Me observó con una expresión imperturbable e impredecible. — Qué bueno que hayan vuelto. — generalizó sin una pizca de sentimiento.
— ¡Feliz navidad mis hijos! — exclamó mi madre. Yo sonreí levemente.
Luego de los saludos iniciales, mi madre se volvió hacia nosotros.
— ¿Por qué no suben y se asean? — sonrió. — La cena estará en unos veinte minutos.
— No tardes, Perséfone. — puntualizó mi padre.
Subí las escaleras de mala gana, esta cena estaría llena de quejas en mi contra, lo sabía, pero no dejaría que el asunto me afectara más de lo que debía, ya estaba acostumbrada al trato frío e impersonal de mi padre. Mi madre se esforzaba en ser más cariñosa, pero claramente su amor por Félix era más grande que su amor por mí, no es que me afectara tampoco.
Entré en mi habitación y estaba cuidadosamente aseada, claramente por los elfos, ya estaba temperada, tal como le dije a Nimby, la elfina que estaba a cargo de las necesidades de mi hermano y mías. No tenía tiempo para tirarme en la cama, tenía que bajar a una cena llena de superficialidades y ridículas charlas.
Entré al baño y abrí el grifo, mientras me quitaba la ropa pensé en todo lo que había sucedido, más detuve mis pensamientos ya que no era bueno que fueran por allí, eso me retrasaría y provocaría mayormente el disgusto de mi padre. Me bañé como una autómata, sin disfrutar nada del agua caliente, estar en mi casa no me desagradaba, pero sí tener que cenar con mis padres.
Una vez que estuve lista bajé de inmediato, mi padre me echó una mirada, inspeccionando si estaba vestida adecuadamente, jamás me permitía bajar con pijama, era casi tan malo como hablar con los impuros.
— Siéntate Perséfone. — indicó el puesto al lado de mi hermano, me dirigí allí y esperé a que los elfos llevaran la cena.
Félix no paraba de parlotear a cerca de las tonterías del Quidditch y de sus labores como Delegado, además de pavonearse de sus notas perfectas.
Comenzamos a comer y yo me lancé literalmente sobre mi plato, no había desayunado, ni comido ninguna merienda en el tren, por lo que moría de hambre.
— Deberías ser más prolija y aplicada con tus notas hija. — dijo madre dirigiéndose a mí. — No fuiste escogida prefecta y por lo que veo tampoco serás delegada.
— Pues no esperes que lo sea, ese no es mi estilo, el niño perfecto es Félix, para qué quieren a alguien más. — contesté con mi característico sarcasmo.
— Pues no queremos a una holgazana. — comentó mi padre pronunciándose molesto, ya no podía disimular más.
— Mis notas están perfectamente bien, sobre todo en los ramos importantes. — concluí, sin siquiera mirarles.
— ¿Qué tal el profesor de Defensa? — preguntó mi madre con curiosidad.
— Ojo loco es un tarado. — contestó Félix. — Estuvo bien que tío Evan le haya sacado el ojo, sólo habla tonterías.
Mi padre se mantuvo en silencio, él detestaba a su hermano Evan, mi tío. Alastor Moody le había matado y en esa pelea mi tío le sacó un ojo. Más mi padre siempre consideró a su hermano un inepto, le tenía envidia, todo porque mi tío era el mayor y mi abuelo le tenía más aprecio. Cada vez que se mencionaba el tema, despotricaba en su contra.
— ¿A qué se debe que no menciones ningún insulto contra tu hermano? — pregunté.
Él me observó captando mis intenciones.
— Pues ya no tengo insultos para decirle. — fue lo único que contestó.
La cena transcurrió con las ocurrencias de mi madre y las palabras sobre los negocios de mi padre. Hasta que él tomó la palabra.
— Les pediré que se retiren, necesito hablar con Perséfone a solas. — anunció.
Mi hermano y mi madre, se observaron desconcertados.
— ¿Acaso no escucharon? — insistió.
Se pusieron de pie, mi madre me sonrió y mi hermano intercambió una mirada conmigo. Nadie había tocado el tema en la mesa, por lo que ahora entendía el porqué.
— Perséfone ¿Qué tal todo en la escuela? — preguntó haciéndose el desentendido.
— Bien.
— ¿Segura?
— Sí .
— No me agrada que contestes con monosílabos.
— Sí, padre.
— Quiero hablarte y la verdad es que no quiero que volvamos a tener esta conversación. — me dijo esbozando una sonrisa irónica.
— ¿Sobre qué quieres hablar?
— Sólo te lo diré una vez, no quiero que vuelvas si quiera a acercarte a tus amigas, las impuras.
¿Qué? ¿Había entendido bien?
— ¿De qué hablas? — dije sin entender, se supone que hablaríamos de Gaspar.
— Supe que ahora interactúas con impuras francesas, sabía que ese ridículo torneo provocaría esto.
— ¿Quién te ha dicho sobre eso? — estaba demasiado sorprendida para negarlo, él no tenía cómo enterarse.
— Pues Helena estaba preocupada por tu comportamiento. — dijo fingiendo amabilidad. — Y me contó lo que sucedía ¿Acaso no te bastó el castigo con el traidor, qué también quisiste estar cerca de las impuras que conociste?
No podía creer que Helena le haya contado a mi padre sobre Fleur y Florence.
— No discutiremos otra vez de esto Perséfone, no hay tiempo. Para el año nuevo iremos a cenar con los Malfoy e irán invitados, no quiero que ellos sepan de tu impropio comportamiento.
— ¿Por qué no hablamos de lo que realmente te importa? Sé que estás molesto porque rompí con Avery, sé que lo sabes. Todo este drama es por eso. — le discutí poniéndome de pie.
Él hizo lo mismo.
— Ah, eso. La verdad es que eso no es importante para mí.
— ¿Qué?
— Tú — enfatizó — peleaste con él, no haz roto. Obviamente vas a volver con Gaspar.
— No lo haré, él intentó abusar de mí.
— Hija, no seas hipócrita, para que él se haya tomado esas confianzas contigo, tú tienes que haberle dado poder antes, sé que te acostaste antes con él ¿Qué más te da? — dijo restándole importancia y dando media vuelta.
— ¡No volveré con Avery! ¡No me casaré con él! Aunque eso implique que pierdas tus negocios o tu amistad con ellos. — comenté tajante.
Él se volvió y me miró unos segundos. De repente y con fuerza me cogió con su mano por el mentón, apretándolo fuerte.
— ¡No me hagas perder la paciencia contigo! ¡No me darás problemas Perséfone! ¡Te casarás aunque no quieras!
—¡Suéltame! — murmuré fingiendo tranquilidad.
— ¡Qué te quede claro! ¿Me oyes? No vas a arruinar mis planes, volverás con Gaspar y es lo último que diré. — dicho esto me soltó.
Subió enfurecido las escalera y yo me quedé llena de rabia sobando mi mentón.
La voz de Nimby me sacó de la rabia que sentía.
— Ama Perséfone. — susurró — ¿Se encuentra usted bien?
No fuí capaz de contestar.
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