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🥀: Total amargura.
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📍 ALEJADO DE
LA ALDEA
DALLMALY

La princesa Elizabeth había intentado ingeniárselas con el caballero sagrado de nombre Ruin, pero al no tener las suficientes fuerzas o alguna capacidad de pelea, quedo gravemente herida.

— Lo lamento Elizabeth... soy un cerdo muy débil. — Sollozó el cerdo con tristeza.

Annabeth apenas llegaba al lugar en donde los demás la esperaban.

Se encontraba caminando con un paso muy lento y un aspecto amargado, cosa que todos notaron.

— ¿A donde fuiste, Annabeth? — Le cuestionó la gigante, mientras la tomaba en sus manos para observarle mejor.

— Fui a hablar con la responsable de la nube de insectos. — Respondió con un rostro cansado, y podría decirse, también amargado.

Annabeth dirigió su mirada hacia abajo, encontrándose nuevamente con el cuerpo de la princesa.

— Se encuentra muy mal, debemos llevarla a la aldea. — Le comentó Diane.

— E-esperen, quiero ir con ustedes todavía... — Respondió Elizabeth débilmente. — Para encontrar al señor Ban...

Annabeth suspiró y volvió su tono de voz y su rostro más serio.

— Elizabeth, estas herida, te duele el cuerpo, ya no puedes seguir. — Le respondió Annabeth con indiferencia y ya un poco harta, hasta que recapacito que su tono de voz no era el mejor para hablarle así. Suspiro y llevo su mano a acariciar el puente de su nariz.— Debes descansar, ¿está bien?

— P-pero señorita...

La de orbes verdes dio otro suspiró y rodó los ojos.

— Diane.

— ¿Sí, amiga?

— ¿Podrías llevar a Elizabeth en tu mochila? — Le pidió.

— Está bien. — Le respondió Diane.

— Muchas gracias, señoritas... —Agradeció Elizabeth, Annabeth asintió en respuesta.

Mientras tanto, el cerdito observó como uno, de los supuestos "pastores", huía de ahí.

— ¡Alto! ¡Tu eres uno de los caballeros de la prisión Baste!

—¡Ellos me obligaron!

— Tu debes de saber donde esta el pecado de la codicia y la hija del doctor, ¿verdad? — Siguió Hawk.

—¡Sí lo digo, me mataran!

Annabeth le dio una mirada de alerta al hombre y Diane se posicionó atrás de el en posición de pelea, significado que si no hablaba, ellos mismos lo matarían.

— ¿Prefieres... enfrentar a los Caballeros Sagrados o a nosotras? —Le cuestionó Diane con una sonrisa.



📍ENTRADA TRASERA
DE LA PRISIÓN BASTE.

Los tres pecados, junto a la princesa Elizabeth, ya se encontraban caminando por la entrada trasera de la prisión Baste. Todos ellos estaban buscando al pecado de la codicia, Ban.

— ¿Annabeth, segura que Ban esta en está torre? — Le cuestionó Meliodas.

— Sí, no creo que ese hombre nos haya mentido. — Le respondió Annabeth con indiferencia, observando con curiosidad su alrededor.

Meliodas se sorprendió ante la respuesta y tono de voz de Annabeth.

Frunció el ceño.

— Ya entiendo. — Dijo suspirando un poquito. — Muchas gracias, linda. — Le agradeció.

— ¿Porque me agradeces? —Le cuestionó Annabeth, alzando una de sus cejas. — Sólo estoy haciendo mi deber...

— Por ayudarme y estar a mi lado. — Se adelantó a decirle Meliodas, mostrando una dulce y tierna sonrisa.

Annabeth se sorprendió ante esas palabras, sintió un calor en sus mejillas y pecho. Tan sólo le dedico una sonrisa al contrario y continuó con su camino, desapareciendo esa sonrisa de poco a poco.

Meliodas sonrió y negó divertido. El comenzaba a comportarse de aquella forma ya que notó que poco a poco, la amargura estaba haciendo aparición en Annabeth.

— Annabeth, amiga, ¿Estás bien? — Le cuestionó la gigante con preocupación y tristeza.

— Lo estoy.

Diane suspiró tristemente, pues ella muy bien sabía que el ánimo de Annabeth algunas veces decaía o cambiaba. No sabia muy bien sobre el tema pero comprendía, y no le gustaba verla así.

Todos permanecieron callados y no dijeron nada después de ver el humor de Annabeth.

— Que raro... Este lugar se encuentra vacío. — Murmuró Diane rompiendo el silencio, después de unos cuantos minutos.

— Creo que mi ataque impacto en varios caballeros... — Le respondió Meliodas en un murmullo.

— Son unos miedosos... — Hablo ahora Hawk.

Los cuatro siguieron caminando, mientras buscaban en las celdas a la hija del doctor o a Ban, cualquiera de los dos servía.

Hasta que pasaron por una de aquellas celdas, en donde una linda joven se encontraba.

— Es ella. — Dijo hawk.

— Diane, ¿Tienes más espacio en tu mochila? — Pregunto Annabeth con sus brazos cruzados bajo su busto, alzándolo un poco en el acto. Observó a la gigante con un rostro interrogativo, esperando rápidamente su respuesta.

—¡Sí! — Contestó Diane.

Inmediatamente, la gigante rompió la celda y tomó en sus brazos a la hija del doctor. La muchacha se desmayó por el susto, tanto de la situación como por ver a una gigante.

Posteriormente, Diane la guardo en su mochila.

Mientras ella alistaba su mochila, Meliodas se percató de una silueta caminando hacia ellos en la oscuridad. Se puso alerta, pero al ver de quien se trataba, se relajo.

— ¿Ban? — Cuestionó.

— ¿Capitán? —Cuestionó el contrario.

Los dos se observaron fijamente durante varios largos segundos.

— ¿Porqué el ambiente se puso tan tenso? — Cuestionó el Cerdito retrocediendo. — Tengo un mal presentimiento....

— Y con razón. — Le contestó la gigante mientras se sentaba y Annabeth asentía a sus palabras, totalmente de acuerdo. — Mejor escondete atrás mío, cerdito.

Hawk inmediatamente se posicionó en la espalda de Diane con temor, ya que no sabia lo que estaba pasando.

Los dos hombres se seguían observando fijamente.

—¡Baaaan! — Exclamó el rubio con sus manos alzadas.

—¡Capitaaan! — Contestó de igual forma.

— Ya se que son amigos, pero, ¿Qué hacen? — Dijo Hawk confundido.

— Ignoralos y ya. — Le respondió la gigante con los ojos cerrados ante el aburrimiento.

— ¡¿Qué esta pasando?! — Exclamó el cerdo con terror.

— Qué yo recuerde, ellos siempre han sido así. Parecen niños pequeños. —Dijo Annabeth, captando la atención de la gigante y el cerdo.

La torre comenzó a romperse de poco a poco. Mientras las dos pecados femeninas permanecían calmadas, y los otros dos pecados masculinos seguían jugando, el cerdo se moría de terror.

Todos comenzaron a caer, Annabeth y Diane seguían tranquilas, pero lastimosamente, el cerdito no.

E inconscientemente, los pecados rompieron la barrera que los mantenía encerrados, barrera y un los Caballeros Sagrados habían colocado con anterioridad.

La Presión Baste también se destruyó por completo.




📍TABERNA "EL
SOMBRERO DE JABALÍ"

Annabeth se encontraba recostada en la ventana de la habitación que compartía con Meliodas. Por aquellos orbes verdes se podían visualizar pequeñas lagrimas, que caían lentamente por sus mejillas.

Se encontraba recordando cosas del pasado; lo que ella sufrió, la muerte de sus seres queridos, la traición que le cometió a Zeldris y la triste historia de su amiga Elizabeth.

Sentía dolor en sus corazones, un dolor bastante fuerte que le provocaba punzadas y mucha presión en su pecho.

Pero su llanto cesó por un momento al percatarse que alguien se encontraba recostado en el marco de la puerta, con una expresión preocupada.

Era Meliodas.

El rubio rápidamente se acercó a la castaña para hundirla en un fuerte y cálido abrazo, tan pronto se dio cuenta que ella se había percatado de su compañía.

— Annabeth, cariño, ¿Qué pasa? — Le cuestionó suavemente.

— ¿Qué fuiste a hacer...? — Le respondió con otra pregunta, intentando evitar la pregunta de su pareja. Su voz, a pesar de haber estado llorando, seguía siendo aquella dulce y suave voz que le dedicaba a todos.

Meliodas frunció los labios y suspiro.

— Fui a hablar con el doctor Dana. — Le informó. — Nos ha invitado a cenar.

— Que bueno... — Murmuró en respuesta — Ve con los demás, yo me quedare aquí.

—No, no, no. Tu irás con nosotros y no aceptare un no como respuesta. — Le regaño el rubio .— El doctor Dana dijo: "todos están invitados", no "Todos menos Annabeth"

Annabeth negó.

— No quiero que me vean así...

— Te ves igual de hermosa aunque ese par de ojitos estén llenos de lagrimas, no entiendo como le haces para ser tan perfecta.

Annabeth rio.

— No mientas. — Le contradijo.

— No lo hago. — Dijo en respuesta, con una ligera sonrisa mientras comenzaba a limpiarle las lágrimas con ayuda de un paño, con bastante suavidad y delicadeza.

Meliodas siempre la hacia sentirse mejor, y la hacia olvidar toda preocupación o tristeza.

— Te amo, Meliodas. — Dijo Annabeth con sus mejillas y nariz sonrojadas, bajando la mirada avergonzada por lo que había dicho.

— Yo más, preciosa. — Le respondió, dándole un beso en la frente. — ¿Vamos a comer?

—Sí.



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🥀— NOTA DE AUTORA:

no tengo mucho q decir en esta notita aaaa, pero cmo m encanta hacer este tipo d momentos lindos cn meliodas y annabeth 😿 son mi estándar d pareja JAKSJAKJSKAJSK

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