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prólogo

¿Qué trasciende más allá del amor? ¿Existe algo que pueda superar la magnitud del vínculo materno al tener a su hijo en brazos por primera vez? ¿Algo que supere el amor incondicional de un niño hacia su fiel compañero canino? ¿O que rivalice con la pasión de un pintor hacia su musa?

¿El poder y el dinero quizás? ¿Acaso estos conceptos y bienes materiales poseen una importancia superior a aquellas escenas de amor y ternura que otorgan fortaleza y consuelo? Sin lugar a dudas.

Resulta sencillo negarlo con palabras, pero para algunas personas, demostrarlo con hechos se vuelve complicado.

Kim Yeonjun, un joven maestro y comerciante originario de uno de los pueblos más desatendidos económicamente en Seúl, era una de esas personas.

Creció en un entorno donde el amor nunca fue una necesidad prioritaria. ¿Y saben por qué? Porque en un lugar como Seúl, el respeto se ganaba a través del poder y el dinero, no mediante el amor. Para Yeonjun, lo que verdaderamente necesitaba eran esas dos cosas, ya que el amor nunca les brindó ayuda a él ni a su hermana.

Oh, su hermanita Minjeong, tan dulce, delicada y hermosa como una doncella en un cuento de hadas, tan humilde y llena de gratitud. Completamente opuesta a su hermano.

— Hyung, debes tener más cuidado la próxima vez con los animales del mercado. — ella regañó suavemente mientras colocaba la compresa fría sobre el ojo morado de su hermano mayor — ¿O has tenido problemas con los compradores otra vez? — preguntó, y los ojos de Yeonjun se desviaron hacia su hermana, sus ojos temblaron un poco, pero luego tomó con su mano izquierda la compresa para presionarla sobre su herida y empujó a su hermana con su diestra, sin usar la fuerza.

— No es nada, Minji, ya déjame. — regañó Yeonjun — ¿Qué has estado haciendo? ¿Llegó el arrendador?

— Mm, no, no hoy. — murmuró la joven nerviosamente.

El mayor se levantó del suelo echando un suspiro de alivio; aún no había conseguido reunir el dinero para el pago de su hogar.

— ¿Has hecho tus tareas hoy? — preguntó directamente el hombre hacia su hermana menor, y esta asintió rápidamente — Tráelas. — pidió en un tono seco y una mirada que insinuaba indiferencia.

La joven Minjeong asintió entusiasmada y corrió para traer lo que su hermano le había pedido. Para ella, era un honor que alguien tan inteligente como Yeonjun fuera su maestro. Ella había aprendido a escribir, leer, sumar, restar, multiplicar y dividir gracias a su hermano, sin contar que también le enseñó matemáticas avanzadas, historia y todo lo que necesitaba aprender. Era un privilegio que muy pocas doncellas eran dignas de adquirir.

Esa noche, Yeonjun se encargaba de revisar todas las tareas que le había dejado, ella aprovechó para hacer la cena. Ambos hermanos en silencio, el único sonido que irrumpía en la habitación era el chisporroteo de la comida en el fuego y el crujido de las hojas de pergamino y la única fuente de luz eran aquellas lámparas de aceite que ambos estaban usando para sus actividades.

La habitación principal, aunque modesta, estaba impecablemente ordenada. El aroma del incienso llenaba el aire, mezclándose con el tenue sonido de grillos que cantaban fuera.

Yeonjun se sentaba en una mesa baja, rodeado de pergaminos y pinceles. Sus cejas fruncidas y su mirada intensa mostraban su concentración mientras revisaba las tareas de su hermana. Analizando su caligrafía casi perfecta y revisando que todos los hechos históricos estén correctos. Estaba satisfecho con el progreso de Minjeong, aunque su rostro no lo revelaba.

Minjeong por otro lado se movía con gracia por la pequeña cocina, sus pasos ligeros y su rostro sereno. En una olla hervía una sopa sencilla pero nutritiva, hecha con arroz, algas, y pequeñas cantidades de pescado seco. A su lado, en un pequeño brasero, asaba unos pocos vegetales que había conseguido en el mercado.

Ella se detuvo un momento, observando a su hermano mientras este continuaba revisando sus pergaminos. Sentía un profundo respeto y gratitud hacia él. Desde la muerte de sus padres, Yeonjun había asumido el rol de protector y maestro, sacrificando sus propios sueños por su bienestar. Sabía que, detrás de su fachada seria y sus palabras duras, su hermano solo deseaba lo mejor para ella. Por esa razón, ella jamás le diría un "no" a su hermano.

Volvió a centrarse en la preparación de la cena, cortando finamente unas cebollas verdes para añadir a la sopa. Mientras removía la sopa, pensaba en los días futuros, en cómo podría retribuirle a su hermano todo lo que había hecho por ella y si ella haría lo correcto. Pensaba constantemente en la posibilidad de no ser la mujer que su hermano espera que sea, le aterraba decepcionarlo.

"Espero que le guste la sopa," pensó, sonriendo para sí misma. Sabía que su hermano no expresaría su satisfacción en palabras, pero los pequeños gestos, como una mirada aprobatoria o una ligera inclinación de cabeza, eran suficientes para ella.

— Minjeong. — llamó Yeonjun, y la joven se acercó a su hermano con rapidez.

— Sí, ¿qué pasa? — preguntó mientras se sentaba frente a su hermano, con la mesa baja frente a ellos, cubierta por los pergaminos y pinceles.

— Aquí. — apuntó el mayor — Has mejorado, pero te he hablado de los trazos firmes y más rectos. ¿De acuerdo?

— Sí, está bien. — murmuró un poco decepcionada de ella misma, ya que esperaba destacar más.

— Y aquí no completaste esta ecuación. ¿Qué pasó? — preguntó el mayor sin dejar su tono serio.

— Yo...olvidé cuál era el siguiente paso. — confesó ella apenada, y Yeonjun echó un suspiro acomodando los pergaminos.

— Voy a volver a repetirla entonces y terminarás esta ecuación. — avisó, y su hermana asintió.

— Pero... la comida. — recordó ella preocupada, observando la cocina tras ella. Yeonjun golpeó sin mucha fuerza repetidas veces la mesa con la parte dura de los pinceles, para llamar la atención de su hermana.

— Hey, de eso me encargaré yo. Ya te dije que tus estudios son lo más importante.

— Sí, tienes razón. — ella dijo apenada.

— ¿Y por qué tengo la razón? — preguntó el mayor, y su hermana alzó la mirada hacia él.

— Porque el conocimiento es poder, y es lo único que nadie puede arrebatarme. — repitió la misma frase que siempre Yeonjun le hacía recordar.

— Muy bien. Empecemos entonces.

Yeonjun no se consideraba un buen hermano. Sabía que su vida de engaños y manipulaciones no era el mejor ejemplo para Minjeong. Sin embargo, cada decisión que había tomado, cada sacrificio que había hecho, había sido por el bien de su hermana. A pesar de su tono brusco y su actitud seria, su mayor deseo era asegurar un futuro brillante para ella.

Quería que Minjeong se convirtiera en una esposa digna para un noble, alguien que pudiera proporcionarle la comodidad y los bienes que él nunca pudo darle. Sabía que lo que ella necesitaba era estabilidad y seguridad, y estaba dispuesto a hacer todo lo necesario para asegurar su bienestar.

— Para resolver esta ecuación, debes pensar en ella como una balanza. — empezó a explicar Yeonjun, señalando el pergamino frente a ellos. — Necesitamos mantener el equilibrio. Si hacemos algo en un lado, debemos hacerlo en el otro. Primero, mueve todos los términos a un lado de la ecuación y deja la variable sola en el otro.

Minjeong asintió, concentrada en lo que su hermano decía.

— Entonces, si restamos o sumamos algo, debemos hacerlo en ambos lados de la ecuación. — continuó Yeonjun, observando cómo Minjeong escribía cuidadosamente. — Luego simplificamos lo que queda. A veces, podemos necesitar dividir o multiplicar ambos lados para que la variable quede sola.

Minjeong tomó nota rápidamente, comprendiendo el concepto.

— Entiendo, hyung. Si agrego o quito algo, debe ser igual en ambos lados. — dijo, escribiendo en su pergamino.

— Exactamente. Ahora intenta hacerlo tú misma. Recuerda mantener el equilibrio en todo momento. — respondió Yeonjun, asintiendo con satisfacción.

Minjeong trabajó en la ecuación, siguiendo las indicaciones de su hermano. Yeonjun observó en silencio, corrigiendo pequeños errores y guiándola con paciencia. Finalmente, Minjeong sonrió tímidamente al ver que había completado la ecuación correctamente.

— Gracias, hyung. Prometo mejorar en la próxima. — dijo ella.

— Estoy seguro de que lo harás. Ahora, déjame encargarme de la comida. Tus estudios siempre serán lo más importante. — concluyó Yeonjun con un leve gesto de aprobación.

•bd•

En el palacio imperial, los sirvientes se apresuraban a encender las lámparas de aceite, preparándose para la noche que se avecinaba. En el salón principal, sentado en su trono de madera tallada, Choi Soobin observaba en silencio el crepúsculo a través de las ventanas abiertas. Su semblante serio y sus ojos penetrantes reflejaban el peso de la responsabilidad que llevaba sobre sus hombros.

A sus 23 años, Soobin había sido nombrado emperador, una posición que conllevaba no solo poder sino también una soledad abrumadora. Desde su ascenso al trono, había dedicado cada momento a consolidar su reinado y asegurar la prosperidad de su reino. Sin embargo, una creciente inestabilidad política y los rumores de insurrección le habían forzado a considerar una alianza estratégica. Una esposa proveniente de una familia influyente podría fortalecer su posición y consolidar el poder en la corte.

En una reciente reunión del consejo, uno de sus consejeros más antiguos, Min Seok, había planteado la cuestión con franqueza.

— Señor, con todo respeto, los rumores de insurrección y las tensiones en la corte son preocupantes. El consejo cree que una alianza matrimonial podría estabilizar la situación. — sugirió, su voz cargada de preocupación.

Soobin, con su característico tono indiferente y dominante, respondió sin inmutarse. — ¿Crees que el matrimonio resolverá esta situación? — preguntó, sus ojos fríos fijados en Min Seok.

El consejero tragó saliva, intimidado por la mirada del emperador. — No resolverá todo, Señor, pero una alianza sólida puede disuadir a aquellos que buscan desestabilizar su reinado.

El emperador no lo pensó lo suficiente, es más, en cuestión de segundos el consejero obtuvo una respuesta.

— Está bien. Conseguirán doce señoritas de familias prestigiosas, al final de la primera semana del siguiente mes elegiré a una para hacerla mi esposa.

El consejero alzó las cejas con sorpresa, desconcertado por la rápida y curiosa respuesta.

— Lo que usted ordene. — se limitó a decir mientras se alejaba con una reverencia.

En pocos días, la noticia resonó por todos los rincones de la región como un eco distante que se amplifica con cada repetición. Desde los bulliciosos mercados de Seúl hasta los remotos pueblos rurales en las montañas.

En las calles adoquinadas de la capital, los comerciantes se apresuraban a transmitir la novedad entre sus clientes, cada uno añadiendo un matiz diferente a la historia para captar la atención de quienes pasaban. En los salones de las cortes vecinas, los mensajeros susurraban discretamente a los oídos de los nobles y cortesanos, despertando discusiones.

Los rumores cruzaron las fronteras del reino, llegando a oídos de soberanos de reinos vecinos que observaban con interés cada movimiento en la corte imperial. Algunos enviaron emisarios disfrazados de comerciantes o peregrinos para recabar información precisa y evaluar las oportunidades que podrían surgir de una alianza con el poderoso emperador.

Hasta finalmente llegar a los oidos de Kim Yeonjun. Quien no demoró en querer estar seguro de dicho rumor y salió esa mañana para caminar por el mercado del pueblo.

El mercado bullía con la actividad cotidiana cuando Yeonjun divisó a su viejo amigo entre la multitud, cerca del puesto de joyas. Observó discretamente cómo el vendedor intentaba persuadir a un cliente indeciso, un hombre de mediana edad con una mirada escéptica fija en una pulsera de jade, claramente falsa.

— El jade que la adorna proviene de las montañas del este, señor, una joya auténtica.

— No estoy seguro, parece un cachivache. — comentó el hombre con el ceño fruncido.

Yeonjun bufó y se acercó al puesto de joyas cuando notó que el cliente estaba a punto de irse.

— Ah, veo que has encontrado algo verdaderamente especial. He buscado una joya como esta los últimos dos años. El jade simboliza la fidelidad y el amor eterno y esta precisamente he oído que perteneció a un samurai que pretendía regalarle a su prometida.

El cliente alzó las cejas sorprendido y observó con más fijación la joya.

— Oh, ¿es así? — preguntó curioso.

— Sin lugar a dudas. Este jade específico proviene de una mina muy selecta en las montañas orientales, donde se dice que el jade se forma con la bendición de los espíritus de la naturaleza. He oído de él en dos ocasiones en mis años como maestro. Una joya sin lugar a dudas divina.

El hombre de baja estatura observó a Yeonjun y su elegante porte, sonriendo convencido mientras reconsideraba su decisión previa.

— Bien, lo compraré. Mi esposa estará encantada. — dijo el hombre, pagando con entusiasmo antes de marcharse. Yeonjun le dedicó una sonrisa y una reverencia antes de volverse hacia el vendedor de joyas.

— ¿Es cierto lo que dijiste de la pulsera? — preguntó el vendedor, y Yeonjun giró los ojos con impaciencia.

— Beomgyu, ¿eres estúpido o qué? — respondió Yeonjun, borrando su sonrisa y adoptando una expresión seria.

El vendedor bufó, comprendiendo las intenciones de su amigo.

— Oh, ya entiendo, me ayudaste porque quieres algo, ¿no? — comentó el vendedor de forma juguetona, colmando rápidamente la paciencia de Yeonjun.

— Sí, sí, como sea. Habla, ¿qué sabes sobre lo que anunció el emperador? — inquirió Yeonjun de forma directa. El vendedor se emocionó con la pregunta, pues era el tema del que todos hablaban.

— ¿Qué es lo que quieres saber? — replicó el vendedor, y Yeonjun lo miró aún más impaciente.

— Dime lo que sabes y ya.

— El emperador va a convocar a doce doncellas al palacio. Probablemente serán evaluadas por un casamentero y, al final de la primera semana del mes que viene, solo una será elegida como su esposa. — explicó el vendedor, mientras Yeonjun analizaba la información.

— ¿Qué clase de doncellas? — preguntó Yeonjun.

— No lo sé, supongo que de clase alta o muy bien portadas.

Yeonjun acarició el interior de su boca con la lengua, reflexionando. De inmediato pensó que su hermana era la candidata perfecta para ello.

— Bien, gracias. — se despidió del vendedor, dejando claro que ya tenía un plan en mente.

Tras días de un comportamiento misterioso por parte de Yeonjun. Minjeong se encontraba por otro lado, luego de ordenar la casa, se encontraba sentada en el suelo, con las piernas cruzadas y la cabeza inclinada sobre sus tareas. Concentrada, repasaba una y otra vez sus trazos, asegurándose de que cada línea y curva fueran perfectas. A su alrededor, el sol comenzaba a caer, y la luz suave de las velas apenas iluminaba la estancia.

De repente, escuchó el crujido de la puerta de entrada y levantó la vista para ver a Yeonjun entrar en la casa. Su aspecto la sorprendió; estaba vestido con ropas finas y elegantes, muy diferentes a su atuendo habitual. Minjeong dejó de lado sus tareas y se acercó a él, con una expresión de asombro y confusión en su rostro.

— Hyung, ¿qué ocurre? — preguntó, sus ojos reflejando su desconcierto.

Yeonjun sonrió levemente, una sonrisa que no alcanzaba a sus ojos. Dejó un paquete envuelto en tela fina y grande sobre la mesa baja y miró a su hermana con una mezcla de orgullo y determinación.

— Minjeong, ven aquí. Tengo algo importante que decirte. — dijo, su tono serio pero cálido.

Ella se acercó y observó cómo su hermano desataba el paquete, revelando varios vestidos finos, hechos de seda y brocados. Minjeong tocó una de las prendas con cuidado, maravillada por la suavidad del tejido y los intrincados bordados.

— ¿De dónde sacaste esto, hyung? — preguntó, todavía incrédula.

— Son regalos de un amigo. — respondió Yeonjun, evitando la mirada de su hermana al no ser sincero — Quiero que luzcas hermosa, tendrás la oportunidad de tu vida.

Minjeong miró a su hermano, todavía sin entender completamente. — ¿Qué oportunidad? No entiendo.

Yeonjun tomó las manos de su hermana y la miró directamente a los ojos, con una expresión seria.

— Minjeong, muy pronto estarás frente al emperador. Han convocado a doce doncellas para elegir a la futura emperatriz, y tú serás una de ellas porque yo me encargaré de eso.

Los ojos de Minjeong se abrieron de par en par, su mente luchando por comprender lo que su hermano estaba diciendo.

— ¿Yo? ¿Frente al emperador? — murmuró, su voz temblando ligeramente.

— Sí, tú. — afirmó Yeonjun — Es una gran oportunidad, Minjeong. Si eres elegida, nuestra vida cambiará para siempre. Quiero que te prepares bien y luzcas como la doncella más elegante y digna de todas.

Minjeong asintió lentamente, todavía atónita, pero confiando en el juicio de su hermano. Sabía que Yeonjun siempre había querido lo mejor para ella, incluso si sus métodos eran a veces severos y difíciles de entender.

Para la suerte de Yeonjun y todas las ideas de su cabeza, el palacio no estaba muy lejos de donde residían. Lo primero que debía hacer era decirle a su hermana que se mantuviera atenta y la dejó a cargo del hogar.

— No comprendo, ¿te irás? — preguntó ella algo asustada.

— Sí. Tengo qué, me iré pero no tardaré tanto. Confío en ti. — él dijo y Minjeong asintió con rapidez.

Y con las finas prendas, Yeonjun salió muy temprano para llegar a tiempo al palacio. El camino estaba lleno de gente apresurada por sus propios asuntos, pero Yeonjun solo tenía un objetivo en mente. Mientras caminaba, los edificios se volvían más grandes y majestuosos, y la presencia del palacio se hacía cada vez más evidente.

Al llegar a las puertas del enorme palacio, Yeonjun se detuvo por un momento para observar la magnitud de la estructura. Las paredes de piedra eran altas y formidables, adornadas con grabados detallados y banderas que ondeaban con el viento. Las puertas, imponentes y decoradas con intrincados patrones dorados, reflejaban la grandeza del imperio. Yeonjun sintió un golpe de ambición en su pecho; este era el lugar donde su destino podría cambiar para siempre.

Con paso firme, se acercó a la entrada y se presentó ante los guardias.

— Soy el casamentero enviado por decreto del emperador para supervisar la selección de las doncellas —dijo, mostrando con confianza los documentos falsificados.

Los guardias lo miraron con desconfianza, pero permitieron que pasara. Fue llevado al salón principal, donde la mano derecha del emperador; Min Seok, un hombre de mediana edad con una expresión severa, lo esperaba.

— Bienvenido, casamentero — dijo el sirviente, examinando los documentos que Yeonjun le había entregado — Todo parece estar en orden. Procedamos... Se le otorgará la lista de doncellas, el día de mañana usted tendrá el trabajo de entrevistas a cada una. Bueno, es su trabajo, supongo que usted sabe lo que tiene que hacer.

— Claro que sí señor, he estado en este trabajo por mucho tiempo. — mintió mientras su mirada vagaba por el palacio.

Antes de que pudiera terminar, un guardia entró rápidamente y se acercó a la mano derecha del emperador.

— Disculpe, señor, pero hay un hombre en la puerta que asegura ser el casamentero.

El salón quedó en silencio cuando el guardia trajo al recién llegado, un hombre de apariencia digna que llevaba consigo sus propios documentos. Miró a Yeonjun con sospecha y se dirigió hacia Min Seok.

— No, debe ser un error. — afirmó el sirviente riendo un poco — El casamentero acaba de llegar.

— Yo he sido enviado. — dijo con calma, mirando a Yeonjun de reojo — Este hombre no debería estar aquí, no puede haber un error.

El sirviente, visiblemente confundido, decidió indagar más. Se volvió hacia Yeonjun.

— ¿Quién te envió? — preguntó, su voz era severa.

— Fui enviado directamente por el ministro de la corte, bajo órdenes del emperador —respondió Yeonjun sin titubear.

— ¿Y de dónde provienes? — continuó el verdadero casamentero, sus ojos estrechándose.

— De la región sur, fui llamado urgentemente debido a la necesidad de la selección —contestó Yeonjun, mostrando seguridad en cada palabra.

Aunque las respuestas de Yeonjun eran convincentes, el verdadero casamentero seguía dudando. Estaba a punto de hacer otra pregunta cuando el emperador Soobin hizo su entrada. Su presencia imponente impuso silencio al instante, y todos se inclinaron respetuosamente.

— ¿Qué está ocurriendo aquí? —preguntó Soobin, con su voz firme resonando en el salón.

La mano derecha del emperador le explicó rápidamente la situación. Soobin tomó los documentos de ambos hombres, examinándolos detenidamente. Su expresión permaneció impasible mientras comparaba los certificados y las cartas de reclutamiento. Después de un momento, levantó la vista y miró directamente a Yeonjun.

Cuando sus miradas se encontraron, Yeonjun sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La intensidad de los ojos de Soobin, fríos y penetrantes, parecía escudriñar cada rincón de su alma. La mirada del emperador se oscureció, y durante un instante que pareció eterno, Yeonjun sintió como si todo su ser estuviera expuesto ante esa mirada implacable. Era una sensación que daba escalofríos, como si el emperador pudiera ver a través de sus mentiras y falsedades. Su garganta se secó y por primera vez en su vida sintió una especie de temor mientras mentía.

— Agradezco que hayas venido hasta aquí — dijo Soobin finalmente, rompiendo el silencio— Sin embargo, parece que ha habido un error. Nos quedaremos con este casamentero. — añadió, señalando a Yeonjun.

El verdadero casamentero parecía confundido, pero aceptó la decisión con una reverencia antes de ser escoltado fuera del salón. Yeonjun, con el corazón latiendo rápidamente pero sin mostrarlo, dio un paso adelante y se inclinó profundamente ante el emperador.

— Señor, es un honor para mí servirle — dijo Yeonjun, levantando la vista para encontrarse nuevamente con los ojos del emperador — Le aseguro que encontraré la mejor esposa para usted, alguien que será digna de su posición y que fortalecerá el imperio.

Soobin lo observó con detenimiento, sus ojos fríos y calculadores evaluando cada palabra y gesto de Yeonjun.

— Espero que cumplas con tu promesa. —respondió finalmente el emperador, su voz baja pero llena de autoridad — No toleraré errores.

Yeonjun asintió, consciente de que estaba caminando por una delgada línea, pero decidido a no fallar.

— No le defraudaré, Mi señor. —aseguró con un tono firme y decidido.

Con un último vistazo evaluativo, Soobin se dio la vuelta y salió del salón, dejando a Yeonjun con la responsabilidad de cumplir su ambiciosa misión.

•bd•

Yeonjun se acomodó en la cama del lujoso aposento que le habían asignado en el palacio, mirando el techo mientras trataba de asimilar la situación. Las sábanas de seda y el mobiliario opulento le recordaban constantemente que estaba muy lejos de su vida cotidiana. La idea de ser tratado como un noble le resultaba desconcertante, pero sabía que debía mantener la compostura y seguir adelante con su plan. El amanecer trajo consigo una nueva dosis de nerviosismo, pero también una resolución firme.

Tras un desayuno elegante, fue convocado para recibir a las doce doncellas que habían sido seleccionadas para la audiencia con el emperador. Mientras caminaba por los largos pasillos del palacio hacia el gran salón, su mente repasaba meticulosamente cada paso de su plan. Había arreglado con Beomgyu, el vendedor de joyas, que éste ayudaría a traer a Minjeong al palacio en el momento adecuado.

El gran salón estaba lleno de luz natural que se filtraba a través de las ventanas de papel, y en él esperaban las doce doncellas, nerviosas y vestidas con sus mejores galas. Yeonjun se acercó a ellas, manteniendo una expresión profesional y autoritaria que ocultaba su creciente ansiedad.

— Buenos días a todas —dijo con voz firme, mientras sus ojos pasaban de una a otra—. Hoy iniciaremos el proceso de selección. Por favor, síganme para las entrevistas individuales.

Las doncellas lo siguieron, susurros nerviosos llenando el aire. Una a una, Yeonjun las entrevistó en una sala apartada, evaluando sus habilidades, modales y conocimientos. Hizo preguntas detalladas y tomó notas, todo mientras mantenía su fachada de casamentero experto. A medida que avanzaba la mañana, identificó a la mejor candidata, una joven llamada Hyejin, cuya gracia y habilidades eran innegables, además de su belleza envidiable.

Yeonjun tenía que eliminarla de inmediato.

Después de finalizar todas las entrevistas, Yeonjun llamó a Hyejin aparte. Ella se acercó con una mezcla de nervios y esperanza reflejada en sus ojos oscuros.

— Hyejin, has demostrado ser una candidata excepcional —comenzó Yeonjun, adoptando un tono serio — Sin embargo, debo informarte que, lamentablemente, no cumples con ciertos criterios que el emperador considera cruciales.

Hyejin pareció sorprendida y decepcionada. Sus labios temblaron un poco antes de asentir con resignación.

— Entiendo, señor. Agradezco la oportunidad —respondió con un susurro, antes de retirarse, su paso ligeramente más pesado por la decepción.

Aprovechando la oportunidad, Yeonjun hizo una señal discreta a Beomgyu, quien esperaba fuera con Minjeong. En un abrir y cerrar de ojos, Minjeong fue llevada al interior del palacio, vestida con un elegante hanbok que Yeonjun había obtenido para ella.

Yeonjun la introdujo al grupo de doncellas, ocupando el lugar de Hyejin sin levantar sospechas. Luego, llenó el formulario con detalles que hacían que Minjeong pareciera la candidata perfecta. No necesitaba entrevistarla; conocía bien a su hermana y sabía qué escribir para impresionarle al emperador.

Al finalizar, Yeonjun reunió nuevamente a las doncellas y les explicó el siguiente paso.

— Ahora, cada una de ustedes será presentada ante el emperador. Mantengan la compostura y recuerden todo lo que han aprendido.

Una a una, las doncellas se presentaron ante el emperador Soobin en el gran salón del trono. Cuando llegó el turno de Minjeong, Yeonjun sintió un nudo en el estómago. Ella hizo una reverencia profunda y elegante, tal como él le había enseñado.

Soobin la observó con su mirada penetrante, su rostro inmutable como siempre.

— ¿Cuál es tu nombre? —preguntó Soobin, su voz resonando en el gran salón, llenándolo con una autoridad inquebrantable.

— Mi nombre es Choi Minjeong, mi señor. —respondió ella, su voz firme pero respetuosa.

Soobin asintió ligeramente, sin revelar sus pensamientos. Sus ojos oscuros se fijaron en los de Minjeong por un breve momento, evaluándola con una intensidad que hizo que el corazón de Yeonjun latiera más rápido. Minjeong sostuvo la mirada con dignidad antes de retirarse para dejar paso a la siguiente doncella.

Después de que las doncellas se retiraron, Yeonjun se quedó a solas con el emperador Soobin en el gran salón del palacio. La atmósfera era tensa pero controlada, ambos hombres midiendo sus palabras y movimientos con cautela.

— Bien, casamentero, ¿Qué puedes decirme sobre estas doncellas? —preguntó Soobin, su voz resonando con autoridad mientras se recostaba ligeramente en su trono, observando a Yeonjun con ojos penetrantes.

Yeonjun mantuvo la compostura, manteniendo una expresión neutral mientras hablaba.

— Mi señor, he evaluado a las doncellas meticulosamente. Hay una que se destaca por encima de las demás en todos los aspectos. Su nombre es Minjeong. — respondió Yeonjun, eligiendo sus palabras con cuidado — Es joven pero tiene una gracia natural y una inteligencia que la hacen excepcional. Además, su lealtad y devoción son inquebrantables, cualidades que la convierten en la candidata ideal. Claro que el tiempo también hablará por sí solo.

Soobin arqueó una ceja, su expresión apenas cambiando mientras observaba a Yeonjun con un deje de curiosidad.

— Parece que tienes un gran interés en esta Minjeong. ¿No crees que es inusual para un casamentero? — comentó Soobin con un leve tono de burla.

Yeonjun mantuvo la calma, aunque por dentro su corazón latía con fuerza.

— Mi interés en Minjeong es puramente profesional, señor. Ella simplemente encaja perfectamente con los criterios que has expresado para la futura emperatriz — respondió Yeonjun, su voz firme pero respetuosa.

Soobin asintió lentamente, sus ojos oscuros brillando con una chispa de diversión.

— Muy bien, casamentero. Veremos qué nos depara el futuro. Gracias por tu evaluación. Ahora, si me disculpas, tengo otros asuntos que atender —concluyó Soobin, su voz ahora más suave mientras se levantaba del trono y se retiraba con una gracia que solo un emperador podría poseer.

Mas tarde ese día, se les asignó habitaciones a cada doncella. Yeonjun se encontraba caminando por el palacio en ese momento, cuando entonces se atravesó a Minjeong en el camino. Ella con una radiante sonrisa lo abrazó cuando se acercó a él.

— Hyung, ¿Cómo lo hice? ¿Fue suficiente? — preguntó Minjeong en voz baja, emocionada por el éxito que había logrado.

Yeonjun asintió con aprobación, respondiendo en el mismo tono suave: — Lo hiciste muy bien, Minjeong. Estoy orgulloso de ti. ¿Qué hay de Beomgyu? ¿Te trató bien ese infeliz?

— Sí, no te preocupes, fue muy amable. — dijo ella sinceramente — Hyung, el palacio es muy enorme, ¿no lo crees?

— Si Minjeong, y si actúas correctamente y me sigues la corriente, será todo tuyo. — susurró con una sonrisa.

Entonces se escuchó un leve carraspeo y cuando Yeonjun giró el rostro se encontró con Min Seok, quien estaba algo lejos de ellos, cosa que tranquilizó a Yeonjun.

— Casamentero, ¿le gustaría acompañar al emperador para tomar el té? — preguntó, indicando hacia el interior del palacio.

Yeonjun asintió con cortesía. — Por supuesto.

Ellos caminaron por los amplios corredores del palacio, Yeonjun siguiendo los pasos firmes del sirviente hasta un salón un poco más pequeño e íntimo. El sirviente abrió las cortinas, Yeonjun pudo observar al emperador en el interior de la habitación y sus nervios crecieron de la nada misma.

— Señor, el casamentero está aquí. — anunció el hombre, asustando un poco a Yeonjun quien estaba muy hundido en sus pensamientos.

— Gracias, Min Seok, puedes retirarte. — afirmó el emperador y finalmente alzó la mirada un poco, sus ojos finos y con una forma peculiar e intimidante, casi hace a Yeonjun retroceder — Acérquese, no muerdo. — dijo suavemente el emperador antes de dedicarle a Yeonjun una sonrisa simple, sin enseñar su dentadura.

Yeonjun tragó duro antes de acercarse al emperador. En la tranquila intimidad de la sala de té, sentados frente a frente en mesas bajas decoradas con finas porcelanas, Yeonjun rompe el silencio esta vez.

— Lo lamento, mi señor, pero me causa curiosidad saber por qué quiso tomar el té específicamente conmigo. — dijo en voz baja, no había tomado ni un sorbo de té hasta el momento.

— No me parece inusual. — confesó el emperador con una expresión de indiferencia — Me quise reunir con usted simplemente por trabajo. — explicó y sonrió ligeramente al ver que el casamentero siquiera parecía querer levantar la mirada — ¿O esperaba que sea por algo más?

— Por supuesto que no. — se apuró en responder, esperando no haberle faltado el respeto al emperador — Solo me causó curiosidad, es todo. Pero ya que estoy aquí, supongo que tiene algunas dudas.

El emperador asintió mientras dejaba el té sobre la mesa.

— Sí, me interesa qué planes tiene para esas doncellas.

— Bueno, mi señor. Empezaremos evaluando claro sus comportamientos y modales de cada una, pero claro estando a solas con usted. — explicó y el emperador ladeó levemente la cabeza.

— ¿A qué se refiere? — indagó curioso.

— Pensaba en organizar una pequeña cena, incluso un desayuno puede ser una prueba. Usted necesita evaluar el comportamiento de su futura esposa cuando se encuentre a solas con ella.— el emperador asintió convencido.

— ¿Cuánto tiempo lleva haciendo esto? — preguntó de repente, desconcertando a Yeonjun, ya que no esperaba una pregunta personal.

— No estoy seguro de que esa pregunta esté relacionada con mi trabajo. — Yeonjun respondió, sus ojos reflejando un leve desafío hacia el emperador, quien lo notó de inmediato.

— Aquí hablamos de lo que yo quiera. — declaró el emperador sin rodeos. — Solo responda.

— He estado en esto unos cuantos años, exactamente cuatro. — mintió sin titubear..

— ¿Es casado? — preguntó ahora, confundiendo a Yeonjun, no comprendía por qué el emperador estaba haciendo esas preguntas.

Yeonjun soltó una leve risa antes de decir; — No sabía que hacía tantas preguntas, pareciera que está evaluándome. ¿Ahora el casamentero es usted? — dijo con un tono de humor, para su suerte el emperador lo tomó de la misma forma.

— Bueno, bien usted dijo que mi trabajo también es evaluar.

— A las doncellas. — corrigió Yeonjun. El emperador simplemente sonrió, mostrando por primera vez su perfecta dentadura, y desvió la mirada hacia otra parte de la habitación. — Pero no, no estoy casado.

— Debe ser complicado estar rodeado de tanta belleza todos los días. — comentó el emperador, llevando la taza de té a sus labios.

— Sé controlarme. — afirmó Yeonjun. — Soy profesional.

— Admiro eso. — confesó el emperador, encontrando los ojos de Yeonjun. Este último levantó las cejas, sorprendido por la declaración.

— ¿Ah, sí? ¿Por qué, mi señor? — preguntó, inclinando la cabeza ligeramente.

— Porque no tengo ese control. Cuando veo algo que me gusta lo persigo hasta hacerlo mío. — dijo, su tono de voz no era el mismo, sonaba como si un lobo estuviese tratando de persuadir a la oveja, era un tono que insinuaba cosas que Yeonjun no quería pensar, pero en lugar de temer y ocultarse, fue como si le hubiese abierto la puerta del corral.

— No somos muy diferentes entonces, mi señor. — dijo Yeonjun en voz baja, su mirada se clavó unos segundos en los labios del rey cuando este los relamió.

— Me alegra oír eso.

q raro yo haciendo porno con trama vdd?

avisen errores, espero les guste y qsy concluido el domingo 14 de julio del 2024 a las 03:46 HOY JUEGA LA ESCALONETA EN LA FINAL CARAJOOOOOOOOOOO. Bomi del futuro, q pasó? bue

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