🦋Capítulo 5- Tres travesuras🦋
Había una sensación palpable de intriga en el aire cuando llegué al trabajo en el lujoso automóvil del señor Park. Aunque esperaba algunas miradas curiosas o preguntas indiscretas, para mi sorpresa, la oficina estaba sumida en su habitual bullicio y nadie pareció darse cuenta de mi llegada estelar. De hecho, mi ausencia durante la mañana pasó desapercibida, gracias a la intervención oportuna de la señorita Leia, quien, al parecer, había sido notificada previamente de que estaría en una reunión con nuestro jefe, cubriendo mi rastro con una habilidad digna de una espía.
Sin embargo, no todos estaban tan desentendidos. Yoongi, con su aguda percepción, detectó algo diferente en cuanto me vio. Me escudriña de arriba abajo, su mirada se detiene en mi traje, uno que claramente grita 'elegancia' y 'dinero'. Es imposible no notar la calidad del tejido, el corte perfecto y la forma en que se ajusta a mi figura, como si hubiera sido hecho a medida para mí.
—Oye Jungkook, ¿cuándo compraste eso? —pregunta Yoongi, su dedo apuntando hacia mi atuendo con un gesto de genuino asombro.
—Ayer —respondo con una sonrisa forzada, desviando la mirada hacia mis zapatos nuevos, que complementan el conjunto a la perfección.
—¿Lo hiciste por lo que te dijo Taehyung? —inquiere, elevando una ceja.
—Ajá —asiento con la cabeza, manteniendo la fachada.
La verdad es que Taehyung tenía algo que ver pero de no ser por el señor Park jamás hubiera comprado prendas de tal calidad.
—Mmm, por cierto Taehyung te llevó el café al cubículo. Escuché rumores de que nos entregarán una oficina grande cuando terminen de sacar las cosas de los antiguos abogados.
—¿Quién te dijo eso? —pregunto entrecerrando los ojos.
—Taehyung.
—¿Me hablaban? —pregunta apareciendo detrás de mí.
—Oye Jungkook, dile a nuestro jefe que me perdonas. Así no tendré que llevarte café todos los días, no soy tu esclavo.
—Pídeselo, si accede por mi no hay problema —digo—. No gano nada recibiendo cafés gratis durante las mañanas porque de todos modos no me gusta el café.
—¡Oh! —Sonríe—. A mi tampoco me gusta.
—¿Saben qué es lo que les debería de gustar? —pregunta Yoongi Hyung—. Trabajar, así que vamos a hacerlo.
Desde que tengo memoria, Yoongi ha sido una presencia constante en mi vida. Nuestras casas compartían una pared común y nuestras vidas parecían hacer eco de esa cercanía. Durante nuestra adolescencia, Yoongi se convirtió en más que un vecino; se convirtió en un mentor y un amigo incondicional.
Recuerdo claramente cómo, en los días previos a mi examen de ingreso a la universidad, Yoongi se ofreció a ayudarme a prepararme. A pesar de sus propias responsabilidades y horarios apretados, encontró tiempo para darme clases particulares. No aceptó ningún pago, sabiendo que mi situación familiar era complicada. Yoongi era consciente de que mi madre y yo nos las arreglábamos solos desde que mi padre falleció cuando yo era apenas un bebé.
En las noches en que el silencio del hogar era interrumpido por el rugir vacío de nuestros estómagos, Yoongi aparecía, como si pudiera sentir nuestra necesidad. Traía consigo trastes repletos de kimchi, bulgogi y otros manjares, asegurándose de que tuviéramos suficiente para llenar nuestras barrigas y calentar nuestros corazones.
Esas comidas compartidas se convirtieron en más que simples actos de caridad; eran símbolos de una amistad profunda y un apoyo mutuo. Yoongi y su familia nos mostraron que la comunidad y la compasión pueden florecer incluso en las circunstancias más difíciles. A través de su bondad, aprendí el valor de la solidaridad y la importancia de extender la mano a quienes nos rodean.
E incluso me enteré gracias a él que la empresa Golden Busan había abierto convocatoria para nuevos aspirantes. Juntos aplicamos y fuimos pasando fase por fase hasta lograr ser contratados.
Al finalizar nuestra jornada laboral nos dirigimos a la salida juntos, una vez estando afuera del edificio lo miro a los ojos tratando de encontrar las palabras para explicarle que tengo en mi posesión el auto del jefe.
—El señor Park me prestó su auto, sígueme.
Digo así sin más, él incrédulo me sigue al estacionamiento, se emociona al ver el lujoso lamborghini y se sube al asiento del copiloto.
—¿Por qué tienes su automóvil?
—Es un secreto —digo encendiendo el motor.
—¡Oh vamos Jungkook! —se queja—. ¿No me tienes confianza?
Suspiro y asiento mientras me muerdo los labios.
—Pues... Fuimos a atender un asunto temprano.
—¿Qué asunto? —pregunta mirándome de reojo mientras se coloca el cinturón.
—Quería que conociera a mi cliente porque es un señor pudiente. —Miento.
—Oh ya veo, ¿y ahí te compró la ropa que llevas puesta?
Me quedo en silencio.
—Vamos Jungkook, no tienes el dinero suficiente para comprarla y ahora que conduces su automóvil todo toma sentido.
—Bueno sí, pero no lo comentes en la empresa.
—Somos amigos, jamás lo haría —dice sonriendo y le creo.
—Gracias Hyung.
—Pero Jungkook, todo es laboral. ¿Verdad?
Asiento.
—¿Y cómo te fue en tu visita a Daegu? —pregunto para desviar el tema de conversación.
Yoongi me cuenta acerca de su visita a sus abuelos y luego de unos minutos llegamos a nuestro vecindario, estacioné el auto frente a la casa de Yoongi porque enfrente de la mía está el puesto de comida americana que atiendo junto con mi mamá.
—¿Y ese auto? —pregunta la rubia teñida al abrazarme.
—Lo estoy cuidando —digo quitándome el saco y colocándolo con cuidado encima de una silla.
—Señora Jeon, quiero dos hotdogs —dice Yoongi—. Jungkook dijo que corren por su cuenta.
—¿Qué haces? —le pregunto en un susurro.
—Mi silencio tiene un costo y quiero dos hochos.
—Yo te los preparo Hyung —digo sonriendo.
Me subo las mangas de la playera blanca, luego me pongo el mandil y comienzo a cocinar. Pronto el carretón está lleno de comensales al igual que todas las noches.
Terminamos a las dos de la madrugada, después de ayudarle a mi mamá a limpiar todo me voy a la ducha y me acuesto a dormir pensando en el señor Park, en su amabilidad, en la traición que había recibido de parte de su novio y en el lujoso automóvil estacionado allá afuera.
—¿Y si le pasa algo al automóvil? —me pregunto en un susurro parándome abruptamente.
En pijamas corro por mi pequeña casa hasta llegar al vehículo y decido quedarme a dormir adentro. Pero mi sorpresa al entrar es que el coche tiene un sistema avanzado e incluso hay llamadas perdidas de Kim Namjoon.
—¿El teléfono del señor Park está ligado al auto? —Suspiro.
Un par de golpes en el vidrio llaman mi atención, al girar el rostro me encuentro con Kim Namjoon.
Él intenta abrir la puerta del automóvil y yo, asustado no se lo permito.
—¡Abre la puerta maldito! ¡¿Dónde está Jimin?!
Con dedos temblorosos le marco a la señorita Leia, es muy de madrugada, así que ñespero que conteste impaciente, pero por fortuna contesta al cuarto timbre.
—¿Sabes qué hora es?
—Lo siento, necesito con urgencia el número de teléfono del señor Park. No pregunte porque señorita Leia, solo por favor hágalo.
—Lo siento, no puedo.
—¡Abre la maldita puerta! —grita Namjoon tocando el cristal con el puño.
—Entonces llámelo usted, dígale que iré a su casa en su auto porque Kim Namjoon me encontró.
Al decir eso finalizo la llamada y con dedos torpes presiono el botón de la llave encendiendo el motor para irme lejos. Conduzco unas calles hasta que me doy cuenta de que Namjoon me persigue, nervioso sigo acelerando tratando de recordar el camino a la mansión del señor Park ¿Por qué estoy metido en medio de esto?
Luego de varios giros rápidos llego a la mansión del señor Park y el portón negro eléctrico se abre al instante dejándome pasar. Del otro lado se encuentra mi jefe vistiendo un pijama de seda color vino junto con un guardia. Me bajo acelerado del automóvil entregándole la llave.
—Señor, es Kim Namjoon.
Él se relame los labios asintiendo con la cabeza.
—¿Dónde está el martillo? —pregunta y el guardia la entrega un martillo—. Después avanza hacia el portón saliendo por una puerta más chica dentro del mismo.
El guardia y yo vamos detrás suyo y para mi sorpresa me encuentro con un Park Jimin furioso que está destruyendo el cofre del automóvil de Namjoon. Este se baja dejando la puerta abierta e intenta golpear a Jimin pero muy ágil lo esquiva dándole una patada en el pecho que lo obliga a alejarse de él.
—¿Por qué molestas a Jungkook? —pregunta sosteniendo el martillo en el aire.
—Porque es cierto, me fuiste infiel con él. —El señor Park sonríe.
—Por lo visto ninguno de los dos se tomó en serio la relación, vete Kim Namjoon.
—¿Kim? Solo me dices Kim cuando estamos en la cama, ¿quieres dejar todo atrás e ir juntos a tu habitación para cogerte? Si quieres puedes invitar a Jungkook, no tengo problema con eso.
—No quiero que vuelvas a poner un solo dedo asqueroso en mi piel, así que desaparece. —El señor Park me mira a los ojos—. Vámonos.
Entra a la casa, después su guardia y por último yo, pero justo antes de cruzar la puerta Namjoon me toma por el pijama arrastrándome hacia él para después darme un puñetazo directo en el ojo. Furioso me zafo de su agarre regresándoselo directo a la mandíbula. Ambos comenzamos a golpearnos mutuamente hasta que Jimin y el guardia nos separan.
—¡Lárgate o te aseguro que te hundiré en prisión por persecución e intento de asesinato! —grita Jimin cuando nos separamos
—¡Destruiste mi auto, tengo más pruebas que tú!
—Simplemente diré que lo hice en defensa propia. —Endurece la mirada—. No tienes oportunidad en contra mía, largo.
—Llamaré a la policía si no se marcha —dice el guardia y Namjoon chasquea la lengua regresando al interior de su auto.
El señor Park se gira y suaviza la mirada al encontrarse con la mía, después me hace una señal con la cabeza para regresar a la seguridad de su mansión.
Momentos más tarde nos encontramos en el interior de su casa, estoy bebiendo un vaso enorme con agua para pasar de ese mal momento. Él me mira sin parpadear, sus ojos anclados en cada movimiento que hago. Una de las mucamas le entrega un botiquín de primeros auxilios y comienza a sacar gasas y alcohol.
—Lamento lo sucedido —dice rompiendo el silencio entre nosotros—. Tráeme una bolsa de hielo.
—Sí, señor —responde la empleada.
—¿Cómo me encontró su ex novio?
—Él tenía acceso a mi ubicación. —Suspira al acercarse a mí, después me coloca alcohol en el ojo y me quejo—. Olvidé cambiar mis contraseñas pero ya lo hice. ¿Quieres que te lleve a tu casa o duermes aquí? —pregunta al ponerse de pie.
—Señor, en dos horas tengo que estar en la empresa y el camino de regreso demora una hora. No alcanzaré a llegar. —Me rasco el mentón avergonzado—. Sé que es mucho pedir pero... ¿Podría prestarme algo de ropa?
Él sonríe.
—No creo que te quede mi ropa. —Se relame los labios. Son carnosos, ese acto me fascina—. Aunque tengo unas prendas que pensaba obsequiarle a Namjoon, ¿te molesta usarlas?
Niego con la cabeza.
—Solo no quiero que me descuenten el día.
—Y yo quiero que estés bien —dice mirando mi herida.
—¿Tan grave fue? Ha sido solo un puñetazo.
—Al parecer tienes la piel sensible. —En ese momento llega la mucama entregándole una bolsa de hielo y un pedazo de carne cruda.
—La carne cruda ayuda a prevenir moretones, señor.
—Gracias, Mica. Puedes irte a dormir.
La mucama sale dejándonos solos de nuevo.
—Te pondré un curita —dice y me dejo.
Sentir sus dedos pequeñitos tocar mi piel me pone nervioso. ¿Por qué?
—Hablando del traje... —murmuro.
—Prefiero conseguirte uno nuevo, ese que era para Namjoon... —Suspira—. Voy a quemarlo después.
—Me gustaría presenciarlo —digo con mirada juguetona.
—Ya será la segunda travesura que hacemos juntos, Jungkook. —Sonríe radiante, que bonitos dientes tiene. ¿Qué estoy pensando?
—¿Lo hacemos? ¿Quemamos el traje juntos?
—Sí, quiero hacerlo.
Lo sigo por las enormes escaleras de caracol hasta su habitación, mientras mantengo el pedazo de carne en mi ojo izquierdo.
Una vez estando en el interior abre una puerta que nos guía a un clóset enorme con todas sus pertenencias perfectamente acomodadas. Incluso su clóset es más grande que mi casa.
—Es esto. —Me entrega una caja con un traje y zapatos.
—¿Es Valentino? Señor, ¿va a quemarlo?
—No me importa, el dinero sobra aquí.
—Como usted diga, señor Park.
—Háblame de tú, después de todo eres el único empleado además de Leia que ha entrado a mi hogar y ahora hasta has entrado a mi clóset.
—Bueno, ¿dónde lo quemamos?
—En la terraza de mi habitación.
Caminamos juntos a la terraza de su habitación que es tan lujosa que no puedo evitar ampliar los ojos. Incluso hay una chimenea eléctrica en la que supongo que quemaremos las prendas.
—Voy a desaparecer todo rastro de Namjoon —dice abriendo la caja y sacando un hermoso saco color azul marino.
—Es lo mejor, señ... Jimin —digo corrigiéndome y sonríe.
Juntos quemamos el traje y los zapatos, después nos quedamos en silencio mirando la chimenea hasta que Jimin comienza a sollozar.
—Yo puedo ayudarte —digo con sinceridad.
—¿A qué?
—A borrar todo rastro de Kim Namjoon.
Gira el rostro para verme a los ojos.
—¿Cómo? —pregunta esperando mi respuesta, pero no sé qué decirle. De lo único que tengo certeza es de que quiero besar esos carnosos labios desde hace rato cuando se los lamió con la lengua.
—Tal vez me despidas por lo que voy a hacer.
—¿Despedirte? —Frunce el ceño y no le doy tiempo para reaccionar porque beso sus labios. ¿Esto cuenta cómo la tercer travesura con el señor Park? Tres travesuras en un día, vale la pena si me despide.
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