🦋Capitulo 10-¿Quién eres tú?🦋
Cuando despierto no puedo evitar ir a buscar a Seokjin para pregúntale cómo amaneció, y en el trayecto a la sala de estar escucho risas. Miro el reloj en mi teléfono dándome cuenta de que son las doce de medio día. Dormí demasiado y aún así siento que no he dormido nada. ¿Por qué el sexo cansa tanto? Me acerco al jardín, ahí está Jin, charlando y riendo con un amigo.
—¿Quién eres tú? —pregunto.
—Hola, soy Hoseok.
—¿Qué hace en mi casa? No me gusta que traigas a tus novios aquí.
—¿Celoso baby? —me pregunta Jin y niego con la cabeza.
—En absoluto, pero no tengan sexo aquí.
Hoseok se carcajea y aplaude al mismo tiempo.
—Yo no vine a buscar a Seokjin, vine a buscarte a ti.
—¿A mí? —pregunto cruzando los brazos.
—Ajá, soy nuevo accionista de Golden Busan. Mi abuelo me dio su cinco por ciento.
—¿Eres nieto del señor Jung? —pregunto ampliando los ojos.
—Ajá, estuvimos hablando por texto hace una semana pero me retrasé y en la mañana te estuve marcando pero no contestaste.
—¡Oh, disculpa!
—De todos modos me pareció gracioso que pensaras que soy el novio de tu primo, para aclarar; no es mi tipo —dice sonriendo, que sonrisa tan bonita, pareciera que brilla.
—Oh, ¿te gustan solo las mujeres? —pregunta Jin.
—No, mi tipo son más como Park Jimin. —Sonríe y me mira a los ojos. Yo me pongo nervioso y Jin rueda los ojos.
—Bueno los dejo solos porque al parecer necesitan hablar de negocios. —Se pone de pie.
—Jin, tú también eres accionista, deberías quedarte.
—Ay Jimin, ya sabes que estoy de acuerdo con todas las decisiones que tomes. Además ya sabes que la última vez que me involucré hice correr un baño de sangre.
—Bueno, yo hablo con Jung.
—Diviértanse.
Lo veo marcharse y parece estar bien, así que dejo de sentirme culpable por el trato que le di anoche. Hablando con Jung Hoseok me comenta que hay distintos miembros de la realeza en china que quieren que seamos sus abogados de cabecera. Así que me comienza a mostrar distintos contratos que observo con sumo cuidado.
—Es prometedor —digo mientras los leo.
—Lamento venir en fin de semana a molestarte con trabajo.
—No hay problema.
—Pero seguro tienes planes con tu pareja...
—Ya sé por dónde vas —digo—. No tengo pareja.
—¡Estupendo, entonces te invito al museo! Estarán exhibiendo unas reliquias que encontraron hace poco.
—¿Me invitas? —Alzo las cejas—. No quiero mezclar el trabajo con una relación sentimental y más porque eres accionista.
—¿Soy feo ante tus ojos?
—¡Para nada!
—¿Entonces?
—Ya dije mis razones.
Se cruza de brazos.
—Bien, sin rencores. Sigamos trabajando.
Continuamos leyendo los contratos y decido aceptar que mi empresa sea el bufete de cabecera de la familia real de china.
El fin de semana se pasó muy rápido, pero yo estuve encerrado en mi habitación durmiendo y comiendo sopas instantáneas. Tuve un sentimiento extraño atorado en el pecho durante el par de días e incluso hoy lunes que camino por los pasillos de la empresa lo sigo teniendo.
—¡Señor Park! —Me saluda Taehyung.
—¿Ya les dieron sus oficinas? —le pregunto.
—No.
—Que fastidio. —Suspiro y sigo caminando para dirigirme a la oficina de Leia.
Ella me mira con curiosidad porque nota que estoy molesto. ¿Por qué estoy enojado?
—¿Señor Park?
—Trae a los aprendices a mi oficina, es hora de darles las llaves de su nueva oficina.
—Sí, señor.
Entro a mi oficina y para mi sorpresa Jung Hoseok está en el interior. ¿Qué hace aquí?
—Buenos días, Jimin. —Sonríe.
—¿Quién te dejó entrar?
—Nadie, entré por mi cuenta.
—Tengo reunión con mis aprendices, ¿a qué vienes?
—A esto.
Sin avisar, sin tan siquiera dar una pista de lo que iba a hacer lo hace. Jung Hoseok me toma de la cintura chocando sus labios con los míos, le sigo el ritmo, al principio molesto, pero después disfruto de su movimiento. Hasta que unas risas me obligan a apartarme de él. Cuando veo hacia la puerta están ahí los tres aprendices. Kim Taehyug, Min Yoongi y Jeon Jungkook.
—Nos vemos más tarde, Jimin —dice Hoseok y sale de la oficina.
—¡Debí tocar la puerta! —dice Leia avergonzada.
—Tranquila. —Me limpio el rastro de saliva que Hoseok dejó en mis labios con mi muñeca—. Yo tampoco sabía que esto pasaría.
—Escuché que tiene el cinco por ciento de las acciones. ¿Es verdad? —pregunta Yoongi y asiento.
—Harán bonita pareja, los dos son del mismo estatus —dice Taehyung apretando los puños, puedo notar que no lo dice en serio.
¡Que lío! ¿En qué momento me metí con estos tres? Ahora solo falta el comentario de Jungkook. ¿Qué va a decirme?
—Señor, ¿a qué nos ha llamado? —pregunta Jungkook finalmente.
—Lo que haya sido, no fue para verlo besar al señor Jung —dice Yoongi riendo y suspiro tomando las llaves que están en el cajón de mi escritorio.
—Son las llaves de sus oficinas, ya se llevaron las pertenencias de los antiguos abogados, así que todas suyas. —Las pongo encima de mi escritorio—. ¿Cuál oficina quieren?
—Me da igual, elijan y denme la que sobre —dice Jungkook.
—Hagámoslo al azar —dice Taehyung.
—Mejor que el jefe nos entregue las que él nos quiera dar. De todas maneras él tampoco sabe cuál es la llave de cada oficina. ¿O sí?
En realidad si sé, la más grande es la del hilo rojo. Pero asiento, una mentira piadosa no le hace daño a nadie.
—La azul para Yoongi, la verde para Taehyung y la roja para Jungkook —digo y me siento en mi escritorio.
—Gracias. —Jungkook toma su llave y sonrío viéndolo a los ojos pero desvía la mirada.
—¿Ya podemos retirarnos? —pregunta Yoongi y asiento.
Sale Jungkook, después Yoongi y por último Taehyung no sin antes decirme:
—Señor Park. ¿Vamos a terminar lo que comenzamos el día del juicio o me dejo de hacer ilusiones?
Sonrío y niego con la cabeza.
—Fue un desliz, Kim Taehyung.
—Eso me temía —al decir eso sale de la oficina cerrando la puerta detrás suyo.
Desde aquel inesperado día, la presencia de Jung Hoseok se convirtió en una constante en mi vida laboral. Como un reloj puntual, aparecía en mi oficina cada jornada, sus manos nunca venían vacías; siempre traía consigo obsequios que destilaban lujo y un precio que solo podía adivinar. Pulseras de eslabones gruesos, collares que centelleaban incluso bajo la luz tenue, anillos que parecían capturar constelaciones enteras dentro de sus gemas. A pesar de su insistencia para que adornara mi persona con tales joyas, yo optaba por depositarlas cuidadosamente en el fondo de mi cajón. No era desprecio lo que me movía a hacerlo, sino una mezcla de cautela y reserva que me impedía llevar esos regalos a casa.
Los murmullos comenzaron a tejer historias entre los pasillos de la empresa. Historias que nos colocaban a Hoseok y a mí en el centro de un torbellino de especulaciones sobre una relación que, según los rumores, florecía en secreto. La rapidez con la que tales cuentos se esparcieron me tomó por sorpresa, y aunque intentaba mantenerme al margen, no podía evitar sentir el peso de las miradas curiosas cada vez que cruzaba la puerta de mi oficina.
Jungkook, por su parte, parecía haberse convertido en un fantasma. Sus interacciones conmigo se limitaban a mensajes breves que Leia, nuestra intermediaria, me transmitía con una discreción que agradecía. Nuestro contacto se había reducido a casi nada, y su ausencia en la cena de bienvenida, excusada por un vago "asunto familiar importante", solo añadía más preguntas a la ya larga lista de incógnitas que flotaban en mi mente.
Y ahí estaba yo, preguntándome por qué, a pesar de todo, ese muchacho seguía ocupando un espacio en mis pensamientos. ¿Qué tenía Jungkook que, sin esfuerzo alguno, lograba mantenerse presente en mi conciencia? ¿Era acaso la forma en que su nombre se deslizaba en las conversaciones, o la manera en que su ausencia se hacía más notable que la presencia de otros? No podía negar que, en el fondo, esperaba que detrás de su comportamiento hubiera algo más que simples excusas. Algo que explicara la distancia, algo que justificara la preocupación que, sin permiso, se instalaba en mi pecho cada vez que pensaba en él.
Pero bueno, me tocó contener las ganas de ir corriendo a preguntarle. Con el tiempo el moretón en su ojo desapareció, al mismo tiempo que mis deseos de besuquear a medio mundo e ir a experimentar sexualmente con alguien más se terminaron porque seguía pensando en él.
Tres meses después llega Jin a mi oficina, entra sin tocar la puerta, yo sonrío al verlo y entonces recarga ambas palmas de las manos en mi escritorio mirándome a los ojos.
—Tengo dos preguntas —dice sin vacilar.
—Suelta ya.
—¿Por qué no hemos cogido? Me la he pasado meneando las caderas en tu casa y me ignoras.
Eso me toma por sorpresa, así que lo mínimo que puedo hacer es soltar una carcajada.
—¿Nunca vienes a la oficina y entras sin tocar para preguntarme algo así de íntimo? Al menos cierra la puerta porque puede escucharnos mi secretaria.
—Leia ya sabe lo que pasa entre nosotros desde hace mucho. Contesta mi pregunta.
—Es porque no tengo ganas —digo con sinceridad—. ¿Cuál es la segunda pregunta? ¿Me vas a invitar a experimentar algo nuevo? —Niega con la cabeza.
—Se trata de Kim Namjoon.
—No quiero saber de él, está en el pasado —digo mirándome las uñas, después finjo revisar unos papeles en blanco.
—Te niegas a estar conmigo porque todavía no lo superas y. —Suspira—. No me gusta verte en las nubes, me gusta llevarte a ellas. —Alzo la mirada para verlo sonreír con picardía.
—Jin, no me interesa nada que tenga que ver con Namjoon.
—Quiere verte para contarte su versión y le dije que accediste.
—¡¿Que hiciste qué?! —Aviento los papeles en el escritorio provocando que se caigan las hojas blancas por todo el piso.
—Cálmate, lo escuché y parece decir la verdad. ¿Puedes darte el tiempo?
—No quiero. —Puedo sentir mis fosas nasales expandirse a causa del enojo.
—Vendrá hoy, cuando la empresa cierre, de esa manera estarán solos y pueden limar asperezas y lo mejor de todo es que estaré esperando en el estacionamiento por si hay algún inconveniente. Solo me marcas.
—La última vez que nos vimos destruí su automóvil y él se puso agresivo a tal grado de golpear a... A un empleado —le digo cruzando los brazos—. No quiero estar solo con él.
—Bueno, cuando él llegue al edificio esperaré afuera veinte minutos, si no salen entraré para sacarte de aquí. ¿Vale?
—¡Jin!
—¿Ya viste el reloj? Casi es hora del cierre, eso significa que la acción está por comenzar.
—Te odio.
—Yo más, pero no puedo seguir de esta manera.Tienes que solucionar tus problemas amorosos para darles un cierre, o una nueva oportunidad porque de lo contrario mi pene va a explotar cada que te vea sabiendo que sigues siendo un hombre soltero y libre y que no te puedo tomar.
—Ay Jin, dices puras estupideces.
Y los focos de los pasillos se apagan, anunciando que las oficinas están vacías, pronto un guardia se para en la puerta de mi oficina para preguntar si saldremos ya o si nos quedaremos. Veo a Leia atrás de él esperándome.
—Me quedaré —digo—. Más vale que vuelvas dentro de veinte minutos —amenazo a Jin.
—Tranquilo, yo te cuido. —Guiña el ojo.
Sale junto al guardia y Leia dejándome en mi oficina, con los focos de los pasillos apagados exceptuando los de las oficinas porque esos se quedan prendidos las veinticuatro horas porque hay documentos importantes y si alguien entra a robar sus rostros deben ser grabados a la perfección. Mis dedos traicionan una ansiedad que no quiero reconocer. La sola idea de encontrarme de nuevo con mi ex, esa figura que ha dejado una estela de caos en mi vida, provoca que un sudor frío recorra mis manos. Ensayo el discurso en mi mente una y otra vez, palabras afiladas como cuchillas que esta vez no se quedaran en el tintero. Le diré que era un asco de persona, que su presencia es tan insignificante para mí como una mota de polvo en el aire. Que si se atreve a manipular a Jin, esa mente que él considera débil, no dudaré en tomar medidas legales. El acoso no quedará impune.
Con manos que parecen tener voluntad propia, sirvo un vaso de café, el líquido oscuro y amargo como el cúmulo de emociones que me sacuden. Unas gotas escaparon, manchando el suelo con pequeñas gotas de café. Apenas pruebo un sorbo, el calor del brebaje no logra calmar el temblor interno, y la taza regresa a su lugar con un sonido sordo.
El silencio se rompe con el eco de pasos que se acercaban, una marcha lenta y deliberada hacia mi oficina. La puerta, con su habitual chirrido, se abre con una lentitud que parece burlarse de mi impaciencia.
Y entonces, ahí está él.
Mi rostro traiciona mi corazón con una sonrisa. Una sonrisa que brota de forma espontánea, inexplicable, como si en el fondo, una parte de mí anhela su presencia. ¿Qué me pasa? ¿Por qué, su imagen tiene el poder de desarmarme con tal facilidad?
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