四
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Tengo miedo, porque no se lo que vaya a pasar en el futuro.
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Todo paso tan rápido, su Majestad lo llevó a la cama y retiro sus prendas con todo el amor del mundo.
Aunque él le había rogado para que no las quitará.
Repartió suaves y apasionados besos a lo largo de sus pechos, tratandolo con mucho amor y cariño.
Amor que rápidamente se esfumó cuando la vista de su Majestad se posó en sus caderas, viendo finalmente el lunar que revelaba su secreto.
La mirada que antes era de puro amor y dulzura se convirtió en una llena de traición y confusión.
—¿Que es esto, JiMin?...— pregunta y realmente odio que le llamara por su nombre y no por como siempre le llamaba.
—Su Ma-Majestad...— su voz tiembla al hablar —Permítame explicarle...— dice tomando las sabanas para cubrir su cuerpo desnudo.
—Me has engañado todo este tiempo, ¿como te atreves?...— vocifero con enojo —No eres una mujer... Eres una aberración, un error de la naturaleza...— habla con decepción en su voz —¿Como pudiste engañar a tu Sultán?...—
—Su Majestad no diga eso por favor...— suelta un sollozo y rápidamente se levanta de la cama —No soy una mujer pero tengo lo que hace a una mujer... Se q-que eso es una a-aberración para el Imperio, pero tenga en cuenta que no fue mi culpa n-nacer así...— cae al suelo y solloza con dolor, presintiendo muy cerca su muerte
—Cuando na-nací para todos yo era una hermosa niña, pero al cumplir un año el lu-lunar que llebo en la cadera nació y mis padres me odiaron por ser "una niña defectuosa", fingieron como si ese lunar nunca e-existiese y me dieron la educación de una bella dama de la realeza... Mis p-padre recalcaban en cada momento que debía darles honor, casarme con su Majestad y muriendo en sus manos por haber sido un e-error... — habla con temor —mate me, al menos quiero morir sabiendo que en su momento le dí honor a mi familia...— dice con resignación.
—Vete y no salgas de tus aposentos...— fueron las últimas palabras que el Sultán dijo.
Con una pronunciada reverencia toma su túnica y se la coloca, sale apresurado de sus aposentos y pronto las lágrimas no tardan en volver a salir.
—Mi Sultana...— se acerca con preocupación su criado —¿Qué ha pasado?...— pregunta preocupado.
—Me va a matar...— murmura con dolor.
—No diga eso, nuestro Sultán tendrá piedad y sabrá que usted no es culpable de nada...— consoló.
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-Park.
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