Pufu odiaba compartir.

Odiaba que su hermano mayor Rikaru le ganara en los videojuegos, odiaba que su otro hermano, Fumura, le quitara los juguetes y odiaba que su familia lo molestara cuando quería dormirse hasta tarde viendo televisión..

El niño no salía a comer o pasaba tiempo con sus hermanos, incluso se quedaba encerrado en su habitación

Un día, después de una pelea fuerte con Fumura por sus reglas estrictas en la casa, Pufu deseó con todas sus fuerzas que todos se fueran y lo dejaran solo en el mundo.

"¡Los odio, ojalá desaparezcan!"

Dijo el niño pequeño, antes de azotar la puerta de su habitación y no salir a comer hasta que llegara la hora de dormir. Estaba bastante cansado de no tener esa libertad como la que tenía antes de que sus padres se murieran.

Cuando amaneció, el pequeño no había sido levantado por ninguna de sus hermanos o había sonado alarma alguna dentro de las habitaciones de la casa; Pufu se despertó en un gran silencioso, saliendo de su cuarto y bajando hasta la cocina de ese lugar.

Pronto se dió cuenta que también no estaba ninguno de sus hermanos.

"Rikaru, Fumura..."

Los llamó, pero nadie contestó. El niño simplemente decidió no darle mucha importancia al creer que ellos habían salido a hacer las compras de mercado o a trabajar desde temprano.

Pufu salió, y se dio cuenta que no había nadie en las calles, no había coches, ni tampoco ruido. El mundo a su alrededor había desaparecido por completo y él estaba solo en ese lugar.

"Wow, mi deseo se cumplió..."

Al principio, el pequeño se sintió emocionado, exclamando con alegría la libertad que experimentaba en esa situación. Podía hacer lo que quería, sin que nadie lo molestara. Comió helado para desayunar, jugó en los jardines hasta la tarde y robó todos los juguetes que quería de las tiendas y no le podían comprar.

"¡SOY LIBRE! ¡SIII!"

Pero pronto, la soledad comenzó a ahogarlo; no había nadie con quien hablar, nadie con quien jugar. La ciudad está muy silenciosa, incluso cuando él tenía una caída o le pasaba algo malo, nadie lo podía llegar a socorrer.

Pufu comenzó a buscar a sus hermanos por todas partes, saliendo de la ciudad, pero no están en ninguna parte. La casa estaba vacía, el parque estaba vacío, la ciudad estaba vacía; se dió cuenta demasiado tarde, que el mundo también estaba vacío.

"¡HERMANOS!"

De repente, Pufu se dio cuenta de su error. No quería estar solo y vivir sin que nadie se preocupara por él o que la abrazara cuando se sintiera triste, el quería a sus hermanos de vuelta con él.

El pequeño corría desesperado, con lágrimas en los ojos y esperando una respuesta de alguna persona más en el mundo, pero era demasiado tarde; ya sus piernas no le respondían y los ojos le dolían de tanto llorar y pedir ayuda.

"¡Lo siento hermanos, ya no me voy a pelear con ustedes!"

Pufu comenzó a desaparecer, poco a poco, muriendo de tristeza.

Su voz se desvaneció, su sombra se hizo cada vez más pequeña y su cuerpo se ponía intangible con el paso de los minutos, quedando en nada.

La ciudad seguía fría y desolada, pero ahora, también estaba sin Pufu.

"No debí pedir ese deseo..."

- 𝓡𝓸𝓼𝓮𝔃𝓸𝓷𝓮𝓼.