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13

Jimin subió como copiloto al auto de su amigo. Taehyung iba detrás. Observó a Yoongi ir hacia su propio carro, se habían despedido solo con una inclinación de cabeza, sabía que luego de ese incendio no lo volvería a ver, no creía que el burdel volviera a funcionar pronto debido a los daños que tuvo, él tendría que buscar otro trabajo y no tenía idea qué es lo que haría su mayor. Seguramente nunca se lo volvería a cruzar, y si es que eso llegaba a pasar, lo más probable es que Yoongi lo ignorase por completo.

Suspiró. Vio el auto negro alejarse, dejó caer la cabeza en el respaldo. Los sollozos de Taehyung aún se escuchaban a su espalda. Hoseok se sentó a su lado—. ¿Los dos están bien?

Ambos asintieron. Ninguno quería hablar demasiado. Jimin miró por la ventana, los bomberos continuaban intentando contener la emergencia, las ambulancias ya se habían llevado a todos los heridos y sólo quedaban algunos trabajadores afectados en menor medida y gente curiosa. Había agua por todas partes, como si hubiera caído un diluvio en plena primavera.

—¿Qué pasó con Jungkook ahí dentro? —preguntó Jimin sin apartar la vista de la ventana. El auto aún no se movía.

Taehyung sorbió la nariz—. Estaba con un cliente —se enjugó las lágrimas con el dorso de la bata—. Estaba en la habitación de al lado donde inició el fuego. Yo lo encontré en el pasillo cuando la escalera colapsó —se detuvo mientras volvía a llorar e intentaba calmarse—. Tu-tuvimos que pasar p-por el f-fuego para salir, y él...él se quemó.

Jimin cerró los ojos, a Yoongi y a él les hubiera pasado exactamente lo mismo si se hubieran quedado en la escalera.

—Hobi hyung, necesito ir al hospital —Taehyung volvió a llorar, se acercó a su amigo y lo sujetó del hombro—. Por favor.

Hoseok se dio vuelta—. Los llevaré a sus casa, se darán una ducha, ropa limpia e iremos al hospital ¿de acuerdo?

Eso pareció tranquilizar al castaño, porque comenzó a respirar con más calma y dejó de llorar por unos minutos. Hoseok encendió el auto, colocó primera en la palanca de cambio y comenzó a andar, el departamento de Jimin era el que quedaba más cerca de los tres.

Las calles se Seúl estaban prácticamente desiertas, eran cerca de 4 am y solo habían unos pocos autos transitando por ahí. Iban en silencio, ninguno sabía muy bien qué decir luego de lo que había pasado. Jimin aún se cuestionaba el porqué no utilizo esa oportunidad, había tenido el fuego justo ahí, a centímetros de su cuerpo, y lo único que se le atravesó por la mente fue sacar a Yoongi del burdel a como diera lugar. No entendía si era la presencia del mayor lo que lo había arrastrado a sobrevivir, o es que había sido él mismo guiado por el simple instinto natural del ser humano.

Había huido del fuego. Había perdido su oportunidad.

El auto de Hoseok se estacionó frente a la entrada de su edificio—. Esperaré a que entres —quitó los seguros de las puertas y lo observó. Jimin se acercó para darle un abrazo. Lo quería—. Ve.

—Gracias, hyung —le susurró.

—Pasaré por ti dentro de unas horas para ir al hospital.

Jimin asintió. Abrió la puerta y salió al frío gélido de la madrugada, esa helada que perforaba tus huesos y los hacía doler como si estuvieran clavándote pequeñas agujas. Se acercó a la puerta del edificio y dio unos sutiles pero firmes golpes en el cristal para llamar la atención del señor Lim, quien estaba sentado en la recepción a segundos de quedarse dormido contra el teclado del computado. Había perdido todas sus cosas en el incendio, desde su billetera hasta su celular, ni siquiera tenía las llaves de su propio departamento.

El señor Lim le abrió la puerta desde adentro y se hizo a un lado para dejarlo pasar, tenía una expresión de confusión en el rostro—. Señor Park, yo...no creí que llegaría estas horas.

Jimin vio el auto de Hoseok alejarse. Se rascó la nuca—. Hubo un incendio en mi trabajo, señor Lim —le dijo. Se acercó al mesón principal y fue entonces que un jarrón de rosas rojas le llamó la atención, era idéntico al que tenía al interior de su departamento—. Señor Lim...

El hombre caminó encorvado sobre sus espalda hasta detrás del mesón y lo observó, tenía un problema en la espalda—. No sé como decirte esto, pensé que lo sabías. Ellos dijeron que te lo habían notificado —se llevó una mano al mentón y observó las rosas. Luego miró los bolsos y demás cosas que estaban a un costado.

—¿Ellos? —Jimin intentó interceptar la mirada del hombre, pero él solo la desviaba, sintiéndose incapaz de darle esa noticia—¿Quiénes? ¿Por qué mis cosas están aquí?

El señor Lim suspiró—. El inspector de policía y su gente. Llegó con una orden de desalojo firmada por un juez, sacaron todas tus cosas y las guardaron en estos bolsos, iban a botar las rosas pero yo les pedí que me las dejaran —le acercó el jarron con una mirada triste en los ojos—. Supuse que eran especiales para ti. 

Jimin las observó, y algo se rompió en su interior. Había perdido el departamento en el que creció junto a su madre, el mismo que le prometió que algún día compraría para que los dos pudieran vivir de forma cómoda, solo ellos. Se afirmó de la encimera con ambas manos, sentía que en cualquier momento caería contra el suelo—. Yo no recibí ningún aviso... —le respondió. Pero luego recordó que ayer en la mañana habían tres sobres frente a su puerta que seguramente llevaban más de una semana ahí. Y que había uno de ellos que no abrió y solo tiró a la basura pensando que sería una deuda más—. Olvídelo, señor Lim, creo que sí la recibí.

—¿Qué harás ahora? —le preguntó. 

Ocultó su rostro entre las manos cuando sintió las cálidas lágrimas descender por sus mejillas—. No lo sé —respondió con un nudo en la garganta. 

El señor Lim salió de donde estaba y se acercó a él para intentar consolarlo—. ¿Y si llamas a tu amigo para que venga por ti? El del auto —Jimin sabía que él conocía a Hoseok, ya que se habían visto un par de veces antes. 

—No me sé su numero, y perdí mi celular en el incendio —se enjugó las lágrimas y volvió a mirar las rosas. Continuaban igual de rojas que la sangre, con sus petalos protegiendo el centro de la flor como si de un diamante se tratase. Había perdido su trabajo y ahora lo desalojaron de su departamento ¿Qué se supone que haría ahora? ¿Dónde iría?—. ¿Puedo dormir en el sillón, señor Lim? —le preguntó despacio. 

—No puedo dejarte dormir ahí, te vas a congelar. 

—Solo sera por esta noche —Jimin miró el sillón de color verde que había detrás de ellos, no era lo mas cómodo que había en el lugar, pero era lo único que tenía por el momento, no quería dormir en la calle. 

El hombre suspiró, rodeó el escritorio y abrió una puerta que había en el costado. Lo miró—. Ven —le hizo una seña con las manos para que se acercara—. Es nuestro cuarto de descanso, mi turno termina mañana a las 10, ¿crees que puedas salir de aquí antes de esa hora? 

Jimin volvió a llorar. En el interior había un sillón, una pequeña mesa de centro redonda y una televisión colgada a la pared. Abrazó al señor Lim—. Sí, Hoseok dijo que vendría temprano. 

El señor Lim le acarició la espalda—. Descansa, Jimin, o al menos inténtalo —le ofreció una sonrisa—. Después de la tormenta viene la calma, no lo olvides. 

Y cuando cerró la puerta, Jimin cayó de rodillas al suelo. Apoyó sus manos en la mesa de centro para no perder estabilidad producto de los espasmos de su cuerpo. Su corazón dolía como el mismísimo infierno, con cada lagrima que caía por su mejilla, una estaca se clavaba en su pecho, hundiéndose cada vez más hasta perforarlo por completo. No podía entender cómo es que su vida había tenido un giro tan brusco, es como si la desgracia lo estuviera persiguiendo con cada paso que daba sobre la tierra. 

Se arrastró hasta el sillón y se subió a el, temblando. La temperatura era cálida ahí dentro, pero tenía las defensas tan bajas que aún así sentía frío en todo su cuerpo. Y lo último que recordó antes de que sus ojos se cerraran, agotados de tanto llorar, fue la calidez del fuego frente a él. Había visto a la muerte a los ojos por segunda vez, y nuevamente se había escabullido de sus brazos. Dicen las antiguas leyendas urbanas que cuando no es tu hora, ni aunque la busques la vas a encontrar. Ella es la única que decide cuándo y dónde irá por ti, pero Jimin quería, por último, tener la facultad de decidir sobre su propia muerte. 

Quería controlar aunque sea, ese pequeño aspecto de su vida. 

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