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➽᙭III

❝ɴᴜɴᴄᴀ ʜᴇ ᴠɪsᴛᴏ ᴀʟ ᴅᴇᴍᴏɴɪᴏ ᴄʀᴇᴀʀ ᴍúsɪᴄᴀ, ᴘᴇʀᴏ ᴄᴜɴᴅᴏ ᴇsᴄᴜᴄʜᴇ ᴇsᴇ "ᴛᴇ ᴀᴍᴏ", ᴊᴜʀᴏ ǫᴜᴇ ғᴜᴇ ʟᴀ ᴍᴇᴊᴏʀ sɪɴғᴏɴíᴀ ᴘᴀʀᴀ ᴍɪs ᴏíᴅᴏs.❞

Chifuyu no tenía idea de dónde se había metido Takemichi, llevaba más de media hora buscándolo. Kakucho tampoco le había visto salir del oratorio, por lo que no tenía ni siquiera una pista para saber dónde estaba. Se dirigió hacia el oratorio interno del convento, era el único lugar donde no había revisado aún.

—Kazutora no sabe lo que es Chifuyu en realidad, solo lo quiere porque le gusta, o tal vez para ofender a los cielos una vez más —dijo Baji, este manteniendo una conversación con Senju.

—Supongamos que eso es una ayuda. Kazutora no tiene argumentos suficientes para aferrarse a la idea de tener a Chifuyu para él —eso fue lo primero que escuchó decir cuando se asomó por una rendija entre la puerta y el marco.

¿De qué estaban hablando?, ¿y quién demonios era Kazutora?. Tal vez debería irse, porque definitivamente ahí no estaba Takemichi.

Esos eran sus pensamientos.

—Pero aún así sigue siendo un problema, Manjiro no parece echarse atrás, por ende los pecados tampoco. Y Ryusei y Chifuyu pronto van a arreglarse, la mentira tiene patas cortas, Senju. Cuando decidan hablar, Chifuyu sabrá que le mentiste, y no creo que Ryusei se quede de brazos cruzados —pronunció alguien que no podía ver desde su posición, era una voz masculina, y claramente se podía escuchar que había algo en su boca.

Entonces decidió quedarse.

—Como sea, ganamos algo de tiempo. No podemos permitir que Ryusei termine del lado equivocado, si lo manejamos bien a él, manejaremos bien a Chifuyu —se cruzó de brazos la de orbes azules, Baji entonces frunciendo el ceño.

—¿Esto será así?, terminaremos peleando contra los pecados...

—Ellos se lo buscaron, si haces mal, recibirás mal —le dijo, y bajó la mirada, realmente no queriendo enfrentarse a ellos, Senju solo siendo la voz justiciera allí.

Chifuyu no entendía nada, a excepción de que habían mencionado que le habían mentido. Eso debía ser broma.

¿Cierto?

Bien, comenzaba a estresarse.

—Según Draken, Mikey solo hace esto por "deber" —hizo comillas el de largas pestañas, manteniendo aquella expresión aburrida y sosa en su rostro—. Solo necesitamos darle un motivo para olvidarse de esto, o simplemente darle más charla. Shin es la clave.

—No creo que necesitemos molestar a Shin, con Draken basta, es suficiente ya con haber movilizando a los ángeles al mundo humano —comentó Senju, acercándose a la puerta para salir, Chifuyu no logrando verle al estar concentrado en escuchar sus voces e interpretar lo que decían.

Y de pronto, ahí estaba, en el suelo con las tres miradas sorprendidas sobre él, y solo pudo alzar la cabeza para pronunciar unas cuantas preguntas que arruinarían todo.

—¿Me mintieron acerca de Ryusei?. ¿Y qué se supone que son?

—Takemichi, ¿has visto a Chifuyu? —le preguntó el de hebras blanquecinas, recibiendo un movimiento de cabeza hacia los lados, negando.

—No desde que salí del atrio —se encogió de hombros, Ryusei suspiró frustrado, luego viendo el sonrojo en las mejillas de Takemichi, inclinando su cabeza hacia la izquierda con una mirada traviesa.

—¿Y ese sonrojo?

Y Takemichi entró en pánico.

—¿S-s-s-s-sonrojo?, n-no, es... es... ¡el calor!, sí, eso... —sonrió nerviosamente, Ryusei hizo una mueca, ahora mucho más curioso.

—¿Quién viste que te dejó así? —le dijo, rodeando sus hombros con su brazo, Takemichi de pronto solo queriendo escapar antes su mirada intensa sobre él.

—A n-nadie.

—Vamos, estabas en un lugar con la gente del exterior —le sonrió con malicia, Takemichi tragó con dificultad, de pronto recordando.

—¡Oh!, preguntó por ti y por Chifuyu. Los busqué ya que quería verlos, pero no pude encontrarlos a ninguno de ustedes dos.

—Entonces sí había alguien —rió levemente, luego cambiando su expresión por completo a una tormenta seria—. ¿Cómo se llamaba?

—Manjiro Sano, eso dijo —le miró, y Ryusei se quedó sumergido en sus pensamientos, fijando su vista en la nada.

Ese nombre definitivamente lo había escuchado antes, pero no recordaba dónde.

¿Tal vez era un ángel?. Después de todo desconocía la apariencia de dos virtudes. Pero no se arriesgarían tanto, y si querían verle solo tenía que venir sin tanto misterio. Sería así solo en el caso de que estuviesen ocultándoselo a sus hermanos, y eso era muy poco probable.

¿Un pecado?. No. Pocas veces había escuchado de ellos, y por lo que sabía, no trabajaban para nadie. No tenían motivos para quererlo.

—Ya me cansé de toda esta mierda —gruñó al decir, Takemichi pegando un saltito en su lugar al verle así de pronto. Le vió darse la vuelta y marcharse, dejándole confundido.

¿Ese chico estaba bien de la cabeza?

Probablemente no, cierto rubio de ojos verdes ya lo tenía loco.

Chifuyu sobó sus sienes, intentando poner todos sus pensamientos en orden.

—Vale... ¡¿qué mierda?! —se levantó de su lugar, aún no pudiendo procesar toda la información—. Me están tomando el pelo, ¿no?

—No, Chifuyu, es la verdad —sentenció Baji, Wakasa solo viéndoles en silencio.

—¡¿Por qué mintieron?!. ¡No es justo preocuparme de ese modo!. ¡Ryusei también la está pasando mal seguramente!, ¡eso es tortura psicológica! ¡¿no tienen corazón?! —sus ojos eran inundados por pura confusión, su pecho soliendo en su interior, reviviendo cada recuerdo junto a aquel pelinegro, y aquella gran admiración que sentía por él, cada vez era más y más el odio que la opacaba—. Keisuke, ¿en serio?, ¿todo por esto?. Si Ryusei es un demonio o lo que sea, es mi problema si me meto con él, no son mis padres ni tienen autoridad sobre mí más allá que en las labores del convento —frunció el ceño, Baji estuvo a punto de contestar, pero cerró su boca otra vez, Chifuyu le miró amargamente, entonces dirigiendo su mirada a la de orbes azules—. ¿Y tú?, eres un ángel, ¿verdad?

—Sí.

—¿Los ángeles mienten?, ¿juegan sucio?, eso no fue lo que me enseñaron. Todo es una maldita mentira —soltó sus palabras, ya sin importarle demasiado si estaba hablando con seres celestiales o no—. ¿Entonces tú qué? —observó a Wakasa, este siendo el más tranquilo allí, incluso pareciendo no importarle la situación—. ¿También eres un ángel?

—Sí, soy la virtud de la paciencia, y como tal, te aconsejo que te calmes, si piensas con la sangre caliente podrías decir cosas que no quieres —comentó, Chifuyu perdiéndose en el intenso de sus ojos violetas, su mirada tan desinteresada y relajada que parecía tragarlo.

—Keisuke, ¿tú...? —temió al hablar, él no le mentiría de ese modo, ¿verdad?. De pronto siendo solo Keisuke y no "Baji-san".

El pelinegro desvió la mirada, sus mechones oscuros ocultando sus ojos, no dejándole ver su expresión realmente. Y Chifuyu lo supo de inmediato, no conocía a Baji, ese no era su Baji, el que conoció desde tan pequeño que no recuerda.

—Toda mi vida... —tragó con dificultad, tantos años admirándole, quizás queriéndole un poco más allá de lo necesario. Era una mentira—. No te conozco.

Ryusei caminaba furiosamente por el pasillo hacia el oratorio, no tuvo que buscar demasiado cuando Mitsuya le dijo la ubicación de Baji allí. Ya había sido suficiente de todos sus engaños, no soportaba estar ni un minuto más alejado de Chifuyu. Entonces le vió, se detuvo en seco, el rubio atravesando la puerta mientras parecía discutir con el de cabellos azabaches.

—¡Chifuyu, tuve que hacerlo!

—¡No me importa!, ¡¿cómo pudiste mentirme por tanto tiempo?!. ¡¿No te importo?! —habló con la voz quebrada, pequeñas lágrimas en sus ojos que luchaba por contener, no quería ser tan débil, pero para un chico como él que fue cuidado como un cristal desde que nació, esas emociones terminaban explotando en su interior desastrosamente—. Claro que no, si te importase no hubieses intentado quitarme lo que amo —sonrió amargamente, Baji le miró desesperado aún, y Ryusei solo tartaba de entender lo que decían dese la distancia.

—¡Es por tu bien!

—¡Mi bien una mierda!. ¡Solo estoy bien si Ryusei está conmigo!

Eso sí lo escuchó claramente, sintió su corazón latir con fuerza. Después de todo no tuvo que torturar a Baji para que le contase él mismo a Chifuyu que le había mentido.

—Chifuyu, por favor...

—Me decepcionas —la primera lágrima se deslizó por su mejilla, y en segundos desapareció en el roce de sus pieles. Tomó su cabeza desde atrás, besándole ansiosamente, haciéndole retroceder varios pasos.

Baji se quedó sin habla, sus ojos más abiertos de lo normal, en ellos solo reflejándose el rostro de Ryusei y Chifuyu uniendo sus labios con desesperación, al ojinegro importándole poco la presencia del azabache allí.

Al separarse de él, Ryusei le abrazó con fuerza, Chifuyu conectando sus ojos verdes con los de Baji al otro lado, ambos con rostros totalmente sorprendidos. Pero no tardó en relajar su expresión, cerrando sus ojos y abrazándole también, escondiendo su cabeza en su cuello mientras sus brazos se aferraban a sus espaldas con fuerza, temiendo soltarle de nuevo, entonces la túnica de Ryusei humedeciéndose en su hombro.

Wakasa apareció de pronto detrás de Baji, tomando su brazo y llevándole dentro, viendo que aún no reaccionaba. Cerraron las puertas en silencio, dejándoles solos allí, y mientras Ryusei sonreía genuinamente, Chifuyu lloraba ahogando suspiros contra su cuerpo.

—Lo siento, de verdad lo siento. Les creí todo, desconfié de ti. Lo siento tanto —decía agitadamente, jadeos saliendo de su boca intentando recuperar el aire.

—Está bien, cariño, está todo bien.

Eso era lo único que necesitaba escuchar.

Ryusei le atrajo con más fuerza, solo un día fue que lograron mantenerlos alejados, y fue demasiado para ellos, no lo soportaron mucho tiempo, porque aunque Chifuyu no hubiese sabido la verdad, ya se había planteado regresar a él, lo haría tarde o temprano.

—Te amo, Ryusei. Lo siento —murmuró, aún sin apartarse de él, sus puños cerrándose en su espalda temblorosamente, arrugando la tela entre sus dedos.

—No lo sientas, debí insistirte más, o explicarte antes. Es mi culpa.

—No lo es —negó con la cabeza en un movimiento leve—. No debí creerles, debí hablarlo contigo, te prometí hacerlo.

—No importa ya, estamos juntos, eso es lo importante —suspiró su aroma, tan dulce como siempre. Intentó separarse, no podía soportar más las ganas de volver a sus labios, pero no pudo, Chifuyu le abrazó otra vez, él sonrió, sabiendo lo que estaba pensando—. No nos vamos a separar otra vez, lo prometo —susurró dulcemente contra su oído, Chifuyu tembló bajo su aliento cálido, ahora alejándose unos centímetros de él, ambos encontrando calma en los labios contrarios, en movimientos lentos y llenos de ternura.

—¿Aún me quieres? —susurró en sus labios, solo centímetros separándolos, sus frentes estando juntas mientras el calor subía a sus mejillas. A Ryusei le pareció tierno el modo en el que le preguntaba tal cosa. Por favor, estaba loco por él.

—No. Te amo. No lo dudes nunca —le besó otra vez, secando con sus pulgares las pocas lágrimas que fueron derramadas por los ojos verdes, después de todo si era muy sensible, y más aún cuando se trataba de Ryusei, su punto débil.

—Ni dos días duró —se burló Wakasa de la de ojos azules, esta bufó en respuesta, cruzándose de brazos.

—Ya. Pero algo es algo. Al menos ahora sabemos que debemos estar alerta con los pecados rondando por aquí.

—Ya no des más rodeos, no nos queda de otra que esperar a ver cuál es el próximo movimiento de Ryusei, si quiere librarse de nosotros, él no va a quedarse aquí en el convento. Si intentan escapar, darán la orden, y tendremos que matarlo —respondió el de orbes lila tranquilamente, Baji miró hacia él con preocupación, una que ocultaba perfectamente detrás de su mirada fría.

—No hemos hecho más que hablar y hablar como cotorras, intentando predecir lo que pasará. Hay que hacer algo.

—Pero Baji, no tenemos ninguna orden, no podemos actuar por nuestra cuenta —Senju negó con la cabeza, no imaginándose lo que podría ocurrir de ser así.

—Pero sí podemos hacer algo por ahora —le interrumpió Wakasa, ambos dirigiendo sus miradas hacia él—. Un punto débil de los pecados. Que los pongan bajo vigilancia sin que lo sepan. Podríamos incluso encontrar algo que usar contra Kazutora.

—Buena idea. Se lo comunicaré a Hina, si es aprobado, comenzaremos la operación.

Esa noche Chifuyu caminaba en dirección a su habitación, y para su sopresa, se encontró con aquel chico de cabellos negros a la altura de sus orejas, este yendo en sentido contrario a dónde se suponía que debía estar su habitación.

—¿Kakucho?

—¿Chifuyu?

Se detuvieron los dos al verse, ambos manteniéndose en silencio unos segundos, luego el rubio siendo el primero en hablar.

—¿Qué haces aquí? —preguntó con curiosidad, y era difícil notar cómo el más alto parecía tensarse, tardando unos segundos antes de responder.

—Iba al baño. Eh, bueno, nos vemos. Que duermas bien —se apresuró a seguir su camino, Chifuyu giró su rostro para seguirle con la mirada.

—Buenas noches... —murmuró, luego volviendo a caminar, y cuando avanzó unos metros más, ya estando frente a su habitación, lo recordó.

El baño estaba del otro lado.

—¡Me hiciste esperar mucho! —se quejó el de ojos negros cuando la puerta se abrió, Chifuyu pegó un chillido al verle allí de pronto, sentado con las piernas cruzadas sobre la cama.

—¡Casi me matas del susto, animal! —cerró la puerta detrás de él, escuchando la carcajada melodiosa que salió de los labios del otro chico, este acercándose en su dirección en pequeños saltitos, rodeándole con los brazos en un abrazo lleno de dulzura.

—¡Te extrañé! —le dijo, sonriendo mientras restregaba su mejilla contra la más pálida, esta de pronto tornándose roja.

—Solo estuvimos separados durante la cena —puso los ojos en blanco, en su interior derritiéndose con las acciones del chico, sintiendo lo mismo que él.

—No importa —hizo un puchero con sus labios, apartándose hasta quedar dónde sus narices se rozaban, viendo aquellos intensos orbes color esmeralda fijar su vista en los suyos negros—. ¡Oh!, ¿cómo está tu mano? —tomó la extremidad derecha del menor, alzándola entre ellos dos, de pronto Chifuyu confundido al ver el cambio repentino en su expresión, ahora siendo un ceño fruncido y unos ojos preocupados—. ¿Dónde... está tu cicatriz?

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