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➽ᐯIII

❝Y ɴᴏs ʙᴇsᴀᴍᴏs sᴏʙʀᴇ ᴇʟ ᴄɪᴇʟᴏ ʏ ᴇʟ ɪɴғɪᴇʀɴᴏ, ᴀɴɢᴇʟᴇs ʏ ᴅᴇᴍᴏɴɪᴏs.❞

Los ojos de Ryusei se abrieron de par en par al escuchar aquel nombre de los labios del pelinegro, toda su expresión quedó paralizada, su cuerpo inmóvil, aquellas imágenes pasando por su mente como rayos frente a sus ojos.

¿Por qué?, no les hagas caso.

—¡No eres un monstruo!

—¡Yo si te quiero, Ryu!

En un abrir y cerrar de ojos Baji se encontraba contra la pared, la mano de Ryusei sosteniendo su cuello con fuerza le impedía respirar correctamente, era una fuerza salvaje, sobrenatural. No tenía como escapar.

—¡Ryusei, déjale! —exigió Taiju, acercándose a ellos con preocupación y molestia.

—Te cortaría la cabeza aquí mismo, te salvas que Chifuyu te quiere y no me gustaría verle derramar lágrimas por un estúpido —la rabia brillaba en sus ojos ahora más oscuros de los normal, completamente negros—. No vuelvas a pronunciar ese nombre —le dijo antes de que Baji se quedase completamente sin aire, soltándole, este cayó al suelo con la respiración agitada, intentando que sus pulmones se volviesen a llenar de aire.

Las palabras de Ryusei sonaban una y otra vez en su cabeza, sus ojos... ¿qué fue todo eso?

—Maldito... —susurró como pudo, Ryusei le miró burlonamente.

—Ja, eso ya lo sé —ahora se giró hacia el mayor de todos, encontrando sus ojos que le hicieron sonreír al ver la pizca de miedo que tuvo al verle—. No tiene sentido hablar de ella, no voy a ser vulnerable ante ustedes por eso. Si quieren que me aleje de Chifuyu, sigan soñando, a lo mejor Dios les concede esos lindos sueños, porque yo no pienso alejarme de él —terminó de decir, moviéndose en dirección a la puerta para salir de allí.

—¡Ryusei, vuelve aquí! —Taiju le habló, sin embargo, hizo oídos sordos y atravesó la puerta por completo, yéndose de allí y dejándoles a ambos con el inicio de lo que serían muchos problemas.

El de cabellos blanquecinos se detuvo unos metros después, dirigiendo su mirada hacia atrás sin mover su cabeza, seriamente hablando.

—¿Qué haces aquí? —le dijo, y ella soltó una leve carcajada que no fue escuchada más allá de los oídos del ojinegro, este tensándose en su lugar al escucharle, trayéndole demasiados recuerdos.

—¿En qué te has metido ahora, Ryu? —su voz era suave y angelical, literalmente, manteniéndose a una distancia considerable como para quedarse en la oscuridad del pasillo.

—Nada, Isa. Puedes irte, no quiero que tu padre venga a echarme el sermón por estar conversando con su hija —comenzó a caminar otra vez, cada vez alejándose más y más de ella.

—Jaja, no te preocupes, no sabe que estoy aquí —rizó uno de sus mechones de cabello rojo en su mano, sonriendo juguetonamente—. Me parece que esto se pondrá interesante.

—Adiós —frunció el ceño ante sus palabras, doblando la esquina, ya no pudiendo escucharle más, ni siquiera se había volteado a verle.

Ella borró la sonrisa de sus labios al perderle de vista, una expresión desanimada dibujándose en su rostro entonces.

—Ten cuidado, Ryusei —pronunció para sí misma, desapareciendo en la nada, eliminando todo rastro de que alguna vez estuvo allí.

—¡Ryusei! —gritó Chifuyu en el momento que se lanzó a sus brazos, el mencionado le abrazó también, con fuerza, aferrándose a él, intentando olvidar todo lo que comenzaba a molestarle desde aquella plática.

Chifuyu intentó separarse para hablar con él, sin embargo, no pudo hacerlo, Ryusei le empujó de vuelta a su cuerpo, escondiendo su rostro en su cuello. El rubio aún sorprendido le correspondió otra vez, abrazándole contra él.

—¿Estás bien? —le preguntó preocupadamente, el chico asintió en respuesta, separándose de él unos instantes después.

Tomó su rostro entre sus manos, encontrando sus labios con los suyos después, en un beso desesperado que dejó sin aliento al de ojos verdes, pensando que estaba siendo muy impulsivo, pero agradecía que no había personas a su alrededor, pues la mayoría estaban ya en el refectorio. Después de algunos segundos se separaron, Ryusei le miró fijamente, Chifuyu tenía las mejillas muy rojas, respirando agitado ante sus acciones.

—No me vas a dejar, ¿cierto? —preguntó el de profundos ojos negros, y Chifuyu negó con la cabeza rápidamente, claro que no lo dejaría, ya se lo había dicho antes.

Ryusei sonrió y le abrazó, Chifuyu aún avergonzado le abrazó de vuelta, luego separándose para hablar.

—¿Para qué te llamaron? —le miró curiosamente, en un intento de desviar la vergüenza que sentía.

—Oh, nada importante —respondió mirando hacia otro lado, no quería preocuparle con tonterías suyas. Chifuyu podía ser ingenuo, inocente y torpe, pero no era un estúpido, podía notar la tensión de Ryusei y el como evitaba verle a los ojos al contestar se lo decía todo.

Pero tampoco quería presionarlo, confiaba en él, si no lo decía era por algo, ya le preguntaría después.

—Bueno... ¿hoy... quieres venir a mi habitación?

Ryusei le miró sorprendido, alzando la mirada hasta encontrarse sus dos lindos ojos verdes, brillando en una expresión levemente avergonzada que se le hizo muy tierna, entonces sonriéndole.

—Está bien, antes, deberíamos ir a cenar ya —le dijo, el rubio le miró alegremente, sabiendo que ahora le tendría para él en la noche también.

Ambos caminaron hacia el refectorio, entrando en silencio como era habitual, Ryusei salió antes como siempre hacía, no le gustaba que Chifuyu no pudiese hablarle, tampoco escuchar las lecturas bíblicas, así que siempre se marchaba antes y le esperaba afuera.

Chifuyu salió después y le vió sentado en el jardín lateral derecho, frente a las puertas del refectorio, alejado unos cuantos metros en la oscuridad de la noche.

Se le acercó en silencio, viendo cómo parecía demasiado concentrado en apreciar el manto de estrellas sobre su cabeza. Le tomó por sorpresa, rodeando su cuello con sus brazos, el chico se sobresaltó, pero luego dejó escapar un suspiro al verle el rostro, sonriéndole levemente entonces.

—¿Ya terminaste? —asintió, luego se giró por completo para verle, Chifuyu sentándose en el césped que lucía verde oscuro debido a la oscuridad, y brillaba ante la luz de la luna que los observaba en silencio.

—¿Pasa algo? —le preguntó, porque realmente lo veía muy perdido en sus pensamientos, Ryusei sonrió relajadamente, como siempre ocultando sus emociones detrás de esa sonrisa burlona.

—Estoy bien, ¿nos vamos? —se levantó, extendiéndole su mano para ayudarle, Chifuyu le miró preocupado, sinceramente quería que le dijese todo, pero no quería ser tan molesto, si no terminaría mintiéndole.

—Sí —tomó su mano y se levantó al igual que él, de repente sus pies tropezando los unos con los otros, perdiendo el equilibrio de su cuerpo, y Ryusei sostuvo su cintura para no dejarle caer—. G-gracias —le susurró, demasiado cerca de su rostro, enrojecido por completo, y en el momento que se percató de las intenciones de Ryusei para besarle, le detuvo con una mano presionando sobre su boca—. N-no, estamos en público... —le dijo en un suspiro, comenzando a tener demasiada calor.

Ryusei bufó infantilmente, separándose y dejándole libre de su agarre. El silencio se hizo entre ellos, y Chifuyu ya no pudiendo aguantar más la tensión tomó su mano, ambos comenzando a caminar en dirección a su habitación.

Al entrar y cerrar la puerta detrás de ellos, se sentaron en la cama y comenzaron a hablar de cualquier tontería, más tarde cuando no hubo ningún tema, Chifuyu sintió las manos de Ryusei acariciar sus vendajes, viéndole desanimado allí.

—Ya está mejor, mañana me quitarán los vendajes —le sonrió, no queriendo verle preocupado por eso, Ryusei sonrió levemente también, aliviado de saberlo.

—No soy humano del todo —comenzó a hablar, y Chifuyu se paralizó en su lugar al escucharle, sus ojos llenándose de confusión en su brillo verdoso, su corazón latiendo con fuerza dentro de su pecho.

—¿Qué?

—Soy hijo de un demonio y una monja. Por lo que tengo de ambas partes, por eso a veces puedo parecer tan extraño y asustarte... —alzó la mirada hacia él, viendo su expresión asombrada, pero lejos de despreciarle con la vista, como todos lo que sabían aquello, parecía solo estar impresionado.

—¿Es en serio?, es decir, no puedo creerlo, ¿de verdad? —parpadeó varias veces, intentando analizar la información, pero él lo entendía mejor que las personas comunes en el resto del mundo, puesto que estaba muy ligado a las cosas sobrenaturales.

—Sí, pero, ¡prometo no hacerte daño! —le dijo preocupado en su interior, su corazón latiendo rápido debido a los nervios, temiendo de la reacción de Chifuyu, y fue algo que al de ojos verdes le pareció demasiado tierno.

—Sé que no me harás daño —rió levemente, alzando su mano a su mejilla en una caricia suave—. Sin embargo, ¿debería tener miedo?, prácticamente estoy hablando con un demonio —dijo, y realmente ya no tenía idea qué salía de su boca, no era tan fácil aceptar eso en solo tres minutos.

—Bueno, deberías estar orgulloso de poder decir que ese demonio está enamorado de tí —le sonrió coqueto, gracias a Chifuyu comenzando a olvidar sus nervios e inseguridades.

—Tienes razón —comenzó a acercarse a él, hasta el punto de rozar sus labios, pero luego se apartó, dejando a Ryusei con las ganas de besarle, entonces sonriendo burlón—. Ahora, explícame todo, quiero saber más de tí. ¿Dónde están tus padres?, ¿por qué estás aquí?, ¿cómo funciona tu naturaleza?, ¡cuéntame todo! —le miró emocionado, más de lo que debería al estar hablando con ese tipo de ser, Ryusei rodó los ojos divertido, estirando los brazos hacia él, Chifuyu entendió de inmediato lo que quería decirle, así que se acercó, ahora ambos abrazados sobre la cama, Chifuyu con su cabeza en su hombro mientras sus piernas se unían detrás de la espalda de Ryusei, este recostado en la pared mientras le contaba y aclaraba sus dudas.

—Mi madre creció en un convento, hasta donde sé, era una de las monjas más importantes debido a sus dotes espirituales. Luego conoció a mi padre en una de sus giras para evangelizar o lo que sea que hacen —le dijo, realmente no conociendo del tema, pues en su vida solo se dedicó a odiarlos, no a entender por qué hacían lo que hacían, Chifuyu rió levemente, cerrando sus ojos ante las caricias que debaja el ojinegro en su nuca—. Ambos se enamoraron y me tuvieron a mí, me escondieron por cuatro años, mi padre me cuidaba en algún lugar que no recuerdo, y mi madre nos visitaba en las tardes después que terminaba su trabajo en el convento. Según sé, comenzaron a buscarme fuerzas superiores, y ellos intentaron huir conmigo. Pero terminaron matándolos a ambos, mi madre huyó y cuando la encontraron le dieron muerte, mi padre se quedó a luchar con los tipos que dirigían la iglesia, yo estuve allí, no lo recuerdo muy bien, pero aparecieron unos cuantos ángeles después que murieron, mi padre también peleó con ellos y venció, pero terminó desvaneciéndose delante de mí —cada vez su voz era un tono más bajo, no queriendo revivir esos sucesos en realidad, Chifuyu sentía los corazones acelerados de ambos ante la posición, horrorizado de lo que escuchaba.

—Oh... ¿dijiste ángeles?

—Sí.

—¿Qué hacían ángeles allí? —su voz parecía mucho más curiosa, después de todo le sirvió mucho tiempo a Dios, y hablar de la aparición de esos seres celestiales le era impresionante.

—Esas son las fuerzas mayores que me querían, los cielos, en pocas palabras. Dios no quería una mezcla como yo, un chico mitad demonio y mitad humano, con fuerza espiritual debido a las creencias de mi madre. No quería un ser que nunca había visto antes, una unión prohibida de la cual no sabía el tamaño de su poder, alguien que podía elegir seguirle o estar en su contra, y si decidía estar en su contra, no sabía que tan peligroso podía ser. Así que ordenó vigilarme. Los angeles constantemente aparecían dónde menos te imaginabas, mi padre los descubrió y hablaron, y fue que llegaron a la conclusión de que era mejor huir, porque tarde o temprano darían la orden de matarme. Cuando huimos la gente del convento de mi madre la persiguió cuando los ángeles se presentaron ante ellos.

—¿Por qué tu madre no dejó el convento?, se habría ahorrado mucho problemas —le dijo, su expresión preocupada por todo lo que le decía aún cuando ya había pasado hace mucho.

—No quería abandonar sus creencias, y mi padre no quería presionarla.

—¿Tenías cuatro años no? —el de cabellos blanquecinos asintió, y Chifuyu le miró sorprendido desde su lugar—. Que horror, eras tan pequeño y viste todas esas cosas...

—Da igual, no recuerdo casi nada de mis padres, pero sí aún tengo pesadillas de ese día, por eso odio tanto a Dios y a su gente, solo me trajeron desgracias —frunció el ceño, Chifuyu miró a la nada tristemente.

—¿Por qué no te mataron a ti también?

—Las órdenes eran vigilarme, no matarme, ellos solo se deshicieron de quienes estorbaban. Me dejaron vivir si prometía mantenerme en el convento, rodeado de la gente de Dios, donde podían controlarme —suspiró pesadamente—. Me cambiaron varias veces a distintos conventos cuando causaba demasiados problemas, únicamente estuve dos años en uno cuando la conocí, me hizo comportarme correctamente, pero terminó mal y volví a mi rutina de cambios.

Chifuyu no entendió a quien se refería, y estuvo a punto de preguntar, pero cuando se encontró con sus ojos entristecidos lo olvidó todo, solo concentrándose en el dolor ajeno, levantándose un poco para verle de frente, sosteniendo su rostro entre sus manos.

—Ellos te hicieron sufrir, y yo como un tonto creyendo que eran tan perfectos, que hacían justicia, eso es injusto —Ryusei escuchó su voz quebrarse al decir, sus ojos se cristalizaban poco a poco mientras las palabras salían con dificultad de su boca—. No está bien que solo por miedo Dios te hiciese eso, destruyó tu vida, solo eras un niño —terminó de decir, Ryusei sorprendido al ver aquellas perlas brillantes cayendo por sus mejillas con lentitud, negó con la cabeza, apartándolas de su piel pálida con sus pulgares.

—Está bien, él es así, cuando se siente amenazado simplemente acaba con eso y ya, feliz otra vez —dijo, y Chifuyu solo lloró más, no podía creer eso, ¿el ser que tanto adoró desde pequeño era así?

Que engañado e impotente se sentía.

—Me dan ganas de poder acabar con él —le dijo con rabia entre su llanto, Ryusei sonrió, verdaderamente ese chico era adorable.

—No puedes, es muy poderoso —rozó su nariz con la suya, viendo cómo subía sus manos para secar sus propias mejillas, resultándole molesto ver.

—Lo siento por tus padres —murmuró con dificultad, doliéndole tanto imaginarse por todo lo que tuvo que pasar siendo tan pequeño, y soportar después vivir junto a las personas que mataron a sus padres.

—Está bien, no llores cariño —besó su frente, sonriéndole con dulzura, Chifuyu tratando de calmarse para poder seguir hablando. Le abrazó otra vez, escondiendo su cabeza en su hombro, Ryusei coló su mano unos centímetros debajo del pullover del rubio, ese que se había puesto ya para dormir, acariciando entonces su cintura, sintiendo su piel tan tibia—. Gracias —le susurró en su oído, sonriendo genuinamente a la nada, sintiendo un nudo en su garganta, pero no se permitiría llorar frente a él, no si podía ponerlo en peor estado.

—¿Por qué? —le dijo, ya estando un poco más calmada su respiración, logrando pronunciar todas las letras sin trabas más allá de suspiros.

—Creí que te alejarías de mí al saberlo todo, que como todos me llamarías monstruo y me odiarías.

—No haría eso nunca, si ellos no te aprecian, yo si te quiero, no eres un monstruo para mí —se abrazó más a él, con otro de sus lindos pucheros en sus labios. Ryusei se paralizó en su lugar, eran sus mismas palabras prácticamente.

De pronto, escucharon el sonido de las luces fuera de la habitación apagarse, Chifuyu se separó de Ryusei para apagarlas también, pero no tuvo que hacerlo, ellas se apagaron solas, claramente él pudo ver cómo el interruptor se cambiaba a la posición de apagado.

—¿Q-qué fue eso? —pronunció sorprendido, con un salto de nervios en su estómago.

—Fui yo —rió levemente al ver su expresión, Chifuyu entonces viéndole con curiosidad.

—Oh... ¿Cómo funcionan tus... habilidades? —hizo una mueca algo inseguro, Ryusei le acercó por la cintura, juntando el abdomen de ambos, haciéndole sobbresaltarse ante el acercamiento.

—Depende de a cuáles te refieras, sé hacer muchas cosas —le miró deseoso, mordiendo el lóbulo de su oreja cuando se inclinó más hacia él, Chifuyu presionando su labio inferior contra sus dientes para no dejar escapar un gemido y avergonzarse más de lo que ya estaba.

—Me refiero a tu naturaleza oscura, t-tonto —golpeó su hombro con poca fuerza, Ryusei rió ante su reacción tímida, siendo tan lindo a sus ojos.

—Bueno, puedo hacer levitar las cosas a mi alrededor, también a mi propio cuerpo.

—¡Ah, lo sabía!. ¡Levitaste cuando estuvimos en la escuela! —frunció el ceño en su dirección, sonriendo victorioso de haber tenido razón y saber que no estaba loco.

—Jajaja, sí, fue así, me resultó muy gracioso ver cómo te tragaste mi excusa —rió mientras recostaba su cabeza hacia atrás sobre la pared, acercando a Chifuyu un poco más, quien le miró amenazante ante sus palabras.

—En fin, ¿qué más puedes hacer?

—Mmm, puedo hacer que no me vean, la fuerza de mi cuerpo es extremadamente grande, incluso podría levantar un auto con una mano.

—¡¿En serio?! —le miró abriendo su boca sorprendido, intentando imaginarlo, y aunque no había visto un auto muchas veces, sabía el peso que debían de tener.

—Sí. También me es fácil ver en la oscuridad, y debido a que mi energía vital, que es algo que posees incluso tú, es demasiado fuerte, tengo muchos sirvientes por así decirlo, son esos que viste la otra noche.

—¿Eran esas cosas? —asintió—. ¿Y dónde están ahora? —la preocupación inundó su voz al observar hacia sus lados, porque no quería imaginarse tener esas cosas mirándole desde una esquina.

—Deben estar haciendo travesuras por ahí —respondió sin más, Chifuyu creyendo que estaba siendo demasiado despreocupado con eso.

—¿No son demonios?, es peligroso dejarles solos, ¿no crees?

—En realidad no, son demonios de bajo rango los que dejo libres, no son tan peligrosos.

—¿Y los otros?

—A esos los llamo cuando los necesito, ahora están muy lejos de aquí —rió—. Allí hace mucho calor, ya sabes.

—Ya, entendí la referencia —puso los ojos en blanco, luego otra duda surgiendo en su cabeza—. ¿Tú "energía vital" es más fuerte y por eso ellos te sirven?, ¿porque los atrae? —hizo comillas con sus dedos.

—Mi energía vital es especial debido a mi naturaleza híbrida, eso los atrae, pero no por eso es que me sirven, yo les doy de mi energía vital a cambio, aclaro que soy inmortal, por eso la energía en mi cuerpo se reestablece cuando toman de ella, solo es cuestión de algo de tiempo —se encogió de hombros, Chifuyu seguía con sus ojos brillantes, emocionado por saber más.

—¿Eres inmortal?, ¡genial! —exclama, realmente impresionado por todo lo que decía, suspirando aliviado ahora al saber que no podría morir por cualquier cosa.

—Así es.

—Entonces, ¿sigues estando bajo vigilancia? —le dijo, recordando sus palabras anteriores.

—Sí, aunque ya es menos, antes todo el tiempo sentía miradas sobre mí, ahora no. Cuando era más pequeño creía que si hacía cosas malas me dejarían irme, pero con el tiempo me di cuenta que obviamente no sería así, por lo que comencé a comportarme mejor, ya que no ganaba nada a cambio.

—Oh, ya entiendo, ¿es decir que podría ver un ángel? —sus ojos brillaron de sobremanera unos instantes, sonriendo al decir, Ryusei solo hizo una mueca.

—Sí, aunque no creo que se dejen ver por tí. Puedes ser muy hermoso pero la belleza no lleva a tanto —bromeó, recibiendo una mala mirada por parte del rubio.

—Bueno, sigue estando la posibilidad —dijo, aún con esperanzas.

Ingenuo.

—Sí, sí.

—¿Y tienen alas? —hizo movimientos con sus brazos a los lados de su cuerpo, parecía un niño pequeño cuando le contaban como era su nuevo juguete antes de entregárselo.

—Sí —Ryusei puso los ojos en blanco, molestándole levemente su interés hacia los seres que tanto le molestaban.

—¿Y tú también tienes?

—Sí, mi padre era un demonio de alto rango, por eso podía llegar a tener forma humana. Él tenía alas, por eso yo también.

—¡¿En serio?!. ¡¿Puedo verlas?! —demiasiada euforia, Ryusei rió divertido, ahora sí le gustaba su curiosidad.

—Mmm, no.

—¿Eh?, ¿por qué? —lloriqueó dramáticamente, desanimado por su respuesta.

—¿Qué obtengo a cambio? —sonrió maliciosamente, Chifuyu solo inclinó su cabeza hacia la derecha, pensativo.

—¿En serio debo darte algo a cambio? —Ryusei se encogió de hombros, él suspiró entonces, sabía que solo se estaba aprovechando de la situación—. ¿Qué quieres?

—Te dejaré verlas si te entregas completamente a mí —subió sus manos a su cintura por debajo de la tela, acercándole más a él, viendo ahora su rostro demasiado cerca, hablando de esa forma tan seductora que hacía derretir a Chifuyu.

El chico suspiró entrecortado al sentir la fricción entre ellos, así no podía pensar bien, no era justo.

—Está bien, pero no sé cómo hacer eso exactamente, únicamente nos hablan de esas cosas cuando estudiamos la biblia, y no hacen más que menciones de la descendencia.

Ryusei podía ver sus mejillas enrojecidas aún cuando estaban bajo aquella oscuridad, solo la luz de la luna colándose por la única ventana en el fondo.

—¿Quieres que te enseñe?

Ahí fue cuando Chifuyu comenzó a rezar.

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