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➽ᐯII

❝Lᴀ ᴠᴏᴢ ᴅᴇʟ ᴅᴇᴍᴏɴɪᴏ ᴇs ᴅᴜʟᴄᴇ ᴅᴇ ᴇsᴄᴜᴄʜᴀʀ.❞

—¡Más rápido, Ryusei! —aquella mujer de hermosos cabellos blancos aprisionaba su muñeca con fuerza, haciéndola doler, sus pequeñas piernas ya no podían casi seguir el ritmo, sintiéndolas temblar cerca de caerse.

—¡Atrápenlos! —se escuchó no muy lejos de ellos, los pasos estaban cada vez más cerca, y eran muchas personas, el pequeño no entendía nada, solo corría por petición de él y ella.

Pronto, ya sin aliento, sus pies tropezaron entre sí al no poder seguir más, cayendo al suelo y lastimándose el tobillo derecho con una roca.

—¡Ryusei! —el hombre de profundos ojos negros se detuvo, comenzando a caminar aceleradamente hacia él, la preocupación inundando su tono al verle intentar levantarse con lágrimas en los ojos producto al dolor.

—¡Aquí están! —escucharon de pronto, y fue en un abrir y cerrar de ojos que Ryusei estaba siendo sostenido por ambos brazos y su cintura, siendo un pequeño cuerpo tembloroso, sus ojos brillantes ahora por las lágrimas, viendo aterrado hacia aquellos hombres.

—¡Mamá, papá! —gritó al verles paralizarse, el hombre le susurró algo en el oído a la de largos cabellos blancos, y tras unas cuantas expresiones de desaprobación, ella corrió lejos, susurrando un "no mueran".

—¡No dejen que escape! —otra de aquellas irritantes voces hizo estremecer el lugar que no estaba en penumbras de no ser por las antorchas.

Intentaron ir tras ella, sin embargo, el ojinegro les detuvo parándose frente a ellos, Ryusei temblando al ver aquella expresión.

Vió la sangre caer a sus pies, ya ni siquiera identificaba de quienes eran las partes esparcidas en el suelo. Gritos desgarradores, voces pidiendo ayuda, y de pronto, calma, y el de ahora ojos rojos y cuerpo distorsionado acarició su mejilla con una de sus afiladas garras antes de desvanecerse en el suelo.

Vió cosas.

Escuchó cosas.

Estuvo en el infierno frente al mismo Diablo.

¡...sei!

Sintió una enorme calidez envolverle, de pronto solo paz y tranquilidad, todo volviéndose blanco, dejando atrás aquella oscuridad tan pesada.

—¡...usei!

Esa voz, era muy conocida.

—¡...yusei!

Cada vez era más clara.

—¡Ryusei!

Chifuyu.

Despertó de golpe, sentándose en su cama en un suspiro ahogado que salió de su boca. Observó hacia la izquierda, y lo primero que vió fueron aquellos ojos verdes cristalizados por las lágrimas contenidas.

—¿Chi...fuyu? —parpadeó varias veces, aún algo desentendido por la situación, su pecho subiendo y bajando en respiraciones aceleradas.

—¿E-estás bien? —fue lo que salió de sus labios, temblorosamente inclinándose más hacia él—. ¿Tuviste una pesadilla?

Ryusei fijó su vista en sus ojos, luego desviándola hacia sus propias manos, recordando todo, frunciendo el ceño frustrado, un dolor de cabeza atacándole unos instantes.

—Sí, estoy bien —volvió a mirarle, sonriendo levemente mientras subía sus manos para secar sus lágrimas—. ¿Por qué lloras?

—Estabas llamando mi nombre y parecías asustado —le miró con preocupación, volviendo a derramar algunas lágrimas como perlas brillantes que Ryusei se encargó de hacer desaparecer.

—Solo fue un sueño —negó con la cabeza—. No llores por tonterías.

—Si no quieres que llore por tonterías entonces tú no llores por un sueño —pronunció con el ceño fruncido, suspirando varias veces como rastro de su llanto, y Ryusei se paralizó en su lugar, luego dirigiendo sus manos a su cara, sintiendo sus mejillas húmedas.

Estaba llorando.

Rápidamente frotó su propia piel para deshacerse de aquel líquido salado que salía de sus ojos sin su consentimiento, luego se concentró en saber por qué Chifuyu estaba allí.

—Por cierto, ¿qué haces aquí?

—No te ví en el refectorio para el desayuno, le pregunté a los chicos y nadie te había visto, cuando normalmente te levantas incluso antes que yo. Me preocupé y vine aquí —se explicó, girándose un poco más hacia él.

Ryusei de pronto recordó todo lo sucedido la noche anterior, sintió su corazón apretarse dentro de su pecho, una enorme tristeza reflejándose en el brillo oscuro de sus ojos, entonces tomando sus manos en una caricia.

—Yo... siento haberte asustado anoche... —casi fue un murmuro lo que salió de sus labios, Chifuyu le observó en silencio antes de volver a hablar.

—Perdóname a mí, me alteré demasiado y ni siquiera te escuché cuando dijiste que me calmase —suspiró, afianzando el agarre entre sus manos—. Yo... no sé qué es, pero me escondes algo, y no es normal, es... peligroso, no por gusto estudio y vivo aquí, no eres muy diferente a "ellos", desde que te ví lo supe —Ryusei asintió con la mirada decaída, no quería preocuparle o tenerle asustado, pero tampoco mentirle.

—Sé que te diste cuenta, y no es que lo haya intentado ocultar de tí.

—¿Me vas a contar qué es?, puedes confiar en mí —le miró con seguridad, intentando trasnmitírsela. Ryusei negó con la cabeza, luciendo preocupado.

—Sé que puedo confiar en tí, y lo hago con los ojos cerrados. Pero... tengo miedo —terminó aceptando en un tono bajo, entristecido, no quería perderle si le contaba todo, no quería que le temiese a él.

—¿Miedo de qué, Ryusei?. No le contaré a nadie si no quieres.

—No quiero que me dejes, no quiero perderte a ti también —cerró sus ojos cuando las lágrimas volvieron a caer, dejando todo su dolor en el peso de sus palabras. Chifuyu se preocupó al verle en ese estado, luciendo tan frágil cuando solía no ser tan transparente.

El rubio no supo a quien más se refería al decir "también", tampoco preguntó, solo se inclinó hasta tomar su rostro entre sus manos, obligándolr a verle a los ojos, regalándole una sonrisa que le hizo estremecer.

—Ryusei, yo elegí esto, desde el momento en que acepté ignorar mis creencias y seguirte a tí. Llevo toda mi vida en este lugar, y aunque aún es difícil traicionar mis propios ideales, lo hago por tí, y lo seguiré haciendo, porque contigo soy feliz. No me importa que tan terrible sea eso que escondes, no te voy a juzgar. Por tí le miento a todos mis hermanos, a Takemichi, a Baji... ¿Y sabes qué?. No me importa, porque cuando estoy contigo olvido todo —su expresión no era más que de felicidad, atrajo el rostro del contrario hacia el suyo, juntando sus frentes como tanto les gustaba hacer—. Voy a seguir contigo, no voy a dejarte, no importa lo que sea que hiciste, hagas o harás, lo que fuiste o lo que eres. Te amo de verdad, nunca había sentido esto antes, así que, confía en mí. Pero no voy a presionarte, si quieres tómate tu tiempo, no es necesario que lo digas de inmediato, ¿si?

Ryusei no pudo evitar llorar otra vez, ¿por qué era así con él?, se supone que lo detestaban, lo apartaban, le temían, para alguien como él era demasiado recibir ese afecto.

Era demasiado bueno para ser verdad.

Chifuyu le abrazó, escuchándole llorar con tanto dolor, sintiendo su hombro humedecerse aún a través de la tela de su túnica. Se dedicó a decirle lo mucho que le quería, como en solo una semana y unos días logró hacerle sentir lo que nadie antes.

Después de algunos minutos Ryusei se tranquilizó, solo dejando pequeños suspiros irse en el aire. Chifuyu se separó de él poco a poco, deteniéndose cuando tuvo su rostro de frente, a solo centímetros. Unió sus labios suavemente, siendo correspondido ante el primer movimiento. Ryusei se olvidó de todo lo que había pasado hace segundos atrás solo con esos roces en su boca, con sus manos en su cintura haciéndole acercarse más, porque era tan fácil perderse en los labios del otro.

De pronto, escucharon varios toques en la puerta, se separaron sobresaltados, Ryusei lo tomó con más calma, levantándose y abriendo la puerta.

—Baji...

—¿Está aquí Chifuyu? —preguntó el de hebras negras entrando a la habitación, haciendo a Ryusei a un lado sin prestarle atención alguna, este frunciendo el ceño al verle ser tan atrevido.

—Baji-san —se levantó de la cama, viéndole a los ojos, y él no parecía muy contento de que estuviese allí—. ¿Pasa algo?

—¿Se te olvida que tienes cosas que hacer?, el padre Taiju me mandó a buscarte —le dijo, y Chifuyu se tensó en su lugar, ahora estando preocupado, se le había pasado la hora.

—Lo siento, en seguida iré a la escuela, me distraje un poco —bajó la cabeza levemente, de pronto sintiendo aquella mirada sobre él, Ryusei fruncía el ceño en su dirección, entonces levantó la cabeza entendiendo que no quería verle así ante él.

No sabía si estaba bien no mostrarle tanto respeto a Keisuke, pero al parecer Ryusei no quería que así fuera, así que no lo haría.

—Está bien, te voy a justificar con él —suspiró, después de todo siempre le cubría las espaldas las pocas veces que le necesitaba—. ¿Estás bien? —estuvo a punto de apoyar su mano en el hombro del rubio, pero recibió un manotazo por parte de Ryusei, haciéndole mirarle confundido, el de ojos oscuros solo dirigiéndole una expresión molesta.

—Ya puedes irte, él está bien, irá en unos minutos —prácticamente gruñó sus palabras, no queriendo tener la presencia de Baji allí.

El de ojos café suspiró, dándose la vuelta para irse.

—Adiós entonces —dijo antes de perderles de vista, dejándoles solos.

—Al parecer debo irme, ¿me acompañ —Chifuyu sintió la presión de los labios de Ryusei sobre los suyos, posesivamente tomando su cabeza desde atrás con su manos para profundizar el beso. Gimió en sus labios cuando sintió su lengua dentro de su boca, en un beso ardiente lleno de celos, sabía que Baji le ponía mal porque solía ser débil ante él.

—Sí, vamos —le sonrió burlón al ver el desastre jadeante que era por ese beso tan intenso, aún sosteniéndole por sus cabellos.

—Eres un idiota —bufó, tratando de recuperar el aliento.

—Soy tú idiota.

Definitivamente debía estar muy rojo.

En la tarde, después de que Chifuyu terminase con su labor, Ryusei fue llamado por Baji y Taiju, algo que le dió un muy mal presentimiento al de ojos verdes, incluso no le prestaba atención al chico frente a él que le hablaba eufóricamente de cómo lo habían felicitado por su trabajo.

—Chifuyu, ¿me estás escuchando?

El mencionado parpadeó varias veces, volviendo en sí de su propia burbuja de pensamientos que le hizo aislarse de su entorno. Fijó sus ojos en los azules que le veían, en silencio, sin recordar nada de lo que dijo.

—Eh, ¿qué?

—¡Chifuyu! —se quejó.

—Perdón —rió nerviosamente, rascando su nuca en el acto, luego Takemichi cruzándose de brazos, alzando una de sus cejas.

—¿En qué piensas tanto?

—Ryusei —suspiró, Takemichi rodó los ojos.

—Lo supuse, ¿qué pasó con él?, de hecho, ¿cómo va su extraña relación? —Chifuyu le hizo caminar unos pasos para estar más apartado de las personas, asegurándose de que no los escuchasen.

—No digas esas cosas en voz alta —frunció el ceño, luego suspirando para comenzar a hablar otra vez—. Digamos que pasamos a un poquitito más —reafirmó la penúltima palabra, haciendo un gesto con sus dedos de indicación a algo pequeño.

—¿Solo un poquitito? —Takemichi entrecerró los ojos, no muy convencido—. ¿Qué hicieron?

Chifuyu se quedó en silencio unos segundos antes de responder, sería demasiado vergonzoso decirle a Takemichi lo que habían hecho más allá de los besos, así que optó por lo teórico y sentimental.

—Confesamos que... uh... nos amamos —murmuró lo último, algo avergonzado, Takemichi abrió los ojos como platos.

—¿Cómo pareja? —Chifuyu asintió, el de ojos azules solo estando paralizado en su lugar, luego tragando con dificultad, tratando de encontrar su voz en lo profundo de su garganta—. Chifuyu, ¿te olvidaste te que estás en un convento y que le sirves a Dios?

—No lo he olvidado —dijo, tenso al sentir su mirada sobre él—. Pero, no lo sé, estoy dudando.

—¿Deberíamos llevarte al confesionario?

—¡No! —exclamó tomándole por los hombros, Takemichi pegando un saltito en su lugar ante la acción repentina—. No, por favor, sería mi perdición —negó con la cabeza repetidas veces, luego Takemichi suspiró preocupado.

—Chifuyu, ya estás perdido.

—No lo estoy, yo... puedo arreglarlo.

—¿Qué vas a arreglar?

El de ojos verdes se paralizó en su lugar, ¿qué se supone que arreglaría?, él quería eso.

—No... no lo sé. Takemichi, yo amo a Ryusei, y él a mí, no quiero que me separen de él —se lamentó, su mirada cargada de emociones logrando ablandar el corazón de Takemichi, si es que se podía, porque ese chico era extremadamente comprensivo.

—Chifuyu, debes pensar mejor todo esto, no puedes simplemente decirlo así, esto implica dejar todo atrás, y si los demás se enteran, te separarán de él y te harán confesar todo, van a hacerte volver a ser correcto obligado, porque lo veo en tus ojos, tu ya no estás actuando bien, esto está mal. Has pecado.

Vale, eso fue como un balde de agua fría cayendo sobre él.

Toda la verdad en su cara, aún cuando Takemichi no sabía en realidad todo.

—¿Vas a renunciar a todo por él? —preguntó al verle tan perdido en sus pensamientos, Chifuyu suspiró.

—Quiero hacerlo, pero no estoy seguro, llevo mi vida aquí y los ideales de Dios son los míos... o lo eran. Es difícil dejar de pensar así de la noche a la mañana, pero, Takemichi, lo veo a él y se me olvida todo esto —el peso de sus palabras llegó con todo a Takemichi, sabía que debía estar pasándola mal, pero lo apoyaría en lo que eligiera.

—Entiendo, no te preocupes, cuando estés seguro, habla con él, tal vez deberían desaparecer de aquí para entonces —pronunció, eso ya fue demasiado para él, demasiada información para su pobre cerebro de una sola neurona.

—¿Irme de aquí?

—Sí. Y ahora que lo pienso, ¿por qué Ryusei llegó a esto?, es decir, él también viene de un convento, ¿no? —dijo, porque realmente no entendía como hizo caer a Chifuyu tan fácilmente, o como cayó él mismo.

—Sí, me dijo que desde que tenía memoria.

—¿Entonces?

—Hay algo... —no sabía si decirlo, de hecho, se inclinaba más a ocultarlo, después de todo, Ryusei aún no se lo contaba del todo a él—. Es privado.

—Tan honesto como siempre —rió el de estatura ligeramente más baja, luego acercándose unos pasos para colocar una mano en su hombro—. Está bien, solo... cuídate, por favor, no quiero que te pase nada. Piensa bien las cosas, recuerda que esta es mi opinión y quiero que seas feliz, no será la misma que te dé Baji o Draken, Mitsuya o Kakucho, incluso el padre Taiju. Ellos lo más probable te den unas buenas bofetadas y te enderecen de una vez por todas.

—¿Me van a golpear?

—No, idiota. Piensa con la cabeza —puso los ojos en blanco, realmente su hermano no tenía remedio.

Los pasos de Ryusei no hacían el más mínimo ruido al caminar, la tela blanca de su túnica arrastrándose por el suelo perfectamente limpio, dando la ilusión óptica de estar flotando. Su expresión era relajada, sonriendo levemente aún cuando por dentro le fastidiaba que interrumpieran sus momentos con Chifuyu.

Que en realidad era todo el tiempo.

Se detuvo a unos metros de aquellos dos que le daban la espalda, de pronto su voz haciéndoles sobresaltarse al elevarse en el silencio de la enorme habitación.

—¿Qué demonios quieren?

Ambos se giraron hacia él, viendo la sonrisa que se expandía en su rostro, que lejos de ser amistosa les parecía amenazante.

—Tengo de sobra, les puedo dar muchos —pronunció inocentemente, intentando verse simpático.

—Deja tus bromas para después, Sato —Taiju le miró seriamente, él se encogió de hombros.

—No estaba bromeando.

—Has estado pasando demasiado tiempo con Chifuyu —esta vez habló Baji, dejando en claro que cualquier tema fuera de ese no sería escuchado.

—Sí, ¿y?, ¿qué te importa? —la sonrisa se borró de sus labios, frunciendo el ceño en su dirección.

—¿Acaso piensas hacer con él lo mismo que le hiciste a Isabela?

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