𝟢𝟤𝟪. The empire's fall
THERESSA MANTUVO LAS MANOS APRETADA sobre los controles del avión, con los ojos fijos en el horizonte, pero por dentro estaba hecha pedazos.
Con cada kilómetro que la acercaba a la base en Siberia, el temor crecía en su pecho. El lugar donde empezó todo. Ese infierno helado, lleno de recuerdos que ella intentaba desesperadamente enterrar.
El sonido constante de los motores la rodeaba, pero el silencio dentro de la cabina era opresivo. Estaba sola y tal vez fuera mejor así.
No tendría que ocultar el terror que la consumía, no tendría que fingir que todo estaba bien. Pero al mismo tiempo, el vacío que lo rodeaba sólo amplificaba sus pensamientos.
Cada recuerdo del lugar hacía que se le revolviera el estómago, las escenas le llegaban en destellos: el frío cortante que quemaba su piel, las máquinas, las voces sin rostro que dictaban su destino. Agarró el volante con fuerza, como si eso pudiera mantenerla en el presente, lejos de las garras del pasado que amenazaban con asfixiarla.
Theressa respiró hondo y trató de controlar su creciente pánico. Ella no podía debilitarse. Ahora no. Pero cuanto más se acercaba, más difícil le resultaba ignorar el peso del miedo que la atormentaba.
Theressa aparcó el avión con precisión y apagó los motores antes de permitirse un último momento de silencio. Revisó sus armas, conteniendo la respiración mientras ignoraba el frío cortante que golpeó su cuerpo tan pronto como abandonó el barco.
El hielo siberiano era implacable, pero ella no tenía tiempo para preocuparse por eso. Sus ojos se fijaron en la imponente puerta de la base, adornada con las estrellas de la Unión Soviética, reliquias de un pasado oscuro y marcado.
Respirando profundamente, empujó con cuidado la puerta para abrirla. Para su sorpresa, estaba abierta. El sonido del metal pesado chirriando resonó en el vacío de la base. Ella cargó hacia adelante con el arma en la mano y los sentidos en alerta máxima. Sabía que entrar allí era pura desesperación o terquedad.
Existía la posibilidad de que otros Soldados del Invierno estuvieran presentes, listos para cualquier movimiento. Cada paso que daba la sumergía más profundamente en lo que parecía una pesadilla revivida.
El silencio era denso, roto sólo por su respiración contenida y el suave susurro de sus pies sobre el suelo de cemento. Hasta que, al llegar a un cuarto oscuro, se detuvo. El aire se hizo más pesado y el extraño olor metálico de la muerte llenó la habitación. Theressa iluminó el área con su linterna y la vista frente a ella le hizo caer el estómago.
Dentro de las cámaras de congelación, los cuerpos de los experimentos estaban inmóviles. Muerto. Cada uno de ellos.
Sus rostros estaban congelados en expresiones de sufrimiento y desesperación, como si hubieran muerto luchando por sobrevivir hasta el último momento. Theressa se quedó helada por un segundo, con el corazón martilleándole en el pecho. El horror de esa visión la envolvió, pero había algo más profundo allí: un amargo alivio de que no quedara nadie vivo para sufrir, pero al mismo tiempo, el amargo recordatorio de que ese también podría haber sido su destino.
Theressa escuchó una voz familiar resonar en la habitación, cortando el pesado silencio.
—Kuznetsov
Su cuerpo se congeló. Inmediatamente se dio la vuelta, con el arma en alto y los ojos alerta, tratando de localizar la fuente. Al fondo de la habitación, protegido detrás de una cámara de congelación vacía, estaba el hombre que reconoció por los vistazos de los archivos de Bucky.
El médico falso. Él la miró con una sonrisa de satisfacción, casi burlona, como si hubiera estado esperando ese momento.
Ella no dudó. El sonido de los disparos resonó en el espacio vacío, una bala atravesó el aire. Pero la bala sólo rebotó en la estructura metálica que lo separaba de ella, dando vueltas con un zumbido inútil. Él se rió, un sonido frío y calculado que resonó por toda la habitación.
—¿Quién eres?—preguntó, apretando el mango del arma, tratando de contener el nerviosismo que crecía en su interior.
El hombre ladeó la cabeza, con una mirada de superioridad que la irritó aún más.
—Puedes llamarme Barón Zemo—respondió, con la voz llena de falsa cortesía—Y yo, Theressa, te estaba esperando.
Zemo la miró con una sonrisa malvada, dándose cuenta de que sus palabras empezaban a surtir efecto. Caminó en círculos alrededor de la cámara de contención, con los ojos fijos en Theressa, como un depredador analizando a su presa.
—Siempre fuiste una herramienta, Kuznetsov—dijo con calma, su voz envenenada con una falsa empatía—La Habitación Roja, HYDRA... todos te moldearon para que fueras exactamente lo que necesitaban. Una máquina de matar, una sombra. ¿Y qué ganaste con ello? El odio de todos los que te rodean. ¿Crees que alguien te perdonará?—el se rió—Te desprecian por todo lo que has hecho, por los crímenes que has cometido. Nunca te verán como un Stark, por mucho que lo intentes.
Sus palabras fueron como cuchillos, cada uno de ellos cortando profundamente. Theressa sintió que la ira crecía en su interior, pero también el dolor de saber que había una amarga verdad en lo que él estaba diciendo. Apretó los puños, tratando de mantener la compostura.
—Ni siquiera me considero un Stark—respondió ella, su voz más fría de lo que pretendía—No tienen por qué aceptarme. Ya he aceptado quién soy.
Zemo se detuvo, inclinando la cabeza con una expresión casi de satisfacción.
—¿Oh sí? ¿Y quién eres tú exactamente?—entrecerró los ojos—¿Una asesina? No importa cuánto luches, ellos recordarán tu pasado. Recordarán las vidas que destruiste. Y al final, incluso tus aliados te darán la espalda. No tienes redención, Kuznetsov.
Theressa sintió que se le daba un vuelco el estómago, pero mantuvo el arma firme en la mano. Sabía que Zemo estaba tratando de manipularla, jugando con sus inseguridades. Sin embargo, la forma en que hablaba, como si supiera exactamente lo que la atormentaba, era inquietante.
—¿Quién eres?—preguntó con voz tensa—¿Eres de HYDRA?
Zemo soltó una risa breve, fría y desdeñosa.
—¿HYDRA?—sacudió la cabeza y sus ojos brillaron con desprecio—No. También eran una cabeza más de serpiente podrida. Soy algo diferente—sonrió, sin prisas, como disfrutando del suspenso—No soy parte de una organización. Soy alguien que entiende lo que realmente eres, Theressa. Una bomba de tiempo que sólo necesita una última chispa para explotar.
Sus palabras resonaron por la habitación, intensificando la presión psicológica que ejercía sobre ella. Theressa sintió que su respiración se aceleraba y un sudor frío le corría por la nuca. Sabía demasiado.
Theressa levantó la barbilla, la ira latía por sus venas junto con la adrenalina. Apretó con más fuerza el arma pero no la levantó. La tensión en el aire entre ella y Zemo era palpable, una cuerda tensa a punto de romperse.
—Si estás aquí para matarme, Zemo—dijo, su voz llena de desafío—Entonces hazlo pronto. ¿O no eres lo suficientemente hombre para luchar contra mí?
Zemo se rió, una risa baja y amarga que resonó en la fría habitación.
—Oh, Theressa, no vine aquí para matarte. Sería demasiado fácil—sacudió la cabeza, como si la idea fuera ridícula—Mi venganza no se limita a la muerte.
Theressa entrecerró los ojos, manteniendo su postura defensiva, pero la confusión asomó bajo la ira.
—¿Venganza? ¿Venganza de qué?
Zemo dejó de reír y su mirada se endureció. Dio un paso adelante, más cerca, todavía protegido por la cámara, pero sus palabras llegaron como dagas.
—Los vengadores—comenzó, con la voz llena de odio contenido—Mataron a mi esposa. Mi hijo. Mi ciudad. Durante el caos de Sokovia, con Ultrón. Ustedes, que se hacen llamar héroes, fueron los responsables de destruir todo lo que amaba.
Theressa sintió la conmoción resonar en ella, pero antes de que pudiera responder, él continuó, con los ojos llenos de despecho y dolor.
—Y tú—escupió, mientras ella lo miraba a los ojos, llenos de furia helada—Tú mataste a mi padre. En nombre de la Sala Roja. Un acto que probablemente ni siquiera recuerdes.
—¿Quieres destruirme por algo que me obligaron a hacer?—espetó ella, tratando de mantener la calma, pero su corazón latía rápido—¿Por algo que no elegí?
Zemo sonrió, una sonrisa fría y calculada.
Theressa, todavía con el arma apuntando a la puerta, apenas respiraba. La tensión era tan espesa que parecía asfixiante. Sabía que Zemo era peligroso, pero la forma calculadora en que jugaba con sus emociones la dejó al borde de explotar.
—¿Y ahora? ¿Qué vas a hacer?
Zemo la miró fijamente con una calma inquietante, cruzándose lentamente de brazos, como si tuviera todo el tiempo del mundo.
—Esperar—dijo, como si fuera lo más obvio.
Antes de que Theressa pudiera hacerle más preguntas, un ruido metálico resonó en la habitación, haciéndola apuntar el arma hacia la puerta.
—Parece que no tendremos que esperar tanto—murmuró Zemo, formando una leve sonrisa en la comisura de su boca. Sin embargo, ahora había algo diferente en su expresión, una sombra de resignación.
Theressa sostuvo el arma con firmeza, su cuerpo tenso y listo para reaccionar, hasta que la puerta se abrió de una vez por todas. Cuando entraron las figuras familiares, casi dejó escapar un suspiro de alivio.
Allí estaba Tony Stark, con su armadura de Iron Man reluciente, seguido de Steve Rogers, disfrazado completamente de Capitán América, y Bucky Barnes, portando un arma enorme y listo para el combate.
—Entonces, Thessa, ¿Me extrañaste?—bromeó Tony, la máscara de la armadura se levantó para revelar su rostro. Su mirada era seria, pero su intento de romper la tensión era obvio.
—No tanto como debería, hermano—respondió Theressa con una media sonrisa, sintiendo aún el peso de la amenaza flotando en la habitación.
Steve miró a su alrededor, evaluó rápidamente la situación y luego le dio a Zemo una mirada firme.
—¿Qué está pasando aquí?—preguntó Steve, su voz firme.
Zemo, todavía detrás de la cámara, levantó una ceja, sin mostrar miedo ni preocupación.
—Sólo una conversación civilizada.
—¿Civilizada?—bufó Bucky, ajustando el arma en sus manos—La última vez que "hablaste" me hizo destruir la mitad de la ONU.
Zemo simplemente inclinó la cabeza, pareciendo desinteresado.
—Después de todo viniste a la fiesta.
Zemo, con una mirada tranquila y calculada, presionó un botón dentro de su cámara protegida. Inmediatamente, una pequeña pantalla parpadeó en la esquina de la habitación, y el tenso silencio fue roto por el sonido de un viejo video que comenzaba a reproducirse.
Tony, que inicialmente ignoró el movimiento, pronto se quedó helado al reconocer las imágenes. La carretera desierta y el coche que apareció en la pantalla... Eso lo sabía muy bien.
—Conozco este auto...—murmuró, su voz baja y tensa. Steve, Theressa y Bucky se acercaron, todos los ojos fijos en la pantalla. Tony se movió lentamente, con la mirada fija e incrédula, hasta detenerse a unos centímetros de la pantalla.
Las imágenes mostraban el accidente automovilístico que ya conocía, la pérdida que atormentó su vida: el momento en que murieron sus padres, Howard y Maria Stark. Pero esta vez había algo diferente. Algo que Tony nunca había visto antes.
El vídeo mostraba el coche de sus padres chocando tan brutalmente como lo recordaba. Sin embargo, poco después, la grabación continuó... Y entonces, apareció la imagen que cambiaría todo.
El soldado de invierno.
Bucky, controlado por HYDRA, apareció en la pantalla, emergiendo de las sombras del camino. Caminó hasta el coche destruido, rompió el cristal de la ventana con una fuerza monstruosa y luego, sin dudarlo, asesinó a Howard y María Stark con frialdad despiadada.
Tony miró en silencio, su cuerpo rígido por la tensión. Apretó los puños a los costados y el sonido de su respiración se hizo más pesado.
El video continuó y ahora muestra un suave llanto.
La cámara tembló cuando el Soldado de Invierno se alejó del auto. En sus brazos, envuelta en una manta, estaba Theressa. Ella era sólo una bebé, indefensa y frágil, llevada en manos del hombre que acababa de asesinar a sus padres.
—No...—susurró Tony, el shock era claro en su voz. Tenía los ojos pegados a la pantalla, incapaz de apartar la mirada de la brutal revelación. Se tambaleó un poco hacia atrás, su respiración se aceleró, como si le hubieran quitado el suelo bajo sus pies.
Theressa, a su lado, observaba todo en silencio, con los ojos fijos en la pequeña pantalla. No podía creer lo que estaba viendo. Todo tenía sentido ahora. Así fue como la llevaron a la Habitación Rojo
Tony, sin quitar la vista de la pantalla, dio un paso adelante, con el rostro pálido de incredulidad.
—Él...—Tony señaló la pantalla, la ira surgiendo en su voz, todo su cuerpo temblando—Él mató a mis padres. Y te llevó.
El vídeo terminó, pero el impacto quedó en el aire, pesado y asfixiante. Zemo, al otro lado de la cámara, observaba con una sonrisa de satisfacción, sabiendo que había arrojado una bomba emocional entre ellos.
Steve miró a Tony con preocupación, sabiendo que el peso de esa revelación podría destruir lo poco que aún mantenía unidos a los Vengadores.
Bucky, a un lado, estaba quieto, con el rostro pálido y rígido. Sabía que no tenía control sobre lo que hacía como Soldado del Invierno, pero eso no hacía que fuera más fácil de aceptar. Miró a Theressa, tratando de comprender qué significaba todo esto para ella.
—Tony...—Steve intentó hablar, pero fue interrumpido.
—No—Tony levantó la mano, alejando a Steve—Ahora no.
Se volvió hacia Theressa y sus ojos brillaban con una mezcla de dolor, confusión e ira.
Tony, consumido por la rabia, cargó contra Bucky, con las manos alrededor de las armas de su armadura preparándose para disparar. Los ojos de Tony ardían con un dolor indescriptible, una furia tan profunda que parecía incontrolable.
—¡Tú los mataste!—rugió Tony, lanzando un disparo de energía directo a Bucky.
Pero antes de que el ataque pudiera alcanzarlo, Steve se interpuso entre ellos, con el escudo apretado en sus manos. El impacto fue tan fuerte que el escudo vibró en sus manos, pero Steve permaneció, decidido a no dejar que la situación se intensificara más.
—¡Tony, para!—gritó Steve, tratando de mantener el equilibrio mientras otro disparo de la armadura de Tony chocaba contra él—¡Esto no solucionará nada!
Al otro lado de la habitación, Bucky no podía hacer nada más que mirar, sintiendo el peso de las palabras de Tony cayendo sobre él como un mazo. No pudo defenderse. No por esta acusación. La verdad era demasiado cruel, demasiado insoportable.
—No lo sabía...—gritó Bucky, con la voz temblorosa, mientras intentaba explicarse, aunque sabía que no haría ninguna diferencia—¡No sabía que ella era tu hermana, Tony! ¡No sabía que esa bebé era Theressa!
Las palabras surgieron como un arrebato, un intento desesperado de expresar su culpa y arrepentimiento. Estaba destrozado, atormentado por la verdad de que no sólo le había quitado a sus padres, sino que también había condenado la vida de Theressa a la Habitación Roja.
Theressa, que hasta entonces había estado congelada por el shock, vio la mirada de Bucky fija en ella. Lágrimas silenciosas corrieron por su rostro. No tenía respuestas, no sabía qué hacer con el dolor abrumador que crecía en su interior.
El hecho de que Bucky, la única persona que ella creía que entendía el alcance de lo que habían sufrido en la Habitación Roja, fuera responsable de llevarla a esa pesadilla... era más de lo que podía soportar.
—Theressa...—susurró Bucky, con la voz quebrada al ver las lágrimas correr por su rostro—No lo sabía. Nunca supe que eras la hija Stark. Yo... sólo seguí órdenes. Ya lo sabes.
Theressa lo miró con el corazón hecho pedazos. Quería gritar, correr, pero estaba congelada. La mirada de Bucky, llena de arrepentimiento, dolor y una culpa que parecía aplastarlo, la destruyó por dentro.
Tony, todavía hirviendo de ira, miró a Bucky con desprecio. El Stark, con la rabia consumiéndolo, lanzó otro ataque brutal. El sonido estridente de los disparos resonó en la habitación y Bucky, siguiendo la orden de Steve, intentó escapar. Corrió hacia la plataforma, pero antes de que pudiera levantarse, Tony disparó, destruyéndola en un instante. El suelo tembló y Bucky perdió el equilibrio, cayendo de nuevo al suelo.
Steve intentó levantarse para proteger a Bucky, pero Tony, sin contenerse, lo golpeó fuerte. El impacto fue brutal y Steve salió disparado contra la pared. Intentó recomponerse, pero la situación ya estaba fuera de control. El sonido del metal contra el metal hizo eco mientras Tony continuaba avanzando.
Theressa, que observaba todo, se sentía completamente impotente. La pelea, las revelaciones, el dolor... todo se iba acumulando como una ola a punto de ahogarla. Simplemente ya no tenía fuerzas para intervenir, para ser parte de ese caos.
Ella se dio la vuelta, su cuerpo temblaba de agotamiento emocional. Cada paso que daba parecía pesar una tonelada y su mente estaba completamente aturdida. Todo se estaba desmoronando a su alrededor y no tenía control sobre nada. Después de todo, estaba siendo una cobarde.
Cuando finalmente salió, el frío aire siberiano no le ofreció ningún alivio. A lo lejos, vio a T'Challa, junto a Dora Milaje, arrestando a Zemo. El hombre, responsable de toda esa manipulación, del crimen de matar al rey de Wakanda, ahora fue llevado ante la justicia.
Pero a Theressa nada de eso le importaba. No en ese momento. Ella observó la escena sintiéndose distante, como si estuviera observando la vida de otra persona. Las voces, los sonidos del movimiento, todo parecía amortiguado.
Miró hacia el cielo gris, los copos de nieve cayendo lentamente y, por un breve momento, se preguntó si alguna vez volvería a sentir paz.
DOS SEMANAS DESPUES
Habían pasado dos semanas desde el enfrentamiento en la base de Siberia y Theressa había desaparecido.
Así como siempre había sido hábil para esquivar problemas, ahora se refugió en un pequeño hotel en la Patagonia. La soledad del lugar, rodeada de majestuosas montañas y bosques nevados, proporcionaba un cierto consuelo, aunque fuera temporal.
Mientras miraba por la ventana, contemplando el impresionante y frío paisaje, Theressa sostenía una bebida caliente en sus manos. El vapor se elevaba en pequeñas nubes, mezclándose con los pensamientos inquietantes que se arremolinaban en su mente.
Sabía, a través de noticias dispersas, que Tony estaba bien, pero no se permitió contactarlo. Sabía que lo último que necesitaba era más preocupación y, sobre todo, no quería arrastrarlo aún más a su confusión emocional.
Pero si se sintió como una hermana terrible por dejarlo en un momento como ese, en el fondo espera que él no la perdone por eso, no debería hacerlo. Con perdón o no, pensó que Tony estaba mejor sin ella.
Con el tiempo, también supo que Steve, Sam y Bucky habían logrado escapar, mientras que los otros Vengadores que habían sido arrestados estaban en negociaciones por su libertad. La vida seguía, pero para Theressa todo parecía detenerse.
Se permitió pensar en Bucky, recordando la mirada angustiada que tenía cuando descubrió quién era ella en realidad. Era difícil no sentir enfado con él, aunque sabía que no era responsable de la muerte de sus padres. Pudo separar el dolor que sentía y la realidad de que, más que nadie, sabía que todo esto era culpa de HYDRA.
Y la verdad dolió: ella era todavía un bebé cuando todo sucedió. ¿Cómo podría alguien ser responsable de algo que no tenía forma de entender? Pero la imagen de su padre, Howard Stark, y su madre, María, en sus últimos momentos la perseguía. ¿Qué habrían pensado? ¿Cómo habría sido su vida si no los hubieran asesinado de esa manera brutal?
Theressa suspiró, dejando escapar parte de la tensión que se acumulaba en su pecho. Sabía que no podía vivir huyendo para siempre, pero tampoco estaba seguro de cómo podría afrontar todo esto de nuevo.
Tomó un sorbo de la bebida caliente, sintió el calor recorrer su cuerpo y decidió que necesitaba un nuevo plan. No podía esconderse para siempre. Tenía que encontrar una manera de lidiar con su dolor, con su pasado y tal vez algún día perdonar a la persona en la que se había convertido.
Kuznetsov decidió que era hora de descansar. Después de un día lleno de pensamientos pesados y emociones tumultuosas, se acomodó cómodamente en la cama, envolviéndose en las cálidas mantas que la protegían del cortante frío patagónico. Sacó su teléfono, lo encendió y comenzó a hojear las noticias, tratando de distraerse de los recuerdos que la atormentaban.
Mientras se desplazaba por la pantalla, las noticias sobre la fuga de Steve Rogers aparecían de forma destacada. La imagen del Capitán América, ahora considerado un criminal buscado, era un espectáculo doloroso.
De repente, apareció una notificación en tu pantalla: un correo electrónico de Steve. El corazón de Theressa se aceleró y dudó un momento antes de abrir el mensaje. Expresó su deseo de hablar con ella y el tono de su escritura era urgente pero también lleno de vulnerabilidad.
No sabía si quería hablar, no con Steve y, en realidad, no con nadie. La idea de conocer a alguien de su pasado era abrumadora, especialmente ahora que su vida era tan confusa y llena de resentimiento.
Pero entonces, una idea inquietante cruzó por su mente: Steve estaba huyendo, siendo perseguido, y probablemente creía que ella estaba con Tony. Para él, contactarla podría ser peligroso.
No se arriesgaría a comunicarse si no fuera realmente importante. Esto hizo que Theressa se sintiera un poco más incómoda. ¿Qué podría ser tan grave como para arriesgarlo todo para alcanzarla? Ni siquiera se llevaban bien.
Se sentó en la cama y reflexionó sobre sus opciones. ¿Qué podría querer Steve? Podría estar en problemas, o tal vez había descubierto algo crucial sobre HYDRA o su propio pasado. La curiosidad empezó a mezclarse con la preocupación.
Theressa decidió que en lugar de simplemente responder el correo electrónico, sería más fácil y efectivo hablar con él por FaceTime. Recordó la dirección de correo electrónico y cómo estaba cifrada, era evidente que no era algo fácil de hackear o localizar.
Eso la intrigó. Steve no tenía la capacidad de hacer esto solo, entonces, ¿Quién lo ayudaba?
Tan pronto como se estableció la llamada, la pantalla mostró la imagen de Steve. Estaba en un ambiente oscuro, con sombras de fondo, pero su mirada era intensa y atenta. Theressa sintió mariposas en el estómago, una mezcla de ansiedad y un poco de alivio cuando vio su rostro familiar.
—Hola—dijo con tono abatido. Su voz apenas era más que un susurro y notó que Steve inmediatamente notó lo abatida que estaba.
—Theressa—respondió él, su expresión se suavizó al ver la tristeza en sus ojos—Te ves... bueno, no te ves bien.
Ella esbozó una leve sonrisa, pero era más una máscara que una expresión genuina.
—Sí... Tú tampoco.
Steve frunció el ceño, claramente preocupado. Aunque nunca habían sido verdaderos amigos, existía una profunda conexión entre ellos, un hilo invisible que los unía a través de sus experiencias compartidas y las pérdidas que ambos enfrentaron. Esa conexión parecía más fuerte ahora, en medio del caos que se había instalado en sus vidas.
—Sé que las cosas son complicadas—comenzó con la voz llena de empatía—Si quieres te puedo explicar todo, pero primero... ¿estás a salvo?
Theressa miró alrededor del pequeño hotel donde se escondía, la tenue luz iluminaba las paredes blancas y los muebles sencillos. Por dentro, todo estaba confuso y oscuro, pero por fuera, ella trataba de mantener la compostura.
—Sí, estoy a salvo aquí—dijo ella sintiendo un ligero consuelo al poder compartir algo con él—Sólo trato de entenderlo todo.
—Yo también estoy tratando de entender todo esto. Y estoy a salvo... o al menos tan seguro como puedo estarlo ahora.
Steve asintió con expresión seria. Suspiró y Theressa pudo sentir la tensión en su tono.
—Mira, lo que viste en el video... eso no fue culpa de Bucky.
—Lo sé—interrumpió con la voz llena de emoción—Pero todavía duele.
—Lo entiendo, Theressa. No tienes que cargar esto sola. Bucky no es el único que tiene sus sombras, y todos estamos lidiando con las consecuencias de las decisiones que hemos tomado y las que tomamos por nosotros.
Theressa recordó todas las veces que se encontró luchando contra los demonios que la perseguían. Había algo reconfortante en saber que ella no era la única que cargaba con sus heridas, pero el dolor seguía siendo real y presente.
—Bucky no es el villano que viste en el video. Estaba bajo control y eso no cambiaba el hecho de que no sabía quién eras. Nadie quiere ser esclavo de su pasado y creo que está intentando hacer las paces con eso.
Theressa lo miró y sintió la tensión en su cuerpo.
—¿Entonces sólo quieres hablar de eso? ¿Sobre Bucky?
Aprieta la placa de identificación de Buck alrededor de su cuello, como si el simple acto pudiera controlar su ansiedad.
—En realidad, sí—Steve suspiró, como si estuviera sopesando sus palabras—Sam y yo vamos a seguir corriendo. Pero Bucky... se quedará en Wakanda. La tecnología ahí podría ser suficiente para ayudarlo a deshacerse del programa Winter Soldier.
—¿Y por qué me cuentas esto?
Sintió una pizca de felicidad y alivio al escuchar eso, pero no dejó que se notara. Steve dudó por un momento antes de responder.
—Pensé que te gustaría saberlo, en caso de que quisieras volver a ver a Bucky. Tal vez hablar de lo que pasó, o no. Pero no puedes vivir huyendo para siempre, Theressa.
Sus palabras resonaron en su mente, una verdad que sabía que era real pero que tenía miedo de afrontar. La idea de volver a ver a Bucky era un arma de doble filo; una parte de ella quería comprender y sanar, mientras que la otra parte temía el dolor que eso podría provocar.
Theressa cerró los ojos y absorbió sus palabras. Una batalla interna se libraba en su mente. Podría ser un paso hacia la curación, pero también podría significar reabrir heridas que apenas había empezado a comprender.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro