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❪𝗢𝟭❫ ; 𝗳𝗮𝗺𝗶𝗹𝘆.

ARC ONE; DESTINY
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CAPÍTULO UNO;
FAMILIA
Lo más preciado que podría tener❜

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©Shanxlabyx
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OBSERVABA CON ATENCIÓN COMO LAS FLORES de aquel jardín estaban en su punto más hermoso, podía sentir el césped totalmente suave y fresco, por suerte tenía unos pantalones cómodos así que no le picarían las piernas. Veía con atención y cuidado como sus hermanitas estaban viendo asombradas los cultivos de las flores, la hacía sonreír el ver lo asombradas qué estaban aunque teniendo cinco años prácticamente la hacía comprender.

—Mira, Onee-chan, ésta tiene una maposa. —dijo una de sus hermanas que al igual que ella tenía el cabello negro en dos coletas bajas, las tres tenían el cabello oscuro. Masumi sonrió levemente, asintiendo con la cabeza.

—Oh, un gununo. —comentó ahora otra de ellas quién tenía trenzas en su cabello corto, viendo con sus ojos negros hacia un gusano pasando por el tallo de una planta.

—Ví una labula —habló ahora la otra quién tenía el cabello corto y levemente suelto—, pero se fue volando ante de jugar con ella. Tal vez no le caí bien a labula. —dijo, agachando su cabeza con desánimo y un puchero en sus labios.

Suki, Aki y Yume; sus tres hermanas menores, trillizas de cinco años prácticamente recién cumplidos y tenían un vocabulario... ligeramente bueno, era claro porque habían dicho mariposa, gusano y libélula erróneamente pero bueno. De los errores se aprende y lo sorprendente era que estén articulando otras palabras tan rápido, cosa que la alegraba a ella.

La ojirosa sonrió suavemente dejando salir una pequeña risita. Kiyoko Masumi, la mayor de sus hermanas, teniendo no más de doce años hasta apenas pero siendo alguien bastante responsable y madura para su edad aunque... un tanto ingenua. Nada de eso le hacía algún impedimento a ser una buena hermana mayor.

—Yume-chan, no digas eso. A la libélula le caiste bien, seguramente —hizo una pausa la mayor, colocando un dedo en su mentón. Luego miró hacia Yume quien tenía un puchero tembloroso en sus labios, Masumi sonrió—, lo colocaste nervioso. Le pareciste una niña muy linda.

—¿Decir verdad? —habló la de cabello corto, teniendo sus pequeños ojitos oscuros brillantes ante la emoción que sintió. Era sólo un insecto pero hay que dejar volar a su imaginación de niña pequeña, sobre todo al hablar de forma confusa.

—Uy si. Eres una niña muy linda. —dijo la hija mayor de los Kiyoko apretándole los cachetes a su hermanita quien sonrió ruborizada—. Ya verás que pronto volverá a jugar contigo. —y Yume sonrió aún más.

—¿Y que hay de nosotras? ¿tenemos a un príncipe lubula?

—Si, si, yo quiero tener un príncipe gununo.

—Oh, y yo un maposa.

Masumi soltó una ligera risa por lo que decían sus hermanas menores; le daba gracia y ternura la forma de hablar de ellas, le gustaba escuchar sus vocecitas levemente similares y dulces hablar de esa forma. Lo más seguro es que cuando crezcan, tendrán voces de ángel. Para ella justo ahora sus voces eran muy lindas.

Asintió ligeramente teniendo aún una sonrisa en sus labios, viéndolas a las tres con sus grandes ojos rosas, dándoles una caricia y palmadita en la cabeza de cada una para reincorporarse del suelo y limpiarse los pantalones a los cuales se le habían adherido unas plantas puntiagudas, se las quitó lanzándolas a un lado para ver a sus hermanitas quienes nuevamente se habían distraído por la flora del patio de su casa.

Miró ésta misma con cierta curiosidad, dejando salir un pequeño suspiro mientras veía desde allí al estar la puerta abierta a su padre ver televisión, o algo así ya que estaba era sentado en el sofá viendo varios papeles, e igualmente la cocina, en dónde estaba su madre y podía percibirse a la vista porque la ventana de aquel lugar daba hacia el patio con sus hermanas. Podía ver a aquella mujer un tanto demacrada de cabello oscuro lavar los platos mientras tarareaba cualquier canción, o eso parecía, aunque se veía cansada.

Una pequeña mueca apareció en sus labios, no le gustaba verla de esa forma. Ni a ella ni a su padre, no le gustaba ver a ninguno con una mirada agotada, incluso aunque su progenitor siempre les daba una sonrisa, incluso aunque su madre tenga un rostro calmado y dulce. No le gustaba para nada verlos así de desanimados y cansados la mayoría del tiempo, sobre todo su padre quien era el más trabajador de la familia debido a que su madre era quien se encargaba de ella y sus hermanas ya que no tenían algún otro familiar -aparte de su tío, del cual no saben nada- o los recursos suficientes para contratar una niñera y su progenitora le ha dicho que no sería capaz de dejarle el trabajo de niñera a ella siendo tan jóven.

No debería pensar en algo así a su corta edad, debería pensar en juegos y amigos, etcétera, pero la preocupación que sentía por su familia no la dejaba pensar con claridad. Su familia era una de las cosas más preciadas para ella y lo que quiere es que en algún momento las cosas mejoren.

Miró a sus hermanas y después sonrió suavemente; también quería que ellas crecieran en un lindo ambiente familiar. Ella de por sí ya estaba acostumbrada y no le importaba ya que lo que quería era el bien de sus hermanas y de sus padres, buscar una manera de que todo sea mejor, que sus hermanas vivan en un ambiente sin problemas y que sus padres no sufran tanto por el trabajo tan arduo que tenían. Quiere que su familia sea feliz.

ESTABA LLEGANDO DE LA ESCUELA, CERRANDO con cuidado la puerta del pequeño departamento que tenía con su familia; era algo ciertamente estrecho debido a tantas personas pero al menos era humilde y lo poco que podían pagar sus padres ahora. Pedía al cielo que el trabajo de su padre mejorará.

Se quitó sus algo desgastados zapatos para dejarlos en la zapatera y colocarse sus pantuflas violetas y algo desgastadas de igual manera, podía verse también que habían sido remendadas. Agradecía el hecho de que su dulce madre se esté tomando su tiempo para enseñarle lo que sabe y con eso, a coser.

—Todo esto es demasiado difícil, Hikari.

Se detuvo en la puerta de la cocina antes de entrar o tan siquiera asomarse para no interrumpir la conversación que al parecer su padre estaba teniendo con su madre. Escuchar la voz tan cansada de su padre le hacía doler su pecho. Se quedó en el marco asomando apenas sus ojos rosas, viendo a su progenitor de cabello igualmente oscuro ligeramente largo sentado en el comedor, sosteniéndose la cabeza mientras que su progenitora de cabello negro estaba acariciándole la espalda a un lado.

Enarcó sus cejas levemente; de verdad no le gustaba escucharlo así. No por disgusto, ni fastidio, si no por preocupación de que su padre esté tan cansado últimamente. Aunque note parte del tiempo una sonrisa y expresión cálida en su rostro, podía ver por medio de sus ojos lo cansado que estaba.

—Lo sé, Kaito-san, sé muy bien lo difícil que ha sido esto últimamente —ahora habló su madre dirigiendo sus ojos similares a los suyos hacia el techo, para mirar a su esposo y abrazarlo levemente. Kaito recostó su cabeza en su clavícula cuando lo abrazó—. Me preocupa mucho lo tenso que estás últimamente, y adolorido. Deberías tomarte un...

—No, Hikari —dijo el castaño interrumpiéndola con un pequeño ademán, exhalando hondo. Masumi los veía desde allí preocupada—. Estoy bien, sólo debo aguantar, por las niñas, por Masumi, aguantaré lo necesario para que vivan en comodidad.

Vio como su madre se quedó en total silencio, suspirando pesadamente mientras acariciaba todavía su cabello oscuro cerrando sus ojos, dejando un pequeño beso en la coronilla de su revoltoso cabello. Lo que más admiraba de ellos dos era que a pesar de los problemas económicos que habían, su madre siempre lo apoyará al igual que su padre, siempre estaban juntos por mucho que pasen en un mal momento.

Apretó sus labios ligeramente impotente, no quiere verlos así. Quiere hacer algo, quiere hacer algo para que su padre descansara un poco ¿pero que podría hacer? Aún era muy pequeña para que la acepten de mesera o algo por el estilo, o para ser lavaplatos en algún restaurante, sus hermanitas mucho menos pueden trabajar. Seguía pensando en que forma podría ayudar, en ser de ayuda para sus padres.

—Amo mucho esa parte obstinada de ti, Kaito-san —levantó sus ojos suavemente al escuchar la voz de su madre nuevamente; ahora tenía una expresión cálida pero a su vez melancólica, sin dejar de acariciar el cabello de su padre—. El hecho de que seas tan dispuesto y luchador... lo has sido desde la secundaria.

Kaito rio un poco, abrazando suavemente a su esposa, cerrando sus ojos. —Es que quiero que tú y nuestras hijas vivan como se lo merecen. Sin importar que.

El corazón de Masumi se aceleró levemente por la emoción y lo enternecida que se había sentido ante las palabras de su papá, de verdad lo quería demasiado al igual que quería a su madre; los amaba con todo su corazón. Ellos junto a sus hermanas eran los más preciado que podría tener en su vida, su familia es lo más preciado y lo que quiere, es que todo mejore.

La economía en su familia claramente no es la mejor, aunque si parcialmente lo suficiente como para tener un techo y comida para comer, aunque no tenían los mismos lujos que otros como para tener consolas o juguetes muy nuevos, o un buen televisor. Tenían uno, pero tenía normalmente interferencia y eran de aquellos que tenían que golpear para que funcionara.

A pesar de todo, su familia estaba unida.

Aunque lo que no le gustaba para nada era el hecho de que su padre se esté esforzando demasiado, que fuerce a su cuerpo de una forma riesgosa al punto que ya varias veces tuvo que estar en cama por días para que su cuerpo volviera a tener la suficiente energía y sus defensas estuvieran estables. Su madre era lo mismo, ella trabajaba parte del día aunque la otra parte las cuidaba a ellas y a sus hermanas, aunque Masumi varias veces le haya dicho a ella que podía descansar.

La verdad, por mucho que sea aún bastante joven, no era ningún impedimento para ella cuidar a sus hermanas. Sabía bien lo muy escasa que eran las posibilidades de contratar una niñera, por lo que podría tomar la responsabilidad de cuidar a veces a sus hermanas sin problema alguno, pero su madre siempre se negaba y decía que no era necesario. La verdad a ese punto, ya era necesario; sus padres necesitaban descansar, necesitaban relajarse.

Sus manos se apretaron levemente con un poco de impotencia y a su mismo tiempo determinación. Iba a hacer algo por sus padres, lo haría aunque como sea que resulte no piensa decírselos, al menos no todavía, ya que lo más seguro es que se negarían retundamente y no la dejarían hacer nada al respecto. Preferiría decirles alguna pequeña mentira para ayudarlos.

Asintió para si misma con una tierna mirada determinada y decidida, incluso sus grandes orbes habían destellado un poco ante la pequeña confianza y determinación que poseía.

—¿Masumi?

Su pequeño cuerpo pegó un salto al escuchar la voz de su padre, mirando un tanto espantada hacia la entrada, por lo repentino que había sido, hacia donde había sido llamada por él quien la había notado finalmente aunque estaba parcialmente escondida. Sus ojos seguían aún un tanto abiertos por la sorpresa que aún había en su interior, pero seguidamente con un poco de vergüenza asomó su pequeña cabeza.

Su padre se mostró algo desconcertado por su aparición de la cual apenas se había dado de cuenta al igual que su esposa la cual mostró cierta sorpresa. No obstante, Kaito mostró una suave sonrisa en sus labios al ver aparecer a su hija con timidez mientras que jugaba un poco con sus dedos. Suspiró un poco de forma enternecida luego de reír al momento de resoplar, no tardó en mirar con cariño y tranquilidad a su hija.

—Bienvenida, Masumi —dijo el de cabellos revueltos. Hikari por su parte sonrió con ternura por ver a su hija—. No te asustes, pequeña. Ven a darle un abrazo a tu viejo papá. —bromeó el mayor mientras extendía sus brazos a los lados.

La pequeña de grandes ojos rosas siguió mirando un poco avergonzada al suelo hasta que la comisura de sus labios comenzó a levantarse suavemente al igual que su rostro el cual como el de cualquier niña al ver a su papá finalmente; se mostró feliz y emocionado. Rápidamente fue hacia él para prácticamente dar un salto y poder abrazarlo, siendo recibida por un fuerte pero cariñoso abrazo de oso de su progenitor quien rio un poco por la forma en la que su hija había reaccionado al abrazarlo al recibirla. No era novedad, podía considerar claramente que ella era alguien bastante melosa y cariñosa así que era normal que sea tan emocionada por dar alguna muestra de cariño.

Masumi se abrazó más a él bastante contenta, teniendo su mejilla un tanto abultada en su pecho por el ángulo, acurrucándose contra su pecho. Su madre por su parte colocó su mano en su pecho enternecida, sonriendo con dulzura por ver a su hija y a su esposo de esa manera. Por su parte, era más que nada calmada y tranquila pero por parte de Kaito era el más cariñoso y animado y sabía de dónde había sacado esa actitud su hija.

—Aaah... Listo, ya no estoy cansado. Este abrazo de Masumi me dió energía —dijo de una forma melosa retorciendo con cariño el pequeño cuerpo de la jovencita en un acto cariñoso escuchando las risitas de ella—. A ver, Hikari, faltas tu. ¡Dame un abrazo también, cariño! —canturreó.

Las mejillas de Hikari se tiñeron de rosa por las palabras de su esposo pero no tardó en reír dulcemente hasta jadear sorprendida cuando sintió el brazo de su esposo pasarse detrás de ella y atraerla en un abrazo. Sorprendentemente la pudo cargar al igual que a Masumi quien chilló emocionada y feliz, como si se le hubiera olvidado la preocupación que tenía anteriormente cuando no fue así, seguía pensando en eso pero estaba disfrutando esa escena con sus padres.

—Un lindo abrazo de oso —canturreó el mayor de forma mimosa, frotando su mejilla con la de su hija mayor quien se rio—. Faltan las tres bebés pero están durmiendo así que tendré a la bebé grande y la mami linda.

Masumi no pudo evitar sonreír y reírse con ternura por ver las reacciones que tenía su madre, ahora se había ruborizado bastante pero enternecida que abrazó devuelta a su esposo. Le encantaba ese ambiente, aunque la economía no era la mejor, el ambiente si era el mejor; era dulce y amoroso, a pesar de todo. Lo que más le gustaba era el amor puro y duradero de sus padres, que a pesar de todo, seguía allí.

Muchas veces se preguntaba si llegaría a vivir algo así.

Una sonrisa prevalecía en sus labios aún ante aquel pensamiento, aunque su estómago se estrujó un poco por el anterior pensamiento ya que le daba curiosidad y a su vez miedo de si podría o no vivirlo, se sentía feliz aunque a su vez impotente. Quería que todo fuera mejor en su familia, en su corazón quería que la economía, que las cosas fueran mejores.

Colocó una mirada decidida aún en el abrazo; iba a ayudar a su familia, incluso si implicaba decirles alguna mentira, aunque esperaba que le saliera creíble.

¿A DONDE VAS, MASUMI-CHAN? —ESCUCHÓ y se paralizó ante la voz de su madre, en medio de su accionar, quedando como un ladrón en pleno robo.

Un pie estaba levemente apoyado en el suelo mientras el otro estaba en el aire al dar un paso, con sus brazos flexionados en la pose de sigilo teniendo ya puestos unos botines al cambiarse con cuidado las pantuflas. Su rostro era uno de nervios y susto en el momento que se iba -aunque estaba mal hacerlo- a escaparse un rato de su casa para poder poner en marcha el plan que poseía para ganar dinero para su familia y poder ayudar, sentía que no ayudaba y eso la hacía sentir mal, la hacía sentir un estorbo.

Poco a poco fue volteándose hacia la dirección de su madre que estaba terminando de hacer un poco de café para su padre antes de que se fuera al trabajo lo suficientemente vivo, descansado y con energía. Ahora estaba asomada por la cocina con un mantel encima, aunque sólo había hecho café común.

—U-uhm... y-yo... —balbuceó la azabache mientras se volteaba con nervios y juntaba sus dedos dudosa, manteniendo su mirada agachada sin saber que podía hacer o decir. Rayos, ella era mala mintiendo ¿que podría decirle?

Su madre la siguió observando fijamente hasta que achicó sus orbes en sospecha por verla nerviosa; su hija a veces era indescifrable respecto a cómo se sentía, pero había ocasiones en dónde podía leerla claramente. Quería hacer algo a escondidas, eso era lo más claro ¿pero qué haría?. Siguió esperando alguna respuesta de su hija quien estaba sudando en su lugar con sus mejillas rojizas.

Masumi tragó saliva en un intento de poder tranquilizarse de una vez por todas, tratando de relajarse y tratar de decir la mentira más creíble que podría decirle a su madre. No le gustaba mentir, menos a ella porque sentía que la traicionaba de alguna manera por no tener la suficiente confianza como para decirle lo que realmente haría pero sí realmente le decía lo que tenía planeado, se lo negaría como toda madre.

Pero hasta este punto, ya era necesario hacer lo que tenía que hacer. Respiró hondo mientras levantaba algo temblorosa la mirada que como pudo, sorprendentemente, la endureció para que se viera sutil.

—Y-yo... —rayos, ya titubeó. Apretó sus manos y sonrió tratando de no hacer una mueca como las que hace al tratar de decir una mentira. Hikari esperaba paciente su respuesta—. Yo quería... ir a jugar. Como ya terminé mis deberes, quería salir y saber si... —respiró hondo, ya sentía aquel nudo en el estómago—... p-podría hacer... un amigo.

De verdad estaba haciendo un inmenso esfuerzo para no hacer muecas, aunque justo ahora ya estaba haciendo una; sus ojos abiertos y sus mejillas llenas de aire provocando que ante la presión; estas se colocarán rojizas, estaba con lágrimas traicioneras ante lo feo que se sentía decir una mentira, ni siquiera sabía si sonó creíble.

La mayor de cabello negro pestañeó varias veces abriendo sus ojos un tanto sorprendida por sus palabras. Se sintió ciertamente desconcertada, no es que no se alegrara por Masumi que tuviera ese intensivo, sólamente que conocía que ahora era demasiado tímida como para poder ser la primera en comenzar alguna conversación con alguien desconocido. Sinceramente, la forma en que lo dijo -fue extraña como pronunciaba las palabras, como si retuviera náuseas- si la extrañó más tampoco podía negarse.

Se acercó a su hija que estaba temblando en su lugar nerviosa y temerosa de que no lo haya dicho bien y su mamá le diga "sé que estás mintiendo, dime la verdad" como varias veces ha hecho al tratar, sin éxito, de mentirle. Masumi mantenía sus ojos cerrados con fuerza ahora ante los nervios hasta que sus facciones se suavizaron y luego dejó de mantener sus ojos cerrados y sus mejillas infladas, viendo a su madre enfrente de ella al tomarle el rostro y agacharse.

Pudo ver cómo le dedicaba una dulce y entusiasta sonrisa, provocando que sus cejas se levantaran un poco al igual que sus pestañas al abrirse un poco más ante la sorpresa que le estaba provocando el simple hecho de sonreírle de esa manera que la hacía sentirse desconcertada en varios sentidos. Aún así, de alguna forma pudo percibir que no era algo malo, incluso sus ojos brillaron ante la esperanza que, aunque haya mentido y no le gustaba hacerlo menos a su madre, esperaba haberla hecho creer que haría eso.

—Me alegra mucho que quieras hacer eso, mi pequeña —dijo con ternura la de cabello carbón como el suyo. Aún sentía el nudo en su estómago pero de todas formas se sentía aliviada de cierta manera, aunque a su vez, culpable por mentirle—. Puedes ir, pero no tienes porque escaparte ya que no me molesta que vayas. Así que, ten cuidado y no llegues tarde ¿okey? —besó su frente.

Masumi se quedó en su lugar un poco desconcertada y después se colocó casi como una hoja en blanco, teniendo sus ojos perdidos como un fantasma ya que literalmente sentía que el alma había abandonado su cuerpo con sólamente escuchar el que haya accedido.

De verdad se sentía mal, se sentía una persona traicionera por mentirle a su madre y que lo peor -aunque lo mejor al mismo tiempo- sea el hecho de que incluso creyó su mentira. La verdad tenía sus sentimientos ahora muy confusos ya que se sentía traicionera, culpable, mal por mentirle a su madre pero a su vez se sentía aliviada, alegre en parte por haberla convencido en hacer lo que tenía planeado en hacer y lo más seguro es que su progenitora se lo negaría.

Asintió un poquito ida aún mientras sentía como su madre al enderezarse le dejaba una caricia en su cabeza.

—Si, mami... —murmuró sonriendo inconsciente como sin energía aunque la escena fue ciertamente graciosa.

ERA TODO MUCHÍSIMO MÁS COMPLICADO DE LO que creyó que sería, se sentía aún peor que antes por haberle mentido a su madre y que no haya podido hacer nada. Caminaba con lentitud por la acera manteniendo una postura deprimida, con sus párpados caídos y sus cejas caídas de igual manera a los lados en una expresión triste, observaba simplemente sus botines, desgastados por cierto, amarillos con gris avanzar en el concreto de la acera.

¿Ahora que iba a hacer?, se había atrevido a mentirle a su madre para poder ir y llevar a cabo lo que planeaba hacer para poder ayudar a su padre, a su madre, a sus hermanas pero todo salió pésimo. Nada le salía bien y ahora estaba lo suficientemente desanimada como para regresarse a su casa de una vez, apretó un poco su camiseta blanca la cual era un poco ancha para ella. Era una camiseta que tomó de su papá cuando él tenía quince o dieciséis años y le quedaba de esa manera.

Lo admitía, aunque le gustaba vestir con colores más suaves y diferentes estilos de ropa como faldas o los vestidos que su madre le compra o confecciona, también le gusta usar ropa cómoda como la que tenía puesta, siendo la camiseta blanca y algo ancha, también teniendo unos shorts a más abajo de la mitad del muslo -lo adecuado para alguien de su edad- y los botines. Servía para poder estar cómoda físicamente y poder moverse más rápido.

El desánimo consumió nuevamente aquellos pensamientos al azar sobre su vestimenta nuevamente. Sus labios se abultaron un poco mientras pateaba una pequeña piedra justo cuando dos niños, no supo si eran de su edad aunque parecían incluso por la estatura similar -cabe decir que logró percibir que eran más altos que ella, al parecer ya que no se fijó-, pasaron por su lado aunque no les prestó mucho atención como a las personas que pasaban por inercia del camino por su lado.

Levantó su cabeza mientras retiraba aquel mechón de cabello que se atravesaba en su rostro, sus orbes observaron hacia la vitrina de una tienda de comestibles y demás, un mercado pequeño prácticamente. Vagó un poco con sus ojos rosados para desviar la mirada al camino de nueva cuenta y seguir su camino de nuevo triste por el resultado que dió aquel día.

Sus pies se detuvieron de golpe al percatarse de algo, incluso su cabeza se alzó hacia al frente teniendo sus ojos algo abiertos y sus pupilas reducidas ante lo que había visto, quedándose apenas unos metros después de aquel mercado en aquel almacén. Nuevamente el mechón oscuro cayó y atravesó su rostro más no le importó porque rápidamente se devolvió casi corriendo para casi pegarse al vidrio en dónde había visto lo que sería un pequeño rayito de esperanza.

Su corazón se aceleró y sus ojos se agrandaron, sintiéndose conmocionada y a su vez determinada que entró a pasos rápidos para poder ir rápidamente a la cajera, que sólamente era una, detrás de una vitrina dónde habían otras cosas aunque más de papelería como cuadernos de personajes de nintendo como Mario Bros, Sonic, Yoshi, etc, hojas blancas, hojas de trabajo y así, junto con cajas donde vendían dulces, golosinas y caramelos.

La mujer a cargo le entregaba el cambio a un chico con quién chocó accidentalmente Masumi al ir tan deprisa y no prestar atención, chocando contra sus piernas debido a que era alto. Éste sólamente pronunció una pequeña palabra de desconcierto hasta escucharlo hablar. —Eh, cuidado que te vas a caer.

—¡Ah, l-lo siento mucho! ¡de verdad lo siento! —se disculpó apenada y arrepentida haciendo una pequeña reverencia. Escuchó una pequeña risita de parte del joven de cabello oscuro quien le revolvió el cabello suavemente de forma amigable cuando caminó a la salida.

Masumi sólamente lo observó un segundo hasta ver hacia la muchacha detrás de la vitrina quien estaba arreglando algunos yenes en la registradora que tenía hasta ver hacia abajo hacia ella. La jovencita Kiyoko se encontraba nerviosa y conmocionada que incluso sus manos hechas puños temblaban un poco y su mirada era dudosa aunque a su vez decidida, cosa que confundió a la chica de cabello anaranjado ondulado pero se mostró amigable.

—Buenas tardes, pequeña —saludó cordialmente; la menor notó que tenía ojos azules, era bonita y se veía como una mujer, aunque jóven—. ¿Qué necesitas? Si tienes en claro qué, puedes pasar a allí —señaló hacia los estantes del fondo, había hasta verduras y frutas junto con una nevera llena de lácteos y productos necesarios en refrigeración—. En todo caso, puedes decirme y te ayudaré. —sonrió mostrando que tenía hoyuelos en sus mejillas.

La respiración de la menor se acortó un poco, apretando su mandíbula y agachando su mirada unos segundos, se sentía tan dudosa en ese instante, le había ido tan mal en los anteriores almacenes que temía que el resultado sería el mismo o peor pero ya sería el último intento. Apretó sus manos en puños sintiendo la decisión, levantando la mirada segura aunque con pequeñas gotas de sudor en su rostro.

—¡Por favor —dijo la menor con una mirada determinada pero a su vez suplicante. Seguidamente dobló medio cuerpo hacia adelante al hacer una reverencia, sorprendiendo a la muchacha—, permíteme ser la ayudante que busca! ¡por favor, aceptéme y concedame trabajar aquí!

El rostro de la joven era pura sorpresa al sentirse de verdad sorprendida por la exclamación tan segura de la menor que no pasaba de los doce años, sin embargo, sabía porque lo decía; el cartel de «se busca ayudante» en la ventana de aquel almacén mediano que tenía para su pequeño negocio que la había ayudado a mantenerse era la razón. Pero vamos, no todos los días venía alguien claramente menor de edad y así de pequeña a pedir el puesto de trabajo que buscaba por necesidad de algo de ayuda. Al menos a ella no le ha sucedido hasta ahora.

La pelirroja negó un poco con su cabeza alzando sus manos aún sintiéndose nerviosa por la revelación que no sabía que era en serio pero verla inclinada de esa manera hacia su dirección en señal de ruego era lo que lo aclaraba. Tragó saliva buscando las palabras correctas. Tampoco quería lastimarla.

—O-oye, yo no... Lo siento, me alegra que te interesara pero es que...

—¡Lo sé y estoy consciente! —la interrumpió educadamente aún en su posición, tomando desprevenida nuevamente a la chica de rizos—. Sé que soy menor de edad y aún me falta para tener tan siquiera quince años como para buscar algún trabajo pero... de verdad, necesito el empleo. Lo hago por qué ya estoy llegando a un punto... mi familia, está llegando a un punto dónde es necesario. —nuevamente la mayor se sintió sorprendida por sus palabras. Lo decía con seriedad pero a su vez impotencia—. No es por obligación de mis padres, obligarme es lo último que harían ellos; es por qué quiero y necesito hacerlo... Necesito ayudar a mi familia, a mis hermanas pequeñas y lograr que todo mejore...

La de rizos se encontraba sorprendida, quería mantenerse firme porque sabía que no era ni legal el hecho de usar a un menor de edad en un espacio de trabajo como un empleado y así no meterse ella y la pequeña en problemas por cumplirle un "capricho" de que tenga dinero para dulces y juguetes, pero la forma en que lo decía la hacía dudar demasiado.

—De verdad, a este punto estoy dispuesta a llegar, como otras personas —murmuró Masumi quien tenía sus ojos en el suelo, titubeando en su lugar—. Cómo usted: llegaste al punto de independizarte y tener tu propia ganancia al crear este negocio, pero al mismo tiempo llegaste nuevamente a un punto en el que necesitas ayuda en tu trabajo. —vaya, la chica ahora sí estaba sorprendida y en shock por sus palabras maduras y acertadas—. Así que, por favor, se lo suplico... págame la cantidad que usted quieras y vea necesario, pero permíteme trabajar aquí. Mi familia es lo más preciado para mí y quiero ayudarla, por favor. —repitió, inclinándose un poco más.

El pequeño eco de los pasos de la mujer era lo que la colocaban más nerviosa que antes, estaba incluso preparándose a que la echarán del lugar o algo así como cruelmente en otras tiendas, alguna la corrían como un animal sin dejarla con un poco de tiempo para hablar y decir la razón. Vaya fue su sorpresa cuando sintió su mano en su hombro haciéndola levantar la cara con varios mechones de cabello en su rostro.

—Tus palabras han sido las mas sorprendentes que he escuchado incluso en una niña —comenzó a hablar la pelirroja sonriendo de lado—. Sé que está mal pero es tu familia por la que quieres trabajar y una hija que quiere arriesgarse a eso es algo que admiro más —el corazón de la menor se aceleró con fuerza, sintiéndose con esperanza—. Así que, puedes tomar el trabajo. No harás nada arriesgado ni nada menos siendo menor y tan pequeña, sólamente acomodar estantes y cargar cosas sin mucho peso. Quiero ayudarte, pero no quiero que te lastimes.

Los ojos de Masumi brillaron más que nunca, estaba sorprendida que incluso sentía su corazón palpitar en su oreja por lo conmocionada que se había sentido. En los anteriores intentos de conseguir trabajo, las pocas personas que si escuchaban, le decían lo mismo; eres menor de edad y muy pequeña para trabajar. Pero el hecho de que esta vez era la excepción, que aquella chica era lo suficientemente bondadosa para ayudarla, la ponía sumamente feliz al punto que sus labios se ampliaban más, incluso estaba apunto de llorar por la felicidad.

Asintió provocando que sus cabellos atravesados en su rostro se agitaran un poco. Podría ayudar a su familia, aunque sea con pocos yenes ayudaría a su familia trabajando, cuando tenga la paga se los revelara y dirá por qué lo hizo, en su momento y cuando esté lista. No quisiera mentirles tanto.

Pero su familia era los más preciado que tenía que buscaría como ayudarla de algún modo correcto.

—¡Muchas gracias! ¡de verdad se lo agradezco! ¡no la decepcionaré!

Hemos comenzado finalmente con esta historia.
Nos adentramos un poco en la vida de nuestro pequeño ángel <3
¿Que creen que pasará?

→S H A N X L A B Y X←

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