Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝟒𝟑 ━ Sueños cumplidos.


╔═══━━ ☾ ✷ ☽ ━━═══╗

SUEÑOS CUMPLIDOS

╚═══━━ ☾ ✷ ☽ ━━═══╝



—Nunca pensé que llegaría el día en que te vería convertirte en un viejo cascarrabias.

La oración de Agatha hizo que Isak Sokolov se riera por la nariz.

—No soy un viejo cascarrabias —aseguró, rodando los ojos.

El atardecer azafranado se filtraba por las ventanas despojadas de cortinas en el dormitorio de Agatha Krum, quien se encontraba frente a las puertas de su closet abierto filtrando prendas de ropa para meter en su equipaje. Le daba la espalda a Isak, que, sentado muy cómodo en el mullido sillón morado con la pierna cruzada y apoyada encima de su rodilla, leía plácidamente un tomo de La Ilíada en griego antiguo.

Eran pocas las veces que Isak y Agatha compartían solos, sin Aleksandr, ni siquiera de niños. Usualmente era este último quien siempre estaba brindándole compañía a Ag, pero la relación de Isak y Ag se había fortalecido en su último semestre en Durmstrang.

La confianza había crecido entre ellos, incluso tenían historias internas que Aleksandr y Viktor no entendían y, ahora después de graduados, intentaban reponer el tiempo perdido. Claramente su amistad no era tan sólida como la de Aleksandr y Agatha, pero tenían buena afinidad.

—Entonces acompáñame al Reino Unido —sugirió la chica por enésima vez en todo el día.

—No tengo cabeza para viajes de placer, Ag.

No era difícil de adivinar. Isak lucía ojeroso y apagado, pero su razón era obvia. Tenía varias semanas seleccionando y perfeccionando el plan de estudios que utilizaría como docente auxiliar en septiembre, cuando empezara el nuevo curso en Durmstrang. Sumado a eso, estaba asistiendo a prácticas profesorales con profesores jubilados y coleccionando experiencia y referencias, además de ofrecer tutorías privadas para no oxidarse y practicar.

Eso ocupaba demasiado de su tiempo y energía, sin embargo había hecho un hueco en su agenda esa tarde para «distraerse», más que todo a sugerencia de su madre. A Agatha no le molestó la idea, ella disfrutaba distraerse también, Viktor estaba trabajando con su club, Aleksandr estaba subiendo escalones profesionales en Francia y no vería a Fred sino hasta el fin de semana.

—Es exactamente la razón por la que necesitas un descanso. Respirar aire extranjero. Será divertido —ella avanzó hasta el muchacho rubio, arrastró el mueblecito otomano y se sentó frente a él—. Me acompañas a la inauguración de Sortilegios Weasley, paseamos un rato y vuelves a estudiar el lunes. Sé que te caen bien Fred y George. Todo estará aquí cuando vuelvas.

Isak le sonrió a la muchacha. Entrecerró sus ojos azulados, pensándoselo. No era una idea terrible, pero el momento no era correcto. Tenía demasiadas cosas para hacer e irse con su amiga no le ayudaba a sus responsabilidades.

—Perdóname. Ahora mismo tengo demasiado en mi plato —se lamentó él. Agatha bufó en descontento.

—Eres aburridísimo, me matas —se quejó la chica, un largo suspiro dejó su boca—. Tienes que darte un respiro, te estás quemando.

—Lo sé y lo haré. Es que tantas cosas sucediendo al mismo tiempo es agobiante —dijo Isak, suspirando también. Se relamió los labios y le dedicó una mirada a Agatha—. ¿Escuchaste sobre la fuga de Azkaban?

Ella asintió en silencio, mordiéndose el interior de la mejilla. La peor noticia que había habido en mucho tiempo y que tenía a todos los magos y brujas del mundo con los pelos de punta. La fuga en masa de Azkaban solo reforzaba la mala vibra en el ambiente. Los rumores de guerra no hacían nada más que fortalecerse.

—No quiero hablar de eso.

—Solamente porque no quieras hablar de eso, no significa que no esté sucediendo.

—Lo sé, pero si no hablo de eso, no me acuerdo y es mejor así —bufó Agatha.

—Lo siento, pero para mí no es tan fácil olvidar que los Lestrange, Rookwood y Dolohov andan por ahí —criticó Isak con amargura—. Orell ha de estar saltando en una pierna. Su papi querido está libre.

—Probablemente.

Agatha derivó la mirada de Isak fijándose en un punto invisible en la pared, mientras su rostro se cubría de una expresión amarga.

Quizá Orell había mentido respecto a querer ser diferente a su padre y, como decía Isak, estaba feliz y se había unido a él y a los demás mortífagos, grabando en su brazo la deletérea Marca Tenebrosa y jurando lealtad al Señor Oscuro. A pesar de que le gustaría pensar que no era así y que había sido honesto con ella por primera vez en su vida, no sabía nada con certeza respecto a Orell Dolohov.

—Por eso deberías acompañarme, no sabemos cuánto tiempo nos queda antes de que estemos en guerra —sonrió Agatha e Isak arrugó los labios en un gesto divertido.

Se alzó y siguió ordenando las prendas de ropa dentro del closet para entretenerse y evitar que la conversación siguiera ese fosco rumbo. Isak retomó su lectura y siguieron charlando intermitentemente de otras cosas. Después de un rato, Isak rompió el breve silencio para preguntar algo con demasiada seriedad.

—Ag, ¿sabes algo sobre La Orden del Fénix?

Agatha tomó asiento encima de su cama y abrazó uno de los cojines, pensando.

— ¿La Orden del Fénix? —repitió, sonriendo con diversión—. Suena como un nombre de mierda para una banda.

—Estoy hablando en serio — dijo él, casi impaciente.

—Yo también —rió Agatha, sacudió la cabeza en negativa—. ¿Es una banda? No he escuchado ese nombre en mi vida.

— ¿Estás segura? Digo, tu memoria no es muy fiable que se diga.

—¡Hey! —se ofendió Agatha aunque Isak no estaba tan equivocado—. Está mejorando y sí, estoy segura que recordaría un nombre así.

Isak suspiró, descontento. Analizando su lenguaje corporal, Agatha sabía que tenía la esperanza de que ella pudiera proporcionarle algo de información relevante.

—No sé qué es, lo siento. ¿Debería sonar familiar?

—Creí que sí. Pensé que tu novio, Aleksandr o Viktor te habían comentado algo.

— ¿Fred? ¿Por qué debería saber algo él de eso? —cuestionó Agatha, claramente confundida.

El rubio le pidió que se acercara y ella lo hizo, sintiendo la interacción algo sospechosa y extraña.

—No sé si te has dado cuenta, ya que casi no te la pasas aquí, pero han estado habiendo estas...reuniones. A veces en mi casa y a veces aquí, asiste un montón de gente y se encierran a hablar. Tus padres y los míos y Aleksandr y Viktor también —Isak estaba susurrando, mirando fijamente a Agatha con una expresión suspicaz—. No me quieren decir nada de eso y creo que a ti también te lo han estado ocultando.

Ella no dijo nada, sí recordaba reuniones en su casa, pero no le habían parecido nada sospechoso ni les había dado mucha importancia. Sus padres solían organizar fiestas y reuniones de todo tipo muy seguido. La manera en que lo estaba contando Isak era como si fuera de extrema importancia. ¿Estaba siendo despistada? ¿Más de lo usual?

— ¿Y cómo cabe Fred en la ecuación? —preguntó ella.

—Se apellida «Weasley», ¿no? —Agatha asintió—. La última reunión que hubo en casa, había un tipo que se apellidaba igual y era pelirrojo, no capté su nombre, pero había cierto parecido.

— ¿Y si es una coincidencia y ya? No sabemos qué tan común es ese apellido, puede ser muy común. Digo, ¿cuántos Ivanovs conocemos? Puede ser igual a eso.

—Ese Weasley estaba hablando en rumano, pero no era su idioma materno, tenía un acento escondido —Isak intentaba explicar cómo todo estaba relacionado, sin lograr convencer a la castaña. Resopló—. Mis padres no me lo quieren decir y desde que empecé a hacer preguntas, las reuniones se suspendieron. No me gusta que estén escondiéndonos cosas, Ag.

—Quizá solo se trata de algún extraño culto sexual —bromeó Agatha con ligereza. A Isak no le causó gracia.

—Odio este secretismo. Pensé que estarías tan indignada como yo.

—Hey, relájate. Tal vez todavía no tenemos que saberlo —razonó Agatha. Isak se cruzó de brazos, disconforme—. Si nos concierne saberlo, nos los dirán tarde o temprano.

— ¿Por qué sí les concierne a Alek y a Viktor? —se quejó el rubio oscuro con un deje de molestia—. ¿No quieres saberlo?

—Sí, quizás, pero estoy demasiado feliz y están pasando muchas cosas buenas para mí ahora que no quiero amargarme la vida pensando en teorías rebuscadas —Agatha hizo una pausa y luego planteó con tranquilidad: —. Escucha, hagamos algo. Si te da paz, prometo decirte si Fred o alguien más menciona algo al respecto. ¿Bien?

Isak dudó, la miró a los ojos con una mirada gentil y disminuyó su disgusto.

—De acuerdo, yo también te lo diré si alguien me dice algo —garantizó, sonriéndole a medias. Estiró su mano hacia ella, tomándola de la muñeca con delicadeza—. Ya que no podré acompañarte, prométeme que no te fiarás de nadie y te cuidarás, Ag. Con todo lo de los mortífagos, Londres se ha convertido en una baliza de peligro. Quiero que estés a salvo.

Agatha sonrió con ternura, se inclinó hacia Isak y le regaló un abrazo fraternal y genuino. Él apoyó el mentón en su hombro cuando lo abrazó.

—No te preocupes, estaremos bien—prometió Agatha, esbozando una sonrisa serena y guiñándole el ojo—. Lo mismo va para ti, Sak. Enseñar se te da naturalmente, no tienes que quemarte la cabeza.

—Intentaré llevarlo con calma.

Hubo un retumbo en la puerta y entonces Mŭnich, el elfo doméstico de los Krum, apareció jalando a Ruslan de la correa. Lo había alimentado y llevado a pasear y ahora lo devolvía a su dueña. El perro, al advertir la presencia de Sokolov, empezó a ladrar furiosamente. Enseñando los colmillos, amenazaba con soltarse del endeble agarre de Mŭnich y abalanzarse sobre Isak.

Agatha saltó al instante y tomó a su mascota con solidez, poniendo orden sobre él. Se agachó frente a Ruslan y lo obligó con la mano a cerrar el hocico, reprochándolo con la mirada. Isak nunca había sido el favorito de Ruslan, siempre sucedía algo así cuando se encontraban.

¡Ruslanka! —lo regañó, utilizando el diminutivo del nombre—. ¡Ya está bueno, perro tonto! Es Isak, tú ya conoces a Isak. ¡Quieto!

—Te conozco desde que eras un cachorro, Ruslan, ¿Cuándo te acostumbrarás a mí? —dijo Isak recogiendo las piernas y arrimándose más al lado derecho del sillón.

La chica dominó al cachorro y le dio un golpecito suave en la nariz a manera de reprimenda. El husky se controló cerrando la boca espumosa y limitando sus ladridos a bajos gruñidos de disconformidad.

—Así me gusta —Ag se acercó y lo besó, acariciándolo con la mano.

Isak intentó acariciar a can, pero este mostró los dientes de nuevo de manera amenazadora.

—Con una mascota como Ruslan, estás muy bien protegida —bufoneó Isak, retirando la mano y levantándolas en el aire para enseñarle al perro que no era ninguna amenaza para Agatha.


━━━━ ☾ ✷ ☽ ━━━━



El primero de junio de 1996, Fred se despertó nervioso.

Abrió los ojos en lo que se había convertido en su nuevo hogar, el departamento encima de la tienda. No sentir a George en la misma habitación todavía le resultaba extraño, a pesar de que tenían varias semanas durmiendo separados. Ahora eran prácticamente adultos y tenían sus propias habitaciones, después de años de compartir todo.

Se levantó para sentarse en el costado de la cama y examinó el dormitorio, adormilado y sintiendo el corazón latir ansioso. El cuarto se veía medio vacío, aún le faltaba decorar y agregar cosas para que se sintiera personal. No había tenido oportunidad todavía de ponerle tanto empeño como al resto de la tienda. Quería esperar que Agatha visitara porque esperaba que pudieran hacerlo juntos. Fred deseaba que fuera un lugar para los dos, donde a ella le gustara quedarse. La idea de que ahora podían tener un lugar privado le gustaba mucho, no iba a mentir.

No podía esperar a verle el rostro ese día cuando entrara por primera vez a Sortilegios Weasley. Iba a ser como tener a dos de sus sueños viéndose frente a frente: su propio negocio y Agatha como su novia.

Levantándose como un cohete, salió de su habitación, corrió por el pasillo y golpeó dos veces la madera de la puerta del dormitorio de George.

— ¡DESPIÉRTATE, AMORCITO! ¡ES HOY! —gritó para despertar a George.

George le gritó que se callara desde dentro.

Los volantes sobre la inauguración de Sortilegios Weasley en el número 93 del Callejón Diagon volaban por todo el mundo mágico creando un revuelo. Prometía ser mucho mejor que Zonko's y anunciaba envíos por correo a todo el Reino Unido. Los gemelos contaban con que hubiera una gran concurrencia. No podían esperar a destruir la gran cinta roja en la puerta de entrada cuando abrieran. La invitación era para las 4 de la tarde, pero Fred tenía que ir a buscar a Agatha y al tío Andrey al mediodía, en exactamente 15 minutos.

Se miró al espejo, ajustándose el traje rayado de tres piezas. Ahora vestía de traje todo el tiempo, quién lo diría. Y todavía no había experimentado el éxito completo que tendría S.W. Sin embargo, desde que abandonó Hogwarts, había adoptado la mentalidad de empresario exitoso. Creía que ya estaba dentro de él, sólo era cuestión de tiempo hasta que su ambición y su sed de superación lo llevaran a cumplir sus sueños. Y bueno, no iba tan mal.

Bajó las escaleras hasta la tienda, donde encontró a George dándole instrucciones a su única empleada, Verity. Todo estaba arreglado, los Magifuegos Salvajes estarían encendidos cuando estuvieran cerca de abrir, todas las exhibiciones y estantes estaban preparadas al igual que las demostraciones de algunos productos.

— ¿Necesitas ayuda en algo?

—No, Freddie, está bien. Solo afinando detalles con Verity. Puedes ir a buscar a Ag.

—De acuerdo, no tardaré nada. Estaré aquí en menos de media hora, ten todo listo para que ella lo vea —pidió el mayor.

—Ya estoy en ello.

Fred abandonó S.W mediante la chimenea de red Flu que habían instalado en su oficina en el piso de abajo. Tomó los polvos grisáceos, pensando claramente en la estación de tren y con voz firme comandó:

— ¡Estación Charing Cross!

El color esmeralda lo envolvió y la oficina desapareció frente a él.

Londres y Moscú eran ciudades hermanas por lo que había una estación de ferrocarril mágico que unía ambas ciudades. Agatha había ido a visitar a su familia rusa y su tío y ella acordaron marcharse juntos a Londres para la inauguración, aprovechando el beneficio de dicha estación.

Fred salió de la chimenea. Sacudiéndose el hollín de la ropa, se unió al río de magos y brujas que caminaban en dirección a las estaciones de llegadas de los trenes rusos. Uno acababa de terminar de dejar a sus pasajeros que se movían apurados arrastrando equipaje y despejando rápidamente los andenes.

El cobrizo encontró con la mirada a Agatha. Apartada de la afluencia, se encontraba de cuclillas frente a un niño en edad escolar. El niño la observaba con una expresión embobaba y asentía con la cabeza con demasiado entusiasmo mientras ella conversaba con él suavemente. Le estaba pidiendo un autógrafo por lo que Fred podía adivinar y los padres del niño miraban la escena con ternura.

Agatha no se encontraba sola, a unos pasos de ella se hallaba Andrey Kuznetzov, su hija, Svetlana Kuznetzova y el prometido de ésta, Nikolai Baranov. Era difícil que no destacaran, se erguían más regios que el resto de las personas que transitaban la estación Charing Cross, con sus portes distinguidos y túnicas elegantes.

Fred se acercó a Agatha por detrás, los familiares rusos de Agatha lo recibieron con miradas amigables y Fred puso su índice sobre sus labios para que no le delataran su presencia a Agatha quien no había percibido todavía a Fred.

Se acercó un par de pisadas más hasta pararse detrás de ella y verla terminar de trazar su firma en una fotografía suya y despedirse del niño y sus padres con la mano y una sonrisa, quienes se marcharon felices poco después.

—Hola, belleza, ¿me puedes dar uno de esos?

Agatha reconoció inmediatamente la voz de Fred. Sonrió, sonrojada de alegría y poniéndose de pie giró sobre sus talones.

—Creo que te puedo dar algo mejor —respondió con picardía, emocionada de verlo.

Sin cuidar modales, enredó sus brazos en su cuello y lo acercó para besarlo. Beso que Fred correspondió gratamente, deslizando sus brazos por su cintura.

—Hola, novio —sonrió ella, mirándolo con ojos enamorados.

Fred puso una sonrisa que podría derretir a cualquier mujer del mundo.

Novio.

Adoraba que lo dijera, se moría cada vez que lo decía. Tenía un sonido encantador.

—Hola, novia—respondió Fred con diversión—. Te ves hermosa.

Agatha trazó una sonrisa radiante y Fred no pudo contenerse de volverla a besar. Cuando se separaron Agatha ladeó la cabeza, deslizó sus brazos sobre su pecho y le arregló la corbata. Apenas terminó, Fred volvió a sonreír y se dirigió al señor Kuznetzov y a Svetlana y Nikolai, quienes se habían acercado a ellos con sigilo.

—Buen día, señor Kuznetzov, ¿cómo estuvo el viaje? —Fred recibió a Andrey con una sólida sacudida de manos.

—Estuvo bien, Veasley. Me sorprende verte aquí ya, el tren llegó antes de lo planeado. Te felicito, ese es el espíritu que se necesita para llevar un negocio, nunca llegar tarde —dijo Andrey Kuznetzov. Fred asintió complacido.

—Hola, Frred, ¿cómo estás? —saludó Svetlana con una sonrisa. Se acercó y besó las dos mejillas del cobrizo—. Lamento que hayamos aparecido de sorpresa, pero cuando papá me contó todo sobre la tienda, me dije que no podíamos perdernos la inauguración por nada del mundo.

—Todos querrían venirr —comentó Nikolai, saludando a Fred con un par de palmaditas en el brazo—. Anatoly y Darya se morrían de ganas, pero tú sabes que todavía están en la escuela. Vinimos nosotros en su nombre.

—Gracias por venir, de verdad —agradeció Fred, sonriendo con amabilidad. Lo llenaba de felicidad el apoyo genuino de los Kuznetzov—. Significa mucho para mi hermano y para mí.

—Ni lo menciones —sonrió Svetlana, derritiéndose de amor cuando Fred tomó la mano de Agatha y entrelazó sus dedos con los de ella.

—Mejor es que nos vayamos yendo —sugirió Andrey—. No quiero que una trulla se le abalance a Agafya para pedirle autógrafos.

—Sí, claro. ¿Les ayudo con el equipaje? —preguntó Fred, observando los bolsos de viajes junto a cada uno.

— ¡Qué va! —se negó Nikolai—. Ayuda a tu novia.

Fred cumplió sonriendo y se colgó el bolso de Agatha en el hombro, dándole indicaciones a los demás sobre donde estaban las chimeneas de red Flu.

—Sí, Freddie. ¡Ayuda a tu novia! —se burló Agatha, poniéndose de puntillas para darle un beso a Fred en la mejilla

—Merlín, eres un fastidio —devolvió Fred, sonriendo.

El mes y medio que había transcurrido desde que consolidaron su noviazgo había sido estupendo. Trabajando juntos, crearon un sistema que funcionaba eficazmente para su relación, que de momento era a media distancia. Como tenían responsabilidades qué cumplir, sus visitas se limitaron a un fin de semana cada dos semanas.  Agatha había viajado una vez a Londres y Fred había viajado a Berlín y a Ámsterdam, las ciudades donde estaba Agatha jugando.

Pese a que ambos harían todo lo posible para que funcionara, estaban sorprendidos con lo bien que estaba marchando todo. Los viajes, aunque a veces se sentían tediosos, no eran tan malos como podría ser.

La verdad era que el noviazgo les sentaba de maravilla.

Fred no quiso que llegaran inmediatamente a la oficina, en cambio, aparecieron por la chimenea del Caldero Chorreante, desde donde podían caminar, esto con el propósito de que Agatha pudiera observar Sortilegios Weasley desde su fachada.

— ¿Me puedes decir al menos de qué color están pintadas las paredes? ¿Es estéticamente placentero? —inquirió Agatha, caminando junto a él y pasando por las mesas llenas de magos, distraídos en conversaciones.

—¿No dijiste que no querías saber nada de nada? Lo recuerdo muy bien, dijiste que querías sorprenderte —le recordó Fred.

—Sólo quiero una pista, tengo muy buen sentido de la estética, ¿sabes? Quiero saber por lo menos si todo está en armonía.

—Estoy seguro de que te va a gustar. A tu tío le gustaron los anteproyectos.

Agatha chasqueó la lengua, aunque eso la tranquilizaba pues el tío Andrey tenía un gusto muy refinado. Pasaron a la parte trasera del pub y entraron hacia el estrecho patio que daba entrada al Callejón Diagon. Agatha nunca había ido, eso la emocionaba mucho.

La pared de piedra se abrió luego de que Fred tocara la combinación correcta de ladrillos con su varita, separándose para enseñar una calle abarrotada. Era un día concurrido. Cuando empezaron a caminar, Agatha procuraba no hacer contacto visual y mantenerse lo más discreta posible para que no se armara un alboroto en torno a ella.

Nikolai y Svetlana crearon una barrera protectora para que pudiera pasar desapercibida, hasta llegar a la tienda de los Weasley por lo menos.

—Es el número 93 —anunció Fred—, es aquí cerca cruzando la esquina. Agatha, te voy a cubrir los ojos, quiero que la visión te golpee.

Apenas cruzaron la esquina, Fred cubrió los ojos de Agatha con sus manos. Caminaron lento, sintiendo como la gente pasaba a sus lados. Agatha daba pequeños pasos para no caerse en medio de la calle. Supo que habían llegado cuando Fred se detuvo y cuando escuchó a Svetlana ahogar un grito de asombro y al tío Andrey silbar de la impresión.

— ¿Lista?

— ¡Déjame ver! —se emocionó Agatha, intentando quitar las manos de Fred de sus ojos. Fred dejó caer sus manos y rápidamente se puso a un costado de ella para verle el rostro en primera persona.

En una esquina, había una tienda de cuatro pisos. El color de la estructura era una combinación de morado y naranja. En el centro había una figura antropomorfa incrustada entre los escaparates, claramente una caricatura de Fred y George, cuya cabeza y brazo sobresalían del edificio, esta figura se quitaba el sombrero para hacer aparecer y desaparecer un conejo blanco. Los escaparates, llenos de curiosidades, realizaban diferentes trucos brincando y reluciendo. Era más hermoso de lo que Agatha siquiera pudo haber imaginado y mucho más grande.

Se había quedado muda, no podía sacar una palabra de su boca. Su corazón había dado un vuelco de orgullo por los gemelos inimaginable. Recordar la cesta de productos de prueba de Fred y George, su maletín de productos, sus tantas pruebas y errores y ver que todo había dado frutos y se había convertido en eso, era algo magnífico. Estaba orgullosísima.

Todos esperaban una reacción de su parte. Especialmente Fred, que la miraba ansioso observando sus ojos marinos detenerse y examinar a lleno cada pieza de la estructura.

— ¿Primeras impresiones? —le preguntó Fred.

¡Diablos!

Svetlana carcajeó.

—Lo amó —dijo la rubia, observando a Agatha cubrirse la boca con las dos manos.

—Buen trabajo, Frred. Supieron plasmar su idea, será un éxito rotundo, no hay duda —felicitó Andrey ojeando la tienda, satisfecho.

—Gracias, señor. ¿Quieres entrar? —le preguntó a Agatha. Ella lo miró y asintió, entusiasmada y desprovista de palabras—. Si no les importa, me gustaría que Agatha fuera la primera en entrar.

— ¿Primero que yo? —se ofendió Andrey Kuznetzov.

— ¡Papa! —lo regañó Svetlana—. Por supuesto que no nos importa, Frred. Nosotros nos quedaremos aquí hasta que nos digas, no te preocupes.

Fred y Agatha empezaron a andar hacia la puerta principal y Weasley la abrió dejando pasar a su novia.

La energía dentro del recinto era inexplicable, tan positiva que te daban ganas de no irte nunca. Las paredes, los muebles, las barandillas y los escalones de las escaleras ascendentes estaban pintados en tonos brillantes. Excesivos y al mismo tiempo divertidos, representando las personalidades de los gemelos. Definitivamente habían volcado sus esencias en su tienda.

—Bienvenida, Agatha Krum, a Sortilegios Weasley —expresó Fred con orgullo, alzando la mirada hacia uno de sus sueños más locos que poco a poco se volvió tangible.

Agatha daba vueltas, absorbiendo todo, maravillada. Las cajas de productos acopiadas hasta el techo, las exhibiciones, los animalitos redondos y peludos que chillaban en una cajita. Productos de magia tan avanzada que la impresionaba mucho, creados y patentados por ellos mismos. Agatha sólo había entrado a una tienda de ese tipo, a Zonko's, pero a su lado, Zonko's era la tienda más sosa del planeta. Sortilegios Weasley estaba destinado a ser un éxito. Podía imaginarse los mares de clientes que atraería y lo famosos que se volverían. Ella no había visto nada así antes.

— ¿Lo odias? —Fred observaba con nerviosismo a la muchacha, que no lo miraba sino que tocaba las paredes con las yemas de los dedos, como absorbiendo el establecimiento.

— ¿Que si lo odio? ¿Cómo puedes pensar eso? Los colores, la distribución, todo está perfectamente pensado. ¿Tienes idea de lo impresionante que es todo esto? ¿Toda la arquitectura salió de sus cabezas?

—Sí. George y yo habíamos hecho bosquejos de lo que queríamos y así lo hicimos.

—Dios, Fred, es precioso. Disculpa que no hable mucho, estoy pasmada —Agatha daba vueltas por el recinto como una niña en una dulcería.

En su merodeo encontró en una pared, llamando mucho la atención, el mural que apareció en su sueño y que Anatoly había mejorado. Fred lo había reproducido y puesto cerca de la entrada.

— ¡Rasputín! ¡El mural! —gimoteó Agatha, mirándolo con alegría y cubriéndose la boca con la mano. Sentía su corazón sensible encogerse—. Pensé que habías desechado la idea.

— ¿Estás bromeando? ¡Fue lo primero que exigí que pusieran! Verlo todos los días me daba inspiración y creo que así será siempre.

—Pensé que no podía ser más perfecto, pero lo es. Es exactamente como tendría que ser. Superó cualquier expectativa que tenía.

—Merlín, no sabes cuanto me alegra  —juró Fred, acercándose y abrazándola con fuerza. No sabía qué iba a hacer si a Agatha no le gustaba—. No puedo poner en palabras lo feliz que estoy.

—Te mereces todo lo increíble que te está pasando, todo esto y mucho más —celebró Agatha, la emoción que emanaba Fred era adorable para ella—. Gracias por querer que yo fuera la primera persona en verlo.

— ¿Estás loca? Tenías que ser tú —sonrió Fred, poniendo sus manos a cada lado del rostro de Agatha y besándola en la punta de la nariz.

—Gracias, Freddie  —se rió Agatha y le robó un corto beso en los labios—. Deja entrar a mi tío Andrey, hará un berrinche si tiene que esperar más de cinco minutos.

— ¡Cierto!

Fred corrió a la puerta y la abrió invitando a Andrey, Svetlana y Nikolai a entrar. Al igual que Agatha quedaron maravillados por el recinto, felicitando a Fred.

— ¿Ya están aquí? —George bajó las escaleras con apuro y después de saludar a los rusos, abrazó cariñosamente a Agatha—. Entonces, ¿te gusta?

—Me encanta. Un diez total.

— ¡Lo sé! Sabía que tenías un gusto excelente —sonrió George, satisfecho. Luego miró a Svetlana y Nikolai mirando la exhibición de Filtros de Amor—. Uno de los productos favoritos. Pero, bueno, si ustedes se van a casar no creo que les haga falta. ¿Cómo van los preparativos?

El rostro delicado de Svetlana se apesadumbró un poco e intercambió una mirada triste con Nikolai.

—Ay, no, ¿ya no se van a casar? —preguntó Fred con preocupación.

— ¡No, sí lo haremos! —se apresuró a decir Svetlana—. Esperábamos venir hoy a darles la invitación en persona, pero por ahora la boda está aplazada. Hay situaciones en Rusia un poco tensas, no es buen momento para una boda.

—Oh, lamento escuchar eso —dijo George con amargura.

—Sí, pero despreocúpense, las cosas mejorarán y podremos volver a ponerle fecha pronto —aseguró Nikolai con aire jovial.

—Disculpe, señor Weasley y señor Weasley, ya la última caja de surtido salta-clases está en exhibición.

Una rubia joven de cabello corto apareció desde el segundo piso, con una túnica magenta con el logo de S.W.

—Genial, gracias. Ella es Verity, nuestra empleada. Necesitábamos un tercer par de manos y otra varita para dar abasto —explicó Fred, presentándola con el grupo—. Verity, esta es mi novia, Agatha Krum, uno de nuestros socios, Andrey Kuznetzov, su hija Svetlana y su prometido Nikolai.

La bruja saludó con un asentimiento de cabeza, deteniendo su mirada un segundo en Agatha. Cosa que no pasó desapercibida para ella. Se marchó al instante y empezó a arreglar otra exhibición lejos del grupo.

—Vengan, les enseñaré los micropuff, son adorables —dijo George, guiando a los rusos por el pasillo.

Fred evitó que Agatha los siguiera, tomándola de la cintura.

—Quiero enseñarte algo más divertido —susurró Fred con complicidad.

Agatha aceptó. Lo acompañó subiendo por la escalera y metiéndose detrás de una puerta escondida. El piso siguiente era un depósito lleno de cajas desordenadas de cartón, pero ese no era el lugar donde Fred la quería llevar. Siguió subiendo por la escalera hasta llegar a la última puerta. La abrió con la varita y dejó entrar primero a Agatha.

El departamento de los gemelos era más grande lo que parecía a simple vista. O quizás lucía así porque le faltaba mobiliario. El lugar solo se ocupaba por la cocina –que tenía una mesita cuadrada de cuatro sillas–, un par de sillones verdes, un sillón gris de tres puestos, un montón de discos de vinilo en una esquina, un perchero, una biblioteca torcida y una alfombra.

Aunque le faltaba acomodar, Agatha sintió inmediatamente una sensación de comodidad. Le gustaron las ventanas largas de guillotina doble que daban al callejón y las ilustraciones graciosas enmarcadas en las paredes; las curiosidades, como el globo terráqueo dorado y la mini cabeza disecada de cocodrilo que mordía el aire dentro de su cúpula; también le gustaron las fotografía familiares colgadas y notó el souvenir que George había elegido en Bulgaria, el gato tocando la gaita búlgara, en uno de los estantes de la sala de estar junto a la figura deportiva de Agatha sobre su escoba.

—Les faltan algunas plantas —dictaminó Agatha, caminando por el departamento—. Podemos traer un par del jardín para que las pongamos en la ventana.

Fred sonrió, eso era exactamente lo que quería él. Que ella diera opiniones y que pudiera ponerle un poquito de su presencia al departamento.

—Eso pensé que dirías, estoy de acuerdo —admitió Fred, sin poder quitar la sonrisa. Dejó caer el bolso de viaje encima de una de las butacas. Se acercó y la abrazó por detrás descansando su cabeza en su hombro—. ¿Tienes más ideas?

—Sí, un par. Empezando por arreglar los discos.

—Empezaremos lo antes posible. Esto es para ti —susurró Fred, se deslizó un set de llaves del bolsillo con un llavero con el emblema de S.W y se lo puso en la mano a Agatha—. Quiero que te quedes conmigo cada vez que vengas y me ayudes a que este lugar sea genial. Te hice un espacio también en el armario de mi habitación para que puedas poner tus cosas, tú sabes, un par de pijamas, algunas mudas de ropa, quizás lencería...lo que tú quieras.

Agatha sonrió, sintiendo los labios de Fred besarle el hombro con cariño.

—Eres tan considerado —dijo Agatha, acariciando al mago con una mano—. Y me quedaré a dormir en el sillón, me imagino.

—Mi cama es bastante grande para los dos. Tenemos que estrenarla apropiadamente, por cierto —dispuso Fred, manoseándola indiscretamente por encima de la túnica.

—Claro que sí, pero yo también tengo algo para ti.

—Me lo puedes dar en mi habitación, zarina —murmuró Fred.

Agatha se dio la vuelta para detener al caliente de su novio. Ya tendrían mucho tiempo para eso.

—Mantenlo en tus pantalones un momento, malysh¹ —le pidió Agatha, besándolo tiernamente en los labios.

Se separó de él y rebuscó en su bolso de viaje, sacó un paquete cuadrado envuelto en papel de regalo. Fred lo miró con suspicacia.

— ¿Qué es?

—No te voy a decir qué es, no voy a arruinar la sorpresa. ¡Ábrelo!

Fred cumplió, desgarró el papel de regalo para descubrir un jersey de quidditch, blanco y negro del equipo de las Urracas de Montrose. Lo levantó y sonrió algo incómodo sin entender. Lo volteó y miró el apellido de Agatha impreso en la parte posterior al igual que su número, el «22». Agatha lo miró expectante.

— ¡Gracias, Aggie! —Fred la abrazó, agradeciéndole de igual manera sin entender el regalo.

— ¿No te gusta? —dijo Agatha aguantándose una risa al observar la expresión confundida de su novio.

—Claro que sí, me gusta mucho.

—Entonces, ¿por qué lo miras así?

—No, bueno, por nada. Pensé que te había dicho que mi equipo favorito de la liga eran los Murciélagos de Ballycastle, pero el jersey es genial. Digo, las Urracas son el mejor equipo de la liga y tiene tu nombre escrito por lo que me gusta incluso más —sonrió Fred para que Agatha no se sintiera mal de haberse equivocado de equipo.

Agatha miró al pelirrojo con ternura. No podía creer lo tonto que era.

— ¿Cómo eres tan lindo y tan tonto? —se rió Agatha—. ¿Puedes pensarlo lentamente, por favor?

— ¡Lo hice! Ya dije que me gustaba mucho.

—Mi amor —le rogó la búlgara—, tómate tu tiempo de unir las piezas, te lo suplico.

—No sé... ¿quieres que seamos de esas parejas que llevan ropa combinada? Eso no es mucho de mi estilo, pero puedo intentarlo por ti...—Agatha carcajeó. Fred frunció el ceño—. ¡Hey, no te burles de mí! ¡No entiendo!

— ¿Qué significa cuando una camiseta de un equipo tiene el nombre de un jugador atrás, Fred? —preguntó Agatha, acercándose a él y explicándoselo lentamente como a un bebé.

—Usualmente que juega para ese equipo —Agatha asintió, Fred negó—. No, Ag, pero eso no tiene sentido, porque significa que tú...

Algo hizo clic en la cabeza pelirroja de Fred Weasley que hizo que callara abruptamente. Agatha lo admiró con una sonrisa brillante.

—Freddie... ¡Las Urracas de Montrose me firmaron!

Fred ahogó un grito, la compresión le comprimió el estómago. La observó con ojos muy abiertos y la mandíbula por el piso.

— ¿Qué mierda? ¿Cuándo? —preguntó, anonadado.

—Hace una semana o algo así. La semana que viene habrá una rueda de prensa para dar la noticia. Tienes el primer jersey con mi apellido —contó Agatha emocionada—. Tengo que estar aquí a más tardar el jueves.

— ¿Estar aquí? ¿Estar aquí cómo? —vaciló Fred.

—Estar aquí...como mudarme a Londres. Fred, viviré aquí, por lo menos por cinco años, lo que dice mi contrato inicial.

Fred se llevó las manos a la cabeza, su cerebro aún se rehusaba a aceptar la buena noticia en su totalidad. Era como si todo el universo estuviera conspirando en su favor, como si estuviera compensándoles todo los que había hecho al separarlos.

— ¿No firmaste por mí, verdad? No firmaste solo para venir a vivir aquí, ¿no? —se preocupó él, no quería que ella hubiese tomado una decisión apresurada por estar pensando en él.

— ¡No! Nunca haría eso —negó Agatha firmemente—. Consideré todas las opciones, pensé mucho en todo, pero las Urracas me ofrecieron 2 millones de galeones al año. ¿Sabes cuánto es eso? ¡Es el fichaje más caro desde Christian Burton!

— ¡Joder, mi amor! —alzó a Agatha en brazos y le dio una vuelta en el aire.

Estaba tan orgulloso de ella. El valor de Agatha era imposible de medir en galeones, pero que un equipo ofreciera una cantidad tan elevada para quedarse con ella era magnífico. Eso no era lo que lo ponía más feliz, lo que lo ponía más feliz era que ya su relación no tenía que ser a distancia. Podría verla cada vez que quisiera porque estaría ahí con él. No pudo haber pedido algo mejor.

— ¡Vas a vivir conmigo aquí, ya está decidido! —se emocionó Fred.

—Me encanta el entusiasmo —sonrió Agatha, compartiendo la emoción de Fred—, pero no quiero molestar, estoy buscando un estudio para mí también.

—No tienes que hacerlo, Ag. A George no le va a molestar que te quedes con nosotros.

—No es como si no me fuera a quedar contigo, tonto. Sí lo haré, pero igualmente necesito un lugar para mí.

—Bueno, está bien con tal de que no estés a más de una aparición de distancia —acordó Fred.

—No lo estaré, ya no más.

Fred sonrió, extremadamente feliz y la besó con cariño.

— ¡Justo cuando pensaba que este día no podía mejorar! —celebró. Entonces un pensamiento de coló en la mente de Fred—. Aggie, eres una urraca...

—Sí, supongo que sí, ¿por qué lo dices?

Fred se sacó la varita del bolsillo, las memorias felices no fueron difíciles de conjurar, ese mismo momento sabía que se convertiría en uno de sus recuerdos más felices. Pronunció el embrujo con seguridad y el animal plateado-azulado dejó su varita. Agatha observó al ave sin poder esconder su impresión.

El patronus de Fred era una urraca.

Si eso no era una señal, no sabía reconocer una.

Sortilegios Weasley abrió sus puertas ese primero de junio a las cuatro de la tarde. Más de trescientas personas asistieron a la convocatoria. Trajo luz y diversión al Callejón Diagon y una sensación de esperanza a una realidad que se volvía cada vez más pesada. Los gemelos Weasley rápidamente empezaron a crear un nombre en la sociedad mágica con sus inventos descabellados.

Agatha se camufló entre su tío y su prima, evitando llamar la atención. Quería que ese día fuera de su novio y su hermano, se merecían ser el foco de atención luego de esforzarse tanto. Aplaudió y aclamó cuando destruyeron la cinta roja en la entrada y los miró con un orgullo innegable.

El universo empezaba a recompensarles a ambos por todo lo que habían trabajado. Ahora veían frente a ellos sus sueños cumplidos.

Los malos tiempos acechaban, tiempos terribles.

Pero en ese momento todo estaba bien.

Más que bien.

Todo estaba perfecto.



━━━━ ☾ ✷ ☽ ━━━━


1. малыш (malysh): «Bebé», en ruso.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro