𝟐𝟖 ━ Explicaciones y pirotecnia.
╔═══━━━━ ☾ ✷ ☽ ━━━━═══╗
𝐄𝐗𝐏𝐋𝐈𝐂𝐀𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒 𝐘 𝐏𝐈𝐑𝐎𝐓𝐄𝐂𝐍𝐈𝐀
╚═══━━━━ ☾ ✷ ☽ ━━━━═══╝
Después del brindis, Agatha volvió a su asiento junto a Fred.
―Tienes una familia que te quiere ―pronunció él, casi sorprendido.
― ¿Por qué lo dices así? ―se rio Agatha, estirándose para tomar un pastelito de chocolate del centro de la mesa―. ¿Esperabas una historia familiar trágica y un trauma inexistente de mi pasado? Lamento decepcionarte, pero te lo debo.
Fred soltó una carcajada y sacudió la cabeza.
―No es eso, es que es lindo que se expresen así de ti ―apuntó Fred, recibiendo el pedazo de pastelito que Agatha había picado para él.
― ¿Sus padres no lo hacen de ustedes?
―Supongo que algunas veces lo hacen, ahora mismo no recuerdo ninguna, pero seguro lo han hecho. No puedo culparlos ni nada, intenta tú tener siete hijos y mantenerle el paso a los dos que te dan más problemas ―Fred se rio por debajo del aliento. Agatha expuso una sonrisa agridulce.
Sin necesidad de pensarlo, se puso de pie de nuevo. Levantó su cáliz dorado, le sonrió a los gemelos y exigió la atención de los presentes.
―Yo también quiero proponer un brindis. Estoy agradecida por muchas cosas también y me alegra que todos hayan venido. Este año he ganado muchas cosas y una de mis favoritas son mis amigos Fred y George y es mi cumpleaños pero quiero brindar por ellos ―hizo una pausa―, se han vuelto muy importantes para mí y viajaron desde muy lejos para venir a Bulgaria a verme. Son brillantes y maquiavélicos e ingeniosos y muy guapos. Les quiero y apostaría una y mil veces por ustedes y sus inventos ¡A su salud!
― ¡Por los british! ―gritó un efusivo Viktor, derramando la rakia al alzar su cáliz.
Nadie cuestionó el repentino discurso de Agatha y los presentes no dudaron al brindar de nuevo, creando una sensación grata en el pecho de Fred. Haciéndolo sentir bienvenido y querido por unos extraños y, claramente borrachos, eslavos.
― ¡Eso es tan lindo, Gata! ―gimoteó su tía Sonya, aplaudiendo con ternura―. Yo siempre digo que tenemos que agradecer por nuestros amigos.
Agatha volvió a sentarse y George la miró entrecerrando los ojos.
― ¿Gracias? ―titubeó con una mueca de desconcierto―. No entendí porque lo hiciste, pero fue lindo. ¿Es algo búlgaro de hacer?
―No, no es algo búlgaro de hacer. Solo quise hacerlo, porque sí. No soy sus padres, pero ahora tienes un claro recuerdo de alguien hablando lindo de ti y George en frente de mucha gente ―les dijo Agatha a Fred y George―. Porque merecen que hablen así de ustedes y les tengan fe. Y mi familia no es perfecta, en algunos minutos probablemente se caerán a golpes en el patio, pero sé que todos en esta mesa los apoyarían en cualquier cosa, a pesar de que los acaban de conocer.
―Ay, cállate, no puedes ser sexy y dulce al mismo tiempo, es confuso ―George la empujó con suavidad logrando que le saliera una risa.
Viktor tomó a George del cuello de la camisa y lo acercó a él para hablarle. En lo poco que llevaban en la fiesta, Fred y George se habían ganado los afectos del hermano mayor de Agatha.
―Podría besarte ahora mismo ―le susurró Fred a ella y una sonrisa decoró su rostro.
―No lo recomiendo, no sabríamos como terminaría eso. Quizás a mi papá ya no le agrades o quizás le agrade demasiado la idea y te obligue a pedirme matrimonio inmediatamente ―bromeó Agatha, apoyando su mentón en su mano.
—No se escucha tan mal, no esperaba tener que casarme tan joven ni vine preparado, pero...
―No lo dices en serio ―Agatha enarcó una de sus perfiladas cejas.
―Eso es algo bueno de mí, es difícil saber cuándo estoy bromeando y cuándo no...―Fred dejó sus palabras al aire con un arrogante encogimiento de hombros.
Agatha le dedicó una larga mirada inquisitiva y Fred hizo una mueca. Ella sacudió la cabeza.
― ¡Frred! ―Viktor llamó al pelirrojo mayor con una sonrisa―. Cuéntale a Lev lo de los surrtidos saltaclases.
Fred empezó a relatar lo que eran y como los habían hecho mientras Agatha lo observaba fijamente. Le encantaba escucharlo hablar de sus productos, sabía que lo llenaban de orgullo y satisfacción.
El tío Andrey, al otro lado de le mesa, empezó a sacarle conversación a su sobrina lo que hizo que Agatha tuviera que quitar la atención de su gemelo preferido.
Unos cortos minutos después, mientras ella estaba inmersa en la charla, sintió como la mano varonil del muchacho se envolvía en su muslo descubierto, haciendo que un escalofrío le recorriera la espalda. Sentía el metal del anillo de cobre en el dedo anular de Fred deslizarse por toda la superficie de manera pausada, sin prestarle atención al estímulo que ejercía en ella y concentrado en la historia graciosa que Viktor contaba. Él sonrió al sentir como la piel de Agatha bajo su mano se erizaba y de reojo pudo observar como ella se sonrojaba y bebía un sorbo de rakia con dificultad.
¿Había encontrado una debilidad en Agatha?
Se había dado cuenta hace rato cuando se besaron en la bodega y en Hogwarts, la única vez que ella uso falda, que cuando la tocaba en el muslo era la única vez que ella temblaba. Le parecía gracioso provocarla en la mesa cerca de sus familiares.
—Deja de hacer eso —masculló Agatha, casi hablando en su oído.
—No estoy haciendo nada —se defendió Fred con una miradita inocente, subiendo un poco más su mano y sintiéndola estremecer. Sus miradas lucharon por un segundo, Agatha intentaba no vibrar—. Me gusta cómo tiemblas tan fácilmente y sé que no es de frío porque casi nunca te da frío. Esto es por tomarme del cinturón hace rato, si vuelves a hacerlo, Agatha Krum, te juro que no responderé.
Agatha creyó que su circulación se había detenido y que la única sangre que bombeaba por su cuerpo iba dirigida a sus mejillas. Fred nunca le había hablado de esa manera, pero le gustaría que lo hiciera más seguido porque no le faltaron ganas de levantarse y abandonar la fiesta para no volver. Agatha miró con detenimiento la boca de Fred y antes de cometer una imprudencia, alguien se aclaró la garganta. Nunca se había alegrado tanto por una interrupción.
Agatha observó cuchichear a Svetlana y Nikolai frente a ella. La primera parecía negarse a lo que decía su novio y el segundo le sostenía la mano y le asentía para que le hiciera caso. Svetlana suspiró y accedió. Miró a Agatha con los ojos marrones cubiertos con una niebla de pánico y se puso de pie.
―Hola, ¿puedo tener su atención un momento? ―dijo con voz temblorosa, todos los ocupantes de la mesa la miraron.
Nikolai le apretó la mano de manera reconfortante a su novia y se puso de pie junto a ella. Agatha les puso atención y se echó el cabello detrás de los hombros, intentando mantener la mente despejada del pensamiento de la mano gigante de Fred.
―Ya que estamos brindando y eso, me parece que es un buen momento para decir algo, es improvisado y un poco egoísta porque es el cumpleaños de Agatha ―continuó Svetlana, rechinándole los dientes a su novio. Nikolai no le prestó atención y le sonrió, animándola a proseguir―, pero la mayoría de la familia está aquí por lo que lo aprovecharé. Como muchos de ustedes saben, en junio, Nikolai y yo cumplimos tres años juntos. Lo amo y él me ama a mí, creo ―Sveta y Nikolai compartieron una risa―, creo que sí me ama de verdad porque me pidió matrimonio. ¡Kolya y yo nos vamos a casar!
Svetlana estiró su mano izquierda hacia adelante para mostrar cómo aparecía un hermoso y reluciente anillo de compromiso. Toda la mesa, incluyendo a los que no conocían a los novios empezaron a aplaudir. La mandíbula de Agatha cayó al suelo. El tío Andrey se puso de pie y palmeó al muchacho con afección para luego besar a su única hija en la mejilla.
La tía Sonya solo lograba repetir "Debí haberlo sabido" y sus ojos empezaron a nublarse llenos de lágrimas de alegría. Fred miró a Agatha que parecía haber caído en shock, mientras todos se levantaban para abrazar a la pareja ella parecía no poder procesarlo.
― ¿Qué pasa? ¿No nos gusta Nikolai? A mí me pareció simpático pero si a ti no, entonces es mi enemigo eterno ―dijo Fred observando la carita incrédula de Agatha.
― ¿Agafya? ―cuando se acercó hacia ellos, la voz de Svetlana se escuchó casi asustada de que Agatha se molestara por haber dado la noticia en su fiesta.
―Me siento traicionada ―atinó a decir. Sveta la miró con preocupación, pero la sonrisa que puso Agatha hizo que se relajara. Dando traspiés se alzó del asiento―. ¿Cuándo sucedió y por qué no me dijiste, estúpida?
―Me lo pidió antes de que llegaras a visitar a baba ―Svetlana aceptó gratamente el abrazo de Agatha―. No sabía cómo decírtelo, nadie más lo sabía, solo baba y los padres de Kolya. No sabía si después de lo que pasó con tú-sabes todo el asunto del matrimonio estaba arruinado para ti.
― Estoy tan feliz por ti, Sveta ―respondió Agatha con rapidez―. No puedo creer que me hayas molestado con Fred cuando literalmente alguien te puso un anillo en el dedo. La hipocresía.
La rusa y la búlgara se fundieron en un nuevo abrazo y se rieron juntas. Fred se levantó también con una sonrisa, no porque Svetlana se fuera a casar porque casi no la conocía, sino porque Agatha dijo que su prima la había molestado con él. Lo que para él significaba que ella había hablado con Svetlana sobre él más de lo que él había pensado.
Él felicitó a la rubia y cuando iba a hablarle a Agatha, una pequeña mano lo jaló del pantalón. Fred bajó la mirada para encontrarse con unos ojos claros. Marya, la prima pequeña de Agatha, sin decir nada, lo tomó de la mano y se lo llevó.
— ¿A dónde vas? —preguntó Agatha, pero ya Marya se había apoderado de él.
En pocos segundos lo obligó a sentarse en la mesa de niños, convenciéndolo a quedarse metiéndole dulces en la boca mientras hablaban. Él los aceptaba con amabilidad y jugaba con la niña. Le recordaba algo a las fiestas de té que hacía Ginny cuando estaba pequeña.
Por otro lado, Boris se robó a George y le estaba contado detalladamente, en el otro puesto de la mesa de niños, como su hueso se salió de su pierna. Todos habían escuchado la historia de Boris y George no sería la excepción.
Los ojos avellanas de Fred observaban de vez en cuanto a Agatha que tenía los brazos alrededor de Svetlana en otro lado de la tienda, conversando y sonriéndole. Agatha entre sus familiares le gustaba demasiado. Ella se sonrojaba y bromeaba, riendo estruendosamente sin importarle nada. Cuando ella se topaba con la mirada de Fred le preguntaba con los ojos si quería que lo librara de Marya, pero Fred le pedía unos minutos más para no herir los sentimientos de la pequeña y entonces Agatha volvía a sonreír y asentía.
— ¿Te puedo decir un secreto? —le preguntó Marya a Fred después de como veinte minutos de juego con ella.
—Claro —respondió Fred dándole una galleta al husky siberiano, quien se había familiarizado con su presencia y exigía que le diera bocadillos, agradeciéndole lamiendo sus dedos.
—Tienes que prometerme no decirle a Gata —señaló Marya. Sus pequeñas manos pálidas le peinaban el cabello hacia atrás al pelirrojo porque le daba risa el color que poseía.
—Prometo no decirle a Agatha —aseguró el muchacho y le ofreció el dedo meñique para prometer.
Marya sonrió cálidamente e hizo la promesa.
—Me caes bien —dijo la pequeña Pávlova en un susurro.
— ¿Y por qué no le puedo decir a Agatha que te caigo bien? —sonrió Fred.
—Déjame terminar —pidió la criatura—. Me caes bien. Me caes mejor que Vasily, por eso no le puedes decir.
— ¿Vasily el ex novio de Agatha?
—Ajá. Tú eres mejor, pero no le digas a Gata porque a ella le caía bien Vasily y se puede poner triste. Él era lindo, pero no jugaba con nosotros y nos trataba a Boris y a mí como niños.
—Oh.
—No soy una niña, tengo siete —proclamó Marya con voz firme y acento ruso pesado—. Tú eres lindo y no te molestas si te pido jugar contigo ¡Deberías salir con ella y ser su novio!
— ¿Tú crees? —cuestionó Fred con una risa—. ¿Crees que ella aceptaría?
—Creo que sí. Ella es muy linda, ¿te parece linda? Gata es buena en quidditch, golpea así —la niña imitó como Agatha golpeaba con el hombro cuando jugaba—, a los otros que juegan y también es buena bailarina, pero es muy mala cocinera. No cocina nada bien ¡Pero tú puedes enseñarle! ¿Sabes cocinar? —se emocionó Marya abriendo sus ojos brillantes.
Fred emitió una lenta carcajada ante la actitud de la pequeña y asintió a su pregunta. Pareciera que Marya intentara venderle a Agatha. ¡Como si él ya no estuviera completamente hipnotizado por ella!
—Mi baba Zhanna dice que Gata debe casarse con ruso porque somos rusos. Pero ella está viejita y quizá cambie de opinión si te conoce, ¡qué lástima que no vino! Tienes el cabello gracioso, te pareces a Ariel —la mente infantil de Marya cambió de tema sin darse cuenta.
— ¿Quién es Ariel? —preguntó el pelirrojo, aun saboreando lo que se le había escapado a la niña.
—Es una sirena, de película no-mágica. ¿No la conoces? ¡Es sirena pequeña!
—No la he visto —se rio Fred, encogiéndose de hombros.
—Dile a Gata que te lleve al cine, no sabes nada —dijo Marya arrugándole la cara—. Gata nos lleva al cine en Rusia y nos saca de problemas a Boris y a mí con mama. Te ves lindo junto a Gata, y ella dijo, cuando fue a casa de baba, que tú le gustabas.
— ¿Dijo eso? —Fred abrió la boca con una sorpresa fingida y la niña asintió muchas veces con la cabeza.
— ¡Sí! Pero no le digas que yo te lo dije.
—Está bien, te lo prometo —juró el pelirrojo con una sonrisa en el rostro.
Agatha estaba colgada de Svetlana para molestarla fingiendo que participaba en la emocionada charla de cosas de boda. La mayor estaba muy entusiasmada pero Agatha había dejado a su prima hablando sola. Sus ojos índigos estaban fijos en el pelirrojo que traveseaba con su prima menor y le permitía que jugara con su cabello, con Fred haciéndole morisquetas Marya se reía a carcajadas. Quería llevárselo porque el tiempo que tenían era limitado, pero le conmovía tal visión que quería que durara un poquito más.
―Ojalá pudieras verte la expresión ahora mismo ―suspiró Svetlana.
― ¿De qué hablas? ―preguntó Agatha sin cuidado, sabiendo exactamente de lo que estaba hablando.
―Tu carita de enamorada es simplemente adorable, tengo que sacarte la flecha que Cupido ha atravesado por tu corazón antes de que te mate ―molestó la rubia empujando a la menor de su abrazo―. Si te vieras en tercera persona, te estarías burlando de ti misma.
―No tú hablando, señora comprometida —replicó Agatha con una risa—. ¿Cómo no quieres que lo mire así si es bueno con los niños, Sveta? Es como si hechizara a todos los que conoce, nadie debería ser así de carismático.
―No te lo puedo rebatir ―agració Svetlana―, y nada puede distraerlo de ti, es algo de verdad excepcional. ¿Juras que no le diste un filtro de amor?
―Te lo juro. Y aunque hubiese querido, no sabría cómo prepararlo. En Durmstrang no te enseñan a preparar Amortentia ―le recordó Agatha a su prima.
―No te hace falta, él ya está enamorado de ti.
Pasando desapercibida para las primas, una presencia deambulaba y las escuchaba con disimulo. Recogiendo información y tramando un plan cuyo único fin era herir a Agatha y hacerla tambalear del pedestal donde todo el mundo parecía ponerla. Vera Krum estaba convencida de que Agatha no merecía ese pedestal. Para ella, Agatha no merecía nada de lo que tenía.
El intercambio de palabras confirmaba las sospechas que tenía Vera de que Agatha estaba enamorada de alguno de esos supuestos amigos. Los había visto coquetear en la mesa y sonreírse de manera tonta.
Vera los consideraba atractivos, no iba a mentir, lo que haría más dulce llevárselo a la cama. El único obstáculo era que no sabía diferenciarlos. No sabía a cuál de los dos se refería su prima porque ambos estaban en su campo visual y eran tan iguales que no sabía cual era cual.
Igual no iba a significar mucho problema seducir a cualquiera de los dos.
Justo como había hecho con Vasily Dimitrov.
Después de un rato la fiesta había vuelto a salir al jardín, donde la voz ronca de Aurora Wallace, la vocalista de Hechizo Fraudulento, cantaba desde un gramófono propiedad de Viktor. La atención de casi todos los presentes era acaparada por un juego de naipes explosivos, paralelo a aquello los primos empezaban a jugar al popular juego ruso "Baba Yaga" Un gemelo pelirrojo estaba al margen de la acción, observando y esperando a su hermano y a Agatha.
―Esta fiesta es una basura, ¿no te parece? ―pronunció alguien del lado derecho del pelirrojo.
Él se volteó para mirar a la dueña de esa voz y Vera Krum le sonrió.
―Usualmente no soy muy de venir a eventos tan tediosos, y menos por la festejada, que no tiene ninguno de mis afectos. Pero mi padre insistió en venir. No fue tan mala idea después de todo, pues pude toparme contigo.
La voz de Vera era acompasada, casi arrastrando las palabras para enfatizar su acento. Esa castaña le pareció guapa al pelirrojo, pero quizás solo se debía a que se parecía a Agatha. Una versión mayor y diluida de ella.
— ¿Eres Vera, no? —inquirió el chico y ella asintió con una sonrisa—. Yo en realidad la estoy pasando de maravilla.
—No tienes que mentir, guapo. Escuché de mi hermano que es tu primera vez en Bulgaria. Puedo darte un buen recorrido turístico, ¿y quién sabe? Quizá termine en mi cama.
El chico tragó saliva y sintió las orejas rojas. Escaneó a la chica que se había posicionado enfrente de él. Ella se lamió los labios. Su mano, que era tan delgada que daba un aire esquelético, empezó a delinear su brazo por encima de la camisa.
—En realidad, la única razón por la que he venido es por Agatha —aclaró el chico.
— ¡Ah, mi querida prima! Como te darás cuenta, ella no es muy divertida, ni tan bonita —suspiró Vera con falsa lástima—. Y también están todos los artículos sobre ella, sobre cómo ha dormido con todos los de Durmstrang. Agatha siempre me ha parecido muy...nómada, por lo que no me sorprendió lo que decían. No entiendo todas sus conquistas siendo ella tan simplona. Pero ¿para qué continuar hablando de Agatha? Ustedes son solo amigos, ¿no es así? Yo puedo darte toda mi atención hoy. Puedo darte todo lo que tú quieras.
La mano de Vera empezó a acariciarlo por encima de la camisa diciendo cosas sin sentido, acercándolo para besarlo. Toda la atracción momentánea que había sentido George por la prima de Agatha quedó enterrado al escucharla hablar así de ella.
—Hola, Georgie, ya estamos listos —cantó la voz de Agatha que llegaba hasta George junto a Fred y una sonrisa, aunque sus ojitos marinos lanzaban chispas.
Fred tenía a Agatha envuelta con un brazo y miraba a su otra mitad con curiosidad. Vera abrió los ojos con ira encubierta.
Se había equivocado de gemelo.
— ¿No puedes conformarte con solo uno de ellos, Agatha? —Vera continuó el coqueteo con George al ver que a Agatha de igual manera le molestaba lo cerca que estaba de él—. Cariño, ya que estás tan cómoda con él —señaló a Fred—, me llevaré a este.
—Su nombre es George, Vera —ladró Agatha—, y no puedes llevártelo porque él también es mío.
—No seas ridícula, Agatha —se burló Vera, girándose para ver a su prima—. No pudiste mantener contento y satisfecho a Vasily, ¿de verdad me quieres hacer creer que los puedes mantener a ellos dos? No son tuyos porque es imposible que ambos caigan por ti, te sobreestimas, primita.
—Me parece que me confundes contigo, Vera. Y honestamente, no tengo que probarte nada, pero pasa que me gusta hacerlo.
George había tomado el lado de Agatha y sintió que se iba a morir cuando ella, sin dudarlo, lo tomó del rostro y lo besó apasionadamente. Con quizá demasiado entusiasmo, George siguió el beso hasta que Agatha lo rompió para tomar a Fred del cuello de su camisa y besarlo también. Vera ahogó un grito de sorpresa. Solo para probar su punto, Agatha repitió la acción besando a George y besando a Fred con lentitud. Los miró a los ojos y ellos intentaron no mostrarse asombrados.
Cuando hubo terminado, giró sobre sus talones para mirar a una Vera que rechinaba los dientes y estaba a punto de gritar, mirando a sus alrededores para ver si alguien había presenciado lo que había pasado solo para darse cuenta de que todo el mundo estaba inmerso en sus cosas y nadie los miraba. Lucía como estuviera a punto de echar humo por la orejas.
Fred, con una sonrisa y un tanto posesivo, pasó su mano alrededor de Agatha, mientras George hacia lo mismo, un poco más recatado.
—Estamos muy satisfechos —aseguró Fred sonriéndole a Vera.
—Agatha es más que suficiente para ambos —continuó George, guiñándole un ojo—. Y prefiero mil veces recibir ese recorrido turístico de su parte.
—No pretendía que te enteraras de esta manera, Vera —suspiró Agatha—, pero continuas insistiendo en tener lo que no es tuyo. Estoy con ellos, con ambos. Son míos.
Agatha sonreía internamente porque, a pesar de que no había tenido tiempo de explicarle aquello a los gemelos, ellos le siguieron la cuerda sin rechistar y vendían la historia a la perfección.
—Y como dijo mi hermano, estamos satisfechos —sonrió George altaneramente.
—Agatha sabe exactamente cómo mantenernos contentos —le sonrió Fred a Agatha.
— ¿Qué dirá tu madre sobre este...este...trío? —preguntó Vera, su cara se había transformado en una contorsión de ira y frustración.
—Díselo, no me interesa. Igual no te va a creer —Agatha no titubeó—. Vamos, chicos, vamos a divertirnos de verdad. Disfruta el resto de fiesta, prima.
Agatha ondeó la mano en gesto de despedida y se marchó.
—Necesito una explicación —susurró George sin retirar el agarre de la cintura de Agatha.
— ¡Sabía que estaba tramando algo! Es tan predecible —envolvió sus brazos a cada lado de los gemelos y sonrió—. Los confundió, quería seducir a Fred.
— ¿Cómo? —preguntó Fred—. Tenemos camisas de diferentes colores.
—Vera es una maldita daltónica —Agatha soltó una carcajada y negó con la cabeza—. Vengan, vamos a un lugar tranquilo para que crea que estamos teniendo relaciones. Necesitamos hablar a solas.
—Aquí tuve mi primer beso —anunció Agatha con voz dramática cuando llegaron a una parte desolada del jardín cuyo centro de atención era una estructura de mármol con un techo y ocho columnas.
— ¿Cómo estuvo? —preguntó George apoyando la espalda en una de las columnas del monóptero y sentándose en el suelo.
—Incómodo, largo y húmedo pero sobretodo incómodo —se rio Agatha también tomando asiento en el suelo.
— ¿Con quién fue? —Fred subió las cejas de manera sugerente.
—Un niño que se llamaba Andrik, yo tenía once años. Él era nemagicheski y vivía en el pueblo. Siempre venía al valle a pasar tiempo en el lago y Viktor y yo jugábamos con él. Un día después de nadar, nos quedamos solos y de la nada dijo que quería que viniéramos aquí. Aquí se me declaró, me dijo que yo era muy bonita y todo eso, ustedes saben, las cosas que dicen los niños de once años. Yo no entendía qué estaba pasando porque nunca nadie se me había declarado antes y entonces me besó. Ninguno de nosotros sabíamos besar, obviamente —Agatha no pudo evitarse sentirse orgullosa de sí misma al recordar casi todo de esa experiencia. Los gemelos carcajearon.
— ¿Y qué sucedió después? ¿Andrik y tú no funcionaron?
—Me marché a Durmstrang por primera vez cuando terminó ese verano y cuando volví para Navidad, él ya no vivía en el pueblo. No sé qué fue de él y como no era mago, no pude reconectar ni nada. Curiosamente, aquí también sucedió el primer beso de Aleksandr.
—Oooh, ¿con quién?
—Conmigo —se rio Agatha—. La primera chica que lo besó, seguida de toda la población femenina. Hablando de besos, George, sentí demasiado entusiasmo cuando me besaste ¿tienes algo que decirme? —lo molestó la búlgara con una miradita pícara.
—Yo también me di cuenta. ¿Qué tienes que decir en tu defensa, Georgie? —cuestionó Fred frunciéndole el ceño.
— Lo lamento —se disculpó George encogiéndose de hombros—. Usualmente no cuestionas cuando una chica como tú te besa. Me besaste y se me apagó el interruptor del cerebro, no podía pensar en nada más. Además, como buen hermano que soy, estaba cumpliendo el sueño de Ron.
—Yo ya lo estuve haciendo, imbécil —dijo Fred dándole un golpe juguetón a su hermano gemelo.
—Necesito saber ¿por qué nos besaste y por qué le hicimos creer a tu prima que llevamos una relación poliamorosa? —preguntó Fred, sentándose junto a Agatha.
Agatha echó la cabeza hacia atrás, organizando la información en su cabeza.
—Para que tengan un poco de contexto, desde que recuerdo, Vera me odia. No utilizo mucho esa palabra, creo que uno nunca "odia" de verdad a las personas, odias cosas, seguro, pero no a las personas. Pero Vera me odia, con todas las letras e intenté darle la vuelta y buscarle una explicación que no me llevara a esa conclusión, pero me odia. Es definitivo —explicó detenidamente la búlgara.
— ¿Cómo alguien puede odiarte? —cuestionó Fred como si su mente no pudiera comprenderlo.
— ¡No lo sé! Soy hermosa y perfecta —dijo Agatha con una mueca divertida. Los tres compartieron una risa—. Siempre habrá personas que no te toleren, es algo natural, pero Vera construyó este resentimiento contra mí que no puedo remediar. En fin, ella siempre busca la manera de herirme y demostrar que es mejor que yo en cualquier ámbito. Y no pudo soportar ver que yo fuera amiga de ustedes y que Fred me mirara de la manera que lo hace. Quería quitármelos, iba por ti, específicamente —Agatha volteó a ver a Fred y suspiró de nuevo—, pero es tonta y no supo diferenciarlos. ¡Maldita idiota! —insultó Agatha al aire en su idioma natal.
— ¿Y por qué me besaste a mí? —George subió una de sus cejas.
—Porque no te iba a dejar a merced de esa harpía, no lo podía permitir. Y la mejor venganza es que ella cree que los tengo a ambos, porque ¿Qué es peor que tenga a uno de ustedes? ¡Que los tenga a los dos! Se debe de estar arrancando el cabello y diciéndole a mi madre que estoy en algún lado del jardín comportándome indecorosamente por partida doble —Agatha guiñó el ojo de manera traviesa, mordiéndose el labio—. ¿Te gustó Vera, George?
—Era bonita hasta que te tiró debajo del autobús. Te creo que te odia, dijo muchas cosas de ti como en dos segundos.
—Me lo imaginé —Agatha se encogió de hombros—. Todo lo malo que se puede decir sobre mí, ella lo ha dicho, a estas alturas me da igual. Ahora les toca a ustedes hablar, quiero saber todo lo que han hecho desde que volví a casa. Empiecen por decirme ¿POR QUÉ DEMONIOS LLEGARON EN TRASLADOR A LAS NUEVE DE LA NOCHE? —exigió la castaña con molestia—. Y quiero toda la verdad.
Fred y George se miraron y parecía que estuvieran hablando por los ojos, debatiendo hasta qué punto se confesarían con Agatha. Querían decirle todo, pero eso comprometería a la Orden de Fénix y podrían exponer a Agatha a peligro.
—Bueno —empezó Fred sacudiendo la cabeza para organizar sus ideas—, sabes que desde lo de Cedric y lo de quien-tu-sabes, la gente perdió la cabeza. Se sienten inseguros y todo eso y mi madre no es la excepción. Después de convencerla accedió a dejarnos venir, pero...—Fred miró a su hermano.
—Pero atacaron a Harry —soltó de una vez George.
— ¿Qué? No entiendo —Inmediatamente Agatha se preocupó.
—En resumen, se topó con dementores.
— ¿A quién fue a visitar a Azkaban? ¿Quién lo dejó ir? —en la cabeza de Agatha ese era el único sitio donde podrían haber dementores.
—Eso es lo curioso —dijo Fred—, los dementores estaban en Little Whinging.
Agatha abrió los ojos con temor.
—Pero él está bien, no te asustes —la confortó George al ver la expresión en el rostro de la chica—, Harry es el niño que vivió y lanzó un patronus. Pero obviamente mi madre cambió de opinión.
— ¿Y cómo la convencieron? —preguntó Agatha.
Fred y George volvieron a intercambiar una mirada.
—Podría decirse, Aggie, que nosotros...nos escapamos.
—Muy gracioso, Fred. Dime la verdad —pidió Agatha rodando los ojos ante lo que ella creía que era un chiste. Fred hizo un mohín—. Déjalo, no me da risa. Dime la verdad.
—Aggie, nos escapamos de casa para venir a verte —pronunció Fred acariciándole la mejilla.
—George, dime que es un chiste. Te lo suplico —Agatha miró al gemelo menor buscando un ápice de broma, pero George imitó la mueca de Fred. Ella se puso de pie y puso sus manos en la cabeza—. No puede ser. ¿ESTÁN DEMENTES? ¿Perdieron la cabeza?
Agatha se movía con inquietud de lado a lado del monóptero diciendo muchas palabras en una mezcla entre inglés y búlgaro. No podía creer lo que habían hecho los gemelos mientras se cubría la cara con las manos.
—Qué Rasputín me reciba en el maldito infierno ¡su madre ha de estar histérica! ¡Me va a odiar! —decía Agatha intentando que los gemelos entendieran—. Dios, me va a odiar. ¡Me va a desafiar a duelo! ¿Están locos?
—Aggie, no te estreses —Fred se puso de pie y atrapó a Agatha en sus brazos, que se movía tan rápido que parecía una snitch dorada. Ella lo miró entrando en pánico y lo golpeó con el puño en el torso—. Nunca se va a enterar.
— ¿NUNCA SE VA A ENTERAR? —volvió a golpearlo—. Su madre no es tonta y una cosa es escaparte de tu casa para ir a una fiesta en la cuadra. ¡Ustedes se escaparon de país! ¿Cómo conjuraron un traslador para tan larga distancia? Pudieron acabar en un país distinto o podrían haberse despartido, porque hay casos de desparticiones por traslador, mi papá ha tenido que tratar algunos. ¿Pensaste en eso, Fred?
—Yo le dije las desventajas —susurró George.
Agatha le arrugó el rostro, estaba furiosa. Ella nunca se pondría a sí misma por encima del bienestar de ellos. Aunque estaba deseosa de ver a Fred, de haber sabido las circunstancias, hubiese preferido que se quedara en casa, sano y salvo.
—Hey, hey, estamos aquí y estamos bien y estoy contigo —Fred puso una mano en el rostro de la búlgara y con la otra sostenía por la muñeca la mano con la que lo iba a golpear—, valía la pena el viaje.
—Olvídate de que voy a ir a visitarte a Inglaterra —dijo Agatha apretando la mandíbula, Fred se alarmó—. Si tu madre me viera, me mataría. ¿Por qué eres así?
—Necesitaba verte —murmuró Fred, sosteniéndole la mirada furiosa a la chica. Estando enfadada se veía demasiado sexy, él le sostuvo la muñeca con más fuerza cuando intentó darle otro golpe.
— ¡Serás imbécil! —lo insultó Agatha en búlgaro.
—Creo que nunca te había visto tan molesta, me encanta —él intentó disminuir la ira de la chica endulzándola—. ¿Cómo esperabas que no viniera a verte?
Una frase completa en búlgaro perfecto de la boca de Fred Weasley. Esa era la perdición de Agatha Krum.
—Siento que esta relación poliamorosa no está balanceada —dijo George con una sonrisa.
Agatha no pudo contener la risa y Fred tampoco.
—Los detesto —dijo Agatha suspirando y se rindió en reprenderlos porque ya no tenía sentido hacerlo, ya estaban ahí.
—Te lo dije en el telegrama, bueno, intenté decírtelo "escape secreto", que me iba a escapar en secreto —explicó Fred con cuidado.
—Pudiste decírmelo explícitamente. ¿Por qué tenía que adivinar?
—Porque mamá estaba pendiente de lo que escribía, ella creyó que escribí «Feliz cumpleaños» al final —excusó Fred—. ¿Alguna última duda o seguirás regañándonos?
— ¿Alguien sabe que están aquí? —preguntó Agatha mirando a los gemelos.
—Sí, Sirius, un amigo, él conjuró el traslador. Ya le avisé que habíamos llegado a salvo —declaró George y Agatha se sintió más tranquila.
—Un encubridor ese Sirius —señaló Agatha y se soltó del aferre de Fred para cruzarse de brazos—. Espero que estén disfrutando la fiesta porque si su madre se llegara a enterar que están aquí no los volverá a dejar salir jamás.
— ¡Por supuesto! Es la mejor fiesta del mundo y tu familia es muy acogedora. Vale completamente la pena —sonrió George—. Y me besaste. ¿Qué más le puedo pedir a la vida?
—Cállate, George —advirtió Fred amenazado a su hermano con la mirada.
—Qué dulce, Georgie —rio Agatha y chasqueó los dedos—. Un momento, tengo una última pregunta, para conjurar un traslador necesitan coordenadas exactas o haber visitado antes, yo nunca les di esa información. ¿Cómo...?
—Aleksandr —respondieron Fred y George al mismo tiempo.
—Claro —dijo Agatha no entendiendo como no se le ocurrió—. Gracias por creer que soy lo suficientemente importante para escaparse. No vuelvan a hacerlo.
—Lo haría mil veces, Aggie ¡por favor! —sonrió Fred y le besó la mejilla a la chica—. Y para que te des cuenta de lo importante que eres para nosotros, te trajimos un regalo de cumpleaños.
—Te dije que...
—Cierra tu linda boca, Aggie y no te resistas —la interrumpió Fred tomándola de la mano y llevándola fuera del monóptero.
Con mal carácter, porque no quería que los gemelos se gastaran su dinero en ella, Agatha siguió a Fred. George fue detrás de ellos con una sonrisa. Cuando estuvieron fuera del monóptero, George se puso enfrente de Fred y éste acomodó a Agatha en frente de ellos. Con movimientos idénticos, como si fueran reflejos en un espejo, sacaron unos objetos desconocidos de sus bolsillos y los colocaron en la grama unos metros lejos de Agatha. Desenfundaron las varitas y lanzando encantamientos no verbales, apuntaron a los objetos y estos lanzaron una centella de luz al cielo haciendo explosión.
El oscuro cielo búlgaro encima de la residencia de los Krum se llenó de colores. Los fuegos artificiales mágicos colorearon la oscuridad de brillantina y figuras excéntricas que imitaban animales y escenas grandiosas, como un circo y un juego de quidditch. De vez en cuando, la pirotecnia encantada envolvía a la chica Krum cubriéndola de destellos tornasoles.
Le tomó un minuto darse cuenta de que el espectáculo de fuegos artificiales estaban inspirado en ella. Había sido idea de Fred, seguro, porque había cosas que no le había contado a George que le gustaban. Las llamas deletrearon su nombre en cirílico y en inglés e incluso en algún momento el número 22, su número de camiseta en el quidditch, formó parte del espectáculo.
No quería que se terminara, era el mejor regalo que había dado en su vida. Agatha no podía dejar de admirar el talento de los gemelos.
Una última explosión inmensa de un color cereza precioso y del cielo bajaron chispitas para darle fin al show.
— ¿Te gustó? —preguntó Fred—. Tú fuiste de inspiración.
Agatha no pudo emitir palabras, con los ojos húmedos, se acercó a los muchachos y se guindó a ellos en un abrazo, escondiendo el rostro en sus torsos para que no vieran las lágrimas que recorrían sus mejillas.
—Sé que no era perfecto, pero no te tienes que poner a llorar tampoco fue tan feo —bromeó el gemelo mayor ganándose un golpecito de parte de ella.
—El próximo año lo haremos mejor, Ag —dijo George continuando la broma.
—Cierren la boca —dijo Agatha ocultando los sollozos —. Es el mejor regalo de la vida.
Los gemelos se miraron y se sonrieron devolviéndole el abrazo.
—Pero el próximo año asegúrense de no quemar las gardenias de mama —complementó Agatha con una risa entrecortada.
Fred y George giraron la cabeza para observar el arbusto de gardenias envuelto de llamas que se achicharraba con rapidez.
— ¡Mierda! —exclamaron ellos y corrieron con las varitas para apagarlo echándose la culpa el uno al otro.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro