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𝟏𝟏 ━ Warrington versus Weasley.


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𝐖𝐀𝐑𝐑𝐈𝐍𝐆𝐓𝐎𝐍 𝐕𝐄𝐑𝐒𝐔𝐒 𝐖𝐄𝐀𝐒𝐋𝐄𝐘

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― ¿No te parece que te excediste, Alek? ― susurró Agatha para el rubio junto a ella.

Aleksandr soltó un quejido profundo. Sus nudillos colorados de un manchón purpúreo sostenían una bolsa de hielo y hierbas en la derecha de su marcada mandíbula en un intento de reducir la hinchazón causada por la golpiza de la que había formado parte hace casi una hora.

Se veía terrible pero no era un aspecto ajeno en Aleksandr; era prácticamente imposible enumerar las veces que Agatha lo había visto así. El mayor de los Sokolov difícilmente podía mantenerse alejado de un pleito, cualquier que lo conocía sabía que era un adicto a la inyección de adrenalina causada por una pelea y que constantemente anhelaba la oportunidad de la siguiente dosis.

A pesar de su imagen andrajosa, no había salido tan herido como podría haber terminado. La pelea había sido contra un tipo del mismo curso de Agatha que se apellidaba Bartok. Bartok era al menos tres veces más grande que Aleksandr y por mucho más pesado dado que fácilmente tenía la contextura de una pequeña montaña.

―Aggie, no necesito que me reprendas. Me duele la cabeza y quiero todo el silencio que pueda tener hasta que Karkarov me mate, por favor ―Aleksandr recostó la cabeza en la pared detrás de él y cerró los ojos con fuerza―, déjame ir en paz.

Los dos estaban sentados en una versión de bolsillo del "asiento del ahorcado", que se refería al banco fuera del despacho de Karkarov, una réplica en miniatura del que se encontraba en su academia. Nadie se sentaba allí a menos que estuviera en problemas. Agatha le dedicó una larga mirada a Aleksandr mientras este tenía los ojos cerrados. Su camisa color arena -arremangada hasta los codos- tenía motas oscuras de sangre, por la trayectoria de las manchas se podía delimitar en qué lugares Bartok había apuntado sus golpes. Principalmente cerca de la cara. Los moretones en sus antebrazos y nudillos también daban a entender lo fuerte que Aleksandr los había devuelto.

Bartok había entrado primero al despacho del temido direktor y el hecho de que la puerta estuviera encantada para prevenir que cualquier persona aledaña pudiera escuchar sus conversaciones personales, hacía insoportable la anticipación de estar esperando. El largo pasillo lóbrego y solitario solo lograba fortalecer la sensación de que un acontecimiento terrible estaba a punto de suceder.

De haber sucedido en cualquier otro momento, la pelea hubiese resultado insignificante para Karkarov, pero hace muchos años, Agatha había aprendido a no dar por sentado el humor de Igor Karkarov. Para la mala fortuna de Aleksandr, Karkarov estaba colérico. Separó la pelea entre los dos adolescentes manifestando un poderoso hechizo que los lanzó a ambos contra las paredes opuestas. Un escalofrío recorrió la espalda de Agatha al revisitar la imagen de su amigo golpeando la cabeza contra la fría pared de piedra.

― ¿Qué crees que te hará? ―le preguntó Agatha con un hilo de voz apenas audible.

―Me cortará las manos como si yo fuera un vil ladrón―dijo Aleksandr intentando aligerar la atmosfera. Agatha soltó una risa ahogada.

―Pues no quedará otra opción que asesinarlo mientras duerme.

― ¿Mancharías tus manos de sangre para vengar a tu buen amigo? ―Aleksandr soltó una carcajada seguida de un bajo gemido de dolor.

―Asesinar a Karkarov en tu nombre sería un honor para mí ―sonrió Agatha, una sonrisa que difícilmente podría asociarse con la matanza―. Antes de planear la venganza contra nuestro querido director, ¿podrías decirme por qué te peleaste esta vez?

La postura del chico cambió de repente. Alejó la mirada de la sonrisa Agatha para intercambiarla por el pasillo oscuro. Pasó una mano por su cabello dorado que empezaba a crecer y con mucho esfuerzo se encogió de hombros.

―Da igual.

Agatha sintió la falsedad de esas dos palabras en la boca de su estómago. Ella podía distinguir la diferencia entre una pelea Sokolov de rutina y una diferente. A pesar de no haber podido ser testigo de la pelea entera si no del desafortunado final, ella sabía que había sido diferente.

Su mejor amigo tenía la costumbre de sentirse demasiado orgulloso de sus altercados y casi nunca se callaba sobre estos, incluso si perdía, tenía la costumbre de alardear de los golpes acertados. Algo iba mal, pero, por más que lo intentara, no lograba dar con una teoría acertada. Todo esto solo lograba darle una sensación de inquietud. ¿Qué podría estar pasando en sus filas fuera de lo común que lograra que su mejor amigo y Karkarov estuvieran tan volátiles?

Antes de poder intentar sonsacarle información a su compañero, la gran puerta de roble produjo un sonido estremecedor. Un sonido que solo se podía comparar con huesos quebrándose. El cuerpo de Agatha se tensó poniéndose en alerta.

Bartok se deslizó fuera de la oficina de Karkarov con movimientos lentos y pesados, pasó frente a los muchachos sin mirarlos y desapareció por el pasillo, sin darle oportunidad a la Krum de analizar si la sangre que tenía en la barbilla era de la pelea o había sido cortesía de Karkarov.

Una voz tremebunda salió del despacho provocando otro escalofrío en Agatha, el apellido de Aleksandr en la voz de Igor Karkarov sonaba con una maldición.

Aleksandr se puso de pie y le dedicó unas oscuras palabras a Agatha que hicieron que las sospechas que de algo malo estaba sucediendo entre los alumnos de Durmstrang se intensificaran.

―Agatha, sé que es difícil para ti pero hay cosas en las que no tienes que involucrarte. Esta es una de ellas.

Aleksandr se desvaneció y la puerta volvió a sellarse, dejando a Agatha sola y con el sentimiento de que la estaban dejando en la oscuridad.

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Los días pasaron y prontamente se hizo casi navidad. Las nevadas eran más fuertes y más frecuentes y el castillo resplandecía envuelto en escarcha. La blancura del paisaje hacia a Agatha sentirse en casa, el frio había devuelto sus mejillas al estado rojizo de costumbre y volvía a portar sus pesadas pieles, aunque nunca todas las capas.

Agatha se había asegurado de estar al día con sus exámenes de inicios de invierno para que toda su atención se centrara en el Yule Ball. Después del incidente con Aleksandr, la marea se había tranquilizado y todo parecía estar de nuevo de vuelta a la normalidad, sin embargo Agatha seguía alerta de cualquier cambio en el viento.

Esa tarde, solo holgazaneaba en la sala común del buque. Un botecito de cristal lleno de esmalte de un profundo carmesí levitaba frente a ella al mismo tiempo que un pincel deslizaba perfectos trazos sobre las uñas de su mano izquierda, con la derecha sostenía la nueva edición de Corazón de Bruja y leía con diversión el último artículo sobre por qué corrían los rumores de que la banda Hechizo Fraudulento pensaba en separarse. Junto a ella un vaso de sidra burbujeante.

En otro lado de la mesa de roble, un grupo de sus amigos, entre ellos Isak, repasaban para el examen de Transfiguración de esa misma tarde. La sala común también estaba ocupada por un grupo de alumnos de último año quienes se pasaban una pelota pequeña de cuero y conversaban en una mezcla de idiomas.

― ¡Ah, Viktor! Te has zafado del viejo. ―dijo uno de los muchachos dentro de la habitación. La mención del nombre de su hermano, hizo que Agatha levantara la vista del jugoso chisme.

Viktor tenía puesta su ropa de fin de semana, un jersey de Durmstrang y unos pantalones ligeros. Se detuvo un momento a intercambiar algunas palabras con sus compañeros para luego sentarse frente a Agatha y tomar un gran sorbo de la sidra. Se limpió la boca con el antebrazo en un claro intento de molestar a Agatha. Ella analizó movimientos de su hermano con una mirada discreta por encima de las páginas, decidió no complacerlo con su molestia y esperó que él hablara primero.

― ¿Estás ocupada? ―cuestionó Viktor dedicándole una mirada curiosa.

―No, ya estoy terminando ¿Por qué? ¿Quieres que vuelva a llenar mi vaso para bebértelo de nuevo? ―dejó salir Agatha con un sarcasmo cristalino.

― Eso me gustaría ¿lo harías, gnomo? ―dijo Viktor, logrando ganar una grosería de parte de Agatha―. Bien, pues no. Verás, vine a buscarte ya que mientras estaba atendiendo mis propios intereses, vi que había un tipo preguntando por ti en la orilla. Solo quería que lo supieras ― Agatha levantó la mirada de las paginas para mirar a Viktor quien sonrió con maldad al ver que había picado la curiosidad de su hermana.

― ¿Ah, sí? ¿Y dijo para qué me buscaba? ―cuestionó Agatha pasando la página y quitándole importancia a todo el asunto.

―Creo que mencionó algo sobre pedir tu mano en matrimonio.

Agatha se rió sonoramente al escuchar las palabras de Viktor. La broma constante de que Agatha le había lanzado el anillo por la cabeza a Vasily siempre destornillaba a Viktor.

― ¿Qué le pasa a los hombres con el matrimonio últimamente? ¿Es imposible empezar por invitarme a salir? ―Agatha continuó la broma, compartiendo una mirada cómplice con su hermano mayor―, ¿Le diste tu bendición?

―Por supuesto que no, Aggie. Le he dicho que lo podía intentar pero que ya habías rechazado a mejores partidos ―Ambos hermanos estallaron en risas y Agatha golpeó a Viktor en la cabeza. Cuando por fin pudieron recuperar la compostura, Viktor volvió a hablar―. Aunque no pidió tu mano en matrimonio, sí hay un chico preguntando por ti.

Agatha entrecerró los ojos con suspicacia pero igualmente quiso ir a comprobar las palabras de su hermano. Amenazó a Viktor diciéndole que si le estaba mintiendo lo iba a matar y fue a su habitación para buscar su chaqueta. No necesitaba arreglarse demasiado ya que desde temprano estaba pensando en salir y después de sentir que su cabello estaba presentable, se alisó sus pantalones de pana azabache y se encaminó a la superficie para encontrarse con el muchacho misterioso.

Eran pocos los estudiantes que aún se reunían en la proa en la tarde, dos grupos pequeños se reunían en posiciones paralelas al otro. Dentro de uno de ellos reconoció los amigos de Viktor que hablaban con acentos muchísimo más gruesos que el de ella con alguien en la costa. Agatha se encaminó por la tabla de desembarque cuando vio al sujeto.

Cassius Warrington estaba parado con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón, escuchando a los Durmstrang con atención. Era alto, rubio y bastante apuesto de una manera muy tradicional.

―Hola, preciosa― dijo Cassius dejando entrever sus dientes en una sonrisa viendo descender a Agatha del buque. La aludida devolvió la sonrisa con facilidad. Cassius la tomó de la mano y plantó un beso en su mejilla, ganando el vitoreo juguetón de los amigos de Viktor.

―Ignóralos ―dijo la chica haciéndoles una seña con la mano a sus compañeros de escuela―, ¿qué haces por aquí?

―Bueno, ya que es Nochebuena, algunos amigos y yo tenemos la tradición de hacer una fiesta en Hogsmeade, y me preguntaba si querías ser mi cita. Será divertido, siempre hay mucha comida y bebida, además el dueño del pub es amigo nuestro y siempre nos deja cerrar ¿Te gustaría?

Agatha no iba a mentir, Cassius era atractivo y era exactamente el tipo de chico por el que cualquier chica caería hipnotizada. Y al final del día, Agatha era una chica y los encantos de Warrington daban en el blanco. También tenía que admitir que disfrutaba el cortejo que había estado teniendo lugar desde el día en que la invitó al baile, era emocionante e inofensivo. Por lo tanto, Cassius no tuvo que pedirle que lo acompañara dos veces ¿Quién podía resistirse a una fiesta y a la atención constante de Cassius?

El pub Lion's Den era el ambiente más británico que Agatha había experimentado desde su llegada a Hogwarts. Al igual que en Hogwarts habían decorado el pub con un pino navideño envuelto en luces brillantes de navidad, los trabajadores queriendo llevar la festividad un poco más allá usaban gorros navideños carmesí. Había demasiada gente y fueron recibidos con dos pintas de cerveza de mantequilla que, para decepción de Agatha, no tenía ningún porcentaje de alcohol significativo pero era tan dulce que al final no le importó.

El grupo de los Slytherin ya había empezado la fiesta y hablaban fuerte entre ellos para hacerse entender entre el bullicio. La presencia de la pareja de Agatha y Cassius fue recibida con una gran emoción de parte de los adolescentes reunidos. Agatha examinó rápidamente las caras de éstos para repasar en su cabeza todos los nombres, topándose con caras francesas que se presentaron con amabilidad. Igualmente entre ellos, estaban compañeros Durmstrang incluyendo a Sergei Bukhalov quien tenía el brazo sobre los hombros de una rubia de Beauxbatons que se presentó como Élise y quién no tenía idea de que Agatha jugaba Quidditch.

Definitivamente este grupo era diferente al grupo de Fred, de una manera refrescante. Ignorando completamente a Sergei, Agatha se sentía comodísima. Las pláticas crecían y se disipaban entre vasos de cerveza de mantequilla y sidra de manzana. Cassius no mentía y el dueño del pub se acercaba cada tanto a bromear y a ofrecerles más, como los Beauxbatons le llamaban, hors d'œuvres.

― ¡Agatha! ―Jen, una de las chicas de Slytherin, llamó la atención de la búlgara y le tendió lo que parecía un caramelo gigante de papel― ¡Tómalo! Es un christmas cracker, lo halas y si te quedas con la parte más grande, te quedas con el regalo dentro.

Agatha miró a Cassius con curiosidad recibiendo una sonrisa y un asentimiento de su parte. Jaló el artefacto y este hizo un pop distintivo rompiéndose en dos partes, los británicos aclamaron. A Agatha le quedó en la mano la parte más larga, miró dentro de la chuchería de papel y lo volcó en su otra mano. Dentro del mismo había un pedazo de papel de seda de un brillante color lila y motas doradas, un pequeño pegaso plateado que revoloteaba rápidamente y un pedazo de papel blanco.

En Bulgaria no había nada parecido y Agatha juró que cuando volviera, le llevaría varios a su padre porque seguro este lo disfrutaría. Abrió el papel lila para descubrir una corona, Jen se la quitó con cuidado de la mano para deslizarla en su cabeza. Rápidamente todos en la mesa tenían puestas sus coronas de papel y leían en voz alta los chistes que contenían sus christmas crackers.

―Agatha, ¿cómo se dice «Nochebuena» en búlgaro? ―preguntó Cassius, mientras los demás animaban a que ella respondiera.

―Bueno, se dice Bŭdni Vecher.

― ¿Budín Velchior? ―aventuró Cassius intentando imitar el sonido que había hecho Agatha antes.

― No, no, Bŭdni Vecher ―le corrigió la chica, repitió varias veces las palabras hasta que Cassius y sus amigos pudieron pronunciar algo parecido a lo que ella había dicho.

―Parece que voy a necesitar clases privadas ―Cassius soltó una carcajada.

―Parece que así es ―confirmó la búlgara dedicándole una mirada pícara.

De sus labios rosáceos iba a salir otra oración sugestiva hasta que unas melenas rojizas se abrieron paso por la entrada del pub. Fred iba hablando con George seguido de Lee. Sus ojos azules se iluminaron inconscientemente mientras veía como esos rostros conocidos se unían a otros muchachos. En su distracción, la conversación se había tornado en un torneo para dar con el acento más sensual, una competencia muy cerrada entre los miles de acentos británicos, los franceses y los escandinavos de los alumnos de Durmstrang que se encontraban ahí.

― ¿Todo bien? ―cuestionó Cassius quitando un mechón de cabello de la cara de la búlgara―. ¿Quieres que nos vayamos a un sitio más tranquilo?

―Para nada, estoy muy cómoda aquí, solo necesito ir a saludar a alguien, muy rápido. Ya vuelvo ―Agatha se levantó con prisa, pasó por encima de Cassius y esquivando al gentío se abrió camino hacia los gemelos.

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Hace algunas horas, no muy lejos del Lion's Den, dentro de Zonko's para ser exactos, Fred Weasley había estado conspirando. A unos pocos pasos, convenciendo al vendedor de darles un monumental descuento, estaba su gemelo. Las mentes macabras de los gemelos enfocadas en maquinar una artimaña para eliminar a Warrington de la ecuación.

Desde que Agatha había aceptado ir al baile con la serpiente, Fred se había obsesionado con evitar que la extranjera perdiera su tiempo con -según el pelirrojo- el ser más despreciable que haya puesto pie en Hogwarts. Incluso decía que comparándolo con Quien-Tú-Sabes, Warrington era muchísimo peor, así de dramático se comportaba. El simple hecho de pensar que el Slytherin tendría a Agatha para él solo toda una noche le quitaba el sueño, causándole una irritación inconmensurable.

Llevaba días tratando de convencer a Agatha que había tomado una mala decisión pero había descubierto una nueva capa en la ojiazul. Terquedad, y no cualquier terquedad, sino una muy profunda, del tipo que te vuelve loco. Agatha lo estaba volviendo loco de muchas maneras. Lo mataba cada vez que ella reafirmaba que le gustaba Warrington como su cita. Le carcomía que le dijera que estaría ocupada "conociendo a Cassius mejor" ¿Qué diablos se suponía que significaba eso?

Era como si hiciera todo en su poder para meterse bajo la piel de Fred. Lo que más le asqueaba era el comportamiento impecable de Cassius. El muy maldito había hecho desaparecer la riña que se tenían desde primer año en un parpadeo, pero Fred sabía más, sabía que la falsa aureola en la cabeza de Cassius era solo una sucia fachada para lograr que Agatha cayera a sus pies y lo peor era que estaba funcionando a la perfección. Tenía que pasar a la fase dos del plan de acción. Tenía que tomar medidas desesperadas.

Repasó muchos planes maquiavélicos tales como hacer que se comiera el dulce que estaban creando que lograría que se convirtiera en una liebre por las horas que durara el baile, pero para su mala suerte, George puso un poco de cordura en su cabeza.

―Mira, entiendo lo que quieres hacer, pero ¿crees que a Agatha le agrades después de hacer que su cita se pierda en el bosque? ―le había dicho―, además, tienes que recordar que ella lo aceptó a él. Y aunque no te guste, debes dejarlo ir.

Y así de fácil había hecho que todos los planes de Fred para dañar a Cassius se destrozaran.

Los que los llevaba al pub era la fiesta organizada por Lee que había sido creada a último momento.

Los muchachos se estaban poniendo cómodos en la única cabina disponible en todo el pub y mientras se deshacían de sus guantes y gorros, Agatha se paró justo enfrente.

― ¿Qué puedo traerles hoy, chicos? ―preguntó la búlgara imitando pobremente un acento inglés.

Fred levantó la cabeza de la mercancía que había traído de Zonko's tan rápido que le produjo latigazo, encontrándose directamente con los ojos deslumbrantes de Agatha. La última vez que se habían visto había sido hace un par de días, así que la visión de Agatha le resultó sorpresiva. No esperaba verla en ese antro. Una sonrisa dejó su boca sin permiso.

― ¿Te va tan mal en el quidditch? ―bromeó Fred sacándole una carcajada a Agatha.

―Las propinas son mejores que el pago en el equipo ―Agatha se encogió los hombros.

― ¡Ag! ¿Qué haces aquí? ―Lee estiró su brazo para chocar los cinco con la chica.

―Vine con Cassius, me invitó a una fiesta de Nochebuena. ¿Y ustedes?

Fred se enderezó e intentó ver entre la multitud el cabello de Warrington, deseaba soltarle un puñetazo que le descuadrara la mandíbula. Había demasiada gente para dar con él, se había salvado esa vez.

― ¿Por qué no dejas plantado a la zarigüeya de Cassius y te sientas con nosotros? Te prometo que somos buena compañía.

―Me encantaría pero me están esperando, ¿Por qué no se unen a nosotros? En nuestra fiesta hay un francés que puede beber tres pintas en como diez segundos, es graciosísimo.

Los tres muchachos intercambiaron una mirada de incomodidad. Balbucearon un poco antes de que George dijera:

―Los leones y las serpientes no son muy buena combinación.

― ¡No sean así, será divertido! ―insistió Agatha y juntó sus dos manos frente a su pecho en un gesto de súplica.

―Quizá dentro de un rato cuando lleguen las chicas ―sugirió Lee.

―Agatha, ¿puedo hablar contigo un segundo? ―Fred sorprendió a la búlgara con la proposición. La chica revoloteó sus pestañas un segundo antes de aceptar.

Fred se levantó del asiento como un resorte y empezó a caminar con las manos dentro de los bolsillos del abrigo hasta salir del establecimiento.

Fuera del pub estaba nevando copiosamente, las calles de la pequeña villa estaban cubiertas de nubes blancas, ya había caído la noche lo que hacía que la luz de las farolas abrillantara la escena. Agatha abrazó sus antebrazos y los frotó para proporcionarse calor, de haber sabido que saldría de la taberna hubiera traído consigo su chaqueta de cuero. Fred caminó hasta alejarse un poco de los jóvenes que mantenían conversaciones festivas fuera del local y en los negocios adyacentes. Repentinamente se volteó casi haciendo que Agatha se estrellara con su alargada figura.

Fred fijó la mirada en Agatha y su corazón dio un vuelco involuntario. ¿Cómo lograba hacerlo? ¿Y por qué le sucedía cada vez que la veía sin importar cuantas veces la había visto ya? Agatha cubierta de copos de nieve, con los labios y mejillas sonrosados le daba un brillo especial. Trató de imaginarla así todos los días en Durmstrang y aunque él toda su vida detestó el invierno, deseó con todas sus fuerzas que el invierno durara para siempre.

― ¿Cómo estás? ―fue lo primero que dijo.

― ¿Me has traído aquí para preguntarme como estoy? ―Agatha ladeó su cabeza con ternura―. Estoy bien, gracias por preguntar. ¿Y tú?

―Estoy b-bien. ―« ¿Ahora tartamudeas, Fred? ¡Contrólate, idiota, por Merlín! Agatha es una chica normal, compórtate» ―pensó Fred para sí mismo―. ¿Cómo se está portando tu cita ideal?

―Muy bien, te sorprendería. No entiendo que tengas contra Cassius pero es un buen chico, Fred. Creo que escogí bien ―aseguró Agatha, estaba siendo sincera. Hasta ese momento no tenía ninguna queja de Cassius.

―Pues yo no me fiaría de él, es un Slytherin así que en cualquier momento podría envenenarte. Solo digo.

― ¿Qué tiene que ver que sea de Slytherin? Honestamente no entiendo cuál es esa división que tienen con las casas, es algo infantil si me lo preguntas.

―Agatha, es casa de los magos oscuros, además es un patán con todo el mundo. Sé que no lo parece, pero es un completo imbécil y sé que está fingiendo para que pienses lo mejor de él.

―Imagínate que juzgáramos a las personas por si en su escuela estudiaron magos oscuros. ¿En dónde me dejaría eso a mí? ¿Y a mi hermano y a mis amigos? ―Agatha cruzó sus brazos frente a su pecho, la conversación había tornado un camino rocoso.

―No, no, obviamente hay gente buena en Slytherin, y eso no es lo que quise dar a entender. Lo lamento, es solo me hierve la sangre cada vez que finge frente a ti. ¿Sabías que en segundo año casi me expulsan por su culpa?

Agatha no entendía qué sucedía ni cuál era la insistencia de Fred en cuanto a Cassius, pero sabía que le molestaba, lo notaba en su expresión corporal y en cómo había mirado a Cassius el día de la invitación pero no entendía la razón. Si Agatha no supiera mejor diría que estaba celoso, pero era demasiado egocéntrico pensar eso. Así que en cambio lo relacionó como que simplemente Fred quería que ella, como su amiga, anduviera con las personas correctas.

Mientras pensaba qué decir, Agatha se fijó en Fred. Su cabello largo estaba lleno completamente de copos de nieve y los tonos cálidos de su jersey lograban resaltar el color intenso de su cabello. A Agatha le gustaba el contraste de la nieve contra la melena electrizante del gemelo. La muchacha estiró su brazo y tomó la mano Fred. Sonrió con tal delicadeza que podía detener una guerra, y técnicamente lo estaba haciendo, o por lo menos disminuyéndola, la guerra de Fred contra Cassius.

―Gracias por preocuparte, pero estaré bien. En serio. Si Cassius termina siendo un imbécil lo mandaré al carajo y golpearé tan fuerte como te golpeé a ti el día que llegaste tarde. ―Fred se rió por primera vez y relajó los hombros―. Despreocúpate y prometo apartarte un baile.

Agatha tenía un efecto demoledor en la conducta de Fred. Era increíble como tenía el poder de hacer que su piel ardiera de ira y como podía enfriarlo y tranquilizar todos sus pensamientos. Mentiría si decía que se había sentido así antes. Sus palabras lo hicieron sentirse confiado que Agatha no aceptaría mierda de nadie y que nunca estaría de verdad con alguien como Cassius.

―Es un trato, entonces. Soy un excelente bailarín, no te arrepentirás.

―Nunca podría ―Agatha sonrió―. ¿Volvemos dentro? Un minuto más aquí y juro que me convertiré en una paleta.

Fred pudo durar ahí fuera, bajo la luz de las farolas y la blanca nieve por siempre, junto a ella. Pero asintió y siguió a Agatha al bullicio del pub.

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