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𝐝𝐢𝐞𝐜𝐢𝐬𝐢𝐞𝐭𝐞

Salvajismo.
Levi Ackerman

Veía los altos y frondosos árboles, aquellos en donde cada rama yacía establecido un soldado para la seguridad del hombre a quien teníamos en custodia. Lo miraba con detenimiento, sabía que al hacerlo, llegaría un punto donde se abrumaría y no le quedaría más remedio que sostenerse a quejarse. Las ramas se movían, mientras que el fuego de la fogata que nos separaba continuaba trascendiendo hasta hacerse humo. Me jugaba con las manos, a pesar de que él estuviera ten entretenido en releer el mismo libro por los últimos dos días, haciéndome sentir desesperado por su semblante tan sereno, sabiendo que en mi interior, aún seguía ese sentimiento de impotencia perturbarme cada vez que lo miraba a los ojos y no veía sensibilidad de su parte. Después de todo, me había encontrado con un tipo más inexpresivo, uno al que no podía entender, solo se que para mi, era un bufón a quien quería acabar. Zeke Jeager, no era nada más que un hombre con una capa falsa, una capa de heroísmo falso que lo trajo hasta aquí con sentimiento que necesitaba redimir. Enganchado en la salvación, pero yo, solo quería redimir mi promesa, necesitaba verlo pudrirse en la perdición, al igual que esos hombres que le hicieron frente cuatro años atrás, antes de la restauración del muro María, antes de nosotros dos estar aquí, frente a frente.

Baje la cabeza, respirando hondo. A pesar de que los años continuaron pasando ante mis ojos, nada parecía haber cambiado en lo absoluto. Seguíamos en un rincón sin salida, sin que pudiéramos saber cual puerta para escapar debíamos escoger, porque parecíamos seguir encontrándonos contra la espada y la pared. Pude haber abandonado todo, irme e huir, pero desistí y ahora estoy aquí, delante de este hombre. Era una impulsividad de mi parte que hasta inclusive a mi me aterraba, lo que era capaz de hacer, me enfriaba por dentro. Ahora mismo, ser el soldado más fuerte no importaba cuando el mundo estaba decayendo. Se estaban haciendo cargo, y no me refiero a los que estaban más allá de los muros, nuestra propia gente se está enfrentando a una batalla de la que no podíamos escapar. Estaba cansado, he luchado por dentro y por fuera. Pero, prometí encontrar la razón, prometí encontrar la verdad, y aún así, estaba pareciendo consumirme nuevamente en un engaño. Pero quería demostrarle a este hombre, que soy mortal. No éramos iguales, estábamos construidos de diferentes componentes. Una vez que yo estaba en juego, no era nada misericordioso y él lo supo aquel día que nos enfrentamos por primera ves, sin saber que ahora, tendría que soportar que estuviera aquí, respirando los aires que les quito a todos esos soldados. A él, a Erwin.

—Oye Levi, no entiendo como no puedes aburrirte, el observarme tan detenidamente empieza a verse algo enfermo de tu parte.—comentó, cerrando el libro, para mirarme.

—Lo enfermo es que aún estés aquí luego de las miles de vida que te has dedicado en cobrar todos estos años.—musité, fríamente.

—No me juzgues capitán, no he sido el único que ha tenido que acabar con la vida de cientos de hombres solo para llegar a un objetivo justo.—justificó, de eso tono tan bufo que me abrumaba.

—¿La gente de Rakago tenía alguna culpa de tus extraños fetiches?—le pregunté, viéndolo desaparecer ese rostro burlón.—Yo creo que merecían seguir siendo humanos, aunque no tuvieran un poco de humanidad como nosotros.—indique, fríamente, viendo como él respiraba hondo.—Pero, no me parece creíble como lograste convertirlos en titanes, Zeke.—musité, dudoso, viendo como él se acomodaba en el cajón.

—Luego de que llegáramos a Paradis por primera ves, decidimos crear una estrategia a nuestro favor, así podríamos retenerlos. Luego de dejarlos inconsciente con el gas, fue que todo sucedió. A esto lo conocen como armas de gas, para hacerlo se necesita mi líquido que la médula espinal.—me contaba, nuevamente.—Cuando el pueblo de Ymir respira un poco del gas, queda paralizado. No pueden controlar sus cuerpos, y pierden la conciencia. Y con solo un comando que de, estos viajan a través de los caminos, llevando el poder de los titanes hacia las coordenadas. Por eso los titanes de ese pueblo, obedecen sin dudar todas mis órdenes.—decía.

—No es ese pueblo, se llama Rakago. Ese es el nombre del pueblo que tú masacraste. Así que no olvides su nombre, barbudo.—le esclarecí, interrumpiéndolo, viendo la serenidad en su rostro, con esa barba apestosa.

—Bueno, no quería lastimar a nadie. Pero si no obedecía, hubieran descubierto que estaba del lado de Eldia. Por lo tanto, no hubiera podido traer la esperanza a esta isla. Pero ya lo sabías, les dije todo en cuanto llegamos a este sitio, no lo entiendo. ¿Por qué me sigues preguntando lo mismo?—me preguntó, cuestionándome.

—En realidad puedo percibir que no sientes ningún tipo de culpa por tus acciones. No tengo idea si realmente quieres salvar a Eldia, pero para ti esas vidas no significaron nada.—musité, fríamente ante su serenidad.

—No debes ser muy popular con la gente, porque todo el tiempo crees saber cómo se sienten los demás.—me acuso, en un tono alto, como si me conociera, dejándome desconcertado.

—Eso lo sé... pero si soy popular, mucho.—arregle, en un tono bajo, cabizbajo, realmente lo era, era muy popular.

—Es cierto. ¿Y tu anillo? Creí que te casarías, Levi.—levante la mirada, observando cómo él detuvo la suya en mi, señalando mi dedo.

—Iba tener una ceremonia real antes de que Eren avisara del ataque. No se pudo lleva a cabo, pero eso no te importa.—indique, viendo cómo continuó mirando mis manos.—No te importa.—volví a repetir, afligido con su pregunta.

—¡Si lo que tú digas! Así que, ¿cuando podré ver a Eren para empezar con los experimentos?—me preguntó, desviando el tema ante mi denegación a charlarlo.

—Eso no depende mi, solo espero ordenes del cuartel.—le respondí, vagamente.

—Si ellos creen que tienen mucho tiempo para prepararse, se equivocan, diles eso.—decía, por lo cual asentí mirándole cortantemente.

—Por única ves coincido contigo.—ínfero.—Ya empieza a dolerme la cabeza.—lleve mi mano a la cíen, esta situación me abrumaba.

—Eso es un instinto Ackerman, ¿lo sabías?—me preguntó, curioso ante lo que había comentado.

—No. Tampoco me importa.—respondí, pero el suspiro gruesamente y sonrió de lado.

—No creo que tengas el conocimiento suficiente de tu clan, capitán Levi. Se un poco de historia. Además, tú hijo es un Ackerman, es bueno que sepas sobre sus propias linajes.—me decía, pero me quede en silencio, no me interesaba escucharlo en lo absoluto.—Los Ackerman son capaces de manifestar la fuerza de un titán en su forma humana sin la necesidad de heredar a alguno de los nueve titanes, luego de eso, son capaces de despertar un poder, pero ese poder conlleva un gran entrelazo. Este poder no es capaz de despertar por si solo, para lograr usarlo se necesitaba entrelazarse con alguien. Para explicártelo mejor, un amo a quien debes proteger.—me decía, mirándome fijamente.—¿Has sentido como si algo despertara dentro de ti?—me preguntó, a lo que vagamente asentía.—Luego de que ese poder despierte, y te entrelaces a alguien como un lazo, hará que los instintos propios de la sangre Ackerman sobre proteger a su huésped fluyan. Todo esto porque ustedes fueron individuos diseñados para resguardar a los reyes de Eldia.—continuaba contándome.

—Si, suena muy conmovedor.—respondí, sin importancia, hasta que vi su mirada tan detenida en mi, y sabía que había otro mensaje en sus palabras.

—Hay varias ocasiones en las que un Ackerman con el poder ya despertado es capaz de experimentar dolores de cabeza punzantes, esto se debe a que "su verdadera persona" intenta resistirse al instinto Ackerman de proteger a un amo. Dime, Levi... ¿eso no te suena?—me preguntó, haciéndome tensar.—¿Se te viene un nombre a la cabeza?—el color avellana de los ojos de Adeline se esclarecía en mis memorias.

—¡Capitán Levi!—me sobresalte, observando al soldado que llegó hasta a mi, mirándome preocupado, pero este se inclinó para dirigirse a mi oído.—Traigo noticias del cuartel, el comandante supremo Zackly ha muerto... —susurro en mi oído, y espontáneamente abrí mis ojos grandemente, era imposible.

—¿Qué? ¿Lo qué dices es cierto?—pregunte agitado.Ya vuelvo, barbudo. Pórtate bien y lee un libro, los manos parecen ser bastante inteligente.—comente, levantándome algo aturdido del Banco en el que estaba sentado, para seguir a mis soldados a quienes alenté a impulsar a una de las ramas más altas con el equipo de maniobras tridimensionales.—Así que, ¿mataron a Zackly?—pregunte, aún anonadado.

—Si.—respondió mi subordinado, al lado de otro, que me miraban, dejándome sorprendidos.—En este momento los Jeageristas tomaron el control de las murallas. Creemos que es una estrategia que crearon Zeke, Eren y Yelena. Es probable que planearan esto antes de que él llegara aquí.—me contaba, tan detalladamente, pero es que esta mierda no era de esperarse, después de todo, ya ni Eren era de confiar como antes.

—¿Y qué más?—les pregunté curiosos, queriendo saber el estado de la situación, significaba que la legión también estaba en peligro.

—Creo que los Jeageristas pueden encontrar la ubicación de Zeke, y traer a Eren como lo habían pedido.—musitaba otro de mis subordinados, dejándome en una gran tensión.

—¿Qué pasa con Pixis? ¿Qué rayos piensa al respecto?—les pregunté, sabiendo que ese viejo no podía quedarse de brazos cruzados por nada del mundo, estábamos apunto de entrar a un conflicto mayor que se nos escaparía de las manos.

—Como debe de saber, el comandante puede ser bastante terco.—respondió mi subordinado, haciéndome sentir que perdería el control en cualquier jodido momento.

—¿Se quiere asegurar que alguien se coma a Eren verdad? Y quiere que yo me haga cargo.—musité, entendiendo las intenciones de ese muerto andante y borracho.

—Así es.—me respondieron.—Cree que la reina Adeline es el recipiente perfecto, capitán.—murmuraron, dejándome en denegación.—Se ha ordenado el aislamiento de la reina, pero ella ha insistido en permanecer en el distrito. Parece ser, que algo más está ocurriendo, pero venimos acá en cuanto antes para dejarle informado, capitán.—me decía.

Lleve mi mano a mi cabeza, sintiendo esa punzada nuevamente. No quería creer nada de lo que me habían dicho, era irreal imaginar que esta historia, terminara de esta manera. Los ojos color avellana de Adeline vinieron a mi, su ahora cabello largo flotando con la brisa del viento que expulsaba en el horizonte de ese mar que ella observaba con tanto aflijo. Adeline había cambiado en algún punto, pero seguía siendo ella en el fondo. No podía permitirlo, no podía llevarla a este final, pero después de todo, Eren ya la estaba acabando con lentitud. Nuestro hijo la necesitaba. Eren lo sabía. Porque cada movimiento de él, le clavaba una estaca en su corazón, una que la hacía sangrar con lentitud, que provocaba que caminara desorientada sin saber cual elección tomar. Eren, nos ha decepcionado a todos, pero más ha decepcionado a su hermana, quien ha creído en él desde el principio. Incontables veces, me cuestione si debí haber aceptado la responsabilidad de Eren en aquella corte, pero impulsivamente me levante para patearlo creyendo que era la única opción que teníamos. Maldición. He salvado a Eren una y otra vez. Por esa razón muchos compañeros han muerto, y todo por creía que él era la esperanza de la humanidad. Esto, es como una broma de muy mal gusto. ¿Qué fue lo que vimos en él? ¿Qué nos hizo darle toda la confianza de la legión. Nos esforzamos tanto por una maldita farsa cómo está.

—Esto es una mierda. Ni siquiera es divertido, y también tenemos a otro que debería ser devorado.—comente, frustrado.

—¿A qué se refiere?—me preguntó mi subordinado, mirándome curioso ante lo que dije.

—La daremos el titán bestia de Zeke a otro. Atraparemos a un Jeageristas y lo convertiremos en titán, haremos que devore a Zeke. No sé si Eren en verdad este siendo manipulado, pero una ves que pierdan a Zeke, estarán acabados.—conté, detalladamente hasta que un bullicio pareció elevarse en la parte baja del árbol.

—¿Capitana Ackerman? ¿Qué hace aquí?—abrí mis ojos grandemente, gruñendo, observando cómo un caballo aparecía en mi vista y de él se bajaba nada más y nada menos, que Adeline, equipando su equipo de maniobras tridimensionales.

—Maldita sea. Lo que faltaba.—dije en un gruñido.—Bien, díganle eso a Pixis. ¡Vayan!—les pedí, acomodándome para saltar.

—¿Lo dice en serio capitán?—me preguntaron desconcertados.

—Mientras le cortó las extremidades a ese idiota y sacó a la reina de aquí, ¡el viejo vendrá!—musite altamente, impulsándome al aire para perder altitud, y llegar al suelo, observando a Adeline de espalda.—Adeline, ¿qué carajos haces aquí?—pregunté a la distancia, antes de llegar a ella.

—Contéstame, Zeke. ¿Qué tenía ese vino?—preguntó ella, girándose bruscamente por mi suave tacto en su brazo.—Levi.—me llamo, ella estaba agitada, pareció haber venido con prisa, no podía respirar sin entrecortarse.

—¿Dónde está?—le pregunté, apretando su brazo de manera delicada, verla aquí, me abrumó.—Adeline, dímelo.—le pedí, viendo como ella aún miraba afligida a Zeke.

—Está a salvo, lo juró.—me dijo, en un hilo de voz, mientras que veía como ese bufón la miraba con detenimiento, había una pizca de sonrisa en él, una que me incómodo, le asentí a ella, queriendo distanciarla; no era un buen momento para que ella estuviera aquí.

—¿Ese libro es entretenido?—le pregunté a él, viendo cómo sostenía ese libro nuevamente en sus manos, me miró con una expresión vaga.

—Si, bastante. Por eso lo he leído siete veces.—comentó, sarcásticamente, observando a Adeline en cada parpadeo que ejecutaba.

—Supongo que nuestra conversación no dejó que te centrarás.—le dije, viéndolo mirar a Adeline detenidamente, sentía el ambiente pesado.

—¿Quería que me centrará en algo que ya leí siete veces?—me preguntó, nuevamente con ese tono burlón.—Por cierto, ¿ya no te queda nada de vino?—me preguntó, pero a mi lado, Adeline soltó una bocanada de aire.

—Ya llevamos un mes entero aquí, ya no queda una sola gota.—le dije, intentando de distanciar a Adeline de él, pero ella intentaba permanecer fuerte.

—Maldita sea. Agh, que torturas tan crueles se les ocurren.—esbozó él, con una mueca irritante.

—Continúa con tu lectura.—le pedí, para apretar el brazo de Adeline, pero su firmeza anterior, me hizo detener en seco.—Adeline, ven, hablamos.—le pedí, pero gruñó frustrada, y bajo la cabeza.

—Oh, vaya. Ya sé por qué estás aquí.—musitó Zeke, haciéndome levantar la vista, desconcertado.—¿También querías seguir bebiendo de ese vino?—le preguntó a ella, haciéndola tensar a mi lado.

—Se acabó. Voy a matarte, Zeke.—murmuro ella, mientras gruñía, llevando las manos a sus hojas, pero aquí sucedía algo que no entendía, la transparencia de palabras no concordaba.—De por si, ya no viviré para contarlo.—esbozo.

—Le dije a Eren que no debía confiar en ti. Aún así, decidió ponerlo todo en tus manos. Al final, tuve razón, porque estás aquí y no te queda más opción que redimirte en un arrepentimiento sólido. Supe que tú amor por este hombre sería más fuerte que incluso salvar Eldia.—decía él, viéndolo sentado mientras nos miraba.—De cualquier manera, no importa. Eren es mi hermano, pero tú no.—afirmo él, y eso se había escuchado de manera amenazadora.

—Adeline, ¿qué está ocurriendo?—le pregunté, viendo como ella no me miraba, afligida a lo que Zeke le decía.—Buscaré tú caballo, y saldrás de aquí. Busca a Liam, es en lo único que debes enfocarte. Déjame a cargo de esto, solo a mi.—afirme, distanciándome de ella, soltando su brazo con delicadeza.—Continua con tu lectura.—le pedí a Zeke, fríamente.

—A sus órdenes, jefe.—me respondió, lleno de sarcasmo, por lo cual le di la espalda, esperando llegar al caballo de Adeline, necesitaba sacarla de aquí.

—Sin importar la respuesta de Pixis, destrozare a ese infeliz.—musité para mí mismo.—Treinta soldados completamente entrenados, rodean el bosque desde arriba. Aunque se transforme en titán, ese maldito no podrá escapar.—pensaba, mirándole de reojo, Adeline aún permanecía delante de él.—Ya lo sabía, ese maldito barbudo es nuestro enemigo. Con ese punto aclarado, no hay razón para que el prisionero conserve sus extremidades. Me tomo mucho tiempo... Erwin, por fin cumpliré con mi promesa de aquel día. La muerte de todos no fue en vano, y finalmente podré demostrarlo.—pensaba, teniéndolo a él en mi mente, hasta que por un momento escuché la voz de Adeline.

—Levi, espera.—me pidió, haciéndome detener en seco mientras le daba la espalda.—Todo este tiempo, ayude a Eren junto a Yelena, fui yo quien lo ha estado guiando hasta.—dijo, levante la mirada con mis ojos abiertos grandemente, aún dándole la espalda.—Eren quería protegerme. Supe todo lo que ocurriría, desde siempre. Pero ahora, no puedo permitirlo. No voy a permitir que mi hijo crezca en este cruel mundo.—musitó ella, a quien giré para mirar, observando cómo sacó de su estuche un arma, apuntándome directamente, dejándome tenso y desconcertado.

—¡Capitán Levi! ¡¿Qué ocurre?!—los soldados cercanos se alertaron de lo que sucedía, pero yo levante mi mano para impedir acercamiento, viendo la mano de Adeline temblar.

—Levi, lo lamento, pero bebí de ese maldito vino, ese vino que tenía líquido espinal de Zeke.—me miró con sus labios temblorosos, haciendo que mi cuerpo se tensara, para cuando ella se giró bruscamente con la intención de atacar a Zeke, desapercibidos no nos percatamos que él huía.

—¿Qué?—me pregunté sintiendo esa fuerte ventisca que se provocó por aquel grito, dejándome helado.—Oye... —me quede anonadado, viendo como Adeline se giraba y me miraba horrorizada, estrechando su mano para alcanzarme.

Todo mi cuerpo se tenso. Fue un escalofrío de miedo que me recorrió, uno que no sentía desde hace años. Grite su nombre en un fuerte desgarro, pero un gran destello de luz se avecinó a su alrededor, opacando por completo mi mirada. Todos esos destellos, esclarecieron el bosque, hasta que fui capaz de ver cómo claramente las transformaciones se llevaron frente a mi, en un solo instante que me dejó aturdido por el simple hecho de realizar que, todos los que estaban a mi alrededor, se habían transformado en titanes. Inclusive ella, incluso la mujer que amaba debía estar envuelta en esta situación tan perturbadora que estaba viviendo. Me quede detenido en seco, viendo ese montón de hombres convertidos en titanes frente a mi, no tarde en retomar impulso en cuanto uno quiso alcanzarme. Llevando el gancho proveniente de mis equipos de maniobras tridimensionales engancharse en el árbol alto más cercano. Tenía mi mirada expuesta, pero dentro de ese montón de titanes, no había uno que se pareciera a ella. ¿Podría ser posible? Adeline tenía sangre real, quizás la transformación no la había afectado, ¿pero donde estaba la mujer que amaba? Fruncí el ceño, viendo la gran velocidad de esos titanes. Lo único que podía recordar, era ese maldito día donde llegaron varias cajas de suministros entre ellos, cantidades inmensas del vino. Debí haberlo denegado, debí haberme negado a que le bebieran. Todo había sido mi culpa, debí haberles dado té.

—Carajo, el vino tenía líquido espinal de Zeke. ¿Desde cuando planeo esto? Dijo que sus cuerpos se paralizarían, ¿era mentira?—me cuestionaba mientras que continuaba impulsándome arriba del árbol, pero ese titán venía por mí a gran velocidad.—¡Mierda, son rápidos! ¿Esto también es obra de Zeke?—me preguntaba, intentando de esquivarlos.—No veo a Adeline, ¿la transformación la habrá afectado?—me preguntaba, removiéndome mientras veía a un titán acercarse, ante ese avistamiento de aquel titán abalanzarse hacia mí para abrir su gran dentadura, me impulsé fuera del árbol, esquivando su ataque de manera impulsiva.

El avistamiento de mis sentidos, me hicieron sentir como estaría apunto de caer en la mano de uno de ellos. Rápidamente, lleve mis manos a mis ambos extremos donde yacían mis hojas, colocados en mis equipos de maniobras tridimensionales, dándome la ventaja de dar un ágil giratorio para cortar por completo los dedos de aquel titán que quería capturarme. Estabilizándome en el aire, pude mirar fijamente aquel titán que iba a capturarme, amonado, tan solo reconocí su rostro, quedando sumamente frío.—¡Barris!—reconocí aquel soldado, apretando mis dientes con fuerzas, con impotencia. Ese hombre, maldita sea. Nos estábamos llevando bien, tan bien, que parecíamos desear que nuestros hijos varones se pudiesen conocer. Ahora, eso quedaría en un vago recuerdo que me perturbaría cada ves que recordara a este hombre. Gruñí. Obligándome a utilizar más gas, impulsándome con más altitud para evitar la mordedura, donde pude encontrarme atrás suyo, viendo su nuca.—¿Aún se encuentran ahí?—me preguntaba, sabiendo que ahora, no había nada que pudiera detenerlos en contra de mi.—Perdóneme.—pedí, aislándome de ellos en medio del aire, sabiendo que me estarían rodeando. Estaba aturdido, estaba dolido. Iba cayendo lentamente hacia ellos, hacia mis compañeros. He visto morir a mis compañeros, infinitas veces, aún así, seguía afectándome de igual manera.

Cayendo en el aire, solo quería esclarecerme en un pensamiento que abasteciera la furia que sentía. Necesitaba olvidar, lo que haría, porque había empezado a revelar mi impotencia en contra de ellos. Pero, era fuerte. Era un soldado, era un maldito Ackerman, mis manos estaban manchadas de sangre desde que era un niño. Estire mis hojas, las estire para poder raspar la nuca de aquel titán, trepándome en el hombro de otro para impulsarme e evitar su mordedura. Caí en otro rostro, tomando la ventaja de sobrevolar en aquella rama, guiándolos hasta mi, pero otros yacían desprevenidos. Así que aproveche eso para impulsarme nuevamente, pasando de una rama a otra, pudiendo ser capaz de cortar las nucas de varios titanes, los cuales empezaban a evaporarse, pero sus sangres caían en mi rostro.—Pa-papá.—me erice, escuchando su voz, era eso lo que necesitaba en este momento tan estruendoso para mi, necesitaba encontrarme en un momento que me hiciera continuar y no desistir. Veía sus ojos grisáceos, como estrechaba sus manos tocando mi rostro. Ese suave tacto. Esa sensación de que me buscará porque me necesitaba. Liam continuaba llamándome, era por eso que estaba aquí, era por eso que seguía luchando, porque debía limpiar el camino de mi hijo para que sus manos no se mancharan de sangre. Gruñí. No podía resistir, pero debía continuar. Debía encontrar a Adeline, debía llevarla devuelta a casa con nuestro hijo. Necesitaba recordar, un día que me hiciera olvidarme de esta tragedia.

Era esa sensación de unión, donde podía sentir que además de ser respetado, era estimado por otros. De que Jean y Connie me abrazaran, de que permitieran reflejar ese respeto a través del cariño. O en cómo incluso una persona tan fría y distante como Leandra, se adentraba en empujones junto a Sasha, sonriendo para zanjarse agua entre sí con nosotros. Me levante, restregando mis ojos mientras me mantenía humedecido con el agua. Observe detenidamente cómo Armin corría, adentrándose al mar mientras que Grace junto a Hange se mantenían en la orilla, jugando junto a Elian. Lo sabía, este sería un día inolvidable. Un día marcado en mi alma que recordaría en los días grises. Así que me detuve en ella, me detuve en cómo Adeline estaba abrazada por los hombros junto a Mikasa, ambas mojando sus piernas en la orilla del mar, mientras que sonreían recibiendo las zanjadas de Armin. Me detuve en seco, mi sonrisa se esfumó, a pesar de este ser un día que me recordaría como brote mi felicidad con personas que no creería hacerlo, pude ver a la distancia cómo Eren nos miraba. Él tenía las manos en sus bolsillos, y su opaca mirada se detuvo en mi. Mientras que las gotas de las zanjadas me alcanzaban, algo no pudo alcanzarlo a él, y fuimos nosotros. Eren me asintió, me transmitía un mensaje de seguridad que no entendía, pero lo entendí en cuanto se giró dándonos la espalda. Porque Eren sabía que estas personas, cada una de ellas estaban donde debían estar.

—Ese era mi propósito. Esos niños que llevamos al mar, era la pureza de la fuerza que nunca obtuve. Por eso, tantos compañeros consagraron sus corazones. Era por ellos que aún seguíamos luchando, porque idealizamos un mundo libre para que pudieran vivir, y aunque me cueste la vida, ¡les daré ese mundo a ellos y a mi hijo!—exclame con fuerza, apretando esas hojas para acercarme a ese titán parado entre medio de los árboles.—¡Ah!—gruñí con fuerza, despedazando aquel último trozo de nuca que me hizo finalizar con este momento tan estruendoso, que me hizo poder sentir que mis músculos se relajaban.—Maldita sea, Eren... —masculle, abatido en la agitación de mi respiración, viendo alrededor como todo había culminado.

Me detuve, toda esa bruma de vapor estaba encima de mi, mientras que las gotas de sudor bajaban de mi frente, mis manos temblaban. Sentía mis músculos tensos, pero también, un terrible calentón encima de ellos. Había un gran silencio, uno que me hizo sentir solitario en estos altos árboles. Me giré, observando los cuerpos titánicos desvanecerse, con eso, se llevaba el alma de todos esos subordinados que trabajaron junto a mí por todo un mes, por todo un año. Tire mis hojas, caminando hacia ese espacioso hueco del vapor que esclarecía los que mis ojos procuraban. Corrí, corrí dejando mis hojas en el suelo, deteniéndome frente a ella, con mi pecho alborotado, subiendo y bajando, dándome una respiración entrecortada. Me incliné, observando a Adeline acostada de lado, pero cuando la toque, sentí que un escalofrío me recorrió. La giré, observando su boca ensangrentada, al igual que sus oídos, la sangre brotaba de su nariz. Me quede anonadado, observando sus ojos cerrados y como parecían haber rastros de lágrimas sobresalientes de ellos, pero ante moverla, se deslizaron por sus mejillas. No entendía que estaba sucediendo, solo se que la aferré a mi cuerpo, la aferré con mucha fuerza. Me quede sentado, removiendo su cabello, queriendo tener acceso en ver su rostro, intentando de limpiar la sangre que salía de ella, pero no había herida en el exterior.

—Oye, Adeline.—la llame, sabiendo que si no había sido víctima de la transformación, debió al menos entrar en un estado de shock.—Despierta, tenemos que buscar a Liam.—le decía, sintiendo su cuerpo débil, sus manos estaban aflojadas, no había fuerza en ella.—¿Adeline?—preocupado la miré, pero mi corazón empezaba a palpitar con rapidez.—No, no, no.—exclamaba desesperado, llevando mi oído a su pecho, no había nada, ni se escuchaba nada.—¡No, no! ¡Adeline! ¡Reacciona!—le pedía, sacudiendo su cuerpo con fuerza, pero ella no se movía.—¡No por favor, no! ¡Adeline no me dejes, por favor no me dejes, Adeline!—gritaba, con mis ojos humedecidos, y manos temblorosas sosteniéndola.—¡Perdóname!—grite, impotente, sabiendo que había confiado en ella como confié en todos aquellos que murieron luego.—¡Debí haberme quedado!—emití, sintiendo el desgarro de mi garganta.

Solloce, aferrándome a su cuerpo, a pesar de que la sangre en su rostro manchara todo mi atuendo, la aferré. No podía ser esto tan cruel, el hecho de que fuera la etapa en donde por fin nuestras vidas se entrelazaban, y que este fuera nuestro estruendoso final, me estaba partiendo la vida en mil pedazos. Me quedaba sin respiración, mis sollozos parecían agriar mi garganta en cuanto gritaba, sabiendo que los árboles removían sus ramas, dándome sombra. Impotencia, dolor, tristeza. Eran muchas emociones mezcladas en una, solo se que reflejaba la imagen de Adeline acostada en la cama, junto a Liam a su lado, él levantando sus manos para que lo recogiera, él tocando el rostro de su madre porque le daba luz, una luz que ella me daba a mi. Apreté mis labios, abrazándola con fuerza, pegando su rostro aún lado del mío, mientras que acariciaba mi mejilla contra la suya. De todas las personas, la menos que quería perder era ella, y hoy, mi vida era testigo de que mi peor pesadilla se hizo realidad. Quería sacarme el corazón, porque era horrible lo que estaba sintiendo, levante mi mirada con furia, como si toda esa energía oscura se apegara a mi cuerpo, la sostuve, la sostuve en esa bruma de tristeza. Mi niña, mi amor desde que la vi por primera vez, se me fue de las manos y no pude salvarla. Mis manos temblaban sosteniendo su cuerpo, no había más, Adeline había muerto.

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Próximo capítulo: Decirle adiós al sol.
Levi se enfrenta a un duelo de vida o muerte contra el titán bestia por tercera ves.

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