14- 04- 2000

Philadelphia. U.S.A.

En esta última semana, querido lector, (y si usted es un lector mío, entonces diré cómo diagnóstico, que usted sufre de "Alma pesada"), he concertado mi entera existencia en el librar Duval de aquel hechizo no mundano que le he infligido.

Lo he hecho demostrando ser falso, duro, voluble, interesado... Así es como Michelle, luz de mis entrañas, reflejo de angel, con aquel rostro iluminado, siempre, por una ligera mueca, me ayudó a mí mismo a castigarme por el daño que le he provocado.

Yo, culto lector, me había imaginado, nada menos y nada más, que ella habría gritado de rabia, y me habría despreciado...

Pero no tengo las agallas para decirle una mentira fútil y casi mortificante, porqué no fue así.

" - ¿Que estás haciendo...? - pregunté, sorprendido, hace unos días a una Michelle ebria de un vino no fino, vestida con una camisa no linda, iluminada por una sonrisa no existente. - Necesitas una ducha... - le dije, mirando su figura casi decrépita.

- ¡Yo necesitaría más de morir! - dijo en respuesta, mirándome con esclerótica rojizas como el vino que había bebido, con un tono intenso, por el cual sentí un escalofrío de angustia - ¡Pero ni siquiera la muerte me quiere! "

No creo me des posible olvidar el doblarse dolorosamente de esos labios marchitos, ni el temblar de su mentón.

No sufra por Duval, lector, sufra por mí, porqué ella lloraba sin parar, sin darse cuenta de que su dolor era el mío también.

¡Pues, así tenía que ser! Tenía que odiarme, despreciarme, como yo me odiaba y me despreciaba a mí mismo por la pesadumbre a la que, yo, su presente he destinado.

From: Aidan Gallagher
About: Michelle Duval.