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━━「 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟰𝟱 」━━







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Mis manos temblaban levemente, tanto que apenas era perceptible, pero suficiente para que yo misma lo notara. A pesar de ello, me mantuve firme frente a Penélope, aunque sabía que mi rostro traicionaba las emociones que intentaba reprimir. Por dentro, podía sentir cómo el sufrimiento me llenaba, un peso opresivo que parecía haber desgarrado algo esencial en mí. Mis ojos, que en otros tiempos habrían irradiado orgullo y determinación, ahora solo reflejaban una tristeza profunda, una grieta en mi habitual fortaleza.

Respiré hondo, luchando por encontrar las palabras que necesitaba decir, aunque cada una parecía pesar una tonelada. Cuando mi voz finalmente emergió, salió baja, más frágil de lo que habría querido, casi quebrada por el dolor que me envolvía.

— Tal vez tengas razón -Murmuré, dejando que las palabras se filtraran lentamente en el silencio que llenaba el espacio entre nosotras- Tal vez he perdido lo poco que tenía, pero... ¿Qué otra opción me queda? No estoy aquí para discutir contigo, Penélope. Estoy aquí porque... porque tengo que seguir adelante, aunque me esté desmoronando por dentro.

Hice una pausa, cerrando mis manos con fuerza para detener el temblor que parecía no ceder. Mi mirada, llena de lágrimas contenidas, se alzó para encontrarse con la de Penélope. No intenté suavizar mi expresión; sabía que incluso en mi estado, había un fragmento de fuerza al que aún me aferraba desesperadamente.

— No vine para pedir piedad, ni para rogar por nada. -Dije, más firme esta vez, aunque todavía sentía el peso de mi propio dolor- Estoy aquí porque no puedo quedarme quieta mientras todo a mi alrededor se desmorona. Ya no tengo el favor del emperador, ya no tengo nada... pero aún tengo un propósito. Y mientras tenga eso, aunque sea diminuto, seguiré luchando. Incluso si no parece suficiente. Incluso si lo único que queda a mi alrededor son ruinas.

El silencio volvió a llenar la sala después de mis palabras. Sentía mi cuerpo cansado, como si pronunciar aquello hubiera drenado las pocas fuerzas que me quedaban. Pero dentro de mí, a pesar de todo, una chispa diminuta persistía, un recordatorio de que aún no estaba completamente vencida. Incluso cuando sentía que todo estaba perdido, sabía que rendirme no era una opción. No mientras algo en mí todavía resistiera el embate.

Penélope, siempre tan segura de sí misma, extendió con elegancia una mano hacia el sillón cercano, marcando su invitación como si fuera un gesto casual, pero el brillo de sus ojos decía lo contrario. Ese brillo agudo y astuto, siempre observador, revelaba que, aunque mantenía un tono ligero y despreocupado, cada movimiento estaba calculado.

— Vamos, querida, siéntate. No hay necesidad de tanta formalidad aquí. -Dijo con una sonrisa que, aunque cálida en apariencia, escondía su habitual mezcla de sarcasmo y curiosidad. Mientras tomaba asiento frente a la mesa de té, señaló la vajilla de porcelana perfectamente dispuesta, una escena cuidadosamente preparada para recibirme-

A pesar de su gesto, no podía dejar de sentir una tensión latente. Me mantuve rígida por un momento, debatiendo internamente si aceptar su hospitalidad o continuar resguardando la distancia emocional que parecía ser mi única defensa. Pero finalmente cedí y me senté, aunque mis movimientos fueron lentos y cargados de un aire de alerta. Mi postura era rígida, casi desafiante, y mis ojos apenas se desviaron hacia la delicada porcelana que parecía esperar alguna interacción.

No toqué nada. Ni el té, ni los pequeños bocados dispuestos con tanto esmero. En cambio, mis manos, como si tuvieran voluntad propia, se posaron suavemente sobre mi vientre. Fue un gesto sutil, casi imperceptible para mí, pero no para Penélope. Sus ojos, siempre atentos, captaron el movimiento con rapidez, y no tardó en aparecer esa sonrisa suya, cargada de diversión y malicia.

— Ah, ya veo. -Murmuró mientras se inclinaba ligeramente hacia adelante. Su voz era suave, pero sus palabras estaban cargadas de significado- No puedo evitar notar que hay algo... diferente en ti, Diana.

Su observación, aunque indirecta, me atravesó como una cuchilla. No respondí de inmediato. Mi mano permaneció allí, acariciando inconscientemente mi vientre mientras mis pensamientos se arremolinaban. Pero Penélope, siendo quien era, no iba a dejar que el silencio se prolongara más de lo que consideraba necesario.

— ¿A qué has venido a verme? -Preguntó con una franqueza que cortó el aire entre nosotras. Su tono era una mezcla perfecta de curiosidad y diversión, como si ya tuviera la respuesta pero quisiera oírla de mis labios- No todos saben que sigo con vida desde el derrocamiento de Anastacius, el verdadero emperador. Así que, querida, ¿Qué asunto tan importante te ha traído hasta aquí?

Sus palabras llenaron el salón con un peso que no podía ignorar. Su sonrisa permaneció fija, como si disfrutara de la tensión que había creado, mientras me miraba fijamente, evaluándome. Sentía cómo su mirada analizaba cada centímetro de mí, esperando el momento en que finalmente respondiera. La habitación, a pesar de su elegancia, se sentía cargada, como si incluso las paredes estuvieran al tanto de lo que estaba por decir. Pero aunque sabía que no podía evadirla, tomé un segundo para contenerme, para evitar que lo que sentía me venciera antes de tiempo.

Penélope me observaba con esa sonrisa suya, siempre tan segura, tan incisiva. Pero yo no estaba allí para juegos ni para soportar su diversión a mi costa. La miré directamente, con una seriedad que no intenté suavizar. Mi ceño se frunció, y sentí cómo mi mandíbula se tensaba mientras las palabras se formaban en mi mente, cargadas de una determinación que no podía permitirme dudar.

— No estoy aquí para tus comentarios mordaces, Penélope. -Dije, mi voz baja pero firme, aunque sentía el temblor de mis emociones luchando por salir a la superficie- Estoy aquí porque no tengo otra opción. Porque si no actúo ahora, temo por mi vida y la de mi hijo.

Hice una pausa, dejando que mis palabras se asentaran en el aire. Penélope me miraba con atención, su sonrisa divertida apenas cambiando, pero sus ojos brillaban con una curiosidad que no podía ocultar. Sabía que había captado su interés, y eso era suficiente para seguir.

— Damaris debe desaparecer. -Continué, mi tono endureciéndose con cada palabra- No puedo permitir que siga siendo una amenaza. No puedo permitir que sea ella quien le dé un heredero a Claude. Ese lugar me pertenece a mí, y a mi bebe.

Mi mano, casi sin darme cuenta, se posó sobre mi vientre, un gesto que me anclaba a la realidad de lo que estaba diciendo. No era amor lo que me movía, no después de lo que había sucedido la noche anterior. El Claude que había conocido, o creído conocer, ya no existía para mí. Lo que sentía ahora era un miedo profundo, un temor que me consumía al pensar en lo que él podría hacerme, a mí y a este bebé que llevaba dentro.

— No lo hago por él. -Añadí, mi voz quebrándose ligeramente, pero manteniéndome firme- Lo hago por mí. Por mi bebé. Porque no puedo quedarme quieta mientras todo lo que soy, todo lo que tengo, se desmorona a mi alrededor.

Penélope me miró con esa intensidad que siempre había sabido usar para desconcertar a cualquiera, incluso a mí. Sus ojos, tan penetrantes y astutos, parecían escudriñar cada rincón de mi ser, como si estuviera analizando todas mis intenciones, cada pensamiento oculto. Durante unos instantes que se sintieron eternos, permaneció en silencio, estudiándome, y luego dejó que su sonrisa se desvaneciera ligeramente, lo suficiente para darme a entender que esto, lo que estaba por decir, no sería un simple intercambio de palabras banales.

— He tratado de asesinarla antes. -Dijo, su tono mezclando frustración y algo de cansancio, como quien revive un recuerdo desagradable pero necesario- Pero solo conseguí que quedara en coma. Su hermana, Simone, se encargó de ese niño, Cristophe, mientras ella estaba fuera de juego. Pensé que sería suficiente, que con eso terminaríamos con su historia, pero todo falló. Recuperó la conciencia y, como si eso no fuera suficiente, su hermano regresó fortaleciendo su poder en el ducado.

La escuché en silencio, mis puños cerrados sobre mi regazo mientras las palabras calaban en lo profundo de mi ser. Penélope suspiró, un sonido que parecía entremezclar resignación y la chispa de una nueva idea. Esa chispa se reflejaba también en sus ojos, como si ya estuviera trazando el esquema de un plan.

— Ahora, claro, la situación ha cambiado. -Continuó, inclinándose un poco hacia adelante, su voz más baja, pero con una contundencia que no podía ignora- Damaris ya no es solo una figura social. Se ha convertido en una gran inversionista, un pilar estratégico para la corte. Y lo peor de todo, ha atrapado a Claude en sus manos. Lo maneja como si fuera un simple títere, y eso la hace más peligrosa que nunca. Asesinarla ahora sería demasiado evidente, demasiado burdo. Necesitamos algo más… elegante.

Tragué saliva, sintiendo la creciente tensión en mis hombros mientras su plan comenzaba a revelarse. Penélope, sin embargo, permanecía más tranquila que nunca, como si estuviera completamente segura de su capacidad para desmantelar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.

— Necesitamos que caiga en desgracia. -Sentenció, su tono volviéndose más íntimo, casi como si estuviera compartiendo un secreto que solo nosotras dos podíamos conocer- Debemos desmantelar su reputación, arrebatarle lo que la sostiene. Es decir, atacar su credibilidad, sus negocios. Si pierde el respaldo de sus aliados y de la corte, será como un castillo de naipes derrumbándose. Y tú, querida, serás quien coloque la carta final.

Su sonrisa volvió, pero esta vez era más contenida, más afilada. Cada palabra suya parecía estar tejida con precisión, diseñada para mantenerme atrapada en la lógica de lo inevitable.

— Primero, un escándalo financiero. -Prosiguió, su mirada fija en mí, como si quisiera asegurarse de que entendiera cada detalle- Conozco a algunas figuras influyentes en el comercio que tienen viejos rencores contra Damaris. Si logramos filtrar información falsa, solo lo suficiente para despertar sospechas, podríamos minar su reputación como inversionista.

Mis manos, todavía cerradas en puños, temblaron ligeramente al escucharla. Mi mente, mientras la seguía atentamente, no podía evitar anticipar los riesgos de cada paso que ella mencionaba.

— Después, debemos atacar su punto más vulnerable: su familia. Astrid, George y Cristophe. Si logramos dividirlos, si hacemos que desconfíen el uno del otro, romperemos la base que le da su fortaleza.

— ¿Y cómo pretendes lograr algo así? -No pude evitar interrumpir, mi voz más dura de lo que pretendía-

— Rumores, querida. -Penélope arqueó ligeramente una ceja, pero no se inmutó- Siempre empiezan con rumores. Simone ya tiene suficiente resentimiento acumulado hacia ella. Con el empujón adecuado, ese resentimiento podría convertirse en algo más. Y Cristophe… Los niños siempre son los más fáciles de manipular.

Un nudo se formó en mi estómago, pero no dejé que se notara en mi expresión. Sabía que sus palabras no carecían de razón, por mucho que me pesaran.

— Y finalmente, Claude. -Añadió, su voz endureciéndose mientras mencionaba su nombre- Debemos crear las condiciones necesarias para que, cuando todo esto caiga sobre Damaris, parezca que no hay otra opción que apartarla. Que incluso Claude no pueda defenderla sin comprometerse a sí mismo.

Asentí lentamente, dejando que cada palabra se asentara en mi mente. Aunque sabía que este plan estaba lejos de ser seguro, también sabía que no tenía otra elección. Mi hijo y yo dependíamos de que Damaris desapareciera. El precio a pagar… Bueno, ese era un costo que aún no estaba segura de poder soportar, pero tampoco veía otro camino. Penélope tenía razón. Damaris debía caer, y yo debía ser quien colocara la última pieza que terminara por derrumbar su castillo.
























❨ Después de un tiempo. ❩
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Damaris se negó a ver a Claude desde que se enteró del embarazo de Diana y lo que sucedió esa misma noche en el palacio Rubí, dónde Claude se cobro la vida de varias personas debido su acción de marcharse del palacio imperial. Claude, con su temperamento impredecible y sus decisiones guiadas por impulsos, representaba ahora una amenaza más que un refugio. Y aunque él había intentado contactarla en varias ocasiones, ya fuera a través de cartas o enviando mensajeros, Damaris se mantuvo firme en su decisión de no verlo.

En la residencia familiar, las cartas de Claude llegaban regularmente, marcadas con el sello imperial que una vez había significado poder y protección para ella. Sin embargo, ahora, ese mismo sello parecía cargar un peso opresivo. Cada misiva era entregada a Jessy o Annie, quienes, con miradas preocupadas, las colocaban sobre el escritorio de su señora. Pero Damaris nunca las abría. Las observaba con una mezcla de rabia contenida y resignación antes de hacerlas a un lado.

— Mi señora. -Dijo Annie una mañana mientras entraba al despacho, sosteniendo una carta más, marcada con el familiar sello imperial- El emperador ha enviado otra carta. Esta vez solicita verte de manera urgente. Dice que es importante.

Damaris levantó la mirada del documento que estaba revisando, su rostro carente de cualquier emoción visible, pero sus ojos cargados de una frialdad que raramente mostraba.

— ¿Sabes lo que puedes hacer con esa carta, Annie? -Preguntó con un tono bajo, pero cortante. Annie, aunque incómoda, asintió y colocó la carta junto a las otras en un rincón del escritorio-

— ¿No sería prudente al menos leerla? Y
-Intervino Jessy suavemente desde la puerta, siempre buscando el equilibrio entre su lealtad a Damaris y su deseo de protegerla- Tal vez…

— No, Jessy. -Damaris la interrumpió con un suspiro, girándose hacia ellas- Leer esas cartas no cambiará nada. Sé lo que Claude tiene que decir y, francamente, nesesito tiempo para escuchar que es lo que tiene que decir.

El silencio que siguió fue pesado. Jessy y Annie intercambiaron una mirada, pero ninguna insistió más. Sabían que Damaris había tomado su decisión, y esa decisión no era negociable.

Más tarde ese día, mientras caminaba por el pasillo que daba al jardín, Damaris se detuvo un momento, mirando el cielo nublado.

— No puedo permitirme verlo. -Murmuró para sí misma, como reafirmando sus propias decisiones- No puedo permitirme volver a ser vulnerable, no cuando todo lo que soy está en juego.

Claude, por su parte, continuaba intentando romper ese muro. Pero lo que antes hubiera sido un privilegio su cercanía, ahora se había convertido en algo que Damaris evitaba a toda costa. Para ella, verlo significaba abrir viejas heridas, y en su mundo actual, no podía permitirse ningún signo de debilidad.

El plan trazado por Diana y Penélope se desplegó con una precisión cruel, y los efectos se extendieron como un incendio incontrolable en la vida de Damaris. Los rumores, meticulosamente sembrados en las esferas más influyentes, comenzaron a corroer su reputación como una de las inversionistas más poderosas y estratégicas. Las dudas sobre su integridad financiera y los cuestionamientos hacia su liderazgo empezaron a ganar terreno incluso entre aquellos que antes la consideraban intocable.

En la residencia familiar, el ambiente se había vuelto denso. Las cartas y notificaciones de socios cancelando contratos llegaban diariamente, cada una más desalentadora que la anterior. Damaris, aunque exteriormente mantenía la cabeza en alto, estaba visiblemente desgastada. Las ojeras marcaban su rostro, y las decisiones que antes tomaba con rapidez ahora la hacían dudar.

Una tarde, mientras el reloj en la sala del estudio marcaba las horas con un sonido monótono, Jessy y Annie entraron de forma apresurada. Damaris, que estaba sentada frente a su escritorio revisando documentos con gesto tenso, levantó la mirada. La atmósfera de urgencia era imposible de ignorar.

— Mi señora. -Comenzó Jessy, sosteniendo una hoja en sus manos y con el rostro lleno de inquietud- Hemos recibido otra carta. Esta vez es del Banco Imperial. Están solicitando una auditoría completa de las transacciones realizadas en los últimos meses.

— ¿Y cuál es la excusa esta vez? -Damaris cerró los ojos por un momento, dejando que la frustración se asentara-

.— Argumentan que es un procedimiento rutinario, pero han mencionado los rumores que circulan. -Annie dio un paso adelante, juntando las manos frente a ella- Creen que puede haber irregularidades.

Damaris se levantó lentamente, cruzando los brazos mientras caminaba hacia la ventana. La luz que entraba por los cristales hacía brillar su cabello, pero no alcanzaba a suavizar las líneas de tensión en su rostro. Su reflejo era el de una mujer que libraba no solo una batalla pública, sino también una interna.

— Esto no es un procedimiento rutinario. Es un ataque. -Dijo finalmente, su tono controlado, pero con una dureza subyacente que sus sirvientas no podían ignorar- Quieren obligarme a caer. No buscan la verdad; buscan algo, cualquier cosa, para justificar sus sospechas.

— ¿Quién podría estar haciendo esto? -Preguntó Jessy, su voz cargada de preocupación mientras daba un paso hacia su señora-

— Eso es lo que quiero descubrir. -Damaris se giró hacia ellas con los ojos llenos de determinación- Pero quien esté detrás de esto claramente no entiende con quién está lidiando.

Antes de que pudiera continuar, se escucharon pasos rápidos en el pasillo. Cristophe, su hermana menor, entró apresuradamente con una carta en la mano, su rostro pálido y lleno de ansiedad.

— Damaris. -Dijo, acercándose rápidamente- Madre y padre necesitan hablar contigo. Les ha llegado información sobre estos rumores, y están preocupados.

Damaris lo miró por unos segundos, como si estuviera evaluando qué tan lejos se estaban extendiendo las consecuencias de este ataque. Soltó un suspiro pesado, como si el aire mismo cargara el peso de su frustración.

— Perfecto. Que la desgracia se extienda a cada rincón de mi vida. -Murmuró con amargura antes de girarse hacia Jessy y Annie- Preparen todos los documentos necesarios para el Banco Imperial. No les daré razones para encontrar algo donde no lo hay.

Jessy y Annie asintieron con seriedad antes de retirarse de la habitación, dejando a Damaris a solas con Cristophe. El joven, aunque era aún bastante joven, había heredado algo de la fortaleza característica de la familia y no dejó que la tensión lo hiciera retroceder.

— ¿Qué dijeron madre y padre? -Preguntó finalmente Damaris, su tono apagado pero firme-

— Están preocupados, Damaris. -Cristophe titubeó un momento antes de responder- No solo por lo que los rumores podrían hacerte a ti, sino por cómo esto afecta a la familia. Madre cree que alguien está tratando de destruirte, y padre está... intentando encontrar una forma de ayudarte.

— Por supuesto. -Damaris esbozó una sonrisa amarga, pero su mirada reflejaba un dolor que pocas veces dejaba ver- Debo ser una carga para la familia con todo este escándalo.

— Eso no es cierto, hermana. -Cristophe, decidido, dio un paso adelante- Madre está preocupada por ti y me lo ha dicho. Y padre... bueno, sabes cómo es, pero incluso él está haciendo todo lo posible por entender qué está pasando y cómo solucionarlo... A lo que quiero llegar es que no estás sola.

Las palabras de Cristophe calaron más hondo de lo que Damaris quiso admitir. Por un momento, su postura rígida se relajó ligeramente, y asintió con un leve movimiento de cabeza.

— Gracias, Cristophe. Pero esto es algo que yo debo resolver. No permitiré que esto nos destruya. Ni a mí, ni a nuestra familia.

Cristophe asintió en silencio y salió de la habitación, dejándola sola. Mientras Damaris observaba el jardín exterior desde la ventana, las palabras de su hermano resonaban en su mente. A pesar del caos que la rodeaba, una pequeña chispa de esperanza se encendió. Sus padres, George y Astrid, estaban buscando formas de apoyarla, y sabía que en su núcleo más cercano aún había lealtad. La batalla que enfrentaba era feroz, pero no había terminado, y ella estaba decidida a luchar hasta el final.
























❨ Después de unos días. ❩
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Con el tiempo, los días en la residencia familiar se volvieron más densos, cargados de un constante aire de tensión. Damaris soportaba una carga que parecía crecer con cada carta recibida, con cada inversión retirada y cada rumor malintencionado que llegaba a sus oídos. Pasaba largas horas en su despacho, inmersa en documentos y cálculos, buscando desesperadamente estabilizar el caos que poco a poco parecía estar aplastándola. Las piezas del rompecabezas empezaban a aparecer, pero eran fragmentos dispersos, ambiguos, como si hubieran sido colocados estratégicamente para mantenerla en la confusión.

Una tarde, el sol comenzó a ocultarse tras las colinas, llenando el despacho con una luz cálida pero tenue, un reflejo irónico del ánimo de Damaris. Sentada frente a su escritorio, revisaba con Jessy los registros financieros más recientes, buscando cualquier anomalía que pudiera explicar el declive repentino de su estabilidad. Su rostro mostraba las huellas del insomnio y el agotamiento, aunque mantenía la compostura de alguien que se negaba a rendirse. Era un acto, una barrera que protegía su vulnerabilidad de quienes la rodeaban. Sin embargo, al otro lado de la puerta, Annie irrumpió de manera apresurada, con el rostro cargado de una mezcla de urgencia y determinación.

— Mi señora. -Dijo Annie, con un tono apresurado que no ocultaba la gravedad del momento- Hemos recibido información nueva. Finalmente, hemos encontrado algo... un nombre.

Damaris levantó la vista lentamente, su mirada calculadora y afilada fijándose en Annie. El silencio en la habitación era palpable, como si incluso el aire aguardara su reacción. Annie avanzó, colocando el sobre sobre el escritorio. Jessy, expectante, enderezó su postura, esperando las palabras que estaban por revelarse.

— Penélope. -Añadió Annie, casi en un susurro, como si el nombre en sí mismo cargara un peso desmesurado-

Por un momento, el silencio se adueñó de la sala, roto únicamente por el leve crepitar de las velas. Damaris alzó una ceja, tomó el sobre con un movimiento elegante y, sin vacilar, rompió el sello. Sus ojos recorrieron rápidamente el contenido, absorbiendo cada palabra con una concentración que hacía que el resto del mundo desapareciera. Sus dedos se detuvieron al final del texto, tensándose ligeramente.

— Penélope... -Repitió, susurrando el nombre como si al hacerlo pudiera comprender lo que significaba-

Mientras sus pensamientos comenzaban a ordenarse, Damaris sintió cómo una mezcla de desconcierto y sospecha crecía en su interior. Apenas había interactuado con Penélope en el pasado. Sus caminos se habían cruzado solo en contadas ocasiones, y nunca había habido conflicto entre ellos. ¿Por qué entonces este ataque? ¿Qué motivos tendría para implicarse en un complot tan calculado contra ella?

El aire en la habitación se volvió más denso. Jessy y Annie intercambiaron miradas, conscientes de la intensidad en la expresión de Damaris mientras procesaba la nueva información. A pesar de la claridad del nombre, las preguntas seguían siendo muchas, y la sensación de algo más profundo, más peligroso, comenzaba a surgir en la mente de Damaris. El misterio de Judith no hacía más que abrir una puerta hacia algo aún más oscuro.

— ¿Esa mujer no se había muerto? -Jessy, que permanecía en silencio hasta ahora, inclinó ligeramente la cabeza- ¿Cómo es posible que ahora este involucrada en todo ésto?

Damaris dejó el informe sobre el escritorio, levantándose de su asiento con movimientos calculados. Caminó hacia la ventana, donde el jardín parecía inalterado por el caos que gobernaba su mente. Sus brazos cruzados reflejaban el torbellino de pensamientos que ahora trataban de encontrar un sentido a lo imposible.

— Esa mujer siempre me odió, ya que Anastacius solo quería estar conmigo en ese entonces... Y solo despues de mi accidente, ella pudo volverse amante de él... -Sus palabras se hicieron más lentas mientras conectaba las ideas en su mente- Penélope…

El nombre parecía reverberar en la habitación, cargado con un peso que ni siquiera el tiempo había disipado. Penélope, la mujer que se decía que había muerto tras el derrocamiento de Anastacius, llevándose consigo sus ambiciones y manipulaciones. Sin embargo, la mención de Penélope, hizo que las dudas brotaran con fuerza renovada en la mente de Damaris.

Damaris inclinó ligeramente la cabeza, pensativa. Era extraño, casi ilógico, que Judith hubiera comenzado este complot por cuenta propia. No había ninguna ventaja aparente para él en atacarla. Sus interacciones, aunque fugaces, jamás habían dado señales de resentimiento ni rivalidad.

Se levantó, caminando hacia la ventana, como si el movimiento pudiera ayudarla a aclarar su mente. Observó el jardín exterior, que se encontraba tranquilo bajo la luz del atardecer, pero su mente estaba todo menos serena.

— Penélope murió. -Dijo, casi como si quisiera convencerse a sí misma. A pesar de las palabras, algo en su tono denotaba duda-

— Eso es lo que se creyó durante todo este tiempo. -Jessy se acercó con cautela- Pero, ¿Y si no fuera cierto?

Damaris cerró los ojos por un momento, permitiéndose conectar los eventos recientes con los recuerdos del pasado. Recordó los días antes de su incidente, cuando Penélope todavía ejercía su influencia con esa mezcla de encanto y crueldad que siempre había definido su carácter. Judith había sido parte de su círculo, uno de sus aliados menores. Nada importante, pero tampoco insignificante. Entonces, todo encajó.

Se giró hacia sus sirvientas, su expresión endureciéndose mientras una chispa de comprensión iluminaba su mirada.

— Ella debió estar involucrada en mi accidente con Simone quien se encargó de secuestrar a mi hermano menor. -Dijo con un tono afilado- Parece que está buscando destruirme definitivamente para que no pueda volver a levantarme.

La idea era inquietante, pero cada vez tenía más sentido. Si Penélope estaba involucrada, significaba que no solo había sobrevivido, sino que también estaba moviendo piezas desde las sombras. Damaris apretó los labios, su determinación volviendo a tomar fuerza.

— Esto no termina aquí. -Dijo con frialdad- Si Penélope Judith está viva, entonces este complot es mucho más grande de lo que imaginábamos. No dejaré que ella, ni nadie más, arruine lo que he construido. Si está detrás de esto, la encontraré. Y cuando lo haga, pagará por cada una de sus acciones… junto con los que la estén ayudando.

Tanto Jessy como Annie asintieron, su lealtad firme mientras observaban a su señora recomponerse ante el peso de esta revelación. La batalla estaba lejos de terminar, pero Damaris, como siempre, estaba lista para pelear hasta el final. No permitiría que nadie, ni siquiera Penélope, arruinara lo que había construido.






— - 🌷  - To be continue. . . ୭
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¡Hola, mis queridos lectores! 🌙

Gracias por acompañarme en este capítulo lleno de revelaciones y giros inesperados. La intriga llega a otro nivel cuando Damaris finalmente conecta las piezas y descubre quién ha estado moviendo las fichas en las sombras: Penélope Judith. Pero, ¿Qué otros secretos se esconden tras este complot? ¿Qué significará este descubrimiento para los próximos movimientos de Damaris? Sus voces son esenciales para dar vida a esta historia, así que no duden en compartir sus impresiones y dejar sus estrellitas, porque juntos seguimos construyendo este emocionante viaje. 

Con cariño infinito, 
LadyBeluna019 🌹

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