001
El Gran Comedor estaba iluminado por miles de velas flotantes. Las mesas de las cuatro casas estaban casi llenas. Elaine entró con Marlene, quien parecía mucho más emocionada de lo que Elaine se sentía en ese momento.
—Siempre lo mismo —murmuró Elaine, observando las filas de estudiantes sentados en largas mesas según sus casas.
—¿Qué esperabas? ¿Un espectáculo de fuegos artificiales? —respondió Marlene con una sonrisa mientras le daba un suave codazo.
Elaine rodó los ojos, pero había una pequeña sonrisa en sus labios.
—Siempre me encanta este momento —dijo Marlene, apretando suavemente la mano de Elaine, y cuando las mesas comenzaron a llenarse, Marlene tomó suavemente la mano de Elaine, deteniéndola antes de que pudiera llegar a la mesa de Slytherin. —Espera, ¿no vas a despedirte de mí? —preguntó Marlene con una sonrisa juguetona, sus ojos brillando con cariño.
Elaine suspiró, mirando alrededor del Gran Comedor, consciente de algunas de las miradas.
—¿En serio, Marlene? Nos veremos después de la cena.
—Eso no es suficiente. —Marlene se acercó más, ignorando por completo las murmuraciones cercanas y posando ambas manos en los hombros de Elaine—. Dame al menos un abrazo, McGregor.
—Estás haciendo un espectáculo... —Elaine murmuró, pero su voz carecía de dureza, y su leve rubor traicionaba lo mucho que en realidad le gustaban esos gestos de Marlene, aunque nunca lo admitiría.
—Déjame hacer mi espectáculo, entonces. —Marlene sonrió con picardía antes de abrazarla con fuerza, rodeándola con los brazos como si no quisiera soltarla nunca.
Elaine, aunque incómoda por la atención que atraían, dejó que Marlene la abrazara. Su cuerpo se relajó un poco, y con un movimiento casi torpe, devolvió el gesto.
—De verdad eres imposible, amor.
—¿Y por eso me amas? —preguntó Marlene, separándose lo suficiente para mirarla a los ojos con una sonrisa suave.
Elaine bajó la mirada por un segundo, antes de susurrar:
—Lo sabes.
Marlene rió, inclinándose rápidamente para darle un beso en la mejilla, ignorando cómo Elaine se tensaba ante el gesto.
—Nos vemos después, McGregor. No te escapes.
Antes de que Elaine pudiera replicar, Marlene se giró y se dirigió hacia la mesa de Gryffindor, saludando a algunos amigos en el camino. Elaine se quedó quieta por un momento, viendo cómo se alejaba con esa energía que siempre parecía iluminar todo a su alrededor.
Observando cómo su novia se unía a sus amigos en la mesa de los leones. Desde lejos, podía ver a Lily y a Remus, quienes le dedicaron una mirada breve. Elaine no se molestó en devolver el saludo, simplemente giró sobre sus talones y se dirigió a la mesa de Slytherin.
—Ah, por fin te dignas a aparecer, McGregor —dijo una voz familiar y burlona desde su lugar en la mesa.
Elaine alzó una ceja al ver a Regulus Black, quien le había guardado un asiento junto a él. Su cabello oscuro y perfectamente peinado brillaba bajo la luz de las velas, y con una expresión de diversión y arrogancia.
—¿Estás insinuando que llegué tarde, Reggie? —respondió Elaine con una sonrisa ligera mientras se sentaba junto a él.
Regulus soltó una risa breve.
—Por supuesto que no, solo quería recordarte que este año necesitamos tu presencia para equilibrar todo este caos. —Sus ojos se desviaron hacia la mesa de Gryffindor por un instante antes de volver a enfocarse en ella—. Y veo que sigues siendo leal a tus leones.
Elaine rodó los ojos.
—No empieces, Reggie.
—¿Quién, yo? Nunca. —Regulus se inclinó hacia ella con una sonrisa traviesa—. Aunque debo admitir que ver cómo McKinnon corre hacia ti como un cachorro perdido es... interesante.
Elaine no respondió de inmediato, simplemente tomó un vaso de agua que había frente a ella, pero no pudo evitar sonreír ligeramente.
—Deberías centrarte en tu propia vida amorosa, si es que tienes una —respondió finalmente, ganándose una carcajada de su amigo.
La puerta del Gran Comedor se abrió en ese momento, y todos los estudiantes mayores se giraron hacia ella. Los nuevos de primer año entraron en fila, muchos de ellos con los ojos abiertos como platos mientras miraban el techo encantado y las decoraciones majestuosas del comedor.
—Ah, la frescura de la ignorancia —comentó Regulus con una mueca de diversión, cruzándose de brazos mientras observaba a los nuevos con un aire de superioridad.
Elaine siguió su mirada hacia los pequeños, recordando por un breve instante su propia ceremonia de selección. La diferencia era que ella nunca se había sentido tan asombrada como parecían estar esos niños. Había llegado al Gran Comedor sabiendo perfectamente lo que se esperaba de ella, sabiendo a qué casa pertenecía antes de que el Sombrero siquiera tocara su cabeza.
—¿Alguna apuesta sobre quiénes terminarán en nuestra casa? —preguntó Regulus, inclinándose hacia ella mientras observaba la fila.
—No tengo interés en los niños. No me gustan. —respondió Elaine con indiferencia, aunque en realidad, observaba con cierta curiosidad cómo uno de los más pequeños, con el cabello revuelto y una expresión nerviosa, trataba de mantenerse erguido mientras la profesora McGonagall los conducía al frente.
En la mesa de Gryffindor, Marlene se giró brevemente hacia Elaine, buscando su mirada. Cuando la encontró, le dedicó una sonrisa cálida que Elaine devolvió de forma apenas perceptible antes de apartar la mirada.
Regulus, que no perdió detalle del intercambio, suspiró teatralmente.
—¿No te cansas de ser tan fría, Elaine? Si no fuera por mí, tu reputación sería insoportable.
Elaine le dio un ligero codazo en las costillas, aunque no pudo evitar reírse entre dientes.
—Gracias, Reggie. Siempre tan considerado.
—Para eso estoy aquí, McGregor —respondió con una sonrisa, mientras la ceremonia de selección comenzaba con el primer nombre llamado al frente.
[ • • • ]
La ceremonia de selección terminó, y los nuevos estudiantes se dispersaron hacia las mesas de sus respectivas casas, entre murmullos y aplausos. El banquete apareció mágicamente en las mesas, con platos rebosantes de comida que emitían deliciosos aromas. Sin embargo, mientras todos los demás se servían con entusiasmo, Elaine apenas levantó el tenedor para pellizcar un trozo de carne.
Regulus, sentado a su lado, no tardó en darse cuenta. La conocía demasiado bien para no notar cuando algo andaba mal.
—¿Qué estás haciendo? —le susurró, inclinándose hacia ella mientras señalaba su plato prácticamente vacío con la barbilla.
Elaine le lanzó una mirada rápida, como si intentara restarle importancia al asunto.
—Estoy comiendo, ¿no lo ves?
—Eso no es comer, McGregor. Eso es pretender que comes. —Regulus arqueó una ceja, apoyando el codo en la mesa mientras la miraba con esa expresión de hermano mayor molesto pero preocupado.
—No estoy hambrienta, Reggie.
Él no le creyó ni por un segundo. Soltó un suspiro exagerado y tomó un trozo de pastel de carne de su propio plato, colocándolo con cuidado en el de Elaine.
—Tienes que comer algo. Me rehúso a dejar que te desmayes en el Gran Comedor, porque, sinceramente, sería un espectáculo demasiado dramático incluso para ti.
Elaine rodó los ojos, aunque una pequeña sonrisa curvó sus labios.
—Eres insoportable.
—Y tú eres imposible. —Regulus sonrió, tomando un poco de puré de patatas y colocándolo en su plato—. Vamos, hazlo por mí. No puedo cargar con todo el peso de nuestra amistad si tú no te mantienes de pie.
Elaine soltó una risa ligera, esa que Regulus siempre decía que era rara pero que le encantaba escuchar.
—Eres un idiota, lo sabes, ¿verdad?
—Un idiota con excelentes intenciones. Anda, come.
Elaine tomó un bocado, más para complacerlo que por verdadero apetito, y Regulus sonrió triunfante.
—Ahí está. ¿Ves? No fue tan difícil. Ahora, por favor, no me hagas lanzarte un hechizo para obligarte a comer. Sabes que no dudaría en hacerlo.
—Eres un pésimo amigo. —Elaine negó con la cabeza, aunque su tono era más afectuoso que molesto.
—Soy el mejor amigo que podrías pedir. Y lo sabes. —Regulus le guiñó un ojo, antes de volver a concentrarse en su propio plato.
A lo largo de la cena, continuaron intercambiando comentarios y bromas. Regulus le pasó pequeños trozos de comida, asegurándose de que comiera lo suficiente, mientras Elaine protestaba en broma pero terminaba cediendo.
—Reggie, pareces mi niñera.
—Una niñera guapísima, debo añadir. —Regulus sonrió ampliamente, ganándose otro rodar de ojos por parte de Elaine—. No ruedes demasiado los ojos, te vas a quedar bizca. Además, alguien tiene que cuidarte, porque claramente no puedes hacerlo sola.
—No necesito que me cuiden.
—Claro que no. —Él le dio un golpecito ligero en la nariz con un dedo—. Pero eso no significa que no vaya a hacerlo de todos modos.
Elaine no respondió, pero una sonrisa suave apareció en su rostro mientras tomaba otro bocado. Regulus la observó con una mezcla de cariño y diversión, como si estuviera viendo a una hermana menor testaruda.
—Te quiero, McGregor, pero a veces eres la persona más terca que he conocido.
—Eso es porque no te has conocido a ti mismo, Black.
Ambos rieron, y la charla continúo con pequeños silencios de por medio, pero Regulus notaba cómo sus ojos volvían constantemente a la mesa de Gryffindor, donde Marlene conversaba con Lily y Remus.
—¿Sabes? —dijo Regulus de repente, rompiendo el silencio—. A veces pienso que deberías estar en Gryffindor.
Elaine lo miró con sorpresa.
—¿De qué hablas?
—Es obvio que te importan más los leones que nosotros, los pobres Slytherin.
Elaine nego con la cabeza, una sonrisa pequena y genuina asomando en sus labios.
—Tonterías. Eres lo único bueno que tiene esta casa, Reggie.
Regulus la miró en silencio por un momento. Luego, asintió ligeramente, como si aceptara su respuesta sin necesidad de más explicaciones.
—Y tú eres la única que me hace quedarme cuerdo aquí, McGregor —respondió finalmente, su voz baja, casi en un susurro.
Al finalizar la cena, cuando Elaine y Regulus se disponían a esperar a los de primer año, para llevarlos a su sala común, el pelinegro le dijo que se adelantará por unos minutos, por lo que Elaine se quedó afuera del Gran Comedor, esperando a los niños rebeldes que parecían que iban a faltarte al respeto en cuanto te voltearas, y a Regulus.
—¿Crees que este año será diferente? —preguntó Marlene colocándose al lado de ella, mirando a los pequeños que empezaban a formarse.
—Claro que no. Siempre hay llantos y algún desastre menor. Todo muy predecible —respondió Elaine con un tono seco, pero sus ojos estaban fijos en los estudiantes nuevos.
Antes de que Marlene pudiera responder, Regulus apareció, con una expresión de aburrimiento total.
—El...McKinnon—dijo mientras saluda a Marlene de la manera más falsa que hubiera—. Veo que sigues sobreviviendo a los Gryffindors. —esta vez se dirigió a Elaine. Hablándole como si no hubieran estado charlando toda la cena.
—Reggie —respondió Elaine—. Aquí estoy, como siempre. Esperando a que te dignaras a llegar. ¿Qué hay de ti? ¿Sigues soportando a Sirius?
Regulus alzó una ceja.
—Con más fuerza de la que tú muestras con tus compañeros de mesa. Le rezo a Merlín cada día para que Sirius deje de ser tan infantil.
Marlene, que había estado observando la interacción con interés, se cruzó de brazos y sonrió.
—Qué lindo, una reunión de serpientes. ¿Me van a incluir o sigo siendo una intrusa?
Regulus la miró de arriba abajo.
—McKinnon, siempre es un placer verte intentando encajar donde no perteneces.
Marlene soltó una carcajada y puso una mano en la cintura.
—Oh, Regulus, tú y tu manera de demostrar cariño.
Elaine bufó, colocando una mano en el hombro de Marlene para detener cualquier enfrentamiento innecesario.
—Deja a Reggie en paz. Ya sabes que es alérgico al buen humor.
Cuando los de primer año estuvieron completos, y los murmullos frente a ellos se hicieron más fuertes, Marlene aprovechó para inclinarse hacia Elaine, susurrándole al oído:
—Nos veremos mañana, ¿Si? No dejes que las serpientes te absorban demasiado.
Elaine asintió con una leve sonrisa, sintiendo como la rubia dejaba un corto beso en sus labios, antes de tomar un camino distinto. Regulus la miró de nuevo, esta vez con una ligera mueca.
—¿Cómo soportas tanta energía?
Elaine simplemente se encogió de hombros.
—Es Marlene. Se soporta porque vale la pena. Y porque la amo. Y tu no estás muy lejos, comienzas a fastidiarme...¡Andando mocosos, siganme!—Elaine dijo, sin darle oportunidad a Regulus de hablar.
—Grosera. — murmuró Regulus, cruzándose de brazos, pero empezando a caminar rápido para arrebasar a los de primer año.
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