Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo XX

Ser alguien jodidamente cerrado emocionalmente, era una característica de Wooyoung que siempre había estado fuertemente arraigada a él. No era la clase de persona que decía lo que pensaba ni cómo se sentía. Le costaba admitir lo que tan al fondo de su mente ocultaba y que procuraba no demostrar.

Seonghwa no había sido una excepción.
Tampoco lo había sido Yeosang. Aunque les conocía de toda la vida y sabía que no iban a juzgarlo, fue incapaz de expresarles sus temores, su historia, el miedo que sentía por albergar sentimientos incorrectos.

San era... una cosa rara y diferente, que se le metía bajo la piel y que lo impulsaba a actuar sin pensar. Cuando abrió la boca para dar inicio a su relato, se dio cuenta que las palabras brotaban con una facilidad aterradora y que no había planeado.

La historia empezaba de una manera no muy agradable, y que como cualquier evento desafortunado, acabó en tragedia. Si hubiese tenido la oportunidad de cambiar algo, probablemente hubiera sido aquella noticia.

—Los doctores han diagnosticado a tu hermana —dijo su madre—. Está enferma. Y no tiene cura.

Recordaba la voz quebrada, los ojos cristalizados, los labios temblorosos. Recordaba no haber podido procesar sus palabras, cada una de ellas desvaneciéndose y haciéndose tan poco poco creíbles que Wooyoung llegó a considerar que había sido un simple sueño. No fue hasta que pisó la clínica, que su cerebro hizo clic, y se derrumbó en lágrimas al ver a su hermana en esa cama blanca y pulcra, por la que habían pasado cientos de pacientes cuyos destinos habían pendido de un hilo, como lo hace ahora el destino de ella.

Los primeros meses fueron soportables. En su rostro y en su cuerpo apenas había un atisbo de su enfermedad. Wheein se fue de la clínica y continuó sus clases, continuó con sus actividades usuales, como caminar en el parque o jugar básquetbol con Wooyoung en el patio trasero. Casi podía sentir a su hermana regresando, podía sentir que mejoraba, que nunca había estado enferma.

Pero lo estaba. Y cuando el año siguiente volvió a caer, en el corazón de Wooyoung apareció una grieta inamovible que empezaba a a propagarse.

—¿Puedo verla? —preguntó Wooyoung llegando a la clínica. Su madre levantó la mirada, sentada en la sala de espera, y cruzada de brazos, negó.

—Tendrás que esperar, Hyejin está con ella.

—¿Hyejin?

—Su supuesta amiga —suspiró—. Ven acá, hijo, siéntate.

Tomó lugar en la silla de al lado, sintiéndose confundido cuando las manos de su madre envolvieron las suyas y apretaron de manera fraternal que no era usual viniendo de ella. Se acomodó para verla de frente. Los ojos oscuros y vacíos se fijaron en los suyos.

—¿Sabes lo que significa ser homosexual?

Frunció el ceño, sin comprender a qué se debía aquella pregunta—. Sí, lo sé. Gustar de alguien del mismo sexo.

—Exacto, mi niño —le dedicó una sonrisa, en la que Wooyoung halló amor, mas no sabía la crueldad que ocultaba tras esta—. Y sabes que eso es incorrecto, ¿verdad?

La ignorancia de la juventud. El creer que su madre era la persona en la que podía confiar. La mujer que conocía el mundo y lo veía de una manera absoluta. La que lo sabía todo.

—¿Por qué es incorrecto?

—Es antinatural, cariño. Dios creó perfección, hombre y mujer. La homosexualidad es ir en contra de la palabra de nuestro Señor. Es pecado, y el pecado te llevará al infierno. Es por eso que no debes caer en la tentación de Lucifer —le dijo acariciando sus nudillos con suavidad—. Tu hermana lo hizo. Tu hermana se irá al infierno por su pecado. No quiero que te pase lo mismo.

Había tanta preocupación en su voz. Tanto cariño que Wooyoung no había recibido antes. Le creyó hasta que el mensaje de su progenitora se grabó en su memoria, irrevocable y claro. Sin saber que aunque el infierno esperaba después de la muerte, los demonios existían en el mundo de los vivos.

—¿Me entiendes, cariño? —las caricias se detuvieron, el amor disipándose.

Wooyoung asintió.

No se atrevió mencionarle el tema su hermana, tampoco hablar acerca de Hyejin. La muchacha lo visitaba en la clínica de vez en cuando y a través del vidrio, Wooyoung podía verlas besándose, queriéndose en su pecado, arruinándose por la otra.

Cuando se dio cuenta que le gustaba Yeosang, fue espantoso. Fue como ver el universo derrumbándose. Ya bastante le costaba admitir que estaba enamorado de su mejor amigo, un hombre, para que tuviese además que preocuparse de lo que pensaría su madre si se enteraba.

Sus palabras seguían quemando en su pecho.

"Tú hermana se irá al infierno por su pecado. No quiero que te pase lo mismo".

No puede saberlo.

Ni ella.

Ni nadie.

—Cuando viniste a la cancha de básquetbol ese día, a declararte —dijo Wooyoung con nostalgia, dolor tan pronto los ojos desamparados de San surgieron entre sus recuerdos—. Entré en pánico. En todo lo que podía pensar era en que si no te echaba a patadas como un homofóbico, mi secreto saldría a la luz. Supongo que realmente soy un idiota, dentro y fuera del clóset.

Wooyoung le miró el rostro, y San medio sonrió, comprensivo, queriendo transmitirle que ya no le gustaba rencor por sus acciones; no era nada con lo que no estuviera anteriormente familiarizado. El miedo paralizante, el terror del qué dirán.

Buscaba las palabras adecuadas para tranquilizarlo, para decirle que su madre estaba equivocada; sin embargo, el aire se atascó en sus pulmones cuando procesó lo que acababa de decir.

Cuando viniste a la cancha de básquetbol ese día, a declararte.

—¿Y tú cómo sabías que iba a declararme? —inquirió desconcertado. Wooyoung esbozó una sonrisa engreída, esa que le habría robado el aliento cuando tenía dieciséis, pero ya no más.

—Se notaba. Eres transparente como el agua, bebé —San rodó los ojos—. Como ahora, que sé que te mueres porque te bese de nuevo.

—¿No te estás desviando del tema? —se burló poniendo distancia entre ambos. La mano de Wooyoung se asió en torno a su muñeca y el rubio soltó un ruidito lamentable cuando fue atraído al cuerpo del otro—. Insolente.

—Sólo será uno.

—Y-ya te he dicho que los besos están prohibidos.

—No te quejaste con el que te di antes —presumió. San lo empujó cuando empezó a inclinarse hacia él—. ¿Me rechazas?

Una sonrisa divertida adornó sus labios. San suspiró, una combinación de cansancio y confusión, de tristeza por el pasado del pelinegro y de alegría por saber que había confiado en él para decírselo.

Cuando iban a la escuela, había soñado con aquel momento. Siempre había anhelado ser una persona importante para Wooyoung, siempre había querido besarlo, abrazarlo, tenerlo todo para él. De cierto modo, lo había obtenido, tarde pero lo había hecho. Sólo que con una condición de por medio.

Era temporal.

—Lo lamento —murmuró. Wooyoung frunció el ceño, sin entender a qué se refería—. Lo de tu hermana. Supe que murió... Lo lamento.

—¿Me estás dando el pésame?

—Creo que sí —un nudo en su garganta lo oprimió—. Perder a alguien que te importa, es horrible.

Por eso no puedes encariñarte.

—¿Vas a llorar? —dijo el pelinegro, sorprendido cuando San se talló los ojos. El rubio rió a secas.

—No.

—¿No? Creo que eres muy llorón, bebé. Pero si te soy sincero, el fallecimiento de mi hermana no me afectó como piensas. Creo que... veníamos esperándolo. ¿Sabes?

—¿No te sientes mal? —susurró apartando las manos de su cara. Wooyoung pudo atisbar los rastros de lágrimas en sus ojos y acunó su rostro en sus manos, secando la humedad de sus pómulos.

¿Por qué mierda es tan adorable? No debería ser adorable. No debería encontrar a Choi San tan jodidamente adorable.

—No. Así que no te preocupes —lo tranquilizó. El rubio asintió esbozando una pequeña sonrisa y calidez recorrió su cuerpo.

Había aprendido que encariñarse con alguien que estaba destinado a perder, era inútil... y doloroso. Era mejor mantenerse alejado para ahorrarse un dolor innecesario, que al final terminaría en nada. Las personas que iban sin detenerse, una despedida siendo el único que dejaban atrás. Lo que ellos los unía, era falso y llegaría a su fin tarde o temprano.

Por eso no puedes encariñarte, se recordó. Porque se van y te dejan solo, y luego ¿quién secará tus lágrimas?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro