
LXXXVII
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
El camino y aquel trayecto continuó. Como primera parada, claramente la biblioteca, para poder recoger a Gerard como también había prometido.
El conductor siguió hablando con ella, y Lauren siguió escuchándolo atenta.
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Nuevamente el camino fue largo, hasta llegar a aquel lugar. Pero Lauren pudo pasarla bien en el trayecto. No pudo evitar por otra parte, que hubo el espacio poder compartir con aquel conductor el tema sobre la desaparición de aquellos criminales tan repentina. Que el castillo se había distraído mucho con el tema del compromiso, y parecía ser que todo el mundo también. Pero que ahora estaban tomando mucho cuidado, porque cualquier coincidencia afortunada podía ser sospechosa.
Sam contó que algo había escuchado por las calles. Pero más que se terminaron desintegrando, por lo duros que estaban siendo, por como entre ellos también se traicionaban. Como en realidad su organización no era tan buena como parecía. Y que ellos solos también estaban cayendo.
Pero que de todas formas sospechaba que eso es lo que el castillo quería que piensen para no generar histeria. Aún así las coincidencias no parecían hacerlo ver como una mentira.
La decisión que vayan a tomar el Rey, el príncipe y el consejo. Iba a ser la mejor. De eso estaban seguros todos.
Lauren confiaba también.
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Llegando después de aquel largo tramo, Gerard ya esperaba fuera de la biblioteca, con su pintoresca apariencia de siempre. Con su buen traje, sombrero de copa, y esta vez un monóculo.
Con él estaba su familia, su esposa y sus tres hijos. Todos se parecían entre todos, en esa expresión tan risueña y apariencia gordinflona, la esposa de Gerard era más joven qué el, tenía dos hijos varones, la última era mujer, todos ya eran mayores, claramente. Porque aquella muchacha menor, tenía la edad de Lauren. Pero era un poco más baja, más robusta y estaba embarazada, Gerard iba a ser abuelo.
La familia del hombre había acompañado al mismo porque el hijo mayor supervisaría la biblioteca durante la ausencia de su padre, ya que fue escogido como su asistente oficial junto a su otro hermano de cierta manera. Los otros miembros vinieron por ver a Lauren, a quien solo habían conocido de vista durante varios años, y ahora por fin podían saludarse propiamente.
Llegando a la zona, Lauren bajó del carruaje con ayuda de dos guardias, uno que trajo la pequeña banca de madera, y otro que ofreció su mano como apoyo. Nuevamente eran los dos nuevos hermanos, Louis y Harry.
Debió esperar que así como Gerard su familia era igual de cálida y amorosa. Recibieron a Lauren en la puerta del lugar como si fuera familia suya. Junto a Gerard claramente que jamás borraba su dulzura.
La madre, la esposa de Gerard le tendió una caja que no la había visto sostener antes. El hermano de en medio le dejó otra caja, y aquel hermano mayor que se quedaría como reemplazo tenía un arreglo floral. Que culminó de cierta forma con aquella torre de regalos. Aún abrumada, agradeció de todo corazón por la cantidad de detalles, no se lo había esperado, y se sentía muy halagada.
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Bajaron los otros guardias a tomar los mismos y poder llevarlos al carruaje para que Lauren tenga tiempo de hablar un poco con las personas que la habían recibido, sin él peso de lo que le dieron. Lauren agradeció a los guardias que se llevaron el peso delicadamente.
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—Insistimos a mi esposito y a mi hijo venir un momento. —Dijo la esposa. —Iban a estar solo los dos en este saludo, más ahora que mi Benny ya empezará a trabajar como asistente oficial. —Se refirió al hermano mayor. —Pero teníamos que traer algo. Con ayuda de nuestras muchachas Hayley y yo hemos hecho unas deliciosas galletitas para usted. —Dijo señalando a su hija. —Aquí mi hijo Zach ha traído para usted un hermoso juego de abanicos, y pues mi Benny unas flores como seguramente ya pudo ver. —Se refirió al del medio y al mayor respectivamente.
Lauren se apresuró en agradecerles de nuevo sinceramente por el detalle a todos, incluyendo también a Gerard. Esa familia era muy amable, y se veía muy dulce, Gerard, su esposa, y sobretodo sus hijos, que llevaban la misma luz que Gerard siempre había tenido y era maravilloso.
Claramente una amable conversación pudo surgir, aquellas personas estaban contentas con que a Lauren le haya gustado todos los detalles, deseándole bendiciones para un futuro claramente y esperando que la salida con Gerard al cementerio ese día, salga como estaba planeada.
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No podía dejar de agradecerles a cada momento. Porque sentía que debía hacerlo. Habló un poco más con Hayley, la hija embarazada. Le preguntó cuánto tiempo tenía, y respondió que se acercaba a los ocho meses ya, el parto estaba cerca, no podía estar más feliz. Las nodrizas le habían dicho que posiblemente sería niña, seguía contenta, porque sería su hijo, o su hija. Además contó que su esposo, el yerno de Gerard, un muchacho Henry Henderson, estaba trabajando en comercios de madera, y que por eso no pudo venir.
Todos eran muy dulces y muy amables, una muestra de que las familias aún tenían esperanza en el mundo. Porque habían familias con sentimientos sinceros, paz, tranquilidad y confianza. Les deseaba lo mejor de vuelta, y también deseo que un día puedan todos volver a verse. La esposa de Gerard aclaró que las puertas de su casa estaban abiertas, para tomar un té o comer unas rosquillas.
Y era muy bueno saberlo.
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La familia se despidió del padre y de Lauren que se dirigieron al carruaje después de aquel evento para no atrasar más el tiempo.
Y después de subirse y agitar las manos hacia las personas que aún estaban en la puerta, volvieron a irse.
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La biblioteca no estaba muy llena siempre, por eso a comparación de su anterior visita al pueblo, la cantidad de personas era muy reducida. Debido a la zona, posiblemente también a la hora. Temprano en la mañana.
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La siguiente parte de la historia, hasta llegar al cementerio no fue más que un extenso y larguísimo viaje, que demoró incluso más por el hecho de que había sucedido un pequeño derrumbe en una de las carreteras debido a un deslizamiento de tierra que causaron las lluvias, por lo que no quedaba de otra que tomar el camino más largo.
Pero el propósito de llegar siempre era más motivante, y lo lograron.
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A esa hora en la mañana, sí había gente en el cementerio visitando a sus muertos, pero no era mucha. Además Vladimir estaba enterrado en una zona donde claramente las tumbas costaban más y estaban mejor colocadas. Por ser de familias ricas, así que esa zona estaba más vacía.
Junto a Gerard compraron varias flores que venían fuera del lugar para poder llevarlas a Vladimir. Un arreglo en forma de corona fue lo que más apropiado se veía y lo que más llamó su atención.
Fuera del cementerio la gente que iba llegando se aglomeraba al notar el carruaje del príncipe y a Lauren de repente. Pero ahí estaban los guardias para mantener el orden todo el tiempo, cerca del carruaje y cerca de Lauren.
En etiqueta, Lauren había aprendido que para esos casos con gente al rededor, en vez de hacer reverencias elegantes en todas las direcciones, podía levantar el brazo y agitar la mano, pero no de forma coloquial como en cualquier caso, sino con los dedos juntos, girando la muñeca, siempre erguida, cabeza en alto. Siempre sonriendo.
Y no era difícil. Solo que ese saludo lo hacían solo autoridades, y aún le costaba procesar que se estaba volviendo alguna, las reverencias siempre eran lo más educado, y agitar las manos estaba bien para los amigos y conocidos. De todas formas lo hizo, dos guardias siempre permanecieron al rededor suyo y el de Gerard. Otros dos con el carruaje.
Lo que más le sorprendió a Lauren fue que la parte de sonreír no fue tan difícil. Porque aunque pequeña la curva de sus labios, no era falsa.
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Se adentraron en el lugar, y claramente al hacerlo el silencio invadió el ambiente. Porque tenía que, ese era el respeto que había de tenerse a todos los muertos. Respetar donde estaban sus muertos, el descanso de los mismos. Porque era importante.
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Gerard la guió a ella y a los guardias por aquella zona del cementerio hasta la tumba de Vladimir Gees. Era un poco alta, y el cementerio en sí era y tenía una gran zona de campo. En esa zona las tumbas estaban un poco más separadas, pero habían varios caminos algo enredados que también debían respetar.
Pronto una tumba a la derecha tenía la típica gran placa de piedra con azulejo gravada
VLADIMIR W. GEES
1802— 1880
Lauren quedo estática unos segundos, aquella visita, y tener la tumba en frente terminó poniéndola más sensible de lo que esperaba, ella traía la corona de flores. Gerard caminaba delante.
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—Jefecito buenos días. —Decía Gerard levantando su sombrero mientras se acercaba a los pies de aquella tumba. Ya habían dejado flores ahí, seguramente otras personas lo habían visitado más temprano. Eso era muy bueno. —Veo que visitas a usted no le faltan señor, y como no si ya es un año de su partida al cielo. —Gerard siguió con una risa mientras veía las lindas flores que habían dejado, Gerard era alguien tan dulce. Que era imposible no enternecerse. —Mire usted quien ha venido también en este día, le apuesto que mejor no puede estar. —Dijo el Bibliotecario entonces animando a Lauren a que siga avanzando.
Y tratando de no quedarse estática por más Lauren avanzó junto al guardia que de en tanto la ayudaba por zonas que no eran muy estables. Y pudo llegar al lado de Gerard, pero no sabía que decir o que hacer, estaba algo abrumada. Gerard se la quedó mirando, porque al parecer ya era su turno de hablar.
Lauren sin saber mucho que hacer primero atinó a dejar la corona de flores al pie de la tumba, junto a los otros arreglos que otra gente había traído antes que ellos. No sabía que decir, o como empezar.
—Yo. —Dudó un poco al notar su voz algo rota. —Yo nunca había hablado con una tumba, señor. —Dijo mirando la lápida, dirigiéndose a Vladimir Gees, así como lo había hecho Gerard. —Pero quise venir hoy, es una fecha triste, pero es especial. Hace un año se fue, ha pasado el tiempo. Todos lo seguimos extrañando. Yo lo sigo extrañando. —Dijo empezando a soltarse un poco. —Usted ha sido lo más cercano a un padre que tuve al llegar aquí. Siempre lo he apreciado, siempre lo ha querido, ha sido mi amigo. Es gracias a usted y gracias a tanta gente que yo ahora puedo estar aquí, desde que todo comenzó. —Dijo, Gerard sonrió tiernamente. —Yo quiero decirle que su deseo está cumplido. Tengo la oportunidad de amar a alguien, y me aman también. Ya sé lo que se siente. —Dijo, no pudo evitar ponerse triste. —El libro de Moby Dick que me dio lo regale a unas niñas, les di la tarea de que lo lean a los demás y que al crecer puedan regalarlo, como yo lo hice, como usted lo hizo conmigo. Sé que lo hubiera hecho feliz. —Dijo. —Yo estoy estudiando. No por mi misma como antes obviamente, pero lo estoy haciendo. Es muy difícil, pero siempre lo recuerdo a usted. —Suspiró. —Espero. Que ahí arriba, o donde quiera que pueda estar, esté descansando. No sé si quiera si su alma podrá escucharnos en verdad. Pero espero que esté en paz. Aquí nos va bien, poco a poco. Estoy muy feliz de poder venir, de poder visitar, de poder dejarle flores. —Hizo silencio, porque sabía que podía desbordar en lágrimas. Además ya había terminado de hablar.
—Ah jefecito. —Dijo Gerard a su costado limpiándose un par de lágrimas con su pañuelo, el sí había llorado un poco. —Las cosas han cambiado. Usted nos sigue haciendo falta. Pero nada es más bonito que saber que al lado de Dios usted es ángel nuestro y de todos los que usted ha amado y seguimos aquí.
Lauren puso delicadamente una mano en la espalda de Gerard para poder consolarlo. No importaba si incomodaba o no. Sobó un poco la espalda del hombre, y retiró su mano.
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Gerard sacó su rosario del bolsillo de su saco. Compartió el mismo con Lauren mientras se tomaban de las manos aún estando lado a lado.
Era parte de la tradición, de la costumbre de respeto a los muertos siempre rezar por ellos. Llevar a algún padre, o en ese caso estar con un rosario. Y rezar una decena del mismo. Por el alma de la persona. Por su eterno descanso, y como ritual religioso acostumbrado en Inglaterra, como algo tan importante e imponente como la Religión.
Gerard era bastante religioso, Lauren tal vez no tanto. Pero respetar esas costumbres era importante. Respetar a los muertos también. Porque a pesar de todas las explicaciones que daba la religión, después de la muerte nadie sabía, sólo era la muerte y ya. Pero donde quiera que esa energía permanezca, que el espíritu o esencia que nunca se iba de las personas queridas. Este en paz, tranquilidad y armonía con esa cosa tan grande tan difícil de entender, aquel universo, o lo que ellos llamaban Dios.
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