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XIX

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1882 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

   Durante los pocos días restantes. Thomas habló con Lauren sobre qué poder hacer durante su luna de miel, Thomas pensaba poder ir a Doncaster, ya que en algún momento también lo había mencionado. Iban a tener algo de tiempo libre, podían aprovecharlo.

    Lauren aceptó sin dudarlo, cuanto extrañaba ir a Doncaster, no había vuelto en tantísimos años, y después de tanto, tener la oportunidad era sumamente importante. Era su deber visitar la tumba de sus padres, ahora que por fin podía tener la posibilidad, y sobre todo la oportunidad.

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     De golpe de repente venía todo a su mente. En momentos que no esperaba. Cuidando a su gatito o simplemente atendiendo sus usuales y tediosas clases.

    Iba a casarse, y ya no sería Lauren Harris, pasaría a Lauren Sangster. Y eso aún le sonaba tan extraño.

   Habían pasado dos años, dos años y hasta algo más desde que llegó a castillo. Desde que todo cambió por completo.

   Ella también había cambiado, todos lo habían hecho. Era tan interesante.

    Pasó de no soportar un apretón de manos, a al menos aceptar diversos abrazos, y cómo no a comentarlos también.

     Había evolucionado, muchísimo. Había crecido. Ya tenía 23 años, y todo sucedió cuando tenía 21 años. Cuando Thomas tenía 24, y ahora tenía 26.

     Frizzy también tenía 23, Ava iba a cumplir 24, a veces uno se daba cuenta del pasar de los años. Era también algo increíble.

     Enamorarse del príncipe era lo menos que esperaba. Y si no se esperaba eso, muchísimo menos poder casarse con él. Como lo iba a hacer.

     La tortura con sus terribles tías no estaba, porque ellas ya no estaban. La pena de pensar ver a su gran amor con otra persona, tampoco estaba. Lea se había ido, habían podido defender sus sentimientos y lograr hacerlos prevalecer.

    ¿Cuánta gente en verdad podría lograr eso? Una gran hazaña, un gran ejemplo, y una gran historia. Digna de contar. Y que les estoy contando.

    Esta historia nunca ha tomado el tipo de narración en primera persona. Por algo les sorprenderá mucho que pase así ahora.

    Pero no presten mucha atención a eso por favor, ya que falta poco para que termine este relato, y ahí les diré quien soy como corresponde. Ahora, lo importante, es todo lo que va a pasar a continuación.

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  Así como así, y de repente. Ya era la madrugada del 17 de Julio. Lauren tenía que estar despierta desde antes de las 3 de la mañana, para arreglarla con todos los rituales de belleza, todos los baños de rosas y cremas para una piel tersa y perfecta.

    Lauren estaba asustada, no en un mal sentido. Más bien, intimidada, por el gran templo, por la próxima ceremonia.

    Por la coronación.

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    La metieron a una bañera llena de agua de rosas y perfume. Ese fue el primer ritual.

    Ese trato era tan fino, que a pesar de los meses que pasó recibiendo el mismo, nunca dejaba de sentirse extraño.

   Masajes, una mascarilla con barro y horas de un tratamiento tan extraño.

   Todos estaban nerviosos, más que nerviosos. Había mucha emoción. Y estrés. Todo tenía que salir bien.

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     Evelyn y su gran séquito de mujeres llegaron igual de temprano, se dividirían en grupos, para poder alistar a las otras mujeres. Pero claramente el grupo más grande se quedaría con Lauren. La novia era ella.

    Evelyn estaba en ese grupo, tenía que estarlo.

    Después de todos aquellos rituales, tenían tenían alistar a Lauren, esta vez con la puesta oficial de su vestido. E iban a demorar mucho, porque incluiría todas las joyas, el peinado perfecto, y el inmenso velo.

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     —Mi niña, respire porque lo va a necesitar. —Dijo Evelyn. Cuando después de todas ropas interiores y el fuste, se preparaba para ajustar el corsé, poniendo su rodilla tal vez de una manera no tan delicada en la espalda de Lauren, para poder tirar del mismo.

    Y no tiró sola, tuvo que hacerlo con otra persona.

     Lauren agradecía que ese día no pueda desayunar o comer algo hasta después de la boda, porque de no ser así aquel apretón podía hacerla vomitar debido a la fuerte presión.

    Para mantenerla quieta mientras tiraban del corsé, también debían sostenerla. Dolía. Pero tenía que valer la pena.

   Y si lo valía, su figura hasta no parecía la suya. Eso sentía ella. Estaba bien ajustado, sin espacios libres ni la opción a respirar. Las costillas apretadas, todo para dar una pequeña cintura de avispa a la vista, todo en nombre de la belleza.

   Siguieron las miles de faldas internas, subirse a los zapatos para que no sea imposible a la hora del armazón de metal.

    El vestido, el armazón y todo lo complicado tenía que venir al final, porque claramente hacerlo antes imposibilitaría los otros deberes.

    La llevaron en su tocador para poder peinarla y ponerle laa joyas, todo debía combinar con la diadema de plata de piedras azules de la señorita Kaya.

    Por supuesto, no era nada como una corona, una diadema no se parecía a eso. Era mucho más pequeña. Más delicada.

    En la coronación se la iban a cambiar por una corona de verdad, como la de Ava, su corona de princesa. Que usaría siempre en cualquier evento mayor e importante de en adelante. Y se moría de miedo.

   No podía usar a anillos. Eso opacaría la entrega de los que eran oficiales durante la misma boda.

   Había una gargantilla compuesta de varios collares de plata. Que fue el que decidieron usar en vez de las perlas, combinaría mejor. Se vería mejor, Lauren estaba de acuerdo.

   Aretes de plata igualmente, pero pegados a la oreja, ya lo más brillante estaba en el cuello, y sobrecarcarlo con aretes colgantes era un rotundo no para la moda.

  Tenían que peinarla, tenía que ser un moño, iba a ser un moño, lo más ordenado posible, sin un solo cabello que se escape por error. Era un moño alto, para que se pueda poner el velo de manera propia.

  Dejaban su flequillo, peinandolo a un costado para brindar toda esa elegancia y estilo. Llenaron su cabello de ganchos y gel para hacerlo perfecto, y para bajar los nervios, adentro bromeaban con que literalmente le estaban estirando todo el rostro.

    Era una iglesia, un templo. Si se maquillada podía ser una ofensa, pero doblarse las pestañas no hacía daño a nadie. Sus ojos eran lo más hermoso de ella, siempre lo habían sido, no resaltarlos, más el día de su boda, podías ser un pecado.

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    Se volvió a poner de pie. Ya tocaba el armazón de metal. Muchos al mismo tiempo se juntaron a ayudar.

    De la nada en la habitación irrumpió Frizzy. Asustando un poco a los presentes pero calmandolos a penas la vieron. Venía con Harumi.

    La señora Evelyn preguntó por Ava, pero ella estaba con su hermano era obvio, ellos esperarían en el templo desde más temprano, posiblemente ya estaban saliendo junto al Rey.

    Thomas y Lauren no podían ni chocarse antes de la boda, podía ser de  mala suerte ver a la novia antes de la boda. Todos estaban tan eufóricos.

     Harumi y Frizzy ya estaban listas, preciosamente vestidas, de rosa palo y celeste, respectivamente. Todas se veían tan lindas.

     Todo parecía tan irreal.

     Había llegado el día de su boda, era 17 de Julio. Para medio día, ya Thomas sería su esposo, ya para esa noche sería reclamada como misma, y ya sería parte de aquella nobleza. De aquella familia y parte de él también.

     Casarse era la máxima representación de que era debido. Por eso los matrimonios arreglados siempre se daban. Pero el suyo no lo era, era de los que corría la suerte de ser uno por amor.

     Tener el derecho de poder amar y ser amado. Ante cualquier circunstancia y ante cualquier peligro.

     Los miedos de Lauren respecto a la Reina, no estaban olvidados por completo, pero si parcialmente echados a un lado. Por la gran importancia que cobró ponerle toda la atención a la boda, toda la atención atención estar con Thomas, a hablar de lo que pensaban, de lo que iban a hacer, a mantenerse ocupado, haciendo todo lo que se debía de hacer.

    Pero la Reina no podía arruinar ese día, ni haciendo el peor escándalo del mundo. Además ni iría a la boda, no había deseado hacerlo en un berrinche, y nadie le insistió, a pesar de que esa era la reacción que esperaba, hacer sentir el desaire de su ausencia. Pero a nadie le importó al final, y claro que le dolió.

     Jamás consideraría a Lauren familia suya, la odiaría siempre. Pero no tenía que preocuparse, porque era bastante correspondida. De todas formas, una especie de preocupación estaba con la muchacha, ella iba a tener una familia en un futuro, Thomas y ella querían tener una familia en el futuro ¿Qué si quería meterse con uno de ellos?

    De su posible reacción no tenía idea, aún no era madre ni nada parecido. Pero no podía dejar que la siga asustando. No es día, no el que que quedaba de la misma, no en el largo futuro que podía ver para ella.

[•••]

    De regreso a aquellos momentos de ostentosa preparación. Fue difícil poner el armazón de metal, porque como si por un instante las cosas no andarán bien, la palanca que servía para cerrarlo desde fuera, estaba trabada. Y considerando el gran tamaño de esa cosa, destrabarla no sería tarea fácil.

    Ni la misma Evelyn había podido destrabarla, y hasta con la ayuda de Lauren, no parecía querer moverse. Y no era que no le quedase, de hecho era su talla, solamente que parecía haberse estancado.

    Pero, ni había que entrar en pánico. Porque como una gran heroína al rescate, Harumi se abrió paso entre la gente rodeando a las dos mujeres, y desde su pequeño y delgado cuerpo sacó una fuerza que nadie se imaginó que tendría, haciendo que junto a Lauren y Evelyn al fin pudieron destrabarla. Y así poder cerrar el armazón. Se lo agradecieron mucho, y Evelyn por supuesto que halagó su fuerza, tenía que compartir el consejo. Ah, y pobre del joven Dylan si Harumi se enojaba con él.

[•••]

   Para el vestido todos tenían que ayudar, todo estaba lleno de tul interno y demasiado volumen, y como siete personas debían cargar el peso del mismo. Para no hacerlo ni rozar con el suelo, ni una sola partícula de polvo, nada que manche ese blanco precioso.

  Debía pasar por encima de la cabeza de Lauren, tuvo que levantar los brazos, mientras todos colaboraban con la prenda.

   Pasar los brazos por las mangas mientras las demás personas arreglaban la inmensa falda de tal vez alguna arruga que se formó al ponerla, para así acomodarla, para que todo se vea bien.

   Poner el vestido perfectamente era lo primordial. Para poder cerrar los pequeños botones de la espalda con propiedad. Lauren erguida como siempre, con todo como debía serlo, con todo como Evelyn había prometido.
   
   Dentro de ese apuro se vio unos segundos. Y quitó la mirada porque no iba a llorar, aún no. Aprovecharon que bajo la cabeza para poner el velo, y poder separar sus dos capas, la de adelante claramente corta, cubriendo su rostro con algo de transparencia, y la más larga e importante detrás. Esa que deberían llevar los que ahora se confirmaron como doce niños. Seis niñas, y seis varoncitos.

  Acomodaron su velo, procurando que ni una sola esquina se doble, doce mujeres ahí reemplazarian a los niños hasta llegar al templo, donde los pequeños esperaban haciendo una especie de camino.

    Y ya técnicamente con la verdadera apariencia para ese día, tuvo que verse en el espejo sin remedio.

    No podía ser ella. Le costó creer que era a ella a quien se veía en ese espejo.

    Estaba tan bonita.

[•••]

     Evelyn se limpió las lágrimas con su pañuelo, orgullosa de su trabajo de largos meses. Y el fruto tan bonito que había tenido.

     Puesto absolutamente todo Lauren sentía que llevaba más de la mitad de su peso en todo aquel vestido, todas aquellas joyas y todo aquel armazón.

    Se veía diferente. Era un tipo de belleza imposible de explicar. Imposible de describir.

    Ni siquiera la más bonita de las pinturas le haría justicia a lo que los ojos de todos veían en esos momentos.

    Desde la diadema, el largo velo, el vestido, sus mangas pomposas, todos sus brillos y su extravagancia. Cada detalle, cada encaje, cada pequeño rincón donde toda costurera que trabajó puso su esfuerzo y sudor. Todos los meses de trabajo que costó, todo lo que se gasto. Y todo lo que significaría, era el vestido de bodas más hermoso que alguna vez la historia había visto. Una figura preciosa, con todos esos rituales desde la oscuridad de la madrugada valiendo la pena, el sueño y hasta el dolor.

    Ese era su nuevo mundo, uno con que aún luchaba para sentirse digna de pertenecer. Uno que siempre había conocido desde el lado del servicio, más no el de ser servido. Y posiblemente conocer los dos lados, es lo que haría de ella una autoridad tan especial.

    La representación de los ricos y pobres, el rostro de lo que significaba el trabajo duro, la lucha por el amor y el gran valor de la inteligencia. Desde lo más bajo a lo más alto en una sola persona. La viva representación de la majestuosidad del Reino en un cuerpo humano.

    Y en ese vestido, era ella, sí era ella. La gran princesa se Inglaterra, que se casaba, nada más y nada menos. Que ese mismo día.

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