𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 3
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Pov. Astraea
Mi vista se hundió en el suelo, mis uñas se clavaban con fuerza en mis palmas, la derrota era un sabor amargo que solo había probado antes a manos de Metalia. Pero ahora, un simple hombre me había vencido. La ira y la frustración se acumulaban en mi pecho como un volcán a punto de explotar.
- Estuvo emocionante, tus habilidades son buenas, pero lo tomas como si fuera un simple juego -Dijo Pegasus con una sonrisa condescendiente- Hoy he medido aquel talento que te llama el ángel de la muerte, Hoshino Astraea. Pero en el siguiente duelo jugaremos con riesgos mucho más altos.
- ¿Qué te hace pensar que voy a estar jugando contigo? No tengo tiempo y es patético, eres un adulto dueño de una empresa, pero aún así haces todo un show para jugar contra una adolescente -Me burlé, intentando ocultar mi malestar.
Pegasus negó con su dedo mientras tarareaba; - Presumes que te estoy dando opción, pero no te la estoy dando, poseo uno de los siete artículos milenarios...
- ¿Artículos milenarios? -Le interrumpí, inclinándome sobre la mesa, curiosa por saber qué era eso.
- Así es, tengo en mi posesión al poderoso Ojo del Milenio -Dijo, ignorando mi interrupción, mientras alzaba el cabello que cubría el lado izquierdo de su rostro, revelando un ojo dorado- Ahora te mostraré su grandioso poder.
De aquel ojo dorado salió una luz dorada que se dirigió hacia Usagi. Abrí mis ojos mientras corría hacia ella, intentando cubrirla y evitar que la luz la tocara, pero no llegué a tiempo. Observé cómo sus bellos ojos azules se tornaban oscuros, como si la vida y la luz la hubieran abandonado. La misma mirada que tuvo cuando recogí su cuerpo inerte durante la guerra en el Milenio de Plata.
- ¿¡Qué le hiciste!? -Grité, sentiendo cómo la oscuridad y el miedo me consumían- ¿¡Qué le hiciste a mi princesa!?
- Verás, con los incentivos adecuados, cualquiera puede jugar mi juego -Dijo Pegasus con una sonrisa, mientras la pantalla de la televisión mostraba a una confundida y asustada Usagi.
- ¡As! -Chilló Usagi, asustada. La pantalla se distorsionó, al igual que su voz. Corrí hacia la pantalla, observando cómo la figura de mi princesa desaparecía entre la estática.
- Si volveremos a pelear, Astraea... o dime, ¿cómo piensas recuperar el alma de tu amiga? Jajaja -Su risa se desvaneció mientras el mundo a mi alrededor volvía a tomar color y calor.
Me volví para ver cómo el cuerpo de Usagi se tambaleaba, a punto de caer. Corrí para sujetarla, evitando que cayera al suelo. Observé su rostro pálido, cenizo pálido como si fuera un muerto, pero su suave respiración, su corazón latente y su energía del cosmo que fluía por su cuerpo, me dieron esperanza.
- ¡Usagi! -Rscuché los gritos de nuestras amigas, sus voces llenas de preocupación.
- ¿Qué le sucedió a Usagi? -Me preguntó Makomo, preocupada.
- ... Su alma... Su alma fue robada -Dije, mi mirada perdida en el pasado, recordando cuando Serenity falleció por mi culpa, igual que ahora, su alma fue robada por mi ineptitud.
Ignoré sus preguntas y gritos, cargué a Usagi y me dirigí hacia la salida. - Amy, trae aquel maltín... Debe haber algo que me diga dónde se encuentra Pegasus... Lo buscaré hasta el fin del mundo solo para recuperar el alma de Usagi y darle un juicio de Spica -Murmuré con la mirada perdida para salir del centro de videojuegos para pasar junto a unos arbustos- Orion, llama al príncipe Endymion, dile que es urgente y que debe ir a mi residencia ahora mismo.
Observé cómo en un destello Orion desaparecía dejando pequeños rastros de polvo de estrellas donde alguna vez el estuvo.Me apresuré hacia mi hogar, sabiendo que la mejor forma de evitar llamar la atención era ir por los techos. Me deslicé en un callejón, seguida de cerca por las chicas, que habían dejado de hacer preguntas y ahora me miraban con preocupación. Una vez alejadas de la multitud, les di la orden de transformarse. Makoto se acercó para tomar a Usagi de mis brazos, y yo saqué mi broche de transformación.
- ¡Por el poder del brillo guardian de Spica, transformame! -Grité, mientras una luz intensa me rodeaba y mi traje de marinera aparecía.
Con Usagi en mis brazos, me lancé hacia el techo del edificio más cercano, saltando de un edificio a otro con facilidad. Mi casa, una finca tradicional como la de Rei, se alzaba en una zona residencial exclusiva y alejada de ojos curiosos. Era el lugar perfecto para entrenar mis habilidades sin preocupaciones.
Pero en ese momento, nada de eso importaba. Mi única preocupación era recuperar el alma de mi princesa. Como Spica, la estrella que admiraba y salvaguardaba a la Luna, era mi deber proteger a la princesa Serenity con mi vida. Debía cumplir cada una de sus órdenes y deseos, y no descansaría hasta que su alma estuviera de vuelta en su cuerpo.
Llegué a mi casa y me dirigí directamente a mi habitación, donde deposité a Usagi en la cama. Me senté a su lado, tomándole la mano y cerrando los ojos, concentrándome en mi misión.
- No te preocupes, princesa -Susurré- Haré todo lo que esté en mi poder para recuperar tu alma. Te lo prometo.
Y con esa promesa, comencé a planificar mi próximo movimiento, decidida a encontrar a Pegasus y recuperar el alma de mi princesa.
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