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Veinticuatro

Entrar a su casa era como volver semanas y semanas atrás, a los días en que no conocía a Tzuyu. Una casa llena de recuerdos tanto buenos como malos. Era irónico extrañar a otra persona que había estado viviendo con ella. Vivió con su hijo y su esposo, y al perderlos a ambos pasó a vivir sola, sola hasta que conoció a Tzuyu, quien por fortuna o por desgracia, había llegado a su vida y con el tiempo se había enamorado de ella.
                   
Dejó caer sus cosas en el suelo, no le interesaba a decir verdad.
                
No tenía a quién contarle cómo le fue en su trabajo.
                
No tenía una razón para volver.
                   
Nadie la esperaba en casa.
                   
—¿Hola? —preguntó en voz alta, como si alguien fuera a responderle, aunque sabía que no sucedería —Taehyung… Chewy… —sintió sus ojos cristalizarse al darse cuenta de que había alejado a la única persona que la hizo volver a creer. Tal vez podría intentar arreglar su error, tal vez podría darle una segunda oportunidad a ser feliz, tal vez y solo tal vez Tzuyu todavía quisiera estar con ella. Era ahora o nunca, justo como en el juicio.
                   
Salió rápidamente de su casa y al hacerlo, las gotas de lluvia comenzaron a caer sobre ella, eso no la detuvo para caminar sin rumbo fijo por la ciudad. No conduciría, no se arriesgaría a no poder hablar con Tzuyu.
                   
No sabía en realidad dónde empezar a buscar, pero tenía claro que no regresaría sin ella.
                 
Caminó por las solitarias y oscuras calles de la ciudad, mientras sentía las gotas de lluvia caer más y más rápido sobre ella, la tenían sin cuidado. Pensaba en Tzuyu y en cómo debía sentirse, fue ella quien se enamoró primero y fue Sana quien le rompió el corazón primero. Se sentía culpable y vaya que se declararía así, culpable de dañar a una persona inocente.
                  
No sabía cuánto tiempo llevaba caminando y tampoco cuánta agua había caído sobre ella, irónicamente solo sabía que debía buscar a Tzuyu, buscarla sin saber dónde.
                
Al llevar al menos una hora caminando, se detuvo frente un gran edificio, uno de los prestigiosos, y sin saber por qué, estaba caminando hacia el. Tal vez estaba equivocada, pero su corazón le decía que debía entrar allí y tal vez por suerte, Tzuyu se encontraría allí.

              

                   
—¿Sana? —preguntó realmente preocupada, y al verla en ese estado sus ojos se cristalizaron de inmediato —¿Cómo llegaste aquí? —no sabía qué era correcto hacer, tenía el corazón roto. Sana estaba llorando, estaba totalmente mojada por la lluvia, su labio titubeaba y su maquillaje estaba corrido.
               
—Tú eres mi camino de vuelta a casa —susurró sollozando de manera inevitable, ella también tenía el corazón roto.
                   
—Oh, mi amor —susurró envolviéndola con sus brazos. No importaba que estuviera mojada, no importaba que estuviera arruinando su costosa ropa, lo único que en realidad le importaba estaba abrazándola con tanta fuerza, como si no quisiera volver a perderla nunca —estoy aquí, estoy contigo —susurró acariciándole el cabello, sintiendo cómo temblaba sobre su cuerpo.
                 
—Perdóname —sollozó dejando que su dolor saliera —no quise hacerlo, no quise que te fueras —Tzuyu negó con su cabeza.
                  
—Yo no quería irme —respondió con una pequeña sonrisa —por eso nunca lo hice, siempre te cuidé aunque no te hayas dado cuenta —Sana hizo un puchero sintiéndose terrible —nunca te dejaría sola, te lo prometí y es una promesa que cumpliré estemos juntas o no —la chica se separó del abrazo de Tzuyu para tomarla de sus mejillas.
                 
—Yo quiero que estemos juntas —le dijo sinceramente —estuve sin ti y mira el desastre en el que se convirtió mi vida de nuevo —Tzuyu intentaba secar sus lágrimas pero eran confundidas por toda el agua que tenía Sana en su rostro —necesito una razón para cuidarme, necesito volver a vivir, necesito a alguien que me haga sentir en casa y necesito que tú seas esa persona —la miró con adoración, dándose cuenta de que estaba llorando por ella —necesito que sepas que te amo —Tzuyu cerró por un momento sus ojos mientras suspiraba sin dejar de sonreír. No importaba el tiempo, solo importaban ellas.        
            
—Y yo necesito que sepas que te amo más de lo que puedo entender —respondió mirándola de la misma forma —tú eres mi hogar —la sonrisa de Sana no pudo esperar más tiempo, solo envolvió el cuello de Tzuyu con sus brazos para besarla como tanto extrañaba hacerlo, y ella le correspondió como tanto extrañaba hacerlo —Satang —le dijo terminando el beso. Sana la miró con su ceño fruncido un poco confundida, y al verla Tzuyu no pudo evitar reír —entra —tomó su mano para adentrarla a su departamento, cerrando la puerta tras ella.

Sana pasó su vista por el impresionada, el interior era como dos veces su casa, incluso tenía un ventanal gigante en el que se podía ver toda la ciudad junto a la lluvia que caía sobre ella. Tzuyu con una sonrisa se dirigió su habitación mientras que Sana seguía detallando el departamento.

—Oh, lo siento tanto —dijo al darse cuenta de que estaba totalmente mojada —estoy arruinando tu piso —rió un poco al verla regresar con una manta entre sus brazos.

—Me interesa más que no te vayas a resfriar —respondió sinceramente —¿Puedes quitarte la blusa? —preguntó cerrando sus ojos —prometo no mirar —rió. Sana no pudo evitar reír, la extrañaba muchísimo.

—Claro —respondió mientras desabotonaba los botones de su blusa —tengo mucho frío —Tzuyu asintió caminando hacia el gran sofá que había frente al ventanal, donde dejaría la manta.

—Puedes usar mi bata —dijo mientras se la quitaba, quedando solo con su pijama —por favor, no quiero que te resfríes —dijo preocupada. Sana caminó hasta ella con su blusa en su mano, recibiendo la bata que Tzuyu le había ofrecido.

—Pensé, pensé que estarías enojada conmigo —dijo casi en un susurro, avergonzada por su comportamiento. Tzuyu ladeó su cabeza mientras la veía colocarse su bata —por cómo te traté y porque no te llamé, porque me comporté como una tonta —suspiró, sus mejillas estaban ruborizadas por la vergüenza y porque sí, era muy probable el resfriado.

—No lo sé —respondió con su suave sonrisa —yo no quería irme. No te diste cuenta, pero fui todos los días a la firma —Sana la miró —quería verte, pero no me atrevía a hablarte. Iba cada día con esa intención, sin embargo luego, no lo sé, pensé que no querrías hablar conmigo o algo así —rió un poco —hasta hoy ¿Podría preguntarte por qué hoy? —Sana suspiró.

—¿Puedo sentarme? —preguntó educadamente. Tzuyu no pudo evitar reír.

—Puedes vivir aquí si quieres —respondió acercándose a ella para tomar sus manos y así sentarse juntas en el espacioso sofá.

—Me di cuenta de que te amo —dijo sinceramente, así lo sentía. Era inevitable en Tzuyu mirarla con adoración —¿Cómo me di cuenta? Porque cuando te fuiste, una parte de mí se fue contigo —sonrió —¿Sonreí? —Tzuyu asintió —porque cuando estoy contigo siempre lo hago y me gusta hacerlo, me gusta sonreír y me gusta más que tú lo provoques.

—Yo también te amo —respondió encogiéndose de hombros —¿Cómo lo sé? Porque prefería tu felicidad, sí tú querías ser feliz sin mí, Sana, yo lo habría aceptado —Sana ladeó su cabeza —siempre he sido una persona egoísta en varios aspectos, pero contigo, es como una lucha moral —rió —porque a pesar de que te quiero conmigo, no sería capaz de obligarte. Te amo porque, ya sea bueno o malo, me haces sentir humana.

—Me gustas mucho cuando eres inteligente —respondió Sana con una sonrisa —tu mente es simplemente maravillosa —Tzuyu se encogió de hombros.

—Tú me hiciste entenderlo —respondió de igual manera.

—Tzuyu, sé mi novia —pidió directamente, sin querer esperar más tiempo. Tzuyu ladeó su cabeza sin dejar de sonreír, entonces Sana se acercó un poco más a ella y se arrodilló en el sofá —sé mi novia —repitió emocionada.
               
—¿Quieres que sea tu novia? —preguntó con sus mejillas totalmente rojas. Sana asintió.

—Eh… claramente quiero eso —respondió en una risa —estuvimos separadas una semana completa ¡Una semana! —enfatizó como si hubiera sido una eternidad, aunque así lo haya sentido —quizá tú no seas egoísta pero yo sí, y te quiero solo para mí —Tzuyu no pudo evitar reír. Sana llevó su mano a sus labios y le dio un pequeño beso —sé mi novia, Tzuyu. ¿Quieres flores? ¿Chocolates? ¿Una cena? Haré lo que quieras —rió. Tzuyu suspiró completamente enamorada mientras que con su otra mano apartaba el cabello mojado del rostro de Sana.

—Solo quiero una cosa a cambio —respondió suavemente. Sana asintió.

—Lo que quieras, mi amor —repitió sin dejar de sonreír.

—Quiero que dejes que te cuide —pidió tiernamente. Sana ladeó su cabeza —déjame cuidarte.

—No hay nada que cuidar, estoy perfectamente —logró decir antes de sentir un cosquilleo en su nariz y estornudar de la manera más adorable —bueno, creo que sí puedo dejar que me cuides —rió un poco —¿Entonces qué dices?

—Digo que sí quiero y seré tu novia —asintió. Sana sonrió ampliamente mientras tomaba sus mejillas delicadamente con sus manos con la intención de besarla, pero se detuvo al recordar.

—No solo sigo mojada, sí te beso entonces también estarás enferma —le dijo un poco desanimada a lo que Tzuyu sonrió y tomó ella misma las mejillas de Sana con sus manos para besarla sin importarle lo anterior mencionado.

—No será la primera —dijo antes de volver a besarla —y no será la última vez que tengamos que cuidarnos la una a la otra —Sana y sus mejillas sonrojadas volvieron a sonreír, sintiendo que con Tzuyu había ganado mucho más de lo que alguna vez creyó —ya somos novias de cualquier forma —su novia asintió.

—¿Sabes lo que significa? —preguntó emocionada —significa, Tzuyu, que soy feliz —Tzuyu la miró con adoración —tanto que no conduje hasta aquí —rió inevitablemente —no quería regresar sin ti —susurró comenzando a sentir los efectos del resfriado.

—Oh, Satang —susurró preocupada —¿Caminaste la ciudad bajo la lluvia solo para buscarme? —Sana asintió sintiendo sus parpados pesados, no había dormido correctamente en toda la semana sin Tzuyu —sabes, mi amor, quiero prepararte chocolate caliente y galletas —Tzuyu sabía que Sana no había comido bien, no necesitaba estar con ella para saberlo, con solo verla se notaba —¿Podrías esperar despierta? —Sana no pudo evitar reír, su novia era demasiado tierna.

—Claro que sí —respondió recostando su cabeza en el sofá —te amo más que al helado —dijo aquella frase tan familiar. Tzuyu sonrió antes de besar la nariz ahora roja de su novia.

—Y yo te amo más que al helado también —respondió mientras se levantaba.

—Tu sofá es muy cómodo, Tzuyu —dijo Sana de repente —me gusta tu casa, la mía no es tan grande —Tzuyu se encogió de hombros.

—No está mal —respondió dirigiéndose al espacio que conectaba la cocina —pero es muy grande para mí sola. Los días que pasé en tu casa, contigo, fueron maravillosos.

—Nuestra casa —corrigió Sana llevando su mirada a ella sobre el sofá. Tzuyu se detuvo para mirarla —no es muy grande o muy lujosa, sin embargo puedo trabajar más para que sea el lugar que mereces —Tzuyu sonrió tiernamente mientras caminaba de vuelta con ella —no sé si algún día tenga tanto dinero como para darte la vida a la que estás acostumbrada —dijo siguiendo a Tzuyu con su mirada, viendo cómo se arrodillaba frente a ella —pero por ti puedo intentarlo —Tzuyu tomó sus manos para colocarlas en sus propias mejillas.

—¿Me ves? —le preguntó suavemente, viéndola desde abajo. Sana asintió sin entender —yo te veo así, porque para mí eres grandiosa —Sana hizo un puchero mientras sentía sus ojos cristalizarse de nuevo —no necesito nada porque contigo lo tengo todo —susurró —por eso te dije que eres mi hogar, porque me haces sentir de ese modo.

—¿Qué tan bueno hice para merecerte? —preguntó sin realmente saberlo —eres maravillosa.

—Tú lo eres —respondió en una risa —ahora, nada de lágrimas —rió pasando su pulgar por sus ojos —sí volveré a casa, a cocinar para ti y a cuidarte —volvió a reír —te esperaré cada día, cada noche —susurró sin dejar de verla a los ojos, viendo su reflejo en ellos. Sana asintió sin poder reprimir sus lágrimas aunque Tzuyu se lo haya pedido.

—Y yo a ti —respondió en una sonrisa —aunque nunca debí irme —Tzuyu ladeó su cabeza mirándola de forma divertida —¿Podrías perdonarme?

—Nunca tuve que hacerlo —respondió, no lo sentía así —ahora ¿Qué será lo primero que haremos como novias? —Sana sonrió de manera divertida mientras sentía las caricias de Tzuyu en su rostro.

Era viernes, y Sana y Tzuyu llegarían juntas al sábado.

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