𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐂𝐮𝐚𝐭𝐫𝐨
A paso firme avanzó entre los hombres que al verlo inclinaban su cabeza con respeto, era el único que no se vestía de una manera formal y eso lo hacía destacar entre todos. No hubo necesidad de esperar a una respuesta, puesto que la puerta de la oficina fue abierta de inmediato, dejando ver a Jung Jae con su computador y lentes.
—Buenos días, Yoongi.
—Buenos días, señor Kim —el hombre de traje levantó la mirada hacia el chico.
—A partir de hoy dime Jung Jae. ¿Tienes el teléfono que te mandé?
—Si.
—Bien —el hombre deslizó la laptop que antes descansaba sobre su regazo por la superficie del escritorio—. Es tuya, ahí están los planos, horarios, proveedores y en resumen, absolutamente todo lo que necesito que manejes.
—Okey, ¿Algo más?
—Hay una cosa más —el hombre juntó sus manos observándolo.
Hasta ahora logró notar que casualmente el hombre utilizaba un guante en su mano izquierda que nunca lo abandonaba.
—¿Qué? —Kim quitó el guate con lentitud, dejando ver así un tatuaje en el dorso de su mano, uno que a simple vista era uno trivial.
—Este es el escudo de mi familia —Yoongi lo observó con detenimiento, asintiendo. No era estúpido para no saber a qué iba todo eso.
—¿Dónde tengo que tatuarme?
Kim apartó su mano maravillado de la respuesta. Se reclinó sobre su silla volviéndose a poner el guante que ya era parte de sus diarios outfits.
—¿Sabes por qué te elegí, Yoongi?
—No.
—No soy una persona que deposite la confianza en cualquiera. Antes de ofrecerte trabajo te investigué… no tienes a nadie, y eso en este mundo es perfecto —el hombre hizo una pausa para sacar su teléfono de la gaveta en el escritorio—. Jungkookie me habló demasiado de tí, me dijo tantas cosas buenas que te tomé cariño sin conocerte.
—Jungkook. Él es mi hermano.
—Y es conveniente que ambos estén en esto. Sin duda alguna —El hombre tecleó en su aparato móvil algún mensaje que fue bien recibido, por la sombra de una sonrisa en sus labios podía saberlo. Kim dejó de lado el celular y lo observó—. Pero ¿Sabes cuál es la razón más importante por la que te escogí como mi mano derecha? —Yoongi negó—. Tenemos el mismo objetivo, el mismo enemigo.
—¿Y quién es nuestro enemigo en común?
—Los Park —bajo la mirada atenta de Jung Jae, los ojos de Yoongi se oscurecieron tan solo con escuchar ese asqueroso apellido— ¡Exacto! ¡Eso es lo que ví en tí!. Un aliado sin nada que perder, con mi mismo enemigo y ganas de destruirlo… ¿Sabes que alguna vez consideré a Jungkook como mi mano derecha?
—No, ¿Por qué no se lo ofreció?. Sin duda hubiera aceptado.
—Por dos razones. La primera, Jungkook tiene carácter, de eso no tengo la menor duda. Pero tú no tienes miedo a morir. —Min levantó la ceja escéptico.
No es que no le tuviera miedo a la muerte, es que no tenía a nadie que se preocupara tanto si él llegará a morir. Y por mucho que pensara en Jungkook, tenía muy en cuenta que él era fuerte como para vivir enfrascado en su partida.
—¿Y la segunda? —el señor Kim sonrió con los ojos brillantes.
—Mi hijo tiene un cierto enamoramiento por él. Sé que si le pasa algo, mi pequeño me odiaríade por vida.
Yoongi levantó las cejas sorprendido. Eso era nuevo, y a su parecer algo lindo. Jungkook con el hijo del jefe de una mafia.
—¿Y él lo sabe?
—Mi hijo es tímido, al menos con él, y yo no me atrevería a interferir en sus cosas —Yoongi asintió—. Bien, ¿Listo para el tatuaje?
—Claro.
Tan pronto como Yoongi contestó, un hombre con una maleta de ruedas entró a la oficina. Se colocó una mascarilla y guantes. Observó con atención cada paso que el tatuador realizaba, como ordenar los utensilios sobre un papel quirúrgico encima de una mesa. Yoongi no estaba para nada nervioso, siquiera pasaba por su mente arrepentirse, pero no podía evitar preguntarse qué carajos hacía en ese lugar, entonces la respuesta llegó a su mente con un recuerdo para nada agradable que lo hizo molestar. Para cuando quiso reaccionar, su mano se encontraba sobre la plancha de la mesa, y el hombre sentado frente a él con la máquina de aguja en mano.
El proceso inició, los pinchazos continuos le hicieron cerrar los ojos y pensar en otra cosa, viajar tal vez a sus recuerdos en la prisión. Pensó que el proceso de un tatuaje era más doloroso que eso, pero no por eso dejaba de serlo, de hecho se sentía más incómodo que otra cosa. Y entonces descubrió que lo malo no era la aguja, sino el maldito trapo limpiando la tinta excedente en su piel.
—¿Crees poder aguantarlo en una sola sesión? —escuchó al señor Kim luego de aproximadamente una hora, despegando la vista de su computadora.
—¿Falta mucho? —preguntó Yoongi al tatuador.
—No, menos de la cuarta mitad.
—Entonces continúa.
Para aquellos dos hombres, Yoongi no estaba para nada adolorido, no mostraba signo alguno de estarlo. Sin embargo, muy por dentro quería que eso ya acabara de una vez por todas. Y media hora después, milagrosamente todo terminó con el hombre echando un gel al dibujo en su piel y luego vendado su mano con gasas.
—Listo —avisó el hombre.
—Perfecto. Gracias. Ya cayó a tu cuenta el costo de tu trabajo.
El hombre asintió e inició a guardar sus cosas con mediana prisa. Al terminar, se inclinó a ambos hombres para luego salir y dejarlos a solas.
—Ahora, Min. Eres por completo parte del cártel Kim —Una mediana sonrisa se dibujó en sus labios—. Te recomiendo usar un guante, así como yo. Esto es para no andar ahí por la calle y arriesgarte a que el enemigo te vea ¿Okey?
—Okey.
—Bien, tu entrenamiento completo empieza hoy.
UN AÑO DESPUÉS….
—Señor Min, ya están aquí.
—Dame diez minutos —contestó con voz firme, abriendo solo un poco sus ojos para ver al chico joven.
El menor salió del cuarto avergonzado de ver a su jefe de aquella manera. Un jadeo escapó de sus labios al mismo tiempo de un ligero respingo ante el dolor.
—Deja de moverte —se quejó Dereck.
—Tú no eres el que está soportando el dolor.
—¿Tengo que recordarte que tú me llamaste?
—No.
El contrario sonrió, totalmente concentrado en su trabajo y en terminarlo lo más rápido posible.
—¿Qué significan las espinas? ¿Por qué son exactamente ciento veinte?
Yoongi volvió a abrir sus ojos, observando de reojo todo su brazo hasta la muñeca.
—Fueron diez años que estuve en la cárcel, ciento veinte meses —Resumió el relato a Dereck, el mismo tatuador que hizo el escudo que portaba en su mano y que significaba lealtad hacia toda una organización criminal.
Las cosas habían salido bastante bien. Había aprendido absolutamente todo el manejo de su trabajo a la perfección, tanto así que había sorprendido al mismísimo Kim Jung Jae. Lo que él no sabía, era que en las noches de desvelo Yoongi se sumergía más y más en ese mundo, investigando los perfiles de sus enemigos y aliados, averiguando cada detalle de ellos para tener en la palma de su mano la posibilidad de destruir más rápido.
Jungkook no había cambiado la percepción de su amigo, al menos no cuando estaba solos, solo ahí volvía a ser el mismo Yoongi al que conoció en la cárcel. Por otro lado, fuera de la casa de ambos era un completo lunático que imponía su presencia con tan solo respirar.
—¿Y las rosas grises?
—A mis padres.
—Y… ¿la roja?
Yoongi agachó un poco la cabeza hacia su pecho, en donde la tinta roja desbordaba de su piel y en donde se empezaba a ver claramente la rosa roja con pétalos abiertos entre tantas espinas que cubrian su pectoral subiendo a su hombro. Esa era la única parte del tatuaje a color. Yoongi se quedó pensativo al respecto.
—No tiene significado.
—¿Cómo que no tiene significado? —el pelinegro le restó importancia moviendo el hombro contrario al tatuaje.
—Me pareció que el tatuaje debía tener algo de color.
—Ajá. Haré como que te creo. Esta bien, no siempre queremos revelar los significados de nuestros tatuajes. Listo.
Dereck apagó la máquina tatuadora y cubrió el tatuaje con el gel para luego cubrirlo con una vendas. Guardó sus utensilios y con una ligera sonrisa abrió la puerta del cuarto.
—Estamos a la orden, Min.
—Gracias.
El mayor abandonó la habitación, solo entonces se levantó de la silla para colocarse su camiseta negra y salir hacia donde sabía que se encontraban sus hombres con el pequeño encargo que les había encomendado. Acomodando el arma en su mano bajó las escaleras hacia el sótano en donde se encontraba atado de manos y pies el sujeto que se quejaba ante los golpes que recibía. El olor de la sangre empezó a invadir su nariz, la imagen grotesca del compañero del tipo tirado en el suelo entre un charco de sangre llamó su atención.
—¿Quién putas les ordenó que lo mataran? —preguntó en un tono fuerte que dejó tieso a cada uno de los presentes.
—Señor Min…
—Aquí no se hace nada sin que yo no lo ordene —dijo moviendo su pistola en círculos— ¿Quién carajos fue?
Jungkook, que se encontraba sentado en una mesa balanceando sus piernas mientras ojeada su celular levantó la cabeza y le señaló con la mirada a uno de los nuevos. Yoongi apuntó al hombre y detonó dos veces hacia el nuevo recluta.
—No tengo tiempo para explicar que aquí se hace lo que yo digo —avanzó hacia el tipo atado a la silla, quien lo veía aterrado, si había sido capaz de matar a uno de sus propios hombres no quería imaginar lo que haría con él— ¿Vas a decir nombres?
—No sé nada… se los juro.
—Y yo quiero un pony de colores. Si no me dices nombres, en tres segundos tu mujer e hija tendrán una bala en el cráneo ¿Qué te parece?
—No… por favor…
—Habla.
—Park. Park nos contrató, pero…
Disparos se escucharon en el lugar acompañados con gotas de sangre que viajaron hacia varias partes, y pronto tres cuerpos inertes adornaban la noche de los presentes. Yoongi acomodó su arma en su pantalón, por debajo de su camisa. Gruñó observando todo.
—Limpien todo. Jungkook, vámonos.
—Sí señor.
De un salto el más joven se encaminó hacia su hyung. Ambos salieron de aquél lugar clandestino rumbo a la camioneta del mayor. Ambos abordaron el vehículo, Yoongi de reojo podía notar el entrecejo fruncido de su amigo, estaba molesto y pocas veces lo veía de esa forma.
—¿Qué ocurre, Kook?
El teléfono de Yoongi empezó a sonar en la bolsa de su pantalón, de inmediato lo sacó observando el nombre y contestando sin dudar.
—Jung ¿Qué pasa?
—El inmaduro de mi hijo está en un club en territorio enemigo… —Escuchó un suspiro molesto del otro lado de la línea, y el pelinegro nada más cerró sus ojos.
—Maldita sea.
—Yoongi… Sé que es peligroso, pero ¿me harías el favor de llevarlo a casa? Si lo ven allá le meten plomo en el cráneo y su madre va a matarme.
—Joder, Kim. No soy el puto niñero de tu hijo malcriado.
—Créeme que ganas no me faltan de enviarlo a un internado en Suiza. Pero no puedo.
—Deberías. Mándame la ubicación.
Minutos después cayó la notificación a su teléfono. Maldijo mentalmente, ese no solo era terreno enemigo, era la boca del lobo.
—Es mi culpa. —Dijo Jungkook de repente.
—¿De qué hablas?
Una semáforo en rojo impidió por breves minutos su camino.
—Él, se fue a ese lugar para cagarme la paciencia. Tiene horas que no me contesta.
—¿Qué mierda hiciste Jungkook?
—El hijo de Hoseok me besó delante de él y desde entonces anda así.
—¡Por putos celos! ¡Iré a que me metan balas en el culo por unos pendejos celos!, Chingaste Jungkook.
Yoongi se desvió del camino hacia la casa que compartían ambos. Si creía que iba a ir así no más estaba equivocado. Al llegar bajó del auto y Jungkook imitó su acción con preocupación.
—Vamos hermano, solo esta vez.
—¿Ya cojieron? —el menor suspiró colocando sus manos en las caderas con la cabeza gacha—. Toma tu auto Jeon.
—¡Solo una vez! ¿Bien? Y estaba borracho.
—Toma tu auto.
—Yoongi… —el mayor rodó los ojos, por más que jungkook la cagara jamás lo dejaría al sol y al viento, por muchos problemas que le diera.
—Sígueme en tu auto. Cuando lo encontremos te lo llevarás y resolverán sus problemas cojiendo o como putas quieran. Si no lo haces te juro que los esposo y los encierro en un cuarto para que arreglen sus mierdas de una vez.
—Bien —respondió derrotado caminando hacia su coche.
El viaje fue más o menos largo, la parte de Daegu que él conocía como la palma de su mano se difuminó conforme avanzaban hacia la parte sur de la ciudad, en dónde el territorio enemigo se encontraba. Cruzar esa zona era como cruzar al infierno, o más bien a pocilgas que se hacían llamar estructuras de viviendas. No era para nada como el área en donde él se manejaba. A pesar que no perdía el encanto, las luces neones de los clubes, las casas iluminadas, puestos de comidas los recibían a cada lado de la calle. Sin embargo, Yoongi sabía cómo Park manejaba su territorio, y en resumidas cuentas era un maldito tirano y desgraciado que hacía crecer sus riquezas a costillas del trabajo de la clase baja. No podía creer que en algún momento sus padres trabajaron para él.
Sus padres…
En los últimos tres años había tratado de bloquear el único recuerdo que lo lastimaba, y el único que de igual forma despertaba la ira en su corazón.
Detuvo la camioneta justo enfrente del club donde marcaba el punto de ubicación. Tomó su teléfono y marcó el número de Jungkook viendo por el espejo retrovisor que él había aparcado justo detrás suyo.
—¿Qué pasa?
—Ponte el cubreboca, no podemos arriesgarnos a que nos reconozcan.
—De acuerdo.
—Busquemos al mocoso malcriado y regresamos de inmediato.
Colgó la llamada y quitó su camisa para colocarse un chaleco antibalas por si acaso. Navajas en sus botas militares eran colocadas con estrategia, y dos armas de las más discretas que tenía con las municiones al cien.
Sólo entonces salió del auto, percatándose que al mismo tiempo Jungkook le seguía el ritmo.
Entraron al club sin dificultad alguna, ambos desconfiados y asqueados de que ese lugar ni siquiera tenía algún tipo de seguridad para impedir el paso de personas de cualquier tipo. Yoongi observó todo el lugar, chicas con vestidos cortos empezaron a acercarse a ellos, rozándose “accidentalmente” en sus cuerpos para según ellas provocar. Chicos en completo estado de ebriedad hacían lo mismo mientras ellos nada más empujaban a las personas para hacerse paso.
—¿Lo ves por alguna parte?
—No ¿Y si ya salió? —Yoongi se quedó pensativo un poco. Sintiendo como una chica se ponía frente a él, muy cerca de su cuerpo empezando a acariciarlo.
Yoongi no la apartó, en cambio se quedó expectante a los movimientos sutiles de ella, bajó a penas la mirada a la morena que empezó a bajar su mano hasta llegar al cinturón de su pantalón, fue ahí donde la chica quiso apartarse de inmediato, pero Yoongi impidió el hecho tomándola con un brazo de su cintura.
—¿Qué pasa, hermosa? ¿No te gustan los chicos malos?
La soltó en medio de una risita graciosa, viendo el rostro aterrado de la desconocida. Acomodó de nuevo su arma mientras ella se alejaba rápidamente. Yoongi volteó irritado hacia su amigo, quien lo veía con una sonrisa coqueta.
—¿Ligando?
—Más te vale que encontremos ya a ese escuálido. Este lugar empieza a darme nauseas.
Con una mirada le señaló a sus espaldas, logrando localizar al pelirrojo en medio de un grupo de chicos y chicas bailando. Inmediatamente Jungkook fué en su búsqueda y al llegar el menor no lo recibió de buena manera, pues una discusión se estaba llevando a cabo en media disco. Rodó los ojos ya harto luego de unos minutos, caminó hasta ellos interponiendo su cuerpo frente al hijo de su jefe.
—Se-Señor… Min. —La borrachera le pasó de golpe al joven.
—Camina a la salida, Kim.
El chico acató la orden de inmediato, cuando estuvieron afuera el pelirrojo recordó algo sumamente importante.
—Señor Min, no estoy solo.
—Me vale verga, Taehyung. No soy niñero de nadie, con costo soporté la idea de venir a traerte.
—Pero él no debe tardar…
—Sube al auto, te irás con Jungkook —informó, ignorando lo antes dicho por el menor.
—¡No me iré con Jeon! —gritó reacio a la idea.
—Pues quédate a que te vuelen los sesos. Yo no te llevo.
Abrió la puerta del piloto de su camioneta y se estiró para sacar una cajetilla de cigarros y su encendedor. Ese niño le sacaba canas cada vez que escuchaba su nombre, a pesar de ser un adulto independiente.
—Ya sube al auto Taehyung —dijo Jeon tratando de tranquilizarse.
—Dije que no me iré contigo.
—¡Que te subas al puto auto!
Taehyung a regañadientes obedeció, rogando que su amigo encontrara la forma de irse a su casa, pues ese lugar no era exclusivamente uno de buena reputación.
Yoongi se relajó un momento entre el humo del cigarro, hasta que quejidos agudos llegaron a sus oídos, provenientes de un grupo de hombres que arrastraban a otro a un callejón enfrente del club.
—¿Nos vamos? —preguntó Jungkook con una pierna dentro del auto.
—Ahora voy, adelántate.
Había contestado distraído, escuchando esos gemidos dolorosos y súplicas hacia los hombres que al parecer eran sus agresores. Lo único que pudo vislumbrar entre la oscuridad que se perdía en el callejón, era la bolsa de tela que cubría la cabeza de la víctima de esos hombres.
—Okey, nos vemos en casa.
Yoongi asintió sin despegar su mirada de aquél lugar.
Indeciso de si intervenir o no en aquél ataque a un inocente, se quedó de pie. Hasta que los quejido se transformaron en gritos de auxilio, y Yoongi no dudó ni un minuto más en dirigirse al lugar.
—Bien, bonito. Vamos a divertirnos —escuchó de uno de los hombres, al mismo tiempo del golpeteo de un cinturón desprendiéndose. Iban a abusar del chico.
—Suéltalo.
—Este no es problema tuyo, vete de aquí —contestó otro.
Suspirando disparó a cada uno de ellos sin darles tiempo de responder al ataque, en total eran cuatro hombres. El cuerpo del chico temblaba, el short súper corto del más delgado estaban a mitad de sus muslos, dejando ver nada más una fina ropa interior oscura, mientras su pecho subía y bajaba con la respiración agitada. Min se acercó y con una mano levantó el cuerpo del pequeño hombrecito con gran facilidad, este intento escapar y empujarlo, pero su agarre se volvió más fuerte, provocando que el esbelto cuerpo quedara pegado al suyo y le permitiera sentir el maravilloso perfume que agudizó sus sentidos.
—Tranquilízate, ya no te harán daño.
—Los… ¿Los mató?
—¿Era preferible que abusaran de tí?. Vístete bien, te llevaré a tu casa.
Se dio la vuelta para salir del callejón, en cambio el chico se quedó ahí de pie, asustado pero agradecido con aquél desconocido.
Salió de la oscuridad luego de quitar aquello que cubría su cabeza, colocó los botones de su camisa de forma correcta y subió sus shorts, aquello era en definitiva algo humillante y vergonzoso.
Al salir logró ver con claridad al hombre robusto con tatuajes y bastante alto de espaldas, con un tipo de pasamontañas a la mitad de su rostro. El hombre se dio media vuelta y sus ojos cayeron en aquellos oscuros que lo vieron indiferente.
—¿Dónde vives?
Al levantar su vista, Yoongi observó los ojos hermosos del chico, sus labios gruesos y sus facciones angelicales. Pero lo que llamó la atención del pelinegro era la manera en que el chico de cabello rubio lo veía, era una mirada que jamás olvidaría. Repasando nuevamente sus rasgos logró reconocerlo, y cada músculo de su cuerpo se tensó colmado de furia.
De un momento a otro, todo se volvió oscuro para el chico de cabello rubio.
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